El Presidente se pasó los dedos por los cabellos. Su rostro tenía una expresión preocupada. Pero, consiguió sonreír.
—No estamos aún solicitando condiciones de paz —dijo, y, volviéndose hacia el m s eminente de los biólogos de la nación, que estaba sentado en una butaca contigua, le preguntó—: ¿Cuál es su opinión?
—Siempre hemos sabido —contestó el biólogo— que la guerra bacteriológica es más peligrosa que la guerra atómica... siempre que el vencedor no disponga de los medios para protegerse de sus efectos. En nuestros laboratorios conseguimos una especie de bacterias, contra las cuales disponíamos de la adecuada inmunización, pero los experimentos que llevamos a cabo nos demostraron que, aunque inmunizáramos a todos los hombres, mujeres y niños de este país antes de soltar las bacterias en otra parte del mundo, las especies derivadas de aquellas bacterias azotarían eventualmente a esta nación lo mismo que a aquellas contra las cuales luchásemos.
—¿Qué me dice de las especies derivadas de la bacteria de Suez? —preguntó el Presidente. E inmediatamente se contestó a sí mismo—: No, han producido un antídoto. Un antídoto, si nuestros informes son exactos, que actúa de un modo inmediato.
Sacudió la cabeza lentamente.
—El ultimátum llegará en cualquier momento —dijo el Presidente.
—Es el cronometraje. No comprendo el cronometraje. —El gran hombre del Kremlin se estaba permitiendo a sí mismo unas dudas que no solía dejar traslucir delante de sus subordinados.
Allí había un solo subordinado, y cualquier auditorio que pudiese ser causa potencial de posteriores dificultades podía ser silenciado con facilidad. Sin embargo, la cosa resultaba sorprendente, y el teniente que ejercía las funciones de secretario y de guardaespaldas tembló mientras escuchaba.
—El cronometraje está equivocado, pero el hecho es un hecho. Tiene que ser un hecho, o todos nuestros agentes deberían ser enviados a Siberia.
—Desde luego, tenemos que actuar. La acción tiene que ser inmediata. Estamos amenazados de...
—¡No!
Vlada se oyó hablar a sí mismo, y todo su cuerpo se conmovió por ello. Se quedó pálido, temblando. Pero había hablado, y aunque quisiera no podría tragarse la palabra que acababa de pronunciar.
—¿No? Entonces, ¿qué es lo que sugieres, palomino, como no sea el defendernos de esta agresión capitalista? ¿Qué nos sentemos con los brazos cruzados y esperemos a que nos dicten las condiciones de nuestra rendición? ¡Habla!
—¡Enviarles un submarino infectado, y comprobar si pueden aniquilar a la bacteria que nosotros hemos desarrollado!
La garganta de Vlada estaba seca, y su voz no era la suya habitual. Ningún poder de la tierra hubiera logrado hacerle abrir la boca, pero la había abierto, y estaba esperando el rayo que iba a fulminarle de un momento a otro.
—Enviarles... ¡Ah, desde luego! Ellos pueden vencer a sus bacterias, y han utilizado un medio de lo más dramático para decirnos que pueden vencer a sus bacterias. Pero, ¿pueden vencer a los productos de nuestros laboratorios? Esto es lo que vamos a comprobar. Pero seremos tan sutiles... más sutiles, incluso, que nuestros amigos capitalistas. No les enviaremos nuestro submarino directamente. Lo enviaremos a una pequeña isla, y veremos si sienten deseos de probar la muerte, el ahogo, los horribles sufrimientos y la pérdida de la razón, que es el destino que aguarda a aquellos isleños...
En Peiping, la inquietud no era menos intensa... pero la reacción fue algo distinta.
Al científico sometido a interrogatorio no le quedaban esperanzas. Podía contestar sinceramente, ya que no había nada que pudiera salvarle de la suerte que le estaba reservada.
—La especie era virulenta. No existe ningún antídoto conocido... nada podía salvar a aquel puerto, ni a la mayor parte de África, ni a la mayor parte de la India... y no existía ningún medio para que el mundo pudiera averiguar de dónde procedía el submarino portador de la muerte, excepto que había sido construido en Norteamérica. Las bombas hubieran llegado como represalia, sembrando la muerte y añadiéndose al horror de la epidemia, de modo que una gran parte del mundo hubiese quedado libre para ser ocupada por el gran Pueblo del Dragón. Habíamos calculado que una tercera parte de nuestra propia población habría caído en el holocausto, lo cual nos hubiera resuelto muchos problemas Los pueblos de color canela de la India y los pueblos de color negro de África nos hubieran suplicado que les admitiéramos en la unidad de los pueblos amarillos, para defenderles de las locuras de los pálidos pueblos del Oeste. No existe ningún antídoto... pero la epidemia ha sido cortada. No puedo creerlo. Iría a reunirme con mis antepasados alegremente si antes pudiera saber la respuesta a este enigma.
Aquella noche, Bill Howard apareció en la pantalla con su feo rostro más sonriente que nunca, y su traje de tweed y su áspero pelo rubio m s desordenado que de costumbre.
—Hoy es un gran día para todos los habitantes del planeta —dijo—. Lo que ha ocurrido en Suez tiene indudablemente una enorme importancia política, y todos los estadistas y todos los políticos tendrán declaraciones que hacer y conclusiones que extraer. La evidente curación de Suez ha sido diversamente atribuida a la técnica norteamericana; a la técnica rusa; a Mahoma y al Dios de los cristianos. Todos los habitantes de la Tierra —siguió diciendo Bill Howard—, estamos amenazados de un modo abstracto, pero nosotros, la gente de la calle, queremos dejar estas cuestiones para los teóricos, mientras nos congratulamos. Ya que para nosotros, la gente de la calle, lo que tiene verdadera importancia es que en lugar de vernos obligados a enfrentarnos con la más degradante, con la más increíble, con la más horrorosa de las perspectivas: la guerra bacteriológica, nos encontramos en plena paz bacteriológica.
Después del difundido, las trece brujas aparecieron bailando y cantando, y detrás de ellas, como un telón de fondo, se encontraba el brillante y limpio decorado submarino-cabaña.
¡Brujas del mundo uníos! ¡Uníos para hacerlo limpio, limpio, limpio! ¡Witch limpia AHORA!-cantaron—. Pestilencia o peligro, enfermedad o desastre, Witch lo limpia todo limpio, limpio, limpio!
¡Ah! —dijo la voz en off del locutor—.¿Qué producto Witch desea usted? Witch es el moderno sistema de limpieza que ha utilizado lo mejor de las técnicas modernas, se ha extendido por todo el mundo...
Randolph contemplaba el programa escépticamente. Se recordó a sí mismo que lo habían preparado los mejores abogados y los mejores agentes de publicidad. Sin embargo experimentaba la desagradable sensación de que la cosa estaba llegando demasiado lejos.
Está bien pedir la luna —pensó, mordiéndose el labio inferior—. Pero ¿no es un poco arriesgado reclamar paz en la tierra para los productos Witch?
Tomó nota mentalmente de que a la mañana siguiente debía llamar a BDD amp;O. Por entonces ya se habría dejado sentir la reacción del auditorio, y podría decidir...
Era casi mediodía cuando Randolph recordó la llamada que se había propuesto hacer a BDD amp;O. Oswald se puso al otro lado del hilo casi inmediatamente.
—Aquí, Randolph —dijo—. Le llamo acerca del anuncio de anoche. Me pareció un poco fuerte reclamar paz en la tierra para los productos Witch. ¿Qué es lo que preparan para esta noche?
—¡Insistiremos en lo mismo! —la voz de Oswald era exultante—. ¡La cosa marcha; estamos en todos los programas de todos los canales. Nos consideran como algo excepcional. La Wicht levanta cabeza, Salem está aquí, con un nuevo "twist" y un estribillo publicitario...y todo eso. Pero los productos Witch suben como la espuma. Estaba seguro de no equivocarme cuando basé nuestro contrato en un porcentaje sobre las ventas. ¡Vamos a hacer saltar la banca!
Randolph rumió la idea en silencio.
—Oswald —dijo—, es una antigua costumbre del pueblo norteamericano tomar a broma lo que no puede comprender. Pero, no hay que llevar las cosas demasiado lejos. ¿No le parece que ese slogan Brujas del mundo, uníossuena a comunista?
—Cada vez que alguien habla de mantener al mundo pacíficamente unido, de unidad, no falta quien empieza a gritar comunismo...¿Desde cuándo tiene el comunismo la exclusiva de la unidad? Su compañía es internacional, ¿no es cierto? Es la International Witch Corporation, ¿no? Usted no se limita a vender productos Witch en los Estados Unidos: tiene mercados en Europa, y en África, y en la India, a no ser que yo haya leído mal los gráficos de ventas. ¿Por qué ha de preocuparle el utilizar ese slogan? Nuestras ventas suben como la espuma en todas partes —continuó Oswald en tono satisfecho—. ¿Qué quiere usted expresar al decir que no hay que llevar las cosas demasiado lejos? Tiene usted al mundo en un puño... ¿Acaso quiere soltarlo? Incidentalmente —añadió, en un tono más tranquilo— he recibido la visita de un chiflado que me ha dado qué pensar. El chiflado me ha dicho que, ahora que tenemos a las brujas del mundo unidas, por qué no hacemos un verdadero trabajo de limpieza, en un barrio pobre, por ejemplo. Me ha dado qué pensar, se lo aseguro. Una buena causa no le ha hecho nunca daño a un programa.
Randolph se mordió el labio inferior en silencio unos instantes, y Oswald, conociendo a su cliente, esperó pacientemente.
—La idea me gusta mucho más que la de reclamar paz en la tierra para los productos Witch —dijo Randolph finalmente—. ¿Por qué no busca usted un barrio pobre que podamos sanear sin que nos cueste demasiado dinero? El tema de la limpieza no es malo... Lo que no me parece bien es lo de la paz en la tierra referido a nuestros productos. Le diré lo que ha de hacer. Vamos a invertir unos cincuenta mil dólares en un trabajo de saneamiento, y usted podrá utilizar el tema para la publicidad. Deje al mundo para los políticos y para los cabezas a pájaros.
Después de colgar, Randolph se quedó en pie junto al teléfono, mordiéndose el labio inferior. ¿Podría sanearse algo así como un barrio pobre por unos cincuenta mil dólares? Oswald doblaría la cifra en su propio cerebro, desde luego. Siempre lo hacía. Pero procuraría que revirtieran en las ventas. Su contrato estaba ligado a las ventas.
Sí, pensó, era mejor apartarle del camino que estaba siguiendo. Con abogados o sin ellos, aquella clase de publicidad era peligrosa.
El asunto costó una semana de trabajo y la colaboración de todos los miembros de la plantilla que pudieron ser sustraídos de los otros programas, así como los que estaban asignados al programa Witch.
El barrio pobre había sido localizado: tres edificios en una pequeña manzana junto a Battery, rodeada de edificios nuevos. Los inmuebles eran de los que tienen un retrete para cada planta, instalación de agua fría únicamente, y una familia en cada habitación. Seguían existiendo en aquella zona residencial porque estaban ligados a una herencia y no podían ser vendidos. Pero podían ser remozados, y a tal fin se firmaron contratos y se solicitaron permisos hasta que los documentos llenaron todo un fichero. Costaría unos cien mil dólares, desde luego... o quizá más. Pero Randolph lo había autorizado. Siempre citaba la mitad de la cifra —o menos— que había que emplear. De todos modos, las ventas compensarían aquel desembolso, ya que la cosa produciría un fuerte impacto. La preocupación por el dinero era lo último que podía esperarse de Oswald. Tenía a un toro agarrado por los cuernos, y sus ingresos dependían de las ventas...
Durante aquella semana, mientras el trabajo avanzaba, se emitió el nuevo programa publicitario.
Limpio, limpio, limpio con Witch. ¿Qué es lo que las brujas limpiarán a continuación? ¡Brujas del mundo, uníos! Uníos para sanear este viejo mundo y hacerlo habitable...
La noche en que iba a ser exhibido el nuevo trabajo de limpieza, Randolph sintonizó su receptor de TV tan ignorante de los detalles como el último de los televidentes. Le preocupaba un poco el hecho de que Oswald hubiera insistido en mantenerle a oscuras acerca de todo, pero Randolph tenía los mejores publicitarios, y los mejores abogados del país trabajaban en el asunto; y, evidentemente, la subida de la curva de ventas en las dos últimas semanas había sido muy espectacular.
—Esta noche tendremos el mayor auditorio del año en la televisión —le había dicho aquel mediodía Oswald, jubilosamente—. Hemos estado preparando a la gente, y los sketchs "Salen con un nuevo "twist" y una canción publicitaria" han continuado en esta red —su coste era relativamente pequeño—, e incluso pienso incluir algunos de ellos en los programas realmente importantes que estamos preparando.
Bill Howard apareció en la pantalla, con su ancho rostro de facciones vulgares inclinado hacia los telespectadores a través de la mesa.
—La noticia más importante del país en estos momentos —dijo Bill en tono solemne—, es el mayor trabajo de saneamiento efectuado por particulares en esta nación. Hay un barrio pobre aquí, en Nueva York —continuó—, y las Brujas del mundo se unirán para sanearlo... esta noche.
Luego desplegó aquella poderosa personalidad que le había convertido en el locutor más conocido de la TV y de la radio. Tenía un modo de decir las cosas que les infundía humanidad, era como si, descorriendo una cortina, introdujera a sus oyentes en las vidas reales de personas auténticas. Desplegó su poderosa personalidad, y empezó su tarea.
En primer lugar mostró un gran mapa de Nueva York, y habló de que la gente consideraba a la ciudad como un lugar enorme, impersonal, pero que no lo era. Bill hizo ver que la ciudad era el hogar de todo el mundo.
Luego señaló en el mapa el punto exacto donde estaban situados los edificios. A continuación, pasó una película y mostró la parte trasera de los edificios, que era un vertedero de basuras, y una habitación en la cual dormía una familia de siete miembros y el retrete que compartían con otras cinco familias.
Después, Bill apagó el proyector, y llevó a aquella familia junto al micrófono, todos ellos sucios y con ropas que tenían muchos años de existencia... incluso las del bebé. Los zapatos de un chiquillo carecían de suelas, y a los de otro muchacho les habían abierto un boquete en la parte delantera, a fin de que pudieran contener los pies a medida que iban creciendo.
—No hemos añadido nada a lo que hemos encontrado —dijo Bill—. Voy a presentarles a esta familia con el nombre de Jones. Esta es una parte muy real de América —añadió, y su voz temblaba un poco.
Si estaba fingiendo, pensó Randolph, era el mejor actor que había visto en su vida.
Randolph se alegró de estar solo y de no tener que hablar con nadie. También él estaba impresionado.
—Y, ahora —dijo Bill a su auditorio—, ha llegado el momento de las brujas...
La cámara se desvió, y apareció un modelo de cartón piedra de los edificios, construido de modo que pudieran verse las ventanas sin visillos y la suciedad iluminada por una sola bombilla colgada de un cordón. Todo aparecía cubierto con un sudario gris. Randolph recordó el sudario que había aparecido en la pantalla dos semanas antes y se dio cuenta de que era un efecto de luces sobre una cortina de malla, pero el resultado obtenido era realmente bueno.
Las trece brujas, de piernas largas y delgadas bailaban blandiendo sus productos y entonando su canción. Sus negras capas orladas de rojo se entreabrían de cuando en cuando de modo que el auditorio pudiera verles las largas y delgadas piernas.
¡Brujas del mundo, uníos! ¡Uníos para hacerlo limpio, limpio, limpio! ¡Witch limpia AHORA!
Y cada una de ellas lanzaba una rociada de su producto hacia el edificio.