El Salón De Ámbar - Asensi Matilde 3 стр.


Comí sin mucho apetito y apenas hice caso de la verborrea de Ezequiela que eligió precisamente ese momento para ponerme al tanto de los cotilleos de la ciudad. Entre bodas, bautizos, sepelios y divorcios acabé con el postre y bebí de un sorbo el café, sintiendo cómo una pereza infinita comenzaba a inyectarse dulcemente en los músculos de mi cuerpo: se acercaba el momento de la siesta pero, en lugar de dormir un par de horas en el sofá antes de volver a la tienda, tenía que mantenerme despierta para conectarme al IRC. ¿No podría Roi haberme citado por la tarde o por la noche, cuando mi cerebro estaba en plenitud de facultades…? Pero no tenía otra alternativa: la disciplina y el funcionamiento riguroso eran cruciales para la seguridad, y si Roi me había citado a las cuatro de la tarde, a esa hora yo debía establecer comunicación pasara lo que pasara y costase lo que costase. En caso contrario, él desmantelaría el Grupo antes de una hora.

Así que a las cuatro menos cinco estaba sentada de nuevo frente al ordenador, con otra taza de café junto al teclado y un cigarrillo nervioso entre los dedos, conectando con mi servidor de Internet y cargando el programa para acceder al IRC. Una vez que el servidor me dio paso, entré en la red a través de Noruega, por Undernet-Oslo, y redireccioné por Toronto, Canadá., y luego por Auckland, Nueva Zelanda, cambiando de identificación para eludir posibles rastreos. Convenientemente camuflada, solicité una lista de canales abiertos y, en la interminable serie de nombres que aparecieron en mi pantalla por orden alfabético, encontré #Chess con facilidad. Pinchando dos veces sobre él con el botón izquierdo del ratón, entré en una sala blanca y vacía, en el centro de la cual un recuadro parpadeante me pedía la contraseña de acceso (el password o pass). Tecleé «Golem», pulsé intro, y la imagen cambió: la sala blanca y vacía se llenó de líneas de colores que ascendían por mi pantalla con mensajes de bienvenida en los seis idiomas de los integrantes del Grupo de Ajedrez: en francés por Roi -el Rey-, que ya estaba presente, en italiano por Donna -la Dama-, en alemán por Láufer -el Alfil-, en inglés por Rook -la Torre-, en portugués por Cávalo -el Caballo- y en español por mí, Ana… el humilde Peón.

– Hola, Peón.

– Hola, Roi -escribí velozmente en francés.

– Te habrá sorprendido esta reunión urgente…

– Puedes apostar lo que quieras a que sí. En ese momento entró Cávalo en el canal.

– Hola a todos -escribió en inglés.

– Hola, Cávalo.

Volvieron a pitar mis altavoces. Donna y Rook hicieron su entrada, uno detrás de la otra.

– Saludos a todos -dijo Donna.

– Lo mismo -añadió Rook-. Veo que sólo falta Láufer.

– Para variar -dijo Cávalo.

– No tardará. En cuanto llegue os explicaré por qué os he convocado de esta forma tan inusual.

– Espero que valga la pena, Roi, porque tenía una comida de trabajo importantísima en Nápoles y la he cancelado por culpa de tu e-mail -escribió Donna con evidente mal humor. Donna, o mejor, Julia Volontieri, era la importante propietaria de una empresa de conservación y restauración de arte y antigüedades especializada en el desarrollo de proyectos para las administraciones públicas italianas y para el Vaticano. El personal a su servicio, experto en la restauración de retablos, esculturas policromadas, tablas y lienzos, se formaba en el taller-escuela de la propia Julia, en cuyos laboratorios de Roma se llevaban a cabo, utilizando las más complejas y modernas tecnologías, las falsificaciones utilizadas por el Grupo de Ajedrez para encubrir los robos. Nunca había tenido ocasión de tratarla en persona, pero Roi aseguraba que, incluso a los cincuenta años, era una de las mujeres más atractivas y fascinantes que había conocido en su vida.

– Todos teníamos cosas importantes que hacer, Donna -dije yo recordando mi siesta.

– Querida Donna -apuntó Cávalo con evidente sorna-, tú siempre tan ocupada y tan diligente.

– Y tú, mi estimado Cávalo -le respondió ella-, siempre tan amable.

Cávalo, cuyo verdadero nombre era José da Costa-Reis, era el propietario de una importante ourivesaria en la elegante rúa Passos Manuel de Oporto, fundada por su abuelo poco después de la Segunda Guerra Mundial. Su padre -el primer Cávalo-, joyero también y restaurador de relojes y joyas antiguas, fundó, por afición, el Grupo de Xadrez do Porto y, cuando Roi y él decidieron unirse para llevar a cabo ciertas actividades no demasiado limpias, éste fue el nombre que les pareció más oportuno para encubrirlas. El padre de José murió casi al mismo tiempo que él mío, también de un ataque al corazón, y ambos heredamos simultáneamente tanto los negocios familiares como las posiciones en el Grupo.

– ¡HOLA A TODOS!.

El genio informático acababa de hacer su entrada en el canal y, para que a nadie le pasara inadvertido tal acontecimiento, Láufer, además de utilizar las mayúsculas (equivalente a los gritos en cualquier conversación hablada), hizo correr por nuestras pantallas una serie de dibujos a todo color en los que se veían caras sonrientes, dragones humeantes, flores y algún que otro desnudo femenino de corte moderado; la experiencia le había demostrado que Donna y yo podíamos montar en cólera si se pasaba con sus exhibiciones machistas. Las tonterías de Láufer siempre eran coreadas por el bobo de Rook, y los dos juntos podían llegar a resultar, a veces, insoportables.

– ¡Ya era hora, muchacho! -escribió su compinche en tono alegre.

– ¡HEY, ROOK.! ¿CÓMO VAN ESAS FINANZAS?

– Por favor, Láufer, utiliza las minúsculas -pidió Roi.

– NO PUEDO, TENGO EL TECLADO ESTROPEADO.

– Siempre pone la misma excusa…

– NO SÉ POR QUÉ DICES ESO, DONNA.

– ¿Será porque te amo?

– ¡LO SABÍA, LO SABÍA! ¡HEY,ROOK! ¿QUÉ TE PARECE, AMIGO?

– Láufer, por favor -interrumpió Roi-. Tenemos trabajo.

– ESTÁ BIEN. ME CALLARÉ.

– Roi, empieza ya porque el tiempo corre -atajé para impedir la más que probable respuesta desagradable de Donna.

– Tenemos una oferta interesante -empezó Roi. Afortunadamente, su velocidad escribiendo con el ordenador era comparable a la de una buena taquimeca-. Muy interesante, diría yo, y por eso os he convocado. A través de los cauces habituales, un coleccionista llamado Vladimir Melentiev nos ha pedido que recuperemos un lienzo del pintor ruso Ilia Krilov que se encuentra actualmente en Alemania. La obra está valorada en unos treinta y cinco mil dólares y él está dispuesto a pagar el precio que pidamos por obtenerla. Sea cual sea, me ha insistido.

– ¿Lo que le pidamos? -se interesó Rook, que era el economista del Grupo.

– Te aseguro que no va a regatear ni a discutir la suma.

– Eso me huele mal… -apuntó Cávalo-. Rook, saca las cuentas. Si no me equivoco, a ese tal Vladimir le va a costar mucho más caro patrocinar esta operación que comprar el cuadro.

– El propietario no quiere venderlo.

– A ver… Déjame calcular. Al cambio actual de divisas, treinta y cinco mil dólares norteamericanos son, aproximadamente… veintiuna mil libras inglesas, cincuenta y nueve mil marcos alemanes, ciento noventa y siete mil francos franceses, cincuenta y ocho millones de liras italianas, unos seis millones de escudos portugueses y unos cinco millones de pesetas españolas… Me parece que Krilov es un pintor escasamente cotizado en el mercado.

– No sé nada acerca de él -manifestó Donna-. Debe ser posterior a rnil ochocientos.

– En efecto, es de finales del XIX y principios del XX -informé yo-. Lo sé porque, preparando mi último viaje, leí en alguna parte que Krilov había empezado su carrera como pintor de iconos y que la mayor parte de su obra o, al menos, la más famosa, se encuentra en el Museo Estatal Ruso de San Petersburgo.

– ATENCIÓN -gritó Láufer-.SEGÚN LAS BASES

DE DATOS DISPONIBLES EN LA RED, ILLA YEFIMOVICH KRILOV (1844-1930) ESTÁ CONSIDERADO COMO EL PINTOR REALISTA MÁS EXTRAORDINARIO DE SU GENERACIÓN. NACIÓ EN CHUGUYEV Y ESTUDIÓ EN LA ACADEMIA DE SAN PETERSBURGO. BUEN DIBUJANTE Y HÁBIL COLORISTA, FUE CONOCIDO SOBRE TODO POR LOS CONTENIDOS TEMÁTICOS DE SUS OBRAS.

– Láufer, por favor -intercaló Roi, aprovechando una pausa del gritón-, escribe en minúsculas.

– NO PUEDO, YA TE LO HE DICHO… SIGO: SUS ESCENAS DE GENTE CORRIENTE, PROFUNDAMENTE CONMOVEDORAS, SIGNIFICARON UNA POSTURA CRÍTICA CONTRA EL RÉGIMEN ZARISTA. SUS BARQUEROS DEL VETLUGA (1870, MUSEO ESTATAL RUSO, SAN PETERSBURGO), EN LOS QUE SE MUESTRA A LOS BATELEROS ENJAEZADOS JUNTOS COMO BESTIAS DE CARGA, LE HICIERON FAMOSO. CONTINUÓ PINTANDO GRANDES TEMAS HISTÓRICOS, ASÍ COMO RETRATOS MEDITABUNDOS DE COMPOSITORES Y ESCRITORES RUSOS. SU OBRA SE CONVIRTIÓ EN EL MODELO A SEGUIR POR LA PINTURA DEL REALISMO SOCIAL SOVIÉTICO DE MEDIADOS DEL SIGLO XX.

– Per carita! ¿Es que no hay nadie que pueda arreglarle el teclado?

Por toda respuesta, una rosa encarnada ascendió por la pantalla blanca exhibiendo un letrero que decía: PARA DONNA.

– La cuestión es la siguiente, damas y caballeros -continuó Roi, haciendo caso omiso de la discusión-: Melentiev quiere el cuadro titulado Mujiks pintado por Krilov en 1916, cuadro que, actualmente, obra en poder del industrial alemán Helmut Hubner.

– ¿Hubner…? -preguntó Rook-. ¿El de las galletas Hubner…?

– Efectivamente, el de las galletas, panes y pasteles Hubner.

– ¡Ese tío es uno de los hombres más ricos de Alemania! ¿No es verdad, Láufer? Sus empresas y filiales cotizan en las principales bolsas europeas y, según la revista Forbes, su fortuna personal se calcula en varios cientos de millones de dólares.

Siguiendo con su método de respuesta, Láufer hizo sonar en nuestros altavoces la conocida musiquilla de los anuncios televisivos de la marca de galletas.

– YO TRABAJÉ PARA ÉL EN UNA OCASIÓN. HICE UNA VALORACIÓN NEGATIVA DE UNA PIEZA QUE DESEABA ADQUIRIR: UN JARRÓN DE CRISTAL DOBLADO, SUPUESTAMENTE PRODUCIDO POR LA COMPAGNIE DES CRISTALLERIES DE BACCARAT, QUE ERA, EN REALIDAD, UNA OBRA DE LA VIDRIERÍA DE SAINTEANNE.

– Pero la Vidriería de Sainte-Anne fue la antecesora de la Compagnie des Cristalleries de Baccarat… -se extrañó Roi-. ¿Por qué hiciste una valoración negativa si la pieza tenía una cotización muy superior?

– PORQUE ÉL SÓLO ESTABA INTERESADO EN LOS CRISTALES DEBACCARAT FABRICADOS POR LA COMPAGNIE DURANTE EL PERÍODO COMPRENDIDO ENTRE 1861 Y 1875. LO RECUERDO PERFECTAMENTE. ASÍ QUE, AUNQUE EL VALOR DE TASACIÓN DE LA OBRA ERA MUCHO MAYOR, LA VALORACIÓN TUVO QUE SER NEGATIVA.

– Así que estamos hablando de un coleccionista selecto -dijo Cávalo-. Un tipo que sabe lo que quiere y que debe poseer una apreciable cantidad de obras de arte cuidadosamente escogidas, entre las que se encuentra el lienzo de Krilov.

– Y que, por lo tanto, tendrá a buen recaudo todos sus tesoros -puntualicé yo, malhumorada. Si Roi era el organizador, Donna y Cávalo los falsificadores, Rook el blanqueador de dinero negro y Láufer el informático, yo, desgraciadamente, era la ejecutora material de los robos, la que se jugaba la piel en cada operación, el cuerpo ágil que saltaba ventanas, caminaba por tejados, escalaba muros y sorteaba sistemas de alarma.

– Tranquilo, Peón -me consoló Roi-. Todo el mundo hará, como siempre, un buen trabajo y sabrás perfectamente el terreno que pisas en cada momento.

– Nunca sé el terreno que piso en esos momentos.

– ¡HUY, HUY,HUY ¡PEÓN ES UN LLORÓN.

– ¡CÁLLATE, LÁUFER! ¡NO QUIERO VOLVER A VER UNA LÍNEA TUYA HASTA QUE YO TE LO PIDA¡ -gritó.

Roí, harto de las tonterías del antiguo hacker-. Lo siento, Peón, no volverá a ocurrir… Volvamos a nuestro asunto, por favor -intercaló varias líneas en blanco para dar un respiro y, luego, continuó-. Yo buscaré toda la documentación sobre el cuadro y Láufer investigará a Helmut Hubner. ¿Algún problema para hacer la copia, Donna?

– Ninguno, pero esta vez envíame las reproducciones en formato JPEG , por favor, y utiliza compresión de alta calidad. Necesito hacer ampliaciones grandes y muy precisas. Y ya sabes: busca todo lo que puedas sobre el bastidor, los materiales y los usos y costumbres de Krilov a la hora de trabajar. También necesito la historia completa del lienzo (dónde ha estado, cuánto tiempo y en qué condiciones). ¡Ah! Y la del propio Krilov, con todos los detalles de su vida, incluso los más insignificantes.

– De eso podría encargarme yo -se ofreció Cávalo.

– Adjudicado -confirmó Roi-. Y tú, Donna, no te preocupes, lo tendrás todo dentro de tres días como máximo. Damas y caballeros, atención… Láufer, ¿tienes preparado el sonido?

Un redoble circense de tambor invadió mi despacho. Era curioso pensar que seis ordenadores distintos ubicados en otras tantas ciudades de países europeos emitían al unísono la misma fanfarria electrónica.

– Damas y caballeros, damos por iniciada en el día de hoy la Operación Krilov. Ya saben que, desde este momento, quedan interrumpidas todas las comunicaciones y encuentros personales entre ustedes. Cualquier aviso, intercambio o noticia deberá realizarse a través de mí, y siempre con el código del Grupo, la cifra privada individual de cada uno y la clave secreta que yo les daré y que tienen prohibido comunicar a los demás. Recuerden que atrapar al Grupo de Ajedrez es el sueño dorado de cualquier miembro de Interpol. Y no lo olviden: la máxima seguridad es la máxima ventaja. Si alguno cae, caemos todos.

Las siguientes jornadas las dediqué a poner en orden los asuntos administrativos de la tienda, a pagar lo que le debía a la mujer de la limpieza, a responder con abultada información las cartas de mis compradores por catálogo y a inscribirme en varias subastas para noviembre y diciembre. Por supuesto, me preocupé también de anunciar a bombo y platillo que me iría otra vez de viaje el día menos pensado…

Siempre he sido un ser bastante antisocial, pero me acercaba peligrosamente a esa edad en la que comienzas a plantearte quién cuidará de ti cuando seas vieja. Supongo que todo nuevo planteamiento empieza siempre por un sentimiento egoísta, y ese sentimiento egoísta me llevaba a echar de menos unos amigos que nunca tuve, unos hijos que probablemente jamás tendría y alguna que otra relación amorosa que durara algo más que un par de noches de hotel en cualquier lugar remoto del mundo. Incluso empezaba a desear una relación sexual en la que el sexo no lo fuera todo, como esas que salían en las películas románticas de la televisión. A los treinta y tres años, mi bagaje afectivo se reducía a mi tía, mi vieja criada y mi paternal amigo Roi, cada uno de los cuales había celebrado su cincuentenario a finales del siglo pasado. Pero ¿qué otra cosa podía permitirme llevando una vida tan descabellada como la mía…? Igual que en ocasiones anteriores, decidí que, en puertas de una nueva operación, no era el momento de ponerme a pensar estas cosas y arrinconé otra vez mi corazón esperando que llegara el día en que pudiera prestarle atención sin que interfiriera en mi forma de vida.

El jueves 10 de septiembre, por la tarde, empezaron a llegar los primeros informes remitidos por Roi y el viernes, después de cerrar, me enclaustré en el despacho dispuesta a pasar el fin de semana estudiando los detalles de la Operación Krilov. En realidad, el bienintencionado príncipe Philibert se limitaba a despacharme una copia de los archivos que recibía y de los que él mismo enviaba para que yo dispusiera de toda la información sobre el asunto, convencido de que eso me daba una gran tranquilidad. Lo cierto es que se equivocaba por completo. Era mucho más fácil, al menos desde mi punto de vista, perforar ficheros confidenciales o bases de datos secretas cómodamente sentado delante de un ordenador, que perpetrar físicamente el robo, jugándose el tipo en el sentido más literal de la palabra. Roi, sin embargo, siempre decía que, tal y como estaban comportándose últimamente las policías de todo el mundo, era mucho más fácil que pillaran antes a Láufer que a mí, pues la paranoia del delito informático había vuelto tontos a los otrora grandes investigadores del crimen. Nuestro auténtico enemigo, insistía siempre Roi, era el Grupo de Trabajo de Interpol para los Delitos Relacionados con la Tecnología de la Información, estrechamente vinculado con el peligroso, aunque más lejano, NIPC, el Centro Nacional de Protección de Infraestructuras, del FBI.

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