Carolina se enamora - Федерико Моччиа 19 стр.


 Ooooh

¡Se le ha caído! Todos golpean los pupitres, como en una especie de ola.

 Chsss, chicos, ¡no hagáis tanto ruido, que si entra el director nos la cargamos! ¿Cómo voy a explicarle este certamen?

 ¿Eh?

 Certamen, competición. Cudini, competición. «Certamen» quiere decir competición.

 ¡Ah, profe, pero es que a ver quién es el guapo que lo entiende a usted, habla como los aristócratas! Nos confunde las ideas, joder.

Mis compañeros Unos auténticos lords ingleses, como podéis ver.

 ¡Venga, ahora le toca a ti!

Cudini coge el balón y empieza a darle patadas.

 Uno, dos, tres

Y yo cuento. No obstante, Cudini salta con dificultad. Todavía tiene las piernas un poco débiles y se apoya en la que se rompió.

 Diez, once, doce

Cudini lanza lejos la pelota, trata de alcanzarla saltando con una sola pierna, consigue dar un golpe, «trece», y, tratando de dar otro más, resbala y cae al suelo.

 ¡Ay! -Se lleva de inmediato la mano izquierda al codo-, ¡Ay, qué daño! Menudo golpe me he dado.

 Enséñamelo. -El profe Leone se arrodilla en seguida a su lado y le examina el brazo-. No es nada ¡Menos mal! ¡Sólo te faltaba romperte ahora el codo.

 ¡Pero me arde a rabiar, profe! ¡Veo las estrellas!

 ¡Es verdad! Te has dado un golpe en un punto neurálgico. De ahí parte un nervio que

En fin, que inicia una explicación que, más que un profesor de italiano, lo hace parecer un profe de medicina. Lo más increíble es que Cudini al final vuelve a levantarse en el preciso momento en que aparece Bettoni, su amigo del alma.

 Mira esto. -Le pone delante el móvil y le muestra la grabación-. Diez, once, doce -¡Y pum! El vuelo de Cudini.

 ¡Ay, qué daño!

Cudini se echa a reír cuando se ve.

 ¡Menuda leche! Pero guay, te tronchas. Dámela, que la cuelgo en seguida en YouTube.

 Por eso precisamente te la he enseñado, con esto obtendrás una buena clasificación. ¡Entrarás disparado entre los mejores!

Y se ríen como locos mientras se alejan cogidos del brazo orgullosos del vuelo y de la posible entrada en la clasificación.

 En cualquier caso, Cudini, he ganado yo, así que prepárate porque mañana mismo te preguntaré en clase.

 ¡De acuerdo, profe, revancha!

Tarde tranquila. He ido a comer a casa de los abuelos.

Me han contado cómo se conocieron. En una fiesta. Las fiestas de entonces eran distintas de las de ahora, Eran más abiertas y, por lo que me han dicho, todo el mundo era amigo de verdad. Hoy quizá ya no sea así. Siempre tengo la impresión de que hay muchas envidias.

En un momento dado, mi abuelo le ha cogido una mano a mi abuela y se la ha besado con amor. Ella ha cerrado los ojos, daba la impresión de que estaba sufriendo por algo. Luego los ha vuelto a abrir, ha exhalado un suspiro y ha sonreído, como si intentase recuperar un poco de serenidad. Yo no sabía muy bien qué hacer, de manera que me he servido un poco de agua simulando que tenía sed.

Al cabo de un rato, después del postre, mientras mi abuela recogía, me he puesto a curiosear en su librería. He cogido un libro y he empezado a hojearlo.

 Jamie, de veras te amo.

 Lo sé -dijo-. Lo sé, mi amor. Déjame decirte mientras duermes cuánto te amo. No puedo expresarte lo mucho que te amo mientras estás despierta; sólo las mismas palabras, una y otra vez. Mientras duermes entre mis brazos, puedo decirte cosas que sonarían estúpidas estando despierta, pero en tus sueños sabrás la verdad.

EsAtrapada en el tiempo, de Diana Gabaldon. Pues bien, a mí también me gustaría poder dedicarle algún día a Massi unas palabras como ésas. Sí, a él. Porque si después de habernos visto sólo una vez sigue dominando mis pensamientos de esta forma, si todo cuanto siento y pienso y las cosas divertidas que me suceden, en fin, que si lo mejor que me ocurre en la vida se lo dedico a él, bueno, tiene que ser a la fuerza una persona especial. ¿O acaso yo soy una soñadora empedernida?

Bueno, prefiero pensar que es mérito suyo y no culpa mía. Sea como sea, al volver a casa me encuentro a Gibbo abajo, con su nuevo microcoche, claro está.

 ¿Qué haces aquí?

 ¡Hola, Caro! Estaba buscando conductor para mi coche, ¿te apetece?

Gibbo es realmente genial.

Llamo a casa por el interfono y les digo que me voy a dar una vuelta. Naturalmente, Ale no me responde después de haberme escuchado, como suele tener por costumbre. Vuelvo a llamar.

 Pero ¿me has entendido?

 Sí.

 En ese caso, dilo, ¿no? Avisa a mamá para que no se preocupe, dile que no tengo batería en el móvil.

Y vuelve a colgar.

Y yo vuelvo a llamar.

 ¿Has entendido que tengo el móvil descargado?

 Sí, te he dicho que sí.

 No, ¡has dicho que sí a lo primero!

 Está bien, lo he entendido.

 ¿El qué?

 Que tienes el móvil descargado.

Gibbo me llama.

 ¡Venga, Caro!

Al final me subo al coche y partimos.

 Pero ¿siempre estáis con lo mismo?

·-Siempre. ¡Mi hermana es un coñazo! ¿Adónde tengo que ir?

 ¡Todo recto! Ahí, al fondo, dobla a la derecha.

Llego al otro extremo de la calle a toda velocidad y giro a la derecha como un rayo. Gibbo se sujeta para no caerse sobre mí. Yo inclino el cuerpo a medida que tomo la curva, después coloco de nuevo el volante en el centro y equilibro otra vez el coche.

 ¡Eh! ¿Te dejo que lo conduzcas, no que lo destroces! Hum, esto no va bien

Gibbo me mira

 ¿El qué?

 Has aprendido a conducir muy bien.

 ¿Y qué?

 Te prefería antes. Eras más insegura. ¿Sabes que la seguridad representa el sesenta y cinco por ciento de las causas de un error?

Gibbo. Lo miro. Es muy divertido. No tiene remedio. Es así. Le encantaráEl libro de los test.

 Está bien, tienes razón -Le sonrío, y a partir de ese momento conduzco más tranquila.

Algo más tarde.

 Ya está, para aquí.

 Pero ¿dónde estamos?

 No te preocupes.

Saca de la mochila su pequeño ordenador. A continuación se apea del vehículo y me indica con un ademán que lo siga.

 ¡No me lo puedo creer!

Me paro estupefacta al oír todos esos ruidos.

 ¡Pero si es una perrera!

 Sí, ven.

Me coge de mano.

 ¡Buenos días, Alfredo-

Un señor de apariencia simpática con un poblado bigote blanco y una barriga muy pronunciada nos sale al encuentro.

 ¡Buenos días! ¿Quién es tu amiga?

 Se llama Carolina.

 Encantado. -Me tiende una mano rolliza donde la mía se pierde con facilidad.

 Hola.

 Bueno, sentíos como en casa; a fin de cuentas, tú ya conoces el camino, ¿no, Gustavo?

 Sí, sí, gracias.

Gustavo. Me resulta extraño que lo llamen por su nombre de pila. Para mí ha sido Gibbo a secas desde siempre. Alfredo desaparece al fondo de un callejón, en el interior de una extraña casucha. Muerta de la curiosidad, me cuelgo del brazo de Gibbo y lo acribillo a preguntas.

 Eh, ¿cómo es que lo conoces? ¿Cómo has encontrado este sitio? ¿Vienes a menudo? ¿Por qué? ¿Quieres adoptar un perro?

 ¡Eh, eh! ¡Calma! Veamos, lo conozco porque mi primo se llevó un perro de aquí, sólo he venido una vez con él hasta la fecha. Y ahora me gustaría regalarle un perro a otra prima mía que lo desea con todas sus fuerzas y que nos está volviendo locos. Mira. -Saca un sobre del bolsillo-. Aquí llevo el dinero que me han dado mis padres para hacer una donación a la perrera. Son geniales, ¿no te parece?

 Sí.

Bajo la mirada un poco decepcionada.

 ¿Qué pasa, Caro? ¿Qué te sucede?

 Bah, no sé. Siempre he querido tener un perro y ahora, venir aquí y ver todos éstos, tan bonitos y además prisioneros, y sólo poder elegir uno y, por si fuera poco, ¡para tu prima!

 Bueno, si te sirve de consuelo, mi prima es muy simpática y agradable. ¡No obstante, la primera persona con la que quise salir cuando me regalaron el coche fuiste tú! Además

 ¿Además, qué?

 ¡A ella no la he besado!

 Imbécil. -Le doy un golpe en el hombro.

 ¡Ay! Mira que abro las jaulas y azuzo a todos esos perros para que se te echen encima, ¿eh?

 Sí, y te morderán a ti. A mí me dejarán en paz, entenderán en seguida que te importan un comino, ¡que eres un miserable oportunista!

 Vamos, échame una mano y sujeta esto.

Me pasa un cable. Acto seguido, coge el móvil y lo conecta al ordenador.

 ¿Qué haces?

 Así podemos fotografiar a los que nos parezcan más monos y después lo pensaré con calma.

 ¡De manera que sólo querías que viniera porque no podías hacerlo solo!

 De eso nada, es que tú entiendes de perros Así me dices cuál te gusta más y te parece más sano.

 Todos son muy bonitos y están sanos.

 Precisamente. Bueno, sea como sea, debemos elegir uno- ¿Me echas una mano?

 Vale -Resoplo-. ¡Machísta!

 ¡¿A qué viene eso ahora?! -Gibbo se echa a reír de nuevo y me saca la primera fotografía justo a mí, que aparezco directamente en su ordenador.

 ¡Eh, que yo no soy un perro!

 Era sólo para probar. Venga, vamos.

Nos aproximamos a las jaulas. Pero qué monos son, tienen unos hocicos muy graciosos, y son tan tiernos Ladean la cabeza y nos observan, algunos ni siquiera ladran. En mi opinión, han entendido que su vida futura depende en parte de nuestra decisión. Yo me los llevaría todos.

 ¿Y éste? -Señalo uno-. ¿Y ése? ¿Y ese otro?

 ¡Eres una indecisa!

 ¡En lo tocante a perros, sí! -Me encojo de hombros y Gibbo sacude la cabeza mientras me sigue.

La verdad es que me gustan todos. Se han familiarizado ya un poco con nosotros. Me salen al encuentro corriendo, me ladran y apenas tiendo la mano empiezan a mover la cola. Quieren que los acaricie.

 Necesitan amor.

 Como el setenta por ciento de las personas.

 ¡Gibbo!

Seguimos sacando fotografías. Les ponemos nombres incluso. ¡Y Gibbo escribe hasta el tipo de raza y las particularidades de cada uno! No sé cómo lo ha hecho, pero podemos acceder a internet con el móvil y el ordenador para ver qué clase de pobre bastardo -en el sentido de perro abandonado, quiero decir- tenemos delante. Al final tomo una decisión. ¿El perro que recibirá la afortunada de su prima se llamaráJoey'. ¡Lo he bautizado yo!

 Eh, ¿cómo se llama tu prima?

 Gioia.

 ¡Perfecto! ¿Te das cuenta de cómo ocurren a veces las cosas?

Tampoco lo que sucede al volver a casa ocurre por casualidad

 Adiós.

 Gracias por echarme una mano, Caro. Yo no habría sabido cuál elegir

 Oh, no tiene importancia, me he divertido un montón. Oye, ¿puedes mandarme por e-mail las fotografías del otro?

 ¿De cuál?

 Del cocker.

 ¿Por qué? ¿Te gustaba más que ése?

 No, ¡mi preferido esJoey! Pero si un día pudiese quedarme con Lilly, bueno, me encantaría. ¡Así, al menos tengo una fotografía! ¡Te pediría la de Joey, pero luego me pondría triste al pensar que lo tiene tu prima!

Gibbo se ríe.

 Vale, venga, nos vemos mañana en el colegio.

Antes de que me dé tiempo a entrar en el portal, una mano sale de detrás de un arbusto y me agarra al vuelo.

 ¡¿Dónde has estado?!

 ¡Caramba, vaya susto! Lele, ¿qué haces aquí?

 Te llamé, pero tenías el móvil apagado.

 Sí, está sin batería.

 Enséñamelo.

 Pero Lele -Es extraño. Absurdo. Parece otra persona. Me da miedo-. ¿De verdad quieres verlo? Te estoy diciendo la verdad. ¿Qué razón podría tener para mentirte?

Y en ese preciso momento pienso Yo yo no debería justificarme. Además, ¿de qué? ¿Y con él? ¿Por qué? Sea como sea, meto la mano en el bolsillo y saco mi Nokia. Poco me falta para dárselo. De repente su expresión cambia. Se relaja. Se tranquiliza.

 No, perdona. Tienes razón. Es que por un momento -Y no añade nada más, se queda callado-. Tenía miedo de que te hubiese ocurrido algo.

No es cierto. El motivo de su preocupación es otro. Temía por él, temía que yo hubiese salido con otra persona.

 ¿Vamos a cenar juntos esta noche?

Le sonrío.

 No puedo.

 Venga, me gustaría hacer las paces contigo.

 Pero si ni siquiera hemos reñido. Es demasiado tarde para avisar a mis padres, no me dejarán.

 Invéntate algo.

En realidad podría decir que voy a casa de Alis. A veces cenamos allí, como la otra noche, cuando decidimos preparar una de esas pizzas precocinadas. La cocinera no estaba y la madre de Alis había salido para acudir a una fiesta. De manera que en la casa sólo estaban los perros y, como no podía ser de otro modo, la pareja de criados filipinos, que por lo general no suelen darnos la lata. ¡Clod organizó un lío! Quería aderezar las pizzas, que eran unas simples Margaritas congeladas, con jamón de York, alcaparras y anchoas. Después encontró también en la nevera calabacines y beicon. En resumen, ¡que le echó de todo y acabó siendo una pizza demasiado pesada! ¡Pero cómo nos reímos! ¡De haber tenido a mano castañas, seguro que Clod le habría añadido también algunas! Mis padres me dejan escaparme a casa de Alis si se lo advierto, al menos., con dos días de antelación, y siempre y cuando Clod pase a recogerme y me lleve de vuelta a casa a las once. Ahora sería difícil inventarse algo y, sinceramente, no sé Tal vez sea por lo que acaba de suceder, el caso es que no tengo muchas ganas.

 Lele, mis padres me reñirían

Él se queda en silencio por unos segundos. Agacha la cabeza. Después se convence de lo que le he dicho y vuelve a levantarla risueño.

 Vale. ¿Y qué me dices de mañana, te apetece jugar?

 ¿Por qué no?, ¡te reto a un partido!

Le doy un beso en la mejilla, pero cuando me separo veo que se enfurruña, como si le hubiese molestado. Tiene dieciocho años y parece más infantil que yo. Me mira.

 ¿Por qué te despides así de mí? -me pregunta.

Me acerco y lo beso fugazmente en los labios, pero él no me da tiempo a separarme porque me abraza y me da un beso más largo. ¡Y profundo! ¡Desde luego! Justo aquí, junto al portón. Está chiflado. No me suelta. Me abandono. Sigue besándome. Con la lengua, y no se lo impido. Y me resulta extraño recibir aquí fuera, con el frío que hace, un beso tan cálido. Por suerte, Rusty James ya no vive aquí. Parece el título de una película. Si me pillase, me mataría. Pero ¿cómo es posible que no deje de pensar en todas esas cosas mientras beso a Lele? ¿Qué es lo que se supone que debe pensar uno mientras besa? Tengo que preguntárselo a Alis. A Clod, por descontado, no. ¡O mejor aún, a mi hermana Ale! En cualquier caso, sigue besándome. ¿Y si viniese alguien?

 Esto, eh

Ojalá no lo hubiese dicho. Al oír esas palabras, Lele y yo nos separamos. Ya está. Justo lo que no debía suceder. La señora Marinelli. Segundo piso. Una de las vecinas más cotillas del edificio. Mi madre no se cansa de repetir que esa mujer siempre tiene algo que decir sobre todo y sobre todos.

 Su hijo aparca mal la moto. Su hija tira los cigarrillos delante del portón

 Pero si usted no sabe maniobrar, ¿qué podemos hacer nosotros? -le responde mi madre-. Además, se equivoca usted, ¡mi hija Alessandra no fuma!

Y ahora, ¿qué le dirá? «Su hija Carolina nos impide entrar en el edificio mientras se besa delante del portal.»

Qué mala suerte. La señora Marinelli saca las llaves y me sonríe de una manera extraña, forzada.

 Perdonad, ¿eh?, tengo que entrar.

 Disculpe

Me hago a un lado. Lele aprovecha la ocasión para despedirse.

 Adiós, a lo mejor te llamo después.

También él parece ligeramente cohibido, así que desaparece de repente demostrando una habilidad que superaría la de más de un mago. La señora Marinelli tarda un poco en encontrar la llave del portón y, cuando por fin lo logra, oigo una voz a mis espaldas.

¡Dejad abierto!

Mi madre. ¡No me lo puedo creer! ¿Qué es esto?¡The Ring! ¡No, peor aún, Saw 1, 2,3 y 4 juntas! Una superpelícula de terror.

Mi madre llega exultante, parece un poco cansada, pero va cargada con dos bolsas de la compra.

 ¡Hola, Caro!

 ¡Espera, mamá, te echo una mano!

Corro hacia ella y le cojo una de las bolsas.

 No cojas ésa.

 ¡Pero si pesan lo mismo!

 Sí, pero en ésa llevo los huevos.

La consabida confianza en mí. ¿Y si hubiese llegado un poco antes? ¡Más que romper los huevos, habríamos hecho una buena tortilla! Miro a mi madre y le sonrío. Ella me devuelve la sonrisa. A continuación alza los ojos al cielo como si dijese: «Teníamos que encontramos justamente a la señora Marinelli.» Mejor evitarla, es una auténtica plasta. ¡Pues sí, a mi me lo vas a decir! Arqueo las cejas como si quisiese darle a entender «Ya lo creo». Pero en realidad ha sido gracias a su «Esto, eh» que Lele y yo nos hemos separado, así que, ¡en el fondo le debemos un favor! ¡De no haber sido por ella, el «esto, eh» lo habría dicho mi madre! ¡Socorro!

Y ahora, ¿qué hago? Las tres estamos delante del ascensor. ¿Subo por la escalera como siempre y las dejo solas? En ese caso, ¿de qué hablarán? La señora Marinelli lo está deseando, faltaría más Hablará, se lo contará todo, nuestro secreto Tengo que evitar que se queden solas. En cuanto llega el ascensor y se abren las puertas, me precipito dentro. Mi madre me mira sorprendida.

 ¿No subes a pie?

 No, no. Voy con vosotras. -Le sonrío-, Así te ayudo a llevar la compra.

La señora Marinelli me mira como si pensase: «Sí, claro, ¿seguro que sólo vienes por eso?»

De modo que iniciamos nuestro viaje en ascensor. Las tres permanecemos calladas con una expresión que lo dice todo.

La señora Marinelli arquea las cejas, desaprobándome aguda y maliciosa, y a continuación me mira con una sonrisa interrogativa que parece querer decir: «Se lo contarás a. tu madre, ¿verdad?»

Y yo le devuelvo la mirada con semblante de arrepentimiento como si le respondiese: «Claro, claro, he cometido un error, pero se lo diré todo»

Ella parece asentir con la cabeza y esboza una sonrisa más tranquila que da a entender: «Ya sabes que, si no se lo dices tú, tarde o temprano se lo diré yo.»

Y yo sonrío imperturbable como si le respondiese: «Sí, lo sé, quizá también ése sea el motivo de que haya decidido contárselo todo.»

El ascensor se para en el piso de la señora Marinelli y ella sale.

 Adiós -dice, y acto seguido me sonríe de forma extraña-. Buenas noches -añade, como si en realidad quisiese decir: «Buena charla.»

Mi madre pulsa el botón de nuestro piso. Apenas se cierran las puertas, me mira.

 ¿Se puede saber qué le pasaba a la señora Marinelli?

 ¡No sé, yo qué voy a saber!

 Parecía muy extraña y además te miraba con una cara

Es inevitable, a mi madre no se le escapa nada.

 Bueno, sí -Quizá sea mejor coger el toro por los cuernos-. ¿Sabes, mamá? ¿Recuerdas a Lele, ese chico con el que juego al tenis de vez en cuando?

 Sí, dime.

La curiosidad de mi madre se acrecienta, parece también un poco preocupada. El ascensor llega a nuestro piso y yo me apresuro a salir de él.

 Oh, mamá, ya sabes, lo de siempre.

Mi madre corre detrás de mí, se planta delante de la puerta y deja la compra en el suelo.

 No. No sé en absoluto de qué me hablas. -Ahora parece muy inquieta-. ¿Qué es «lo de siempre»?

 Lo que puede suceder entre un chico y una chica

Mi madre me mira y casi pone los ojos en blanco. Es demasiado aprensiva. De manera que decido contárselo todo.

 ¡Quería que le diese un beso y yo le dije que no!

 ¡Ah!

Exhala un suspiro de alivio a medias.

 Eso es todo, te lo he contado todo.

Bueno, la verdad es que se lo he dicho casi todo, ¿no? Es decir, en un primer momento no quería darle ese beso. Eso es, digamos que le he contado esa parte de la historia Pues bien, lo sabía, no ha sido suficiente. Al final hemos hablado durante toda la noche. Dado que mi padre había dicho que volvería tarde y que Ale había salido, nos hemos quedado solas. Mi madre me ha dicho algo precioso: «¡Por fin! ¡Como dos verdaderas amigas, tú y yo, nosotras dos solas!»

A una amiga puedes contárselo todo. Pero ¿a una madre? Bastaría ponerla al corriente de la mitad de las cosas que saben Alis y Clod para que no me dejase salir en una semana. ¿Qué digo?, ¡un mes! ¡Puede que incluso dos! De manera que me he visto obligada a hablarle un poco de Lorenzo, aunque no mucho, un poco de Lele, pero no lo suficiente, prácticamente nada de Gibbo y de Filo, y en absoluto de Massi. Y al final nos hemos dado un fuerte beso, mi madre ha exhalado un hondo suspiro y ambas nos hemos ido a dormir como dos amigas felices y serenas. Qué sencilla es la vida, ¿no?

Fiesta en el colegio. Árbol de Navidad. Es el día del curso que más me gusta. Es un poco antes de Navidad, en lugar de estudiar desenvolvemos los regalos, con un poco de suerte, incluso recibes algo bonito. Lo más divertido es que todos tratan de averiguar cuál es el paquete de Alis, porque ella es la que compra las mejores cosas y, sobre todo, las más caras. El año pasado regaló una cámara de fotos digital Canon. Lo peor fue que Raffaelli, la famosa empollona que nos cae tan mal a todos, fue la afortunada que pilló su paquete. Cuando lo abrió se emocionó, se llevó las manos a la boca, tan excitada que apenas podía creérselo. Y, como no podía ser de otra forma, Cudini tuvo que hacer una de sus aportaciones.

 ¡Ojo con fotografiarte a ti misma porque podría fundirse la cámara!

Y todos nos echamos a reír. A excepción de Alis, que torció la boca revelando quién era el autor del regalo, aunque, a decir verdad, ésa era una cuestión que quedaba fuera de toda duda. ¿Quién sino ella podía permitirse un regalo así? Es difícil engañar a los demás. Todo el mundo debe llevar un regalo. Los paquetes se numeran del uno al veinticinco, de forma que haya uno para cada alumno de la clase. Cada uno pesca un papelito en el que figura el número correspondiente al regalo que le toca de un cuenco que tiene el profe Leone y que, evidentemente, no suelta ni que lo maten. El problema es que los chicos siempre llevan unos regalos birriosos: una manzana a medio comer, una entrada para un concierto que ya se ha celebrado o, peor aún, unos calcetines sucios y malolientes. Este año se han lucido especialmente.

 Venga, enséñanos lo que te ha tocado.

 ¡Caramba, qué mona, es una bufanda!

 ¡Y a mí una gorra!

 ¿Y a ti?

 ¡No! ¡La bandera de la Roma! Pienso quemarla, soy del Lazio.

 Ni se te ocurra, o el que te prenderá fuego a ti seré yo.

 ¿Qué es esto? Qué chulo ¡Una pelotita! Pero tiene una forma extraña.

Le ha tocado precisamente a Raffaelli. Y todos Los chicos se parten de risa. Ella insiste y no hace sino empeorar las cosas.

 ¿Por qué os reís?

Cudini no deja escapar la ocasión.

 ¡Porque no te enteras, coño!

Nuevas carcajadas.

 ¡Es un condón!

Cudini, naturalmente, lo había llenado de agua. Jamás se ha llegado a saber si el paquete lo preparó él o no. Sólo que lo amonestaron, que su amigo Bettoni lo grabó con el móvil y que volvió a quedar clasificado en www.scuolazuo.com

La tarde siguiente fui a repartir los regalos. Clod me acompañó con su coche. Fue realmente divertido; me sentía como un extraño cartero. Lo mejor fue que ninguno de mis amigos estaba en casa. No hay nada que me parezca más embarazoso que ver cómo alguien abre un paquete delante de mí porque, si no le gusta, se nota en seguida. El gesto que se queda de repente suspendido Hay personas que no consiguen disimular. De manera que entraba, dejaba el regalo en la portería con una tarjeta y partía rumbo a una nueva entrega.

La única a la que no pude por menos que entregarle el regalo personalmente fue a Clod. Y, claro, lo hice cuando estaba en el coche con ella.

 Ten, ¡este último es para ti!

 ¡Qué guay! ¡Es ideal!

 Clod, pero si todavía no lo has abierto.

 Sí, lo sé, ¡pero ya sé que me va a encantar! Yo también tengo algo para ti. -Abre la guantera del coche y me entrega un paquete no muy pesado-. Lo abrimos juntas, Caro, ¿te apetece?

¿Cómo negarme? De modo que empezamos a desenvolver dentro del coche nuestros respectivos regalos. Yo me demoro un instante y Clod se da cuenta.

 ¿Te gusta? Es un recopilatorio.

 Sí, mucho.

Lo giro entre las manos y a continuación lo abro. Es un CD con varias canciones. Lo ha grabado ella misma. En la carátula están los títulos y un dibujo muy mono.

 ¡Pero si está tambiénRise your hand ¡Me encanta!

A saber si habrá visto mi gesto suspendido, si se habrá dado cuenta. Quiero decir que, no sé por qué, me esperaba más de ella. Clod es muy buena con el ordenador, pero, sin embargo, se trata de un CD hecho en serie. O sea, ¡que se lo ha grabado a todos, no sólo a mí! Es como esa gente que manda los mismos mensajes de felicitación a todos sus amigos. ¡Los odio! Bueno, este año Clod se ha gastado mucho dinero, pero ¿por qué ahorra justamente conmigo? En mi opinión, es en el preciso momento en que estás a punto de comprar un regalo cuando de verdad te das cuenta de lo mucho que quieres a una persona. ¡Cuanto más la quieres, menos ahorras! ¡Sea como sea, tengo miedo de no haber sabido fingir!

 ¿Qué pasa? ¿No te ha gustado?

 ¿Bromeas? Es que no veo nada de Elisa Algo del estiloUn senso di te.

 Oh, ¿sabes que pensé que te gustaría? ¡El problema es que la bajé tarde y ya no cabía!

 No importa, ¡es precioso de todos modos!

Clod vuelve a sonreír ufana y acaba de desenvolver el suyo.

 ¡Nooo! ¡Es genial! ¡Chocolat, me encanta! He querido verla muchas veces y jamás he conseguido ir al cine. Mi madre asegura que se engorda viendo esta película.

Suelto una carcajada.

 ¿Y esto qué es? -Lee la tarjeta-: «En lugar de las palomitas, para saborear bien la película.» -Acaba de abrirlo-. ¡Bombones! ¡Mmm, qué ricos! -Gira la caja entre las manos-. Chocolate negro fondant, setenta por ciento de cacao. ¡¡¡¡Deben de ser una bomba!!!! ¡Esta noche los devoraré mientras la veo! ¡Gracias!

Y me abraza y me besa. Es tan blandita y huele tan bien, me refiero a Clod. que parece un peluche viviente. Le devuelvo contenta el abrazo pensando que me gustaría sentir el mismo entusiasmo por su CD. Pero, aun a mi pesar, no lo logro. ¿Qué puedo hacer? Bueno, al menos no soy una hipócrita.

 Gracias, tu CD también me ha gustado mucho. -Antes de acabar de formular un pensamiento ya me estoy contradiciendo a mí misma.

En cualquier caso, he de decir que los regalos que he recibido en los días sucesivos de Gibbo, de Filo, e incluso de Alis, algo increíble, tampoco han sido nada del otro mundo. Parece ser que a todos les ha dado por apretarse el cinturón. Por ejemplo. Gibbo me ha regalado un pequeño álbum fotográfico con una vieja foto de nosotros en clase, durante el primer año. Una fotografía triste a más no poder, para más inri. Filo me ha obsequiado con un pasador para el pelo, y Alis con una pequeña bolsa con cremallera que, la verdad, no sé para qué me podrá servir. Me ha sentado mal, en serio, tremendamente mal, y no sé hasta qué punto he sabido disimularlo. Creo que se han dado cuenta. En parte porque, cuando he abierto el regalo de Alis, que era sobre el que más expectativas tenía, debo de haber puesto una cara increíble, y me ha dado la impresión de que Filo, Gibbo y Clod, que estaban presentes, se reían incluso de mí. Después, todos han recuperado la compostura.

 ¿Qué pasa? ¿No te gusta?

 No, no, es muy mona

Y así, todo ha vuelto a la normalidad. Sin embargo, no sé cómo, notaba que me miraban de una manera extraña. Debo de haber puesto una cara de absoluta decepción, porque se han percatado con mucha facilidad. No obstante, la verdad es que se trataba de otra cosa: se reían por otra razón.

Nochebuena. Estamos todos sentados a la mesa. Han venido también Rusty James, los abuelos Luci y Tom y mi abuela paterna, Virginia. Además están mis padres, y Ale. Estamos cenando de maravilla. Mi madre ha preparado unos platos fantásticos: pasta al horno, gambas y pescados de todo tipo, y una lubina grande aderezada con una mayonesa que está para chuparse los dedos. La ha hecho mi madre, con sal y mucho limón, y lo que cuenta es que no la ha comprado. En fin, ¿sabes cuando comes tanto que mientras lo haces piensas ya en el ejercicio que te tocará hacer para perder los kilos que te estás echando encima? Pues bien, peor aún. De repente, llaman a la puerta. Mi madre parece muy sorprendida.

 ¿Quién será?

 ¿Qué hora es?

 Es casi medianoche.

Ale, como de costumbre, genio y figura hasta la sepultura:

 Entonces será Papá Noel.

Rusty James esboza una sonrisa.

 Yo no espero a nadie.

Intervengo divertida:

Назад Дальше