Me mira con gravedad, un poco preocupada.
¿Qué pasa? ¿Qué ocurre?
Le sonrío.
Pues que me gusta de verdad
¡Menudo susto me has dado!
Me golpea en el hombro de manera que casi me hace caer de la silla.
¡Alis!
Bueno, pues a mí también me gusta un montón.
Y, de esta forma, empieza la competición.
Te veo muy sonriente, Caro.
¡Sí, abuela, lo estoy!
Demasiado sonriente.
¡Sí, abuela, lo estoy!
Nos echamos a reír. Me ha pillado. Le hago compañía mientras prepara la comida. Me encanta que los abuelos vivan cerca de nosotros, así puedo ir y venir sin problemas cuando me siento sola, cuando mis padres discuten, cuando Ale incordia demasiado o cuando de repente echo de menos a Rusty. En todos esos casos, me refugio allí.
¡¿Qué están haciendo mis mujeres preferidas?!
El abuelo Tom es genial. Tiene el pelo lleno de canas y lo lleva siempre despeinado. Es alto, un poco rollizo y, pese a que sus manos son grandes, tiene los dedos muy finos. Le encanta construir, crear, pintar y dibujar. Y yo siempre me echo a reír cuando lo veo.
¡Chismorrear!
¡En ese caso, no os mováis!
Coge la cámara fotográfica que lleva colgando del cuello, una Yashica digital, y nos saca unas fotografías en el sofá. Yo me descalzo en un pispas, levanto las piernas y las coloco detrás, posando, después me recojo el pelo con ambas manos, hacia, arriba, sobre la cabeza.
¿Se puede saber quién eres tú?, ¿Brígitte Bardot?
¿Quién? ¿Quién demonios es ésa?
Mi abuelo baja la cámara de fotos.
Los verdaderos hombres de antaño no pueden olvidarla.
¡En ese caso, sí, se parece un montón a mí!
Y esbozo una sonrisa dejando a la vista un sinfín de dientes. El abuelo saca más fotografías.
¡Voy en seguida a imprimirlas! Tengo ganas de ver cómo han salido
Exultante, con sus piernas largas y torpes, se mueve por el pequeño salón, poco le falta para tropezar con la alfombra y luego choca contra el canto de una mesita. Una cajita de plata se cae al suelo. Tom la recoge. La coloca donde estaba antes, la mueve un poco, intenta dejarla en la misma posición en que estaba. Acto seguido sonríe por última vez a la abuela Luci y desaparece al fondo del pasillo. La abuela lo sigue con la mirada. No se enfada por las cosas que hace caer el abuelo. Nunca se lo recrimina. Y sus ojos reflejan alegría mientras permanecen fijos en esa dirección. Mi madre jamás ha mirado así a mi padre. Después se vuelve hacia mí.
¿Qué era lo que me estabas contando, Caro?
Le explico lo del sitio donde vamos siempre, Ciòccolati, lo de Dodo y la competición que hemos organizado entre las tres.
Ten cuidado
¿Por qué dices eso, abuela?
Porque tal vez una de vosotras se enamore realmente y podría pasarlo mal.
¡De eso nada, sólo es un juego!
El amor no mira a nadie a la cara.
Me encojo de hombros y sonrío. No sé qué responderle. En parte me gusta la frase de la abuela, pero sus palabras me han dejado una extraña sensación.
Mira ¡Mira lo bien que has salido! Eres la nueva B. B.
El abuelo llega con las fotografías impresas en blanco y negro. En ellas aparezco yo con el pelo recogido, riéndome, mientras me dejo caer sobre el sofá, bromeando y abalanzándome sobre la abuela. En ese momento lo decido.
¡Quiero hacer fotografía!
Me parece muy bien Empieza con ésta.
Y me cuelga la cámara del cuello.
Abuelo, que pesa
Colócatela delante de los ojos y mira ¡Mírame!
La levanto y enfoco al abuelo. Acto seguido abro el otro ojo, el que no queda tras la cámara. Veo que él me sonríe.
Eso es Ahora aprieta arriba. ¿Ves que ahí, a la derecha, hay un botón?
¿Éste?
Sí, ése.
Vale
Trato de que quede todo dentro del objetivo, pero el abuelo está gordo. No obstante, al final lo consigo.
Enséñamela, -El abuelo me quita la cámara del cuello y mira la pantalla. Por un momento se queda perplejo, mas en seguida su semblante se relaja al esbozar una preciosa sonrisa-. Vas a ser muy buena.
Jamás habíamos ido tanto a Ciòccolati como en los días siguientes, cada una por su lado. Para Clod fue un verdadero festín, con la excusa de ligar con Dodo seguro que probó todos los pasteles. Al final se convirtió en un auténtico reto. Hasta el día en que comprendí que, tal vez, la victoria era mía.
Hola, ¿y tus amigas? ¿Dónde has dejado a tus guardaespaldas?
¡Oh! -Le sonrío-. No tardarán en llegar.
Bueno, ¿quieres que te traiga algo mientras tanto?
Sí, un chocolate caliente,light
Eres el polo opuesto de Claudia, ¿eh?
Pues sí.
¡Si sabe hasta el nombre de mi amiga! Seguro que sabe también el de Alis. Faltaría más. Alice le habrá dicho su apellido, dónde vive y a qué se dedica su padre. De manera que quizá no sepa sólo el mío. Mejor, así no me confundirá con las demás.
Aquí lo tienes. Te he traído también unas galletas nuevas que estamos probando, una es de coco y la otra de naranja; tienen un sabor muy delicado. Pruébalas, a ver qué te parecen.
Le doy de inmediato un pequeño mordisco a la primera.
Mmm, ésta me parece deliciosa.
Doy un mordisco a la segunda.
¡Y ésta también! Hay que ver lo rico que está todo aquí
Sí y, además del chocolate, de vez en cuando preparan pequeñas sorpresas
Me mira y me hace sentirme un poco avergonzada, de manera que echo una ojeada al móvil.
No me han llamado, lo más probable es que ya no vengan. Si me traes la cuenta, me tomo el chocolate y me marcho.
Dodo se acerca a mí.
Oh Ya está pagado. Invita la casa -me susurra.
No, de eso nada.
Sí, es justo. -Se pone serio y muy erguido-. Acabas de probar las nuevas galletas, ¡no eres una clienta cualquiera, sino nuestro conejillo de Indias!
Me guiña un ojo antes de alejarse de nuevo.
Bueno, pues en ese caso, gracias.
Veo que se queda detrás del mostrador y que, de vez en cuando, me mira. Hago como sí nada, de tanto en tanto echo un vistazo al móvil simulando que, de verdad, estoy esperando una llamada o un mensaje de Alis o de Clod. En realidad hemos establecido turnos bien precisos. Una tarde cada una para ver cuál de nosotras consigue ligar antes con Dodo. La verdad es que está cañón- Cada vez que me sonríe, yo No sé. El corazón me late a mil por hora. Aunque quizá se deba sobre todo a la idea de competir con mis amigas y, en parte, también al deseo de superar la timidez Bah, no lo sé. Quiero decir, es guapo, sobre eso no se discute, pero no me gusta. Miro alrededor, ¿dónde se habrá metido? Bueno, basta por hoy. Me marcho. Salgo del establecimiento y echo a andar.
¿Puedo acompañarte, Carolina?
Me vuelvo. ¡No me lo puedo creer! Es él. Ya no lleva el uniforme. ¡Y sabe mi nombre!
Claro, pero ¿no te dirán algo? -Señalo el establecimiento.
Oh, me han dejado salir.
Qué amables.
Sí, me aprecian mucho.
Tampoco exageres.
Sí, empecé a trabajar aquí porque quería cambiarme la moto y necesitaba ahorrar un poco de dinero.
¿Y te contrataron así, sin más?
Bueno, la propietaria siente debilidad por mí
¡Vaya!
Hablo en serio, ¡soy su hijo!
Volvemos a casa charlando, y os aseguro que incluso me divierto. Es un bromista, y le gusta jugar a fútbol.
En mi equipo todos somos modelos ¿Te acuerdas de los Centocelle Nightmare? Pues nosotros estamos aún mejor. ¡Nos gusta el fútbol, pero si no podemos formar un equipo nos dedicaremos al striptease'.
Me río. La verdad es que, bien mirado, tiene un cuerpo bonito. Hablamos por los codos. Es muy simpático, en serio.
Diecinueve años. ¿V tú?
Catorce.
Qué más da, ya casi estamos llegando.
Ah
No sé por qué, pero cada vez que digo mi edad se produce la misma reacción. ¿Desilusión, sorpresa o el deseo de poner pies en polvorosa? Quién sabe ¡Imaginaos si llego a decirle que todavía tengo trece!
¿En qué estás pensando?
¡Oh, en nada! Tiene gracia, jamás se me habría ocurrido que podías ser el hijo de la propietaria de Cióccolati.
En realidad preferiría no trabajar con mi madre pero, ¿sabes?, hago lo que quiero, y cuando lo necesito me concede un poco de libertad
Me mira divertido.
Ah, claro
Hace poco he leído un libro que me ha gustado mucho, El diario de Bridget Jones.
¡No! No me lo puedo creer. Es el mismo que me aconsejó Sandro, el de Feltrinelli, y todavía no lo he leído. Podría haber quedado como una reina y, en lugar de eso, hago el ridículo, como siempre.
¿Lo conoces?
Si le digo que yo también lo tengo pero que aún no lo he leído pareceré una mentirosa.
Sí, me han hablado de él.
Léelo. Ya verás, estoy seguro de que te gustará.
Llegamos al portón. Me paro. Entre nosotros se crea un extraño silencio. Me mira risueño.
Me alegro de que hoy hayas venido sola.
No digo nada.
Así he podido acompañarte a casa.
Otro silencio. Después Dodo hace acopio de valor. Se acerca lentamente a mi boca, por encima de ella, sin dejar de sonreír. Creo que hay momentos en los que todo se decide. Es un instante, pero después nada vuelve a ser igual. Y Dodo avanza lentamente, cada vez más lentamente, mirándome a los ojos y sonriendo. Sus dientes son perfectos y su sonrisa preciosa. Sus ojos oscuros, profundos, intensos. Y, sin embargo, Justo en el último momento me vuelvo de golpe y le pongo la mejilla. Me da un beso fugaz que manifiesta decepción, desilusión, amargura. Después se aparta.
Pero
Hasta la vista, ahora tengo que marcharme. -Y escapo así, sin añadir nada más.
Abro la puerta, entro y la cierro a mis espaldas. Veo que sigue allí y que me mira. A continuación se encoge de hombros y se aleja. Sé de sobra lo que se estará preguntando; ¿cómo es posible que una chica de catorce años lo haya plantado de esa forma? A saber durante cuánto tiempo rumiará ese pensamiento. O, por el contrario, ¿se tratará simplemente de una nube ligera que en poco menos de un segundo se disipará en su mente? Quién sabe. Yo, en cambio, sonrío. Estoy convencida. Era un simple juego con mis amigas. Y, por algún motivo, ese beso no me decía nada, no me inspiraba en lo más mínimo.
Oigo un ruido. El portón se abre a mis espadas y entra ¡no me lo puedo creer! ¡La señora Marinelli! Si bien he llamado el ascensor, no lo espero.
Buenas tardes.
Subo corriendo la escalera. Sólo me faltaba eso, que hubiese presenciado otro beso ¡Y con otro chico! No lo habría soportado. Le habría faltado tiempo para tapizar el portal con octavillas.
Durante los días siguientes no les dije nada a Clod y a Alis. No sé muy bien por qué. Volvimos sólo una vez a Ciòccolati y bromeamos con Dodo como si no hubiese ocurrido nada.
Sí, gracias, las tres queremos lo mismo.
Alis y sus alusiones. Él se ríe. Luego, en cuanto se aleja, Alis saca el móvil del bolso.
Mirad esto. -Se trata de una fotografía de Dodo disfrazado de pelota-. Me la ha mandado con el móvil
Clod suelta una carcajada.
¿Ah, sí? Pues vaya.
Saca el móvil de un bolsillo. La misma fotografía.
¡Qué capullo! -Alis pierde los estribos. Alza la barbilla en dirección a mí-: ¿Tú también la tienes?
No En la mía está nadando ¡Sin traje de baño!
¿Ah, sí? -Alis se levanta, nos coge del brazo y nos saca a rastras del local-. ¡En ese caso, invita él!
Nada más salir a la calle echamos a correr, escapamos sin pagar, riéndonos, con Alis, que, de vez en cuando, vuelve la cabeza para ver si él ha salido del establecimiento.
Lo tiene bien merecido. Así aprenderá a no ser tan cretino.
Los días sucesivos son tranquilos. He empezado a leerEl diario de Bridget Jones. Me gusta, ¡pero cuando lo leo por la noche suelo quedarme dormida!
He ido a ver aJoey. Hemos paseado a orillas del río mientras Rusty James escribía en la barcaza. Es un sitio precioso, el verde, las flores, y el Tíber, que en ese punto no parece tan sucio como en otros. Por la orilla pasan siempre unos chicos que hacen piragüismo. Llevan unas camisetas azules y quizá formen parte de un equipo. Llegan y se marchan veloces sin tener siquiera tiempo de saludar. Debe de ser un deporte agotador.
El otro día Alis prácticamente nos secuestró a la salida del colegio.
Venga, acompañadme.
Pero ¿adónde vamos?
¡Tú sígueme!
Acabamos en un lugar absurdo. Yo, en el coche con Clod, y ella delante.
Mamá, no voy a ir a casa.
¿Se puede saber adónde vas?
A comer con Alis. Clod también viene. Después estudiaremos en su casa.
¡No volváis tarde!
No
¿Me lo prometes?
Te lo prometo.
Nos ha llevado a comer al japonés. Clod se niega a entrar.
No me gusta, es todo pescado crudo.
Es el mismo que comes cocinado, con la única diferencia de que así no engorda.
¿Sabéis una cosa? Una vez tuve un pececito.
¿Y eso qué tiene que ver?
Pues que se llamabaAurora y una mañana no lo encontré en el acuario, había saltado a la pila y por lo visto encontró el camino del mar
Clod y sus fantasías.
Sí, lo mismo que ese de Disney, ¿cómo se llamaba? Ah, sí, Nemo.
Eso es, muy bien, Caro. He visto esa película cuatro veces.
El entusiasmo de Clod, el cinismo de Alis.
Venga ya,Aurora murió porque tus padres lo tiraron a la basura No quisieron decírtelo para que no te sintieses mal.
Clod reflexiona por un instante.
Bueno, en una ocasión le cambié yo el agua y luego me lo encontré del revés en el acuario, boqueando.
¡Claro! A buen seguro le echaste agua helada. Lo dejaste medio tieso. Probablemente se murió.
Pero ¿y si está vivo, le acaban de pescar y yo voy y me lo como en ese japonés?
Eres un coñazo, Clod, estás fatal
En fin, una discusión interminable. Al final hemos ido a un japonés que está en la vía Ostia donde sirven también comida tailandesa, china y vietnamita. Así despejábamos cualquier duda sobre lo que queríamos pedir.
Mmm, estas chuletas de cerdo están deliciosas. Clod prácticamente las engulle en un abrir y cerrar de ojos. Parece una ametralladora de comer.
Alis espera a que haya acabado para decírselo. -Veo que te han gustado, ¿eh? -Sí, estaban riquísimas.
Como tiene por costumbre, Clod se chupa los dedos. -¿Sabes que, en la mayoría de los casos, la carne que comes en los chinos es, en realidad, de gato, de ratas callejeras? -Pero ¿qué dices?
Sí, son idénticos: los matan y los trocean. Clod nos mira a punto de echarse a llorar. -Yo tenía un gato,Tramonto, desapareció hace tres meses
Perdona, pero ¡no nos habías dicho nada! -Confiaba en encontrarlo. -¡Y, en lugar de eso, te lo has comido! Al oír eso, Clod se levanta de un salto.
¡Ahhh! ¡Qué asco! -grita. Todo el restaurante se vuelve hacia nosotras. -Perdónenla, se ha comido aTramonto sin darse cuenta. Alis es realmente terrible. Sólo que a veces nos hace reír y, además, tiene otra cualidad fundamental: siempre invita ella. Pero el plan de Alis no acaba ahí, -¡Venid conmigo! -¿Adónde vamos? -Seguidme.
Sube a su coche y desaparece por la via della Giuliana. Yo me río con Clod.
¡Sigue a ese coche!
Doblamos una curva contra dirección mientras circulamos junto a las murallas aurelianas. Nosotras detrás de ella. Nuestro microcoche detrás del suyo. Parece una de las«misiones imposibles» de Tom Cruise. No estaría de más conocerlo, aunque no tanto por él, sino porque eso significaría que somos realmente guays. ¡En esa película todas las mujeres son guapísimas! Alis conduce de maravilla. Derecha, izquierda, serpentea entre los coches como si estuviese haciendo un eslalon. Después, sin poner el intermitente, gira a la izquierda. Clod la sigue.
¡Cuidado!
Casi volcamos. Las dos ruedas del lado derecho se levantan. Clod suelta el volante, lo recupera de inmediato, el coche aterriza de nuevo en el suelo, se balancea un poco y a continuación enfilamos la cuesta a toda velocidad. Derecha, izquierda, y de nuevo derecha.
¡Oh, no nos superaría ni Daniel Craig en james Bond!
Clod está muy tensa.
No puedo perderla. Conduce como una loca.
Tú tampoco te quedas corta -le digo mientras me sujeto para no perder el equilibrio-. ¿Cómo lo haces? ¡Jamás has conducido así!
Clod me mira y respira profundamente por la nariz, parece un toro enfurecido.
Pienso enAurora, mi pez, y, sobre todo, en Tramonto, mi gato, ¡dado que la imbécil de Alis dice que me los he comido! Les dedico esta carrera.
Y con esta última frase acelera aún más y embocamos a toda velocidad la via Aurelia adelantando a Alis, que nos mira pasmada sin dejar de reírse.
Un poco más tarde. Avanzamos en dirección a Fregene, entre los campos verdes y oscuros de la Aurelia más apartada.
Eh, pero ¿dónde estamos? ¿Por qué hemos venido hasta aquí?
Las Palmas
¿De qué se trata? ¿De una bendición?
Venga, bromas aparte, ¿qué es?
Un club.
¿Puedes explicarnos algo más?
Pero ella está tranquila. Saca un paquete de cigarrillos del bolso y enciende uno, En realidad no es que le guste fumar. Lo hace adrede cuando debe darse aires o decir algo importante. Luego me mira.
¿Qué hora es?
Casi las seis.
Alis tira al suelo el cigarrillo que acaba de encender y lo apaga con el pie.
¡Vamos!
La seguimos sin comprender adonde nos dirigimos. Clod y yo nos miramos por un momento.
Bah -digo en voz baja.
Clod sacude la cabeza.
Está como una cabra.
¡Venid, pasad por aquí!
Recorremos un corredor que rodea el club y llegamos a un gran campo de fútbol.
Sentémonos aquí.
En cuanto nos acomodamos en la grada, los jugadores salen de una suerte de túnel.
Ahí está ¡Es él!
Alis se pone en pie y salta eufórica agitando los brazos.
¡Dodo, Dodo! ¡Estamos aquí! ¡Aquí!
La verdad es que resulta muy gracioso, porque si alguien mira hacia las gradas sólo puede vernos a nosotras, que lo llamamos.
Dodo se separa de los demás y se acerca.
Chsss. -Sonríe llevándose un dedo a los labios-. ¡Que os he visto! -Acto seguido se aproxima a la valla-. Qué bonita sorpresa Me alegro de que hayáis venido. Después os presentaré al resto del equipo. Quizá vayamos juntos a comer una pizza
Miro a Alis y después a Clod.
Yo, la verdad, no sé si voy a poder
Alis se encoge de hombros.
Eres un muermo.
Permanezco en silencio, pero he de reconocer que me enfado cuando me dice esas cosas; sabe de sobra cómo es mi padre.
Dodo me mira ladeando la cabeza.
¿Qué pasa? ¿Todavía estás enfadada por lo de la otra noche?
No, no
Miro a Alis y a Clod intentando restar importancia a la situación. Piiiiii. Se oye un silbato. Dodo se vuelve.
Disculpad pero ahora tengo que marchame. Están empezando.
Y se encamina hacia el centro del campo.
Caramba, si hasta tienen un árbitro.
Alís me mira de soslayo.
¿A qué se refería? ¿Qué ocurrió la otra noche?
No, nada.
Nada, no, de lo contrario no te habría preguntado si seguías enfadada.
Te digo que no es nada.
¡Cuéntanoslo!
Resoplo. Ya no puedo echarme atrás.
Bueno, fui a Ciòccolati y me acompañó a casa y, luego, cuando estábamos abajo
Cuando estabais debajo de casa
Me pidió
¿Qué te pidió?
Alis está empezando a ponerse nerviosa.
Me preguntó si quería salir con él y yo le dije que no, que mi madre no me dejaba.
Entiendo, y ahora se preocupa porque la que se fastidió fuiste tú
Alis se dispone a mirar el partido. Clod me escruta y tuerce la boca de manera divertida, como si dijese: «Ya sabes el carácter que tiene.» Alis enciende otro cigarrillo y me mira de improviso.
No sé por qué tengo la impresión de que no nos lo has contado todo, ¿me equivoco?
¡No, Alis! -Me echo a reír confiando en que todo esto la confunda y evite que la verdad salga a la luz-. Te lo aseguro, no ocurrió nada más.
Como me hayas dicho una mentira
Pero ¿qué motivo podría tener para hacerlo? Además, se trata de una competición, ¿no? Así que todavía no has ganado tú.
Mentirnos equivale a negar nuestra amistad.
Y de nuevo desvía la mirada hacia el campo. Han empezado a jugar y ella anima a los jugadores enardecida. Se pone en pie y grita.
¡Sí, vamos, Dodo! ¡Dodo! ¡Dodo!
Al final entonamos incluso una especie de coro.
¡Dedícanos un gol, Dodo Giuliani!
Nos abrazamos y casi nos caemos de las gradas y nos sentimos amigas, y nos reírnos un montón, ¡somos amigas! Y yo me alegro mucho de haberle mentido a Alis.
Clod no ha podido resistirlo y se ha comprado un paquete de Smarties.
Eh, pero ¿por qué los sacas? ¿Eliges los que prefieres y el resto vuelves a meterlos dentro?
¡Porque me gustan los de chocolate!
Pero si son todos de chocolate
Los marrones llevan más chocolate.
Clod y sus manías. Todas referentes a la comida. La dejo por imposible y decido pasar de ella.
Los jugadores han acabado.
Van a los vestuarios. -Alis los mira por el rabillo del ojo. Espera a que el último de ellos desaparezca-. ¡Venid conmigo!
Tira de nosotras aferrándonos los brazos. A Clod se le resbala el paquete de Smarties.
¡Nooo! Has hecho que se cayeran.
¡Te compraré otro paquete, vamos! Además, he visto que sólo te quedaban los amarillos.
¡No, los azules también están buenos!
Venga, venid.
Tira sin cesar e incluso nos empuja. Nos hace seguir un extraño recorrido. Prácticamente rodeamos el edificio del club y acabamos detrás de él, donde hay un campo lleno de hierba, árboles y setos.
Eh, pero si esto es campo abierto.
Tengo miedo
¡Chsss! ¿De qué tienes miedo?
De los animales.
¡El único animal que hay aquí eres tú.
Clod resopla. Avanzamos entre la hierba alta.
Mirad
Nos sentamos en la ladera de una pequeña colina. A nuestros pies, a poca distancia, están las ventanas estrechas y largas que ocupan la parte alta de la construcción que hay detrás del campo.
Ahí están, ahí están.
Llegan. Veo entrar a los jugadores y, después, a Dodo.
Nooo Pero si son los vestuarios.
Sí. -Alis sonríe ufana-, Y están a punto de desnudarse.
Miro a Alis sorprendida.
¿Cómo lo sabías?
Mi madre frecuenta este club. Ése de ahí, el de la izquierda, es el vestuario femenino. El verano pasado solía venir por aquí, hay una piscina.
Sigo mirándola. No sé si me está tomando el pelo, aunque la verdad es que no me importa mucho.
Mirad, mirad
Varios de los chicos se han quedado en calzoncillos. Otros ya no llevan nada encima. Se meten, en la ducha, se enjabonan. Ríen y bromean, pero no podemos oír lo que dicen, sólo algún que otro retazo de frase que rompe el silencio nocturno, que no logra atravesar esas ventanas, que tropieza con los sonidos que producen los bancos o las bolsas de deporte que dejan caer al suelo. Poco a poco se van desnudando ante nuestros ojos.
Mira Mira ése, qué tipazo
¿Y ése? -Alis señala a otro. Está desnudo y tiene las manos ahí-. ¿Habéis visto una cosa igual?
¡Alis!
¡Pero es que es impresionante!
Sí, pero
Chsss.
Nos quedamos un rato allí, en silencio, observando esos cuerpos.
Los oímos reírse a lo lejos y hablar sin poder apartar los ojos de ellos. Miro hacia abajo, entre sus piernas. Me ruborizo un poco, por un lado preferiría no mirar, aunque por el otro sí. Me siento extraña, y tengo calor. Pero ¿hace calor? Quizá no
Clod parece preocupada.
Yo sólo sé una cosa Creo que será dolorosísimo.
Sí ¡Cuando llegue el momento!
Luego, de repente
¡Eh, vosotras! ¿Qué estáis haciendo ahí?
Una voz, casi un grito, en el silencio de la noche. La figura de un hombre a doscientos metros. Es negra y parece envuelta en una aureola luminosa. Alis es la primera en levantarse.
¡Vamos, escapemos!
Y echa a correr delante de nosotras bajando por la colina, en medio del campo verde y oscuro. La sigo con Clod pisándome los talones.
¡Eh, esperadme!
Corremos a toda prisa con el corazón en la garganta, jadeando. Alis está cerca de mí, le he dado alcance. Clod se ha quedado rezagada, avanza a duras penas.
No puedo. Tengo ganas de vomitar.
¡No hables! ¡Corre!
El vigilante está detrás de nosotras. Sí, el hombre nos persigue, pero todavía está muy lejos. Cuando llegamos abajo vemos una valla.
No Sólo nos faltaba esto.
¡Mira!
En un rincón hay una especie de cobertizo lleno de herramientas de jardín y, a su lado, un muro bajo. Alis trepa por él sin perder tiempo. Sube al muro y después al tejado del cobertizo. Acto seguido se agarra a la valla y, levantando una pierna, consigue saltarla y aterriza en el suelo. Yo la imito y en un abrir y cerrar de ojos estamos al otro lado.
Hay que reconocer que la gimnasia artística sirve, ¿eh?
¡Sí, para fugas como ésta!
En ese momento llega Clod con el vigilante a pocos pasos de ella. Jadea con la lengua fuera y tiene las mejillas encendidas.
¿Habéis pasado ya? Yo no lo conseguiré nunca.
Sube al muro lentamente, con gran dificultad, hasta llegar a lo alto.
¿Y ahora?
Ahora tienes que meter la pierna ahí abajo y franquearla.
Clod da dos saltos, pero no lo logra. El vigilante se aproxima. Miramos a Clod, después a él, luego de nuevo a nuestra amiga. Alis lo tiene muy claro.
¡Tenemos que irnos!
¡No! -grita Clod desesperada-. ¿Pensáis dejarme aquí? A mí, a vuestra amiga
«Sí, a ti y a tus Smarties», me gustaría decirle. En cambio, se me ocurre otra cosa.
Tírate al suelo, quizá así no te vea.
Echamos a correr por el camino que bordea la valla. El vigilante cambia de dirección. Nos persigue corriendo en paralelo a nosotras.
¡Deteneos! ¡Deteneos! Quiero saber vuestros nombres.
Es viejo y le cuesta respirar. Nosotras nos precipitamos hacia los coches. Por fin, Alis abre la puerta del suyo y yo me apresuro a montar a su lado. Introduce la llave en el contacto. El vigilante ha salido por la puerta. Alis pone en marcha el coche y, tras hundir el pie en el acelerador, damos un salto hacia adelante y partimos a todo gas con los faros apagados.
¡De prisa, vamos!
Miro por el espejo retrovisor. El vigilante corre ahora por el camino blanco que se encuentra a nuestras espaldas. Después se detiene y desaparece en la noche, envuelto en una nube de polvo.
Alis exhala un suspiro.
Ufff Poco ha faltado para que nos metiésemos en un buen lío.
Pues sí, pobre Clod, a saber cómo saldrá de ésta
Alis me mira y a continuación se encoge de hombros.
Pues como hace siempre
¿Tú crees?
Por supuesto-
Finjo que me ha convencido, aunque lo cierto es que no es del todo así. Por otra parte, era la única solución.
Un poco más tarde recibo un mensaje mientras estoy en la cama. Es de Clod: «Todo ok, ya he conseguido escapar. He tenido que esperar a que cerrase el club. Muchas gracias, amigas.»
Pasados unos días logramos hacer las paces. Para ello ha bastado que la invitásemos a alguna que otra merienda durante una semana. Como no podía ser de otro modo, las ha pagado Alis. ¡Por otra parte, fue ella la que nos involucró en la «misión», más que «imposible» «erótica»!
He pasado tres días estupendos. Me he divertido de lo lindo. Mi madre me ha dejado dormir en casa de Rusty. He estado fuera, sentada en una tumbona, mirando el fluir del río bajo la luna. Qué silencio hay allí No se oye nada, ni siquiera los coches que pasan por encima de nosotros, por el Lungotevere. Rusty me ha puesto una estufa, una de esas que tienen un sombrerete en lo alto, esas que parecen una seta con fuego en el interior y que te caldean evitando que sientas frío. La ha encendido y la ha colocado a mi lado. Después ha empezado a andar arriba y abajo por delante de mí con unos folios en la mano.