Carolina se enamora - Федерико Моччиа 25 стр.


 Ya has comido un montón de bocadillos.

 Oh, es que me pirran

 Ya, pero podrías dejar alguno para los demás.

 Pero si ellos prefieren la pizza.

Me encojo de hombros, en cuestión de comida es imposible razonar con ella. Cuando me doy la vuelta veo que mis abuelos ya no están. Por eso son maravillosos. Porque llegan y se van con una sonrisa, porque te sientes amada, porque nunca tienes la impresión de que te están riñendo, porque es como si ellos supiesen en todo momento lo que piensas pero hiciesen como si nada. En fin, que de alguna manera son mágicos, sólo que cuando intento explicarlo no lo consigo.

Luego, a primera hora de la tarde, se produce una extraña sorpresa. Me suena el teléfono. ¿Filo? ¿Qué querrá a estas horas? Son las tres.

 ¿Qué pasa, Filo?

 Tengo un problema. Ahora no puedo explicártelo, pero ¿puedes venir a la estación?

 ¿A la estación? ¡Pero sí estoy estudiando!

 Vamos, tienes toda la vida para estudiar. Te lo suplico, estoy metido en un lío.

 Pero, vamos a ver, ¿no puedes llamar a Gibbo?

 Tiene el teléfono apagado.

 Sí, eso no te lo crees ni tú.

 ¿Acaso crees que si no lo necesitase de verdad te molestaría justamente el día de tu cumpleaños? ¡Tú eres la única que puede ayudarme!

Guardo silencio por un momento. Vaya rollo.

 Te lo ruego

Pausa. Tengo la impresión de que hace una pausa un poco más larga.

 Eres mi amiga.

 Está bien, ahora voy.

 ¡Gracias, Caro!

Cuelga. Hay que reconocer que Filo tiene la increíble capacidad de encontrar las palabras adecuadas para convencerte de que hagas cosas que, de otra forma, nunca harías. Y, si al final no las haces, el tipo encima logra ¡que te sientas culpable! Él sabe lo importante que es para mí la palabra amistad. Sin embargo, antes de salir quiero despejar una duda.

Marco el número. Sí, es cierto: Gibbo tiene el teléfono apagado.

La estación. Apago la moto, meto el casco en el baúl y después, pese a que no pienso quedarme mucho rato, pongo la cadena que me ha regalado el abuelo. Nunca se sabe. Incluso unos pocos minutos pueden ser fatales.

Me abrocho bien el abrigo, me encasqueto el gorro y recojo dentro de él mi melena rubia, así, para que no se me reconozca mucho, y no porque yo sea famosa como mi amiga Dakota, sino porque una chica sola en la estación ¿Sabéis cuando en menos que canta un gallo se te pasan por la mente todas las cosas que te han dicho cuando eras pequeña? «Cuidado, no vayas sola a sitios peligrosos, no hables con desconocidos, no abras la puerta a nadie» ¡En fin, hasta el punto de que si uno te pregunta la hora se arriesga a que le des una patada en cierta parte!

Me calo aún más el gorro, parezco Matt Damon enEl caso Bourne Bueno, más o menos, porque yo no tengo problemas de memoria. ¡Sólo me gustaría saber dónde narices está Filo! Lo llamo.

 Hola, ¿se puede saber dónde estás?

 ¿Y tú?

 Frente a la estación.

 Entra.

 ¿Que entre?

 Sí, pero date prisa, no quiero que me vean.

 ¿Se puede saber qué pasa?

 Venga, Caro, no hagas tantas preguntas, eres la única que puede ayudarme. Andén número 7.

 ¿Tengo que ir hasta ahí?

 Sí, yo no puedo hacerlo solo.

 Oye, si no me dices lo que sucede, no voy.

 Venga, no seas así, lo sabrás dentro de un minuto.

 Está bien, cuelgo.

 No, sigamos hablando

 Vale. En ese caso, acabo de entrar

«Y me estoy gastando un pastón en la llamada», me gustaría añadir, pero me parece un comentario feo. Tal vez sea verdad que tiene un problema serio.

 Vale, ahora dirígete a los andenes

 Ya está.

 Sigue recto y ve hacia el número 7

 Bien.

Echo un vistazo al panel de salidas. Andén 7. Antes de un cuarto de hora parte un tren para Venecia. Qué pena, en el de llegadas la procedencia ha desaparecido ya. Bueno, puede que no tenga nada que ver con el hecho de que Filo esté ahí.

 Eso es, Caro. Te veo, sigue avanzando, vamos

 Pero ¿dónde estás? Yo no te veo.

 Pero yo sí. Eres tú. Llevas un gorro azul, ¡para que no te reconozcan!

Resoplo.

 Que sepas que ésta es la última vez; tú eres el único que me mete en estos líos. Gibbo no habría hecho jamás nada parecido

 ¡La verdad es que él también está implicado!Y los dos aparecen de un salto de detrás de una columna-. ¡Felicidades!

Filo y Gibbo se abalanzan sobre mí, me abrazan y me cubren de besos. La gente que pasa por nuestro lado sonríe divertida.

 ¡Venga ya, basta! ¡Sois unos tontos! ¿Era necesario hacerme venir hasta aquí para darme la sorpresa?

Me sueltan.

 Sí. -Filo sonríe-. Mira esto

Me enseña una sudadera rosa, con su foto y su nombre estampados.

 ¡Noo! ¡Qué guay! ¡Biagio Antonacci! ¡Mi cantante preferido!

 Y esto -Gibbo las saca del bolsillo-. Son tres entradas para su concierto en Venecia.

 ¿En Venecia?

 ¡Sí! Y esto. -Filo los saca del bolsillo-. Son tres billetes para el tren. Así que ¡vamos! ¡Está a punto de salir!

Me cogen de la mano y me arrastran. Tropiezo y estoy a punto de caerme.

 ¡Estáis locos! Pero ¿qué voy a decirles a mis padres?

Gibbo me mira risueño.

 Tú tranquila ¡Hemos pensado en todo! Te quedas a dormir en casa de Alis, que, en el último momento, te ha organizado una fiesta sorpresa.

 Eso es ¡Tus amigas te han regalado incluso ropa para que te la pongas mañana!

 E irás directamente al colegio desde allí.

Los miro y sacudo la cabeza.

 Lo tenéis todo pensado, ¿eh?

 Claro, no hay que saltarse ni un solo día de clase

 Eh, que somos chicos serios ¡Este año tenemos el examen! ¡No podemos tomarnos el curso a la ligera!

Subimos al tren con el tiempo justo Un instante después siento cómo se mueve debajo de mí y me parece increíble. Me pongo la sudadera. ¡Menos mal que he atado bien la moto! Nos sentamos en un compartimento.

 Ésos son nuestros asientos. Si quieres puedes sentarte ahí. ¿A que no te lo esperabas?

 En absoluto, pensé que Filo se había metido en uno de sus líos

El tren va adquiriendo velocidad gradualmente. Miro por la ventanilla. Muros altos, calles de cemento y, después, cables de acero, vías que rodean viejos trenes abandonados con el color del óxido.

Chuf. Chuf. Dudum, dudum. Va cada vez, más rápido. Dudum, dudum Y luego, de repente, el verde, los campos húmedos, los árboles, y esa naturaleza que en invierno resulta tan fresca, tan sana y vivificante. Respiro profundamente.

 ¡Chicos, son los catorce años más bonitos de mi vida!

Filo y Gibbo sueltan una carcajada. ¡Empieza la aventura! Pasa el revisor y le mostramos los billetes. Tengo sed, pero Gibbo lleva tres botellas de agua en la mochila; me entra hambre y Gibbo tiene también dos Bounty de coco y chocolate, de esos que me gustan a rabiar. En fin, ¿os acordáis deEl casoBourne?, pues aún mejor.

Un poco más tarde; son las 18.00. He hablado con Alis, que, claro está, no se ha cortado en decirme lo que pensaba.

 ¡No me lo puedo creer! A mí también me habría gustado ir Es una sorpresa fabulosa, ¡me muero de envidia!

 Venga ya ¡Es mi cumpleaños! Duermo en tu casa, ¿vale?

 ¡Vale!

Llamo a casa. Por suerte, me responde Ale. A veces es un engorro, pero en ocasiones resulta ideal, es muy fácil mentirle, como coser y cantar.

 ¿Lo has entendido? Me quedaré a dormir en casa de Alis y mañana iré directamente al colegio desde allí.

 Vale.

 Repítelo,

 Uf Te quedarás a dormir en casa de Alis e irás al colegio directamente.

 Y en caso de que quiera hablar conmigo

 Que te llame al móvil.

 ¡Eso es! ¡Veo que estás mejorando!

De hecho, justo cuando estamos a punto de llegar, me suena el teléfono.

 Es mi madre, ¿y ahora qué hago?

 Espera.

Gibbo se levantay cierra la puerta del compartimento.

 Vale -Exhalo un largo suspiro-. ¡Hola, mamá!

 Hola, Caro, ¿todo bien?

 Sí, de maravilla. Alis y mis amigas me han organizado una sorpresa estupenda.

Pero justo en ese momento la «sorpresa» me la da el tren. Por la megafonía suena una voz metálica: «Atención, los pasajeros que deseen comer algo tienen a su disposición el vagón restaurante"

No espero a que siga: pulso una tecla y apago el teléfono.

 Vaya tela. ¡Sólo me faltaba esto! ¡Tenían que anunciarlo precisamente ahora! Espero a que acabe y luego llamo de inmediato a mi madre.

 ¿Qué ha pasado?

 Nada, que no tenía mucha batería y se ha cortado.

 Intento calmarla.

 Por suerte, una de mis amigas tenía el cargador y lo hemos enchufado.

 Está bien. Pero ¿cómo lo harás para ir mañana al colegio?

 Me han regalado una camiseta, e incluso una muda de ropa interior.

 Ah, veo que tus amigas han pensado en todo.

 Sí

Miro a Gibbo y a Filo. Han estudiado hasta el último detalle de esta preciosa sorpresa

 Está bien Yo hablaré con tu padre.

 Gracias, mamá.

 No llegues muy tarde, Caro.

 No te preocupes, nos vemos mañana a la hora de comer.

Cuelgo y exhalo un suspiro de alivio.

 ¡Yujuuu! Todo ha salido a pedir de boca.

Los abrazo y salto con ellos de felicidad. Y me siento más ligera, como si me hubiese quitado un peso de encima. Justo en ese momento, el tren se detiene.

 Venecia.

Esta vez soy yo la que los coge de la mano.

 ¡Venga, bajemos!

Los arrastro fuera del tren y salimos de la estación. Nos adentramos en los canales de Venecia. Hay agua por doquier. Atravesamos pequeños puentes. La ciudad está llena de turistas. Hace un poco más de frío que en Roma, quizá porque es más tarde.

Nos divertimos sopesando la posibilidad de dar un paseo en góndola.

 Sí, finjamos que somos una pareja de tres Aunque seguro que cuesta una pasta.

 Bueno, intentémoslo de todas formas.

Filo es así. Tiene la cara muy dura. Va a hablar con uno de los gondoleros, un tipo simpático con un bigote muy poblado y cuatro pelos rubios. Gibbo y yo lo contemplamos desde lejos. No hay nada que hacer, el gondolero sacude la cabeza. Filo vuelve a nuestro lado.

 ¿Y bien?

 ¡Pide doscientos cincuenta euros!

 ¿Qué? ¡Eso será por vender la góndola! Si es que alguien la quiere.

Me echo a reír.

 ¡Yo ni siquiera sabría llevarla!

 Esperad un momento -decido-. ¿De cuánto dinero disponemos?

 Yo tengo veinte.

 Yo treinta.

 Yo cincuenta.

Gibbo hace la suma en un abrir y cerrar de ojos.

 Tenemos cien euros en total.

 Ya Pero si luego necesitamos algo, si tenemos hambre o si pasa algo

Los dos se llevan la mano al paquete al mismo tiempo.

 Por mucho que queráis espantar la mala suerte, tenernos que pensar en todo

Decido probar en cualquier caso, de manera que me dirijo al gondolero.

 Buenas, Tal vez le parezca raro lo que voy a decirle, pero resulta que hoy es mi cumpleaños y mis dos amigos me han dado una sorpresa y me han traído hasta Venecia. Sólo que ése de ahí

Y le cuento una historia que ni siquiera yo sé cómo se me ocurre. Sea como sea, resulta tan creíble que logro conmover al gondolero.

 Está bien De acuerdo.

Vuelvo toda contenta al lado de Gibbo y de Filo.

 Nos dará una vuelta más corta, pero ¿sabéis cuánto nos costará?

 Desembucha.

 ¡Cuarenta euros!

 ¿Cómo lo has conseguido?

 Bueno, de alguna manera el mérito es tuyo, Gibbo.

 ¿Por qué?

 Venga, vamos y luego te lo explico.

 Hola -El gondolero nos ayuda a subir. El último en hacerlo es Gibbo-. Hola

Lo saluda casi con pesar, de manera que Gibbo nota que pasa algo raro y se acerca a nosotros. Los tres nos sentamos sobre el cómodo banco tapizado con una extraña tela peluda. Gibbo se asegura de que el gondolero no nos mira y luego me pregunta:

 Pero ¿qué le has dicho?

 ¿Por qué?

 ¡Me ha recibido como si se tratase de mi último paseo en góndola!

 De hecho, es así.

 Venga ya, déjate de bromas.

 Nada. Le he dicho tan sólo que tus padres te acaban de dar la noticia de que se van a separar.

 Bueno, podría ser, se pasan la vida discutiendo.

 Y que tú irás a parar a una especie de internado.

 ¿Ah, sí? Espero que, al menos, hayas elegido un buen sitio.

 ¿Y qué más da?, si, de todas formas, no irás.

 ¿Y eso por qué?

 Porque te has escapado.

 ¿Y mis padres no me buscan?

 No, les importa un comino. Además, tu padre se ha enterado de que no es tu verdadero padre.

 ¡Lo que faltaba!

Filo se echa a reír.

 ¡Con un desgraciado semejante a bordo, debería darnos la vuelta gratis!

Pasamos por debajo de los pequeños puentes que unen las calles de Venecia. El gondolero se llama Marino, es amable y tiene una bonita sonrisa bajo el bigote. No sé por qué, pero tengo la impresión de que es una buena persona, y no tarda en demostrármelo.

Cuando bajamos de la góndola, Gibbo, que se ocupa del fondo comunitario, le paga. En ese momento, Marino me llama y hace un aparte conmigo,

 Carolina, la historia de ese chico era muy triste Tan triste que al final no creí ni una palabra.

Nos miramos a los ojos y él suelta una carcajada.

 Diviértete, vamos -añade luego con acento veneciano-: Quien no la hace en carnaval la hace durante la cuaresma.

En la práctica, eso quiere decir: «Quien no hace las locuras de juventud las hace después durante la vejez.» Muy simpático, sí, si bien no acabo de estar del todo de acuerdo con lo que dice ¿Por qué una cosa debe excluir a la otra? ¡Yo quiero seguir haciendo locuras cuando sea abuela! Y con el propósito de no dejar de hacer locuras en el futuro, doy alcance a Gibbo. Oigo que está leyendo la guía que ha comprado por doce euros. Filo lo escucha y le hace preguntas a su manera, o sea, en parte estúpidas y en parte no. Yo camino detrás de ellos; como ha dicho Marino, para mí es a la vez carnaval y cuaresma. Me siento mayor paseando por Venecia, y estoy segura de que ésta será una de esas cosas que un día, de pronto, no importa cuánto tiempo haya pasado, recordaré con todo detalle. Y espero que entonces Filo y Gibbo sigan estando presentes en mi vida, y que todo sea como ahora, que no cambie nada, ni siquiera una coma. No obstante, mientras lo pienso me invade cierta tristeza. Sin saber muy bien por qué. Quizá porque, en el fondo, sé que no podrá ser así.

Gibbo se vuelve hacia mí

 Eh, se me ha ocurrido una idea

Entonces me mira y se percata de que algo no va bien.

 ¿Qué te ocurre, Caro?

 Nada, ¿por qué?

 No sé, tenías una cara

 Te equivocas Venga, ¿qué era lo que querías decirme? ¿Se te ha ocurrido una idea?Vuelvo a sonreír y hago corno si nada; Gibbo es un cielo porque o bien se lo traga, y eso quiere decir que me estoy convirtiendo de verdad en una consumada actriz, o se hace el sueco y cambia de tema.

 Mirad. Leo, ¿eh? -Señala la guía-. En losbacari a esta hora se toma la «sombra». Se trata de un aperitivo con bacalao, aceitunas, pescaditos y croquetas Además de muchas otras cosas ricas. ¿Os apetece ir?

Poco después nos encontramos sentados en unos taburetes altos de madera con unas pequeñas mesas delante abarrotadas de comida deliciosa, para chuparse los dedos. Bacalao desmenuzado con leche, sardinas marinadas, almejas, caracolas de mar, chipirones apenas hervidos, y «nervios», que son pedacitos de ternera con vinagre y aceite. La verdad es que estos últimos no me gustan mucho porque están algo duros, ¡pero el resto está riquísimo! Y así, me olvido de la dieta. Por otra parte, esto sólo se hace una vez cada catorce años, ¿no? Luego descubrimos que el nombre de «sombra» se debe al hecho de que justo a esa hora el sol se pone y, por tanto, se bebe una sombra. De manera que nos tomamos elspritz.

 Debe de llevar un poco de bíter o alguna clase de aperitivo, agua mineral y vino blanco. Es ligero

Gibbo y su guía, de la que no se separa bajo ningún concepto.

Sólo que el talspritz no es tan ligero como dice y, al final, un poco aturdidos, mejor dicho, prácticamente borrachos, llegamos sin saber muy bien cómo a Mestre, la localidad donde se celebra el concierto de Biagio. ¡Qué hombre!

Empieza cantandoSappi amare mió, después Le cose che hai amato di piu y L'impossibile, Se é vero che ci sei, y luego Iris, Y con esta última os aseguro que me emociono. ¿Sabéis cuando sientes un extraño estremecimiento y te gustaría que te abrazasen? Estoy con mis amigos, de acuerdo, pero no sé por qué echo de menos a Massi. O, mejor dicho, el amor, ¡Quiero decir, el sabor de un beso, la felicidad absurda, poder llegar con la punta de los dedos a tres metros sobre el cielo! Todo aquello que sólo el amor loco, repentino, mágico, absurdo y único puede hacerte experimentar. Sin embargo, en lugar de eso, me abrazo a Gibbo y a Filo.

 Eh, bailemos juntos

 Tengo una idea: vamos a mandarles un mms a Clod y a Alis. ¡Por favor! ¡Me gustaría que supiesen lo que estamos viviendo! Venga, Gibbo, ¿me grabas tú?

Y bailo con el escenario a mis espaldas mientras Biagio canta Inuna stanza quasi rosa, sonrío a mis amigas, les mando un beso y me siento como una especie de video jockey en medio de toda esta gente mientras canto la canción: «Mira este amor que crece y hace que nos sofoquemos en esta habitación, así que fuera, vistámonos y salgamos a iluminar todos nuestros sueños», y al final cierro los ojos emocionada.

 ¡Hecho!

Gibbo me devuelve el móvil y yo echo un vistazo a lo que ha grabado.

 ¡Es superguay! ¡Al fondo se ven las luces y a Biagio!

En un abrir y cerrar de ojos, se lo mando a Alis y a Clod a cobro revertido mediante el número 488.

Alis me responde en menos de un segundo: «Me muero de envidia.»

Después llega la respuesta de Clod o, mejor dicho, la de Telecom Italia. ¡El mms ha sido rechazado! Recibo su mensaje poco después: «¡No tengo un euro! ¿Te estás divirtiendo? ¡Espero que sí! Me lo enseñas mañana en el colegio, ¿vale?»

Luego sigo cantando bajo las estrellas, bajo las nubes que pasan ligeras. Y bailo, bailo con los ojos cerrados, a un paso del escenario, entre la gente que se abandona en el estadio de Mestre, y me pierdo entre las notas de esa música y me siento mayor y feliz y, por un instante, no estoy muy segura de querer volver a casa. Pero es sólo un instante. Poco después, en el tren de regreso, río para mis adentros.

 ¿Que hace Gibbo? ¿ Duerme?

Filo lo mira y asiente con la cabeza. Seguimos contemplando la noche por la ventanilla que corre ante nuestros ojos y vemos algunas casas que todavía tienen las luces encendidas. También algunos televisores con sus reflejos. Alguna habitación vacía, alguna persona asomada al balcón fumando un cigarrillo. Ellos no saben que los estoy mirando, que una parte de su vida ha entrado en la mía. Filo ha encontrado un trozo de cuerda y lo balancea delante de la nariz de Gibbo, que se la rasca rápidamente y después sigue durmiendo inmóvil, en tanto que nosotros nos reímos.

 ¡Chsss!

Me tapo la boca con la mano por miedo a despertarlo. Pero Filo vuelve a repetir su juego como si nada Y el tren no se detiene, sino que, en cambio, vuela en dirección a Roma. Llegamos con el tiempo justo para bajar.

 ¿Qué hora es?

Gibbo es el único que ha dormido. Filo lo empuja.

 ¡Deberías estar más despabilado que nosotros y, en cambio, estás atontado perdido!

 Son las siete y media Tenemos el tiempo justo para ir al colegio.

 Pero ¿no pensáis desayunar?

 ¡Claro que sí, en el bar de enfrente!

 Vale.

Nos precipitamos a nuestros respectivos medios de transporte. Por suerte, la moto sigue allí. Me pongo el casco y, debajo, los auriculares del iPod Touch. Y pongo ni más ni menos queIris de Biagio y, mientras conduzco en dirección al colegio, tengo la impresión de estar todavía en el concierto. En cuanto bajo de la moto, Alis y Clod se abalanzan sobre mí.

 ¡Tía, menuda chulada! ¿Te has divertido? Pero ¿qué habéis hecho? ¿Dónde cenasteis? ¿Habéis visitado algún sitio guay?

 ¿Cómo es que no os habéis quedado en Venecia? Enséñame esa película que querías mandarme

Alis la empuja.

 Ah, yo ya la he visto.,., ¡es superguay!

 Me había quedado sin saldo.

 Como de costumbre.

Y falta poco para que se pongan a discutir.

 ¡Chicas, a clase!

Esta vez es la profe de matemáticas la que nos salva. A todo esto, yo ni siquiera he desayunado. No obstante, ha sido lo más divertido que he hecho en mi vida.

Recibo un mensaje de mi madre.

«¿Todo bien? ¿Estás en el colegio?»

«Sí, claro», le respondo.

Y me entran ganas de echarme a reír. Si sólo pudiese imaginarse que he cogido un tren, he ido a Venecia, después a Mestre, que he asistido al concierto de Biagio y he pasado la noche en el tren de regreso a Roma, se moriría. Me vuelvo. Filo se ha desplomado, duerme sobre el pupitre mientras la profe explica la lección. Gibbo, en cambio, está fresco como una rosa y, mientras la profe escribe en la pizarra, se inclina sobre el pupitre y le hace cosquillas a Filo en la oreja con un trozo de papel.

Filo se agita, después se despierta de golpe y empieza a rascarse con fuerza. Todos rompen a reír. Cudini, claro está, lo graba todo. La profe se vuelve.

 Quietos, chicos Pero ¿se puede saber qué os pasa hoy?

Gibbo está inmóvil en su sitio. Sonríe. De una manera u otra, se ha vengado de Filo.

¡Soy genial! ¡He aprobado el examen para el permiso! ¡He cometido dos errores, pero he aprobado! Mi madre estaba muy contenta, mi hermano también, mi padre un poco menos. Quizá no acababa de creérselo. ¡Ni siquiera yo misma me lo creo! De hecho, la vez que hice algunas prácticas en el patio de casa con la moto de mi hermana no mostré, lo que se dice, grandes habilidades. Por un pelo no choqué incluso contra el coche de Marco, mi vecino, ¡pero por suerte conseguí desviarme a tiempo! Sin ocasionar daño alguno. Así que ahora ya tengo el permiso ¡A toda Vespa! Bueno, aunque la verdad es que la he conducido mientras tanto.

Ahora voy como un rayo. Se acabaron los problemas. Al contrario, me divierto recorriendo las calles. Aunque he de reconocer que para ir a casa de los abuelos, dado que nunca he ido conduciendo por mi cuenta, he tenido que consultar el callejero de internet, que es genial: te da el recorrido exacto y lo imprimes en menos que canta un gallo. Luego te lo metes en el bolsillo, y ¡zas!, en menos de ocho minutos, dos menos de los que decía Google Maps, estaba ya en su casa. Sólo me he parado una vez para consultar una calle donde debía girar. La abuela ha salido a hacer la compra. El domingo quiere invitar a varias personas a comer porque es su cumpleaños El abuelo está en su pequeño estudio dibujando. Lo hace muy bien. Con unos cuantos trazos consigue crear en un instante una escena, un paisaje, una casa o una persona.

 ¿Qué estás haciendo, abuelo?

Me sonríe sin mirarme.

 Una tarjeta para tu abuela Mañana es 14 de febrero, el día de los enamorados.

 Sí, ya losé.

Sigue dibujando. Usa rotuladores de diferentes colores, los abre, pinta, cierra el tapón y los deja caer sobre la mesa, y luego otro, y otro más.

 ¿Te gusta?

 ¿A ver? ¡Me encanta!

Reconozco a la abuela cocinando; además, hay una mesa al fondo con gente sentada alrededor.

 ¡Pero si ésa del rincón soy yo!

 Sí Y el que está a tu lado es tu hermano, ¿cómo lo llamas? Rusty John

 ¡James!

 Eso es Rusty James, Alessandra ¡y ése soy yo!

 Sí, ya me había dado cuenta.

 Y ella está cocinando todas esas cosas tan ricas que sabe hacer

 Pues sí

El abuelo sujeta un corazón grande y rojo en el que puede leerse: «Para ti, que alimentas mi corazón.»

 ¡Es precioso, abuelo!

Mira satisfecho su dibujo y sonríe complacido. Lo mira otra vez. A continuación se oye el ruido del ascensor y después la llave en la puerta.

 Chsss ¡Es ella!

 ¿Estáis en casa?

La abuela Luci entra en el estudio.

 Hola ¿Se puede saber qué estáis tramando? -Arquea las cejas risueña.

 Nada sólo estábamos charlando

 ¡Sí! -Miro al abuelo con alegría-. Quiero llevar al abuelo en la moto, detrás de mí

 Está prohibido, te pondrán una multa

 ¿Y tú qué sabes?

 Lo he leído Tienes que esperar a tener dieciséis años.

Luego se acerca al abuelo y lo besa ligeramente en la boca con una sonrisa que, desde donde me encuentro, puedo sentir rebosante de amor.

 Te he traído lo que me has pedido

 ¿Lo que me gusta?

En un abrir y cerrar de ojos, el abuelo se transforma en un niño mucho más pequeño que yo.

 ¡Sí, eso mismo! Voy a prepararos algo de comer, ¿os parece bien?

 ¡Sí, abuela, deja que te eche una mano!

Así que entramos en la cocina. La abuela abre un paquete de patatas fritas y las echa en un plato grande.

 Esto era lo que me había pedido, patatas con pimentón.

Y yo que me esperaba no sé qué misterio Acto seguido comenzamos a dar vueltas por la cocina, preparando la comida, colocando las servilletas, los vasos y todo lo demás, hablando de nuestras cosas. La abuela me hace un montón de preguntas y yo le contesto encantada, encantada de que estemos juntas, disfrutando de ese amor que se respira por toda la casa. Todo me parece muy sencillo y le cuento un sinfín de cosas que, en ocasiones, incluso haciendo un esfuerzo enorme, no consigues decir verdaderamente.

Los profesores han empezado a hablarnos de los exámenes, ¡pero yo los veo todavía tan lejos que no quiero ni oír hablar del tema! Entre otras cosas, en abril se celebrará una reunión general con los padres, la última, la definitiva, madre mía, no puedo volver a meter la pata. Pero ¡¿no habían dicho que iban a dejar de hacerla?! He bajado de internet un montón de tesinas, pero no sé si serán suficientes. Mi hermana me dijo una vez que lo de la tesina es una chorrada, pero con ella nunca sé a qué atenerme, no se parece en nada a mí. De manera que me parece que en historia podría hablar de la Italia de la posguerra; en geografía, de Oceanía; en italiano, de Svevo o de Calvino; ¿y en ciencias? No lo sé. ¿Podría relacionar Oceanía con terremotos y volcanes, porque es una zona muy dada a ellos? Ni idea. Para francés y arte había pensado en Henri Matisse. ¿Me iría bien con esa época? En inglés me centraré en Australia; música no sé si entra en el examen, pero de todos modos la podría incluir en historia y hablar de jazz; en tecnología, no sé cómo hacerlo. Además, no tengo claro si es mejor repasar todo el programa de las asignaturas o si al final no sirve de nada, ¡Bah! No lo aguanto más. Mientras me debato en este mar de dudas, desenvuelvo el bocadillo bajo el pupitre, me inclino escondiéndome detrás de la compañera que se sienta delante de mí y trato de lamer un poco la Nutella que se ha salido por el borde. Clod me ve desde su pupitre y me llama. Faltaría más, está dispuesta a ofrecerse como voluntaria. Oh, como si la hubiese invocado, suena la hora del recreo Y en seguida llega la noticia bomba:

 He roto con Dodo.

 ¿Qué quieres decir?

 Pues eso, que se acabó Estaba harta.

Clod y yo permanecemos en silencio. Después me encojo de hombros.

 Lo siento, pero Quizá podría haber llegado a ser una historia importante, con el tiempo

Clod, la gran curiosa, le pregunta con malicia:

 ¿Quería ir demasiado lejos?

 ¡Ojalá fuera ése el motivo! -Alis se enciende un cigarrillo, quiere parecer transgresora-. Nada, hasta eso te importa un comino Sólo piensa en jugar a fútbol con sus amigos, en beber con sus amigos, en salir con sus amigos y, cuando no es así, se pasa el tiempo en el establecimiento de su madre ¡Joder, chicas, ¿quién puede desear una vida así?!

 Ya

Lo cierto es que no sabemos muy bien qué decir. Se esforzó tanto en conseguirlo que, por un momento, parecía incluso enamorada. Puede que sólo lo hiciera porque organizamos esa competición, porque quería demostrar que era la más fuerte y destacar como de costumbre. Pero esto lo pienso y punto; es evidente que no puedo decírselo.

 Habéis roto justo hoy, el día de San Valentín

 Ayer. Le había comprado un regalo incluso, pero la sola idea de pasar la velada con él No podía soportarlo.

 ¿Qué le compraste?

En ciertas ocasiones Clod, en lugar de estarse calladita como debería, no para de hablar; es superior a sus fuerzas.

 Oh, una cámara de fotos digital. No se la he dado, la tengo aquí. Es más, ahora mismo os saco una foto

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