Carolina se enamora - Федерико Моччиа 31 стр.


Esa noche.

 Eh, ven aquí

Me siento frente a ella en la silla.

 No, aquí, a mi lado

Me deja un poco de sitio en el sofá y me acomodo a su lado. Me siento igual que ella. Somos dos gotas de agua separadas por un poco de tiempo.

 ¿En qué piensas, mamá?

 En algo que siempre he imaginado y que nunca ha sido posible

Permanece en silencio con la mirada perdida más allá de la televisión, que está apagada, del sofá que está al fondo, de la alfombra gastada, del espejo antiguo.

 ¿Puedo saber de qué se trata?

Adquiere de nuevo conciencia de sí misma. Se vuelve lentamente hacia mí. Sonríe.

 Sí, faltaría más. Se quieren tanto. Mejor dicho, se querían tanto que me habría gustado que desaparecieran juntos, a la vez Pese a que para mí habría supuesto un palo enorme.

Me acerco a ella y apoyo la cabeza sobre su hombro.

 Todavía se quieren, mamá -le digo casi en un susurro.

Me acaricia el pelo, la cara, de nuevo el pelo.

 Sí. Todavía se quieren.

La oigo llorar. Silenciosa, incapaz de contener el llanto, los sollozos, que poco a poco se hacen más fuertes. Y yo también lloro en silencio y la abrazo con todas mis fuerzas, pero no consigo articular palabra, ni siquiera imaginar algo, encontrar una frase bonita que poder decirle que no sea: «Lo siento mucho, mamá.» Y seguimos llorando así, como dos niñas de madres diferentes.

 Aquí tienes tu té.

Lo deposita tambaleándose ligeramente sobre la mesa de madera. Abro de nuevo los ojos y me los enjugo a toda prisa para que no se dé cuenta de que he vuelto a llorar.

 Estupendo ¡No sabes cuánto me apetecía, abuela!

Lleno mi taza de agua, abro el sobrecito y meto la bolsita dentro.

 ¿No quieres probarlo?

 No, gracias. -La abuela se sienta delante de mí-. Prefiero el normal, elEnglish, y sonríe mientras lo dice, orgullosa de su pronunciación. Me encojo de hombros.

 Como quieras, abuela

Acabo de servirme el mío y pruebo una galleta.

 ¡Abuela! Son de mantequilla

Sonríe.

 ¡Por eso están tan ricas!

Sacudo la cabeza. No quiere ni oír hablar de mi dieta, no me ayuda para nada, al contrario.

 ¡Estarías mejor con algún kilo más!

 Sí, sí, en lugar de ayudarme

 Pero si yo te ayudo ¡a estar guapa!

Cojo mi bolsa, que he dejado bajo la mesa.

 Bendita tú, que te lo crees, abuelaToma, te he traído esto.

Apoyo sobre la mesa un paquete.

 ¿Qué es?

 Ábrelo

La abuela deja la taza de té y coge el paquete. Empieza a desenvolverlo. Está emocionada.

 ¡Gracias!

Hace girar el libro entre las manos.Los ahogados.

 Espero que te guste. La historia la ha escrito un chico joven, pero es tan romántica

Me mira con ojos conmovidos, casi se echa a llorar.

 Bueno, abuela Eso es lo que me han dicho.

 Sí, claro No te preocupes. Yo también tengo algo para ti. Espera aquí

Permanezco allí, muerta de curiosidad, dando sorbos a mi té, que se ha enfriado ya un poco, pero que, en cualquier caso, está rico. La abuela aparece de nuevo en 1a puerta con un regalo.

 Ten, un día salimos y la vimos Queríamos esperar a Navidad -Se detiene.

No añade nada más. No dice: «Por desgracia ya no tiene ningún sentido esperar» o «El abuelo ya no está». Simplemente se calla. Y es como si dijese todo eso y mucho más. Intento comprenderla. Y me entran ganas de echarme a llorar. A ella también. Entonces exclamo adrede:

 ¡Qué bien, qué sorpresa! ¿Qué podrá ser?

Desenvuelvo el paquete a toda velocidad, rompo el papel en pedacitos sin dejar de reírme y, al final, después de arrugarlo, lo tiro a una papelera que hay cerca. Pero no doy en el blanco. La abuela me mira y sacude la cabeza, yo le sonrío.

 No importa Luego lo recogeré. -Miro más atentamente la caja-. ¡Pero si es preciosa! ¡Una cámara de fotos!

 ¿Te gusta? Él decía que tenías dotes, que le gustaría mucho porque es de esas, esas que pueden hacer muchísimas fotografías sin carrete

 ¡Digital!

 Eso es, digital

 Me encanta

Abro la caja, saco la cámara y le doy vueltas entre las manos tratando de entender cómo funciona. La enciendo.

 Está cargada Caray, es genial -Veo el disparador en lo alto. Quiero sacarle una a la abuela-. ¡Sonríe! -Y, ¡clac!, la hago al vuelo. A un lado se lee «Autodisparo». Aprieto y empieza la cuenta atrás. Treinta. Veintinueve. Veintiocho. La coloco sobre la mesa junto a la tetera-. ¡Ven, abuela! ¡Hagámonos una juntas! -Y la arrastro hasta que quedamos delante de la cámara fotográfica, entre las rosas. Le doy un abrazo y espero en esta pose con ella, que, al final, apoya la cabeza sobre mi hombro en el preciso momento en que ¡flash!-. ¡Ya está! ¡La hemos hecho!

Corro hacia la cámara y compruebo cómo ha salido.

 ¡Mira, abuela! ¡Estamos guapísimas! Parecemos dos modelos

 ¡Sí, sí!

La abuela se ríe mirando la cámara. A continuación la cojo y empiezo a manipularla. Entro en el menú para averiguar cómo funciona. 430 fotografías disponibles. ¿Cómo es posible? La caja decía que tenía capacidad para 450. Pulso un botón, retrocedo y, de improviso, aparece él. El abuelo. El abuelo que sonríe. El abuelo que hace muecas. El abuelo con los brazos cruzados y después otra fantástica de los dos abrazados, una imagen preciosa, ella se ríe apoyándose en él junto al albaricoquero. Quizá fuese eso lo que pensaba antes. Recordaba ese día, esa fotografía, esa sonrisa, su felicidad. La miro. La abuela me sonríe.

 Están también nuestras fotos, ¿verdad?

Asiento con la cabeza. No consigo pronunciar palabra. Tengo un nudo en la garganta y unas enormes ganas de llorar. Uf. Pero ¿por que soy así? No puedo contenerme. La abuela me acaricia. Lo ha comprendido todo y quiere ser fuerte por mí.

 ¿Me las puedes imprimir? Si no lo consigues, no importa No te preocupes.

Exhalo un hondo suspiro y recupero el control de mí misma.

 Por supuesto, abuela. Te las imprimiré, cuenta con ello Gracias. Me habéis hecho un regalo precioso.

Y le doy un abrazo.

¡Unos días después!

 ¡Hola, Caro!

Me abraza y me da un beso que me deja sin aliento, que me hace saltar el corazón a la garganta, que me emociona como la primera vez que nuestras miradas se cruzaron en aquel espejo de la librería. Massí. Lleva una camiseta azul oscuro y está ya un poco moreno. Para ser sólo mitad de junio, está espectacular. Huele a mar. Sí, ese azul, su sonrisa, sus ojos, su moreno huele a mar, a amar. Una playa de una árida isla rodeada por las olas que rompen contra las rocas, su pelo, su sonrisa y él mismo, que me acoge.

 ¿En qué estás pensando, Caro? Tienes una cara

 Es que dentro de poco me examino.

Miento.

 ¿En serio pensabas en eso? ¡Sonreías!

Me encojo de hombros y me hago la dura.

 Faltaría más, a mí los exámenes me dan risa

Me coge el brazo y me levanta sin dificultad, me alza del suelo.

 Eh, ¡espera! ¡Se me van a caer!

 ¿Qué me has traído?

 Pizzas de Mondi.

 Mmm, qué ricas Luego.

Me las quita de la mano, las coloca sobre la mesa de la cocina y a continuación me arrastra por el pasillo y el salón hasta su dormitorio.

 Hemos llegado

Me tira sobre la cama, salta encima y se queda a un paso de mí. Yo me aparto para no acabar debajo de él.

 Estás como una cabra, por poco me aplastas.

 Quiero aplastarte ahora

Lucha con mi cinturón, casi famélico, lo abre frenético. Le sujeto las manos para detenerlo.

 ¿Has cerrado la puerta, Massi?

 No

Sonríe.

 ¿Y si vienen tus padres?

 Imposible. Se han ido a la playa, no volveré averíos hasta finales de julio

 ¿Seguro?

 Claro que sí Así que puedo comerte tranquilamente ¡Ñam! Me muerde los vaqueros, entre las piernas, y casi me hace daño.

 ¡Ay!

Sigue fingiendo que es un animal.

 Soy el lobo qué piel tan suave tienes Me desabrocha los vaqueros, me muerde ligeramente y me chupa la piel ahí, por encima de las bragas.

 ¡Ay! ¡Me estás mordiendo!

 Sí, ¡para comerte mejor! Y emite un extraño gruñido.

 Más que un lobo pareces un cerdo

 Sí, soy una nueva especie de lobo cerdo Me baja los pantalones. Me los quita a la vez que los zapatos y los calcetines, y yo me quedo así, entre sus brazos.

 Hay demasiada luz

Se levanta a toda prisa abandonando mis piernas y baja las persianas. Penumbra.

 Así mejor, ¿no?

 Sí

Sonrío.

 Veo tus dientes blancos, preciosos ¡Tus ojos azules, intensos!

Se desnuda, se quita toda la ropa y se tumba a mi lado. Sólo se ha dejado los calzoncillos puestos, y ahora se desprende de ellos a toda prisa. Se queda completamente desnudo. Empieza a acariciarme, su mano se adentra entre mis piernas, se pierde, yo lo abrazo con fuerza, casi me aferró a él, mientras él me procura placer, cada vez más intenso.

 Quiero hacer el amor contigo -me susurra al oído.

Me quedo callada. No sé qué decir. Tengo ganas. Tengo miedo. No sabría qué hacer. RecuerdoJuno. Me asusto. Quizá sea mejor aguardar cierto tiempo,

 Todavía es pronto -le digo esperando que no se enfade.

Se detiene. Pasado un momento esboza una sonrisa.

 Tienes razón

Y me toma la mano con dulzura. Me besa la palma y me la apoya sobre su barriga. Siento su vello ligero, sus abdominales ocultos. Entonces, lentamente, me deslizo hacia abajo, poco a poco, con delicadeza. Lo encuentro entre el vello más espeso. Lo cojo, lo aprieto un poco y empiezo a subir y bajar. Lo oigo jadear. Después pone su mano sobre la mía y la guía hasta llevarla un poco más arriba. Sonríe.

 Así

Vuelvo a moverla arriba y abajo.

 Así Más Más rápido -me dice con voz entrecortada.

Y yo sigo haciendo lo que me dice, un poco más de prisa, cada vez más, más rápido. De repente, se pone rígido y acto seguido todo él está en mi mano, encima, sobre su barriga. A continuación sonríe, se pierde en un beso más dulce, se abandona en mis labios. Poco a poco su corazón se va ralentizando, suspira siempre más profundamente. Permanecemos abrazados en la penumbra, rodeados de este nuevo aroma, de ese ligero placer que huele a piñones, a resina, a hierba fresca. Sí, que huele a amor.

Más tarde nos duchamos juntos, la música suena por toda la casa, somos libres y adultos.

 Ten

Me pasa un albornoz fresco, perfumado, de color rosa muy pálido, y yo me pierdo entre sus mangas largas mientras me miro al espejo.

Tengo el pelo mojado y los ojos brillantes de felicidad. El aparece de improviso y me abraza.

 Es de mi madre

 ¿No se enfadará?

 No tiene por qué saberlo.

Cierro los ojos y me abandono en su abrazo, echo la cabeza hacia atrás, la apoyo sobre su hombro y siento su mejilla suave, su perfume, su boca entreabierta que me besa fugazmente, que respira a mi lado, que me hace sonreír. Abro los ojos y lo miro. Nuestras miradas en ese espejo, como entonces, como la primera vez. Emocionada, en silencio, sigo escrutándolo. Las palabras se detienen en el confín de mi corazón, acaban de salir de puntillas, para no hacer ruido; tímidas, les gustaría gritar: «Te quiero.» Pero no lo consigo.

Volvemos a la cama. Tengo las piernas abiertas. Acaricio lentamente su pelo rizado. Blanda, abandonada, noto cómo se mueve su lengua. Sus ojos divertidos y astutos asoman por debajo, lo veo sonreír disimuladamente mientras sigue haciéndome gozar sin detenerse. Es más, insiste. Más a fondo, con brío, con rabia, con deseo: lo siento, secuestrada, abandonada, conquistada y al final grito. Después, exhausta, respiro entrecortadamente. Poco a poco me voy recuperando. Mi respiración se normaliza. Le acaricio el pelo. Después sube y se coloca a mi lado. Me besa, sonríe y yo con él, ebria de placer. En cualquier lugar, entre nosotros, entre las sábanas, entre nuestros besos, en el aire. Cómo me gustaría tener el valor suficiente para hacer el amor.

 Espera un momento, vuelvo en seguida.

 Sí

Sonrío mientras lo veo salir de su habitación, de nuestra habitación. Desnudo. Descalzo. Libre de todo y de todos. Sólo mío. Me giro sobre el albornoz abierto. Aprieto la almohada. La abrazo con fuerza y en un instante naufrago en un dulce duermevela. Floto ligera. Cierro los ojos. Los vuelvo a abrir. Extasiada de los ruidos lejanos, delicada y soñadora, recordando les instantes que acabo de vivir, me quedo dormida.

«Plin, plin.»

Abro los ojos. Un sonido repentino. Miro alrededor. Despierta y lúcida, extrañamente atenta

«Plin, plin.»

De nuevo. Ahí está, ahora lo veo. Está sobre la mesa. Debe de haberle llegado un mensaje. Me levanto sigilosamente. Doy dos pasos de puntillas y en un instante estoy delante de su móvil. En la parte derecha de la pantalla centellea un sobrecito. El mensaje que acaba de recibir. Me quedo parada, inmóvil, suspendida en el tiempo, mientras el sobrecito sigue parpadeando. ¿Quién le habrá mandado un mensaje? ¿Un amigo? ¿Sus padres? ¿Una chica? ¿Otra chica? Esta última idea casi hace que me desmaye. Se me encoge el estómago, el corazón, la cabeza. Todo. Me siento enloquecer. Otra. Otra chica. Miro hacia la puerta, después el móvil. No lo resisto más, voy a perder el juicio. Basta, no puedo contenerme. Cojo el móvil, lo sujeto entre las manos mientras lo miro fijamente. Después nada volverá a ser como antes, quizá se acabe para siempre, será imposible recuperar. Tal vez sea mejor no saber, dejarlo estar, no abrir el sobrecito, no leer ese mensaje. Pero no puedo. La duda me carcomería: «Ah, si lo hubiese abierto»

A fin de cuentas ya estoy aquí, ¿para qué echarme atrás? Pero ¿y si no fuese nada? En ese caso juro que si no hay escrito nada comprometedor, si se trata de un amigo, de sus padres o de algo parecido, jamás volveré a leer sus mensajes. De manera que, envalentonada con esta última y desesperada promesa, abro el mensaje: «Todo OK. ¡Jugamos a las 20 en el club de fútbol! Camiseta azul oscuro.»

¡Camiseta azul oscuro! ¡Nunca había leído algo que me hiciese tan feliz! ¡Camiseta azul oscuro!

Borro el mensaje para que no se dé cuenta de que lo he leído, coloco el móvil sobre la mesa y vuelvo a meterme en la cama de un salto.

 Caro -Massi entra con una bandeja-. ¡Pensaba que te habías dormido!

 Un poco -Le sonrío-. Luego me he despertado

Me observa con curiosidad. Recorre el dormitorio con la mirada. Luego, tranquilo, se encoge de hombros y deja la bandeja sobre la cama.

 A ver, he traído tus fantásticas pizzas ¡Me he comido ya alguna! Mmm, están deliciosas Y, además, te he preparado té ¿Te gusta de melocotón?

Sonrío.

 Sí, está muy bueno.

 Sé que te gusta el té verde, pero se ha acabado.

Se acuerda incluso de las cosas que me gustan. No me lo puedo creer. Es perfecto. Lo acaricio. Apoya su mejilla sobre mi mano, casi la aprisiona contra el cuello. A continuación cojo una pizza y le doy un mordisco.

 Mmm, la verdad es que están para chuparse los dedos.

Lo miro sonriente y le meto en la boca el trozo que ha sobrado. Lo mastica, sonríe y nos damos un beso. Un beso de tomate. Nos reímos al notar ese sabor. Me dejo caer sobre la almohada y él se echa encima de mí. Me besa con pasión. Luego se incorpora y me mira a los ojos. Sonríe. Da la impresión de que quiere decirme algo, pero permanece en silencio.

A mí también me gustaría decir algo: «Massi, ¡has de saber que jugaréis con la camiseta azul oscuro!»

Pero no puedo. Me descubriría. De forma que lo estrecho entre mis brazos y me siento enormemente feliz de haber leído ese mensaje. Juro que jamás volveré a abrir uno, ¡lo juro, lo juro, lo juro! A menos que me lo pida él, claro está.

 ¿Qué te pasa, Caro, por qué sonríes así?

Pobre, no tiene ni idea, claro.

 Pensaba que ésta es la tarde más bonita de mi vida.

 ¿En serio?

Me mira entornando un poco los ojos, como si no acabase de fiarse de mí.

 Por supuesto, te lo juro.

 No sé por qué, pero siempre tengo la impresión de que me estás contando alguna mentira

 Ya te lo he dicho Siempre te digo la verdad, ¡salvo en contadas excepciones!

Y, más contenta que unas pascuas, doy un bocado a la pizza que Massi estaba a punto de comerse.

He ido montones de veces a su casa durante el mes de junio. De vez en cuando le llevo bocadillos, pastelitos, croquetas, incluso calzones Todas las cosas ricas que se pueden comer en Roma.

Hemos contemplado el atardecer desde la ventana de su habitación. Me he aprendido de memoria cada centímetro de su maravillosa espalda, y si fuese capaz de dibujar me bastaría cerrar los ojos para verlo frente a mí y copiarlo en una hoja de papel hasta en los más mínimos detalles: sus manos, sus dedos, su boca, su nariz, sus ojos, tan guapo como sólo yo consigo verlo, yo, que conozco su respiración, que lo he sentido quedarse dormido entre mis brazos y despertarse al cabo de un rato con una sonrisa en los labios.

 ¿Eh? ¿Quién es?

 Chsss

Y mimarlo como al más dulce de los niños. Y oírlo reír mientras me muerde el pezón y simula que mama, él, que de nuevo se queda dormido, sereno, respirando todo mi amor.

Durante los días que hemos pasado en su casa de vez en cuando ha recibido algún mensaje, pero yo, tal y como me prometí a mí misma, no los he leído.

Bueno, no es cierto. Los he leído todos. Cada vez que llegaba uno lo leía si estaba sola, y en cada ocasión al principio el corazón me daba un vuelco, y después sonreía.

El último mensaje fue el que acabó de convencerme: «¿Por qué has dejado de venir a los entrenamientos? ¿Te has enamorado?»

Sí, después de leerlo he sonreído y he tomado mi decisión.

Haré el amor con él, y por ese motivo me siento la chica más feliz de este mundo.

Julio

¿Héctor o Aquiles? Aquiles.

¿El patoDonald o Mickey Mouse? Mickey Mouse.

¿Luz u oscuridad? Depende del momento.

¿De qué color son las paredes de tu habitación? Azul claro.

¿Qué has colgado en las paredes de tu habitación? El póster del concierto de Biagio en Venecia, pese a que mi madre no sabe que fui; el calendario con las fotografías que hizo el abuelo; el póster de Finley y de Tokio Hotel, y un marco grande con mis fotos.

¿Bajo la cama? Espero que no haya un monstruo.

¿Qué te gustaría ser de mayor? Mayor.

Julio. Mes de playa. Circulamos arriba y abajo con los coches como locas. A Alis y a Clod les pirra la playa.

Por suerte, los exámenes nos han ido bien a las tres.

Si pienso en lo preocupada que estaba, por ejemplo, por las redacciones Al final los títulos eran: «Escribe una carta, un artículo o una página de diario describiendo los años que has pasado en el colegio y las expectativas que tienes para el futuro», «Habla de un problema de actualidad que te parezca urgente resolver», «Escribe un informe sobre un tema que hayas estudiado y que te haya interesado particularmente». Elegí el primero, e hice bien. ¡Me pusieron un sobresaliente! Jamás había recibido uno durante el año en las redacciones; vamos a ver, siempre estuve por encima del suficiente y en una ocasión me pusieron un bien, pero sobresaliente jamás. En matemáticas tuvimos que resolver un problema sobre un prisma cuadrangular regular que tenia superpuesta una pirámide, además de resolver varios cálculos de áreas y de perímetros y, por último, cuatro ecuaciones. Además, las traducciones, de inglés y el test de comprensión. También el examen oral del final me salió bien, en realidad sólo me preguntaron sobre la tesina.

¡El profe Leone nos felicitó a las tres!

 Muy bien, chicas, la verdad es que no me lo esperaba

Nos miramos. Al terminar el tercer año de secundaria tienes la impresión de haber puesto punto final a una etapa de tu vida, como si hubiese concluido un ciclo, y luego te marchas así, sin más.

 ¡Adiós, profe!

Alis y Clod están charlando alegremente. A mí me resulta difícil pensar en otra cosa distinta de cómo será mi vida a partir de ahora.

Caminan delante de mí. Las miro y sonrío. Clod, con sus pantalones anchos algo bajos de cintura, el pelo recogido como suele tener por costumbre, la mochila que le pesa sobre los hombros y agitando las manos para ayudarse en su explicación.

 ¿Lo has entendido, Alis? ¿No estás de acuerdo conmigo? Es importante, fundamental

Fundamental. ¡Menuda palabra! A saber de qué estarán hablando. Alis sacude la cabeza risueña.

 No, yo no lo veo así

Faltaría más. Alis y sus convicciones. Alis siempre rebelde, revolucionaria a más no poder. Alis y su pelo suelto, siempre con algo de marca y ropa nueva.

Les doy alcance y las abrazo por detrás. Alis está a mi izquierda, Clod a mi derecha.

 Venga, no riñáis, siempre estáis discutiendo.

Las estrecho.

 Es que tenemos una visión distinta de las cosas

Clod exhala un suspiro.

 Lo tuyo no es una visión, es el mundo a tu manera

Y como si pretendiese consolarse, saca unos caramelos de chocolate Toffee del bolsillo de sus pantalones y empieza a desenvolverlos.

Nada, no dan su brazo a torcer. Intento distraerlas.

 ¿Os dais cuenta de que hemos terminado el colegio? Quiero decir que hemos acabado un período de nuestras vidas, quizá no volvamos a vernos

Alis se suelta de mi abrazo y se para delante de mí.

 Eso no lo digas ni en broma Nosotras seguiremos viéndonos siempre. No debe haber ni escuela, ni chico ni nada que pueda separarnos.

 Sí, sí

Me asusta cuando se comporta de ese modo.

 No. -Me mira intensamente a los ojos-. Júramelo.

Exhalo un suspiro y acto seguido sonrío.

 Te lo juro.

Alis baja un poco los hombros, parece más tranquila. Luego mira a Clod.

 Tú también.

 Ah, menos mal Me habría molestado si no me lo hubieses preguntado también a mí. Te lo juro por Snoopy.

 De eso nada. Así no vale. «Te lo juro por Snoopy» es una pijada, y además ya está algo pasado

Alis le arrebata el paquete de caramelos de las manos y echa a correr riéndose.

 ¡No! ¡Te arrepentirás de haber hecho eso!

Clod la persigue para recuperarlo.

 «Te lo juro por Snoopy» es un juramento perfecto.

Alis sube a su coche y se encierra dentro.

 Venga, devuélvemelos

Alis saca un par, los desenvuelve y se los mete rápidamente en la boca. A continuación baja la ventanilla y le da los que sobran.

 Eh, el sábado quedamos en mi casa de campo. He mandado que preparasen la piscina. Será divertido, vendrán todos.

 ¿Todos, quiénes?

 Todos, todos los que cuentan ¡Y quienes vosotras queráis!

Arranca como suele hacer ella, acelerando y haciendo chirriar las ruedas. Un coche que aparece por el otro lado tiene que frenar en seco y le toca el claxon para protestar por su repentina salida.

 ¡He sacado un notable, mamá!

 ¡Muy bien! ¡Fantástico! Me alegro mucho por ti.

Me abraza, me estruja, me besuquea. Y no me molesta como me sucede en otras ocasiones. Estoy muy feliz.

 ¿Has oído, Darío? ¿Has visto qué bien le ha ido a Carolina?

Llega papá de la otra habitación con elCorriere dello Sport en las manos. Sonríe. Lo justo. Él es así. Jamás un derroche de efusiones.

 Bueno, en ese caso, podrás pasar unas vacaciones tranquilas No como tu hermana Alessandra.

Alza un poco el tono para que mi hermana lo oiga desde su habitación. Acto seguido, se va.

Mi madre sonríe arqueando las cejas.

 Ha suspendido dos: este verano tendrá que estudiar. Deberá llevarse los libros a cuestas. ¿Y tus amigas? ¿Cómo les ha ido a ellas?

 ¡Oh, bien! -Me siento a la mesa-, Clod ha sacado un suficiente

 Bueno, no es como para echar las campanas al vuelo

 Le da igual, lo que importa es que ha aprobado. Alis, en cambio, ha sacado sobresaliente.

 ¡Faltaría más, si se habrá pasado el curso haciéndoles la pelota a los profesores!

 ¡Pero qué dices, mamá! Siempre la miras con malos ojos, incluso cuando hace algo bueno

 Esa chica no me gusta. No me gusta su familia. Su madre nunca está en casa, su padre sólo llama para las fiestas

 ¿Y eso qué tiene que ver con sus notas? Si ella ha sabido responder correctamente y los exámenes le han ido bien, ¿por qué no debería sacar un sobresaliente?

 Bueno, supongo que me molesta que le haya ido mejor que a ti

 Ah, en ese caso -me acerco a la pila, donde está lavando la ensalada para la cena-, me parece bien.

Y la abrazo. Sonríe mientras me pego a su espalda.

 Nadie puede superar a mi hija

 Pero, mamá, si soy una nulidad en matemáticas

 Ya mejorarás Estoy segura de que mejorarás, ¿no?

Se vuelve hacia mí y me pellizca las mejillas con las manos mojadas.

 ¡Mamá, que me estás mojando!

Me aparto de ella y me encamino hacia la puerta, pero antes de salir me paro y le dedico una sonrisa preciosa, la más bonita que he esbozado en mi vida.

 El sábado celebramos una fiesta de fin de curso en Sutri, puedo ir, ¿verdad?

Mi madre se vuelve, irritada.

 ¡Me he enterado esta mañana, te lo juro!

 Sí, sí, te lo juro por Snoopy.

¡Caramba, también ella conoce la frasecita! Me encamino radiante hacia mi habitación, contenta porque esa respuesta es propia de ella, sí.

 ¡Holaaa!

 Eh, Caro, no te esperaba

Rusty James me sonríe al verme subir a la pasarela de su barcaza.

 He venido para darte una sorpresa.

 Bien -lo dice en un tono extraño.

Luego oigo ruidos en la cocina y de repente aparece ella.

 ¡Debbie! Qué bien, no sabía que estabas aquí

 ¡Hola! -Debbie coloca una bandeja sobre la mesa. Me precipito hacia ella y la abrazo.

 Cuánto tiempo hacía que no te veía Te ha crecido mucho el pelo, y estás morena

 Tú también estás muy guapa, Caro.

Rusty James abre los brazos,

 ¿Por qué no os dais los teléfonos? ¡Parecéis dos viejas amigas que no se han visto en mucho tiempo!

Debbie y yo nos miramos sonrientes.

 Pues sí, tienes razón. Iré a coger un vaso para ti.

Desaparece en la cocina.

Veo que Rusty James lleva un sobre en la mano.

 Muy bien, R. J., me alegro por ti

 ¿Por qué? -No quiere confiarse.

Sonrío y me siento a su lado.

 Me alegro y punto Ya sabes lo bien que me cae.

Cuando estoy a punto de añadir algo, vuelve Debbie.

 ¿Quieres el té helado al limón o al melocotón?

 Lo que haya

 He traído de las dos clases.

 En ese caso, melocotón.

 Bien, veo que todos tenemos los mismos gustos

Debbie sirve el té en los vasos. Cojo el mío y lo levanto.

 ¡Brindemos porque me han puesto un notable!

 ¡Eso es fantástico, me alegro por ti!

Debbie hace chocar su vaso con el mío mientras R. J. silba.

 Uff, menos mal, creía que te habían suspendido.

 Estúpido

 Bueno, que los debías repetir. ¿Acaso te diferencias en algo de Ale?

 ¡En todo! Y también de ti

 Sí, es cierto -responde, serio-. Nosotros dos somos muy distintos.

 ¡No! ¡Ni hablar! -Me abalanzo sobre él con todas mis fuerzas-. ¡Yo quiero parecerme en todo a ti!

 ¡Ay, Caro! -Me empuja a otro sillón-. Mira que Debbie es muy celosa, ¿eh?

 ¿Yo? -Debbie da un sorbo a su té-. De eso nada Yo creo que lo estás haciendo adrede Abre de una vez esa carta

Rusty James coge la carta que llevaba antes en la mano. La mira, le da vueltas, le echa un vistazo a contraluz. Debbie se impacienta.

 Ábrela, venga Lleva haciendo eso desde esta mañana.

 Pero ¿qué es?

Rusty James me mira.

 Es una carta de una editorial. Deben de haber leído mi novela.

 ¿Y te escriben?

 Sí, para decirme si les ha gustado o no,

 ¿Quieres que la abra yo?

 No. Quiero disfrutar del momento en que lo haga. Ya está. -Mira el reloj-. Son las siete y cuarto, el atardecer es maravilloso y me acompañan dos mujeres preciosas.

Le sonrío.

 Y un magnífico té al melocotón

 Exacto.

A continuación se decide. Exhala un hondo suspiro y la abre con decisión, poco menos que desgarrando el papel. Saca el folio, lo desdobla, lo aplana y empieza a leer.

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