De improviso, un hombre se apea y deja un asiento libre. Hago ademán de sentarme, pero entonces veo a una mujer tan anciana como mi abuela, aunque mucho más gorda, con varios paquetes en la mano. Está cansada. Me mira por un instante y yo le indico el sitio con la mano.
Por favor
Ella me lo agradece y se acomoda esbozando una sonrisa y alzando las piernas. Lleva unos calcetines de media que le llegan por debajo de la rodilla. Sólo se ven ahora que la falda se ha levantado, resopla, tiene las piernas cortas, por lo que debe echar el culo hacia atrás y apoyarse en un codo para alcanzar el respaldo. Acto seguido levanta todos los paquetes para colocárselos sobre las piernas y, por fin, parece sentirse cómoda. Exhala un hondo suspiro, satisfecha de haberlo conseguido a pesar de sus dificultades.
Y yo miro afuera, a los chicos que pasan, a la tarde que va tocando a su fin. Massimiliano Eso es, ya tengo el mensaje: «Massi, eres lo máximo.» Chica superbanal.
¿Qué hora es? Miro el reloj, las ocho y diez. Qué lata. Mis padres estarán a punto de sentarse a la mesa y yo llegaré tarde. Alguien a mi espalda se inclina y toca el timbre. Se enciende la señal de la próxima parada. Ahí está. El autobús se detiene. Alguien me golpea para bajar. De nuevo. Me empuja contra la barra de la puerta. Otra persona se apoya en mí, esta vez durante más tiempo. No consiguen apearse. Un último empellón y salen. Los veo bajar de un salto del autobús. Son dos chicos. Tienen el pelo corto. Parecen extranjeros, quizá sean rumanos. Uno da una palmada al otro en la espalda y éste asiente con la cabeza y los dos se vuelven hacia mí sonriendo. El autobús arranca. Se escabullen corriendo. Me entretengo mirando por la ventanilla las últimas tiendas que están cerrando, las dependientas cansadas que bajan las persianas metálicas, una sube a un coche. Alguien cruza rápidamente la calle, una mujer se ríe mientras organiza su velada hablando por teléfono y un señor espera en medio de la acera, irritado por el retraso de alguien. Me apeo del autobús y me apresuro en llegar a casa. No me paro ni siquiera un segundo. Corro, corro, calle, plaza, derecha, izquierda, miro, cruzo, verja abierta. Bien. Llamo para que me abran el segundo portón.
¿Quién es?
¡Soy yo!
Abren de inmediato. Y subo por la escalera, primero, segundoy cuarto piso. Superaría incluso a una atleta de las más premiadas. La puerta está abierta, la cierro a mis espaldas.
Aquí estoy. ¡Ya he llegado!
Lávate las manos y ven a sentarte a la mesa.
Veo pasar a mi madre con una fuente de pasta humeante. La deposita en medio de la mesa tratando de que no se menee, pero no lo consigue.
Alessandra está ya con ellos, R.J. no. Papá se sirve el primero. Voy a lavarme las manos. Y antes de pulsar el tapón para que salga el jabón me viene a la mente una cosa. Ya tengo la idea. Por fin la he encontrado. Me toco los vaqueros. Nada. ¿Cómo es posible? Me toco el otro bolsillo, luego los de delante. De nuevo. Nada, nada, nada. Y, sin embargo, lo puse ahí. Corro a mi dormitorio y abro el bolso. Nada. Sólo tengo el CD, las llaves, una gorra y algo de maquillaje, eso es todo. No me lo puedo creer. No, no. No es posible. Me encamino a la cocina. Rusty James acaba de llegar.
Os dije que llegaría tarde.
Sí, tú siempre haces lo que te da la gana. Ni siquiera nos has avisado A fin de cuentas estamos aquí para servirte, ¿verdad? Esto parece un hotel.
No me lo puedo creer. No me puedo creer, siempre el mismo sermón, incluso las mismas frases.
¿Verdad que te lo dije, mamá?
R. J. mira a mi madre. Ella le sonríe y baja la mirada.
Sí-lo dice en voz baja mientras coge un plato de la mesa, simulando que tiene algo que hacer. Mi madre es incapaz, de mentir.
¡Por supuesto! Tú siempre encubriéndolo. ¡Faltaría más! ¡Sólo que yo ya estoy harto! ¿Lo entiendes? ¡¡Harto!!
Papá, ¿podrías gritar un poco más bajo? -Mi hermana Alessandra. Siempre igual. ¿Cómo se puede gritar más bajo? O se grita o no se grita, ¿no?
Estoy en mi casa y grito lo que me da la gana, ¿está claro?
Rusty James se levanta de la mesa.
Ya no tengo hambre.
De eso nada, tú no te mueves de aquí.
Papá se levanta de la mesa y prueba a aferrarlo por el suéter, pero R. J. es más rápido, se lo quita y escapa, casi resbala sobre la alfombra del salón, pero después se recupera en la curva, esquiva una silla y en un visto y no visto cierra la puerta a sus espaldas.
Alessandra empieza a comer en silencio, mi padre se enoja con mi madre.
Muy bien, pero que muy bien Supongo que estarás contenta. Felicidades Se está educando de maravilla.
Mi madre trata de aplacarlo sirviéndole algo en el plato. Mi padre se pone a comer sin dejar de farfullar, pero ya no se entiende nada de lo que dice, las palabras se pierden entre un bocado y otro, sólo se oyen fragmentos de frases.
Claro, era de suponer Por supuesto, porque aquí el imbécil soy yo
En mi opinión, sólo se entiende lo que él realmente quiere que se entienda. Aparto la silla y me siento también. No me atrevo a decirlo.
Mi madre me sonríe. Y me sirve. Mmm. Qué rico, qué bien huele. Ha preparadotagliatelle con tomate y el aroma es muy dulce. Respiro profundamente y hago acopio de valor.
He perdido el móvil.
Todos dejan de comer al mismo tiempo y me miran. Mi padre deja caer el tenedor en el plato y extiende los brazos.
Claro, claro, a ella también le importa un comino. ¡A saber dónde lo habrá dejado!
Mi madre me coge la mano.
¿Era el que te regalamos para tu cumpleaños, cariño?
Alessandra nunca puede quedarse callada.
Sí, mamá, era ese. El Nokia 6500 Slide, el que cuesta trescientos setenta euros -lo dice esbozando una sonrisa que no puede ser más falsa-. Sí, el que es más pequeño que el tuyo.
Alessandra se encoge de hombros.
Claro -mi padre empieza de nuevo a comer-, qué más da, a fin de cuentas el que paga soy yo. Como si el dinero lo cogiese de los árboles.
A pesar de que en nuestro barrio, por desgracia, no hay muchos árboles, la imagen se me antoja, de todas formas, adecuada. Mi madre me aprieta la mano.
Tal vez si piensas un poco en dónde has estado, la vuelta que has dado
En un instante recuerdo toda la tarde y caigo en la cuenta de que la última vez que cogí el móvil estaba con Massimo, cuando ¡cuando copié su número! ¡Es cierto! Ahí lo tenía. ¿Y ahora? ¿Qué hago ahora? Ya no lo tengo. No puedo llamarlo. Y veo pasar al ralentí la escena. Él, que sonríe «No quiero que me des el tuyo, te llamaría a todas horas. Búscame tú cuando tengas ganas de reírte como esta tarde.» Y cierro los ojos. No me reiré más. No me puedo reír. Y, por encima de todo, ¡no puedo llamarlo! La escena pasa por mi mente en un instante. Yo, que me meto el móvil en el bolsillo de los vaqueros como siempre y subo al autobús y, después, un detalle: la mano Una mano que se desliza en mi bolsillo. Y la gente que me empuja para apearse del autobús. ¡Me empujan adrede! Y acto seguido esos dos chicos, los dos extranjeros, la puerta del autobús que se cierra, su mirada, la palmada en la espalda, ellos que se vuelven y me sonríen.
¡Joder! ¡Ese tipo tiene mi móvil!
¡Carolina!
Mi madre se queta boquiabierta. Mi padre apoya de nuevo el tenedor en el plato.
Muy bien, muy bien, ¿has visto? ¿Qué te he dicho? Tú sigue así y verás cómo crecen estos chicos. Y luego te sorprendes cuando en el telediario dan esas noticias sobre hijos que matan a sus padres ¿De qué te asombras? ¿Eh? ¿De qué?
Sólo me faltaba eso. No lo soporto más. Me levanto y me encamino hacia mi habitación.
¿Y tú adónde vas? ¿Eh? ¿Adónde vas?
Tienes razón, papá. -Vuelvo sobre mis pasos y me siento-. ¿Puedo ir a mi habitación?
Cuando hayas acabado de comer.
Empiezo a engullir un bocado tras otro.
Come despacio. Despacio, debes comer despacio.
Alessandra, como no podía ser menos, se entromete.
Prima digestio fil in ore.
La fulmino con la mirada. Ella, en cambio, me sonríe. Bromista. En lugar de una hermana, me ha tocado en suerte una enemiga. Pero ¿por qué será tan gilipollas? Además, ni siquiera sé lo que significa la frasecita. ¡Que para hacer la digestión se necesita una hora!
Por fin me como el último bocado. Me limpio educadamente la boca con la servilleta
¿Puedo levantarme, por favor?
Mi padre ni siquiera me contesta, me hace un ademán con la mano como si quisiese decir «vete, vete». Y yo escapo y me encierro en mi dormitorio. Me tumbo sobre la cama.
Sé que no debería decirlo pero, a veces, cuando discuto en casa como hoy, pienso que Alis tiene mucha suerte. Y no porque sea una ricachona y viva en una megacasa, sino porque sus padres están separados. Si, lo sé. Es horrible que los padres de una estén separados, pero, uf, al menos ves a uno cada vez y no a los dos juntos. Por ejemplo, ¿cómo es posible que mi hermana pueda hacer lo que le venga en gana y que nadie le diga nunca nada? Anoche volvió a las tres. Y no había avisado. ¡A las tres, y eso que era martes! Y esta mañana tenía que ir a clase. Como no podía ser menos, tenía sueño y no se ha levantado. Le ha dicho a mi madre que le dolía la cabeza porque está constipada. ¡Pobrecita! Mientras me preparaba para salir, oía que parloteaban en la habitación. Mi madre le decía que no podía ser, que no podía dejar de ir al colegio sólo por haber llegado tarde la noche anterior. Y ella, mamá, perdona, ¿sabes?, ¿cómo podía saber que Ilenía iba a sentirse mal y que íbamos a tener que llevarla a urgencias? ¡Eso es! ¡El golpe de efecto! Cuando no lo consigue con las excusas normales, pasa a las barbaridades. Se pasa la vida inventando justificaciones para hacer lo que le viene en gana. ¡Y mi madre incluso la cree! Porque es demasiado buena. Eso me da mucha rabia, por mi madre Se mata trabajando todo el día, siempre está a disposición de todos, lista para decir una palabra conciliadora, para entender a los demás y, por si fuera poco, en casa se ocupa de infinidad de cosas, ¿y mi hermana qué hace? Le toma el pelo.
Sea como sea, y dejando a un lado a mi hermana, el problema es realmente serio. No me lo puedo creer, ¡tenía de todo en ese móvil! Música: Green Day, Mika, Linkin Park, Elisa, Vasco, The Fray y el guapo de Paolo Nutini Y luego un vídeo de Clod, Alis y yo durante la excursión del año pasado, las zambullidas del verano y, además, todos los mensajes. Incluso el de Lore del verano pasado Pero, por encima de todo, estaba el número de Massimiliano. Que acababa de copiar. Es decir, ¡que nada más grabarlo en el móvil, van y me lo roban! Intento recordar el número por un instante. El prefijo empezaba por 335; no, 338; mejor 334; no, era un 339; no, un 328; mejor un 347; no, no, era un 380. No, ¡eso es!, era un 393 Pero ¿por qué habrá tantas compañías telefónicas? ¿No era mejor una sola? ¿No? ¡¿Eh?! Cada vez que se puede ganar dinero con algo, todo el mundo se tira de cabeza Pero, en fin, ¿de qué sirve decirlo? Y, luego, ¿cómo era el número? Tenía varios 2, luego otro 2 y también algunos 8 Quizá un 7
De manera que cojo un folio y empiezo a escribir números y compongo todo tipo de soluciones. Parezco Russell Crowe en esa película, ¿cómo se titulaba? Ah, sí,Una mente maravillosa, en la que pegaba folios por todas partes y veía a unas personas que estaban siempre con él, ¡pero que en realidad no existían! Socorro, era un loco, un matemático chiflado ¿Acabaré yo como él? ¡Me recuerda también a ese juego al que Gibbo quería jugar siempre!
Gibbo es un queridísimo amigo mío que adora las matemáticas, en parte porque es la única materia en la que le va bien ¡Y le pirra jugar al Mastermind! Un juego en que debes adivinar cuatro números al azar y yo debo decir si entre los cuatro que he elegido yo y los cuatro que me dice él hay alguna coincidencia, es decir, si acierta algún número aunque no esté en el lugar adecuado, o si ha acertado tanto el número como la posición. En pocas palabras, ¡un buen quebradero de cabeza! Es evidente por qué después uno se vuelve loco y ve a otras personas a su lado, ¡porque son como a ti te gustaría ser!
Yo creo que las matemáticas sirven para comprobar si gastas demasiado; si puedes gastar más aún y, por encima de todo, ¡si puedes comprarte o no un móvil determinado! Y, en mi caso, a ver quién tiene ganas ahora de hacer cálculos Al contrario, mejor no hacerlos. Tengo que bloquear la tarjeta. Lo sé porque esto mismo le sucedió ya a mi madre y mi padre lo convirtió en un conflicto internacional, en el sentido de que con su teléfono, de contrato, podían llamar incluso al extranjero. En mi caso no pueden ir más allá de Florencia ¡Me quedaban cinco euros! ¡Acababa de grabar su número de móvil cuando me lo robaron! ¡Ahora entiendo lo que debo pensar de Massi: que el tipo trae mala suerte! O, peor aún, ¡que con él habría sufrido! Hubiera sido demasiado feliz, con lo cual me habría acabado trayendo mala suerte y no me habría hecho feliz. Eso me trae a la memoria dos nombres, pero ésa es también otra historia.
Me siento a mi escritorio, abro de inmediato mi Mac y entro en el Messenger. ¡Estaba segura! Sabía que estaría conectada. Escribo rápidamente y Alis me responde al instante.
«¿Todo ok? ¿Qué has hecho?»
«¡Drama y felicidad! -le contesto-. Por un lado, he conocido al hombre de mi vida. ¡Por otro, lo he perdido a él y al móvil!»
«Vaya, ¿te ha dado un beso y al mismo tiempo te ha birlado el móvil?»
«No me ha dado un beso.»
«Ah, ¿entonces sólo te ha mangado el móvil?»
«No ha sido él»
«Pero ¿quién es ese tipo?»
«Me ha puesto música»
En fin, que nos escribimos así durante un rato hasta que mi madre entra sin llamar antes a la puerta.
¡Carolina! ¿Aún estás despierta? ¡Mañana hay colegio!
Apago el ordenador al vuelo.
He mandado los deberes a Clod, el resumen de la película que nos han hecho ver esta mañana en la sala de proyecciones,La gran guerra de Monicelli, ésa en la que salen Sordi y Gassman, ella no tenía ganas de hacerlo ¡A mí, en cambio, me ha gustado mucho!
Salto sobre la cama y, con una única zambullida, me meto bajo las sábanas. Mi madre se acerca y me arropa.
Entiendo, pero así no aprende nada y, además, no veo por qué tenemos que pagar esas facturas de la luz a causa de su ignorancia, ¡la verdad es que no lo entiendo!
Estoy segura de que esa reflexión es de mi padre, traducida de manera más dulce y afable por mi madre. Que después, de hecho, me sonríe. Lo ha dicho por decir, el pensamiento no es suyo, salta a la vista. Luego me acaricia con esa dulzura que sólo puede venir de ella, que no me molesta y que me hace sentir amada y segura.
Que duermas bien, cariño
Y, mientras sonrío, me quedo dormida.
Ahora no recuerdo muy bien lo que he soñado, sólo sé que cuando me despierto por la mañana en un instante todo me resulta claro. Llego al colegio y la primera hora pasa volando, como si nada, en parte porque ese día no me preguntan en clase, ni tampoco a Clod, de modo que no tengo que soplarle las respuestas. Alis no ha venido, no he entendido muy bien por qué motivo, ¡Me lo podría haber dicho! Hablamos de todo anoche y no me dijo que no pensaba venir. Bah, no hay quien la entienda Mientras sigo absorta en mis reflexiones, suena la campana, fin de la primera hora Y aquí está. Alis entra en clase sonriendo, lleva una camisa de lino de varios colores con algún dibujo transparente, una falda larga y unas botas oscuras, blandas, de esas que se deslizan por el tobillo. Me mira y esboza una sonrisa. Más que mi mejor amiga, parece una modelo desfilando entre los pupitres.
Pero bueno, ¿cómo te has vestido?
Pasa junto a mi mesa.
Hoy quería hacerme un homenaje Lo necesitaba de verdad -Y me sonríe. Un poco triste, un poco melancólica, con esa mirada que está siempre velada por cierta carencia de amor. Quizá se deba a que sus padres viven separados, a que no tiene un hermano, a su hermana mayor, a la que echa de menos. Me lo dice a diario: «Tú sí que tienes muerte, en tu casa hay mucho amor»
Y yo le devuelvo la sonrisa y no consigo responderle, como mucho, «pues sí». No puedo contarle que mi padre está siempre enfadado con todo el mundo, que mi madre a veces está demasiado cansada como para bromear, que mi hermana, en cambio, me lleva la contraria y que el único al que quiero de verdad es a R. J., ¡que, por otra parte, nunca está en casa! Nos abrazamos y noto que trajina a mis espaldas Me aparto sorprendida.
Eh, ¿qué estás haciendo?
Nada. -Se ruboriza un poco, pero a continuación sonríe y vuelve a mostrar su alegría habitual-. ¡Me estaba quitando el reloj!
Y acto seguido se precipita hacia su pupitre, que está al fondo de la clase, justo en el momento en que entra el profe Leone.
Veamos, ¿podéis volver cada uno a vuestro sitio?
La clase se reorganiza lentamente y, poco a poco, todos regresan a sus asientos. El profe mira alrededor, así, para que nos preocupemos un poco, a continuación levanta del suelo una bolsa vieja, lisa y desgastada, la abre, saca un libro y empieza su explicación.
Vamos a ver, lo que os voy a contar puede pareceros un cuento chino, pero es historia, historia, ¿me entendéis? La historia de cómo una tierra se convirtió en un mito de libertad y de crueldad al mismo tiempo, de cómo el oro causó una fiebre generalizada y de cómo se llevó a cabo la famosa conquista del Oeste.
Y lo que nos cuenta el profe me gusta. Me subyuga incluso, y creo que es importante que ese hombre, Toro Sentado, del que nos está hablando, tuviese el valor de hacer todo lo que hizo. ¡Y que su nombre figure en la historia! Ahora está en los libros, hasta el punto de que nosotros, y todos los de antes y los que vendrán después, hablaremos de él.
¡No tuvo miedo! Tuvo el valor suficiente para proteger sus tierras
Apoyo la cara entre las manos con los codos bien asentados en el pupitre. El profe Leone me gusta mucho. Quiero decir, que me gusta cómo explica las cosas. Se nota que le apasiona lo que hace. No se aburre, podría ser un buen actor, sí, un actor de teatro, pese a que no puede decirse que yo haya visto tantos. Lo que más me gusta es que cuando retoma su relato lo hace siempre con una gran precisión, vuelve a empezar desde el punto justo en que lo ha dejado sin confundirse. Igual que en esa serie que me encantaba, «Perdidos», es decir, al inicio de cada episodio hacían un breve resumen y a continuación, seguían con la historia, jamás se te escapaba nada. No como mi madre, cuando yo era pequeña. Todas las noches me contaba un cuento para ayudarme a conciliar el sueño: el que más me gustaba era el de Brunella y Biondina. Pues bien, ella decía que estas dos niñas, un poco hadas, un poco brujas, habían existido de verdad, ¡Y a mí me cautivaba su historia! El problema era que cuando, algunos días más tarde, le preguntaba de nuevo por ella, bueno, siempre sucedía algo raro: «Pero, mamá, la que perdía las llaves de casa no era Brunella, sino Biondina», o «No, mamá, era a Biondina a quien invitaban a la fiesta del príncipe». En fin, que había hechos que no acababan de encajar. De forma que las posibilidades eran dos: o la historia de Brunella y de Biondina se la había inventado mi madre, y cuando las cosas no son reales uno puede confundirse fácilmente, o era todo cierto y mi madre no tenía, lo que se dice, una gran memoria. Una cosa era cierta: fuera como fuese, la culpa la tenía mi madre. Sólo que cuando se lo decía ella esbozaba una sonrisa y me acariciaba la mejilla y tenía siempre la contestación a punto: «Ah, ¿no era así? En ese caso, lo pensaré Y ahora, a dormir, que Morfeo te espera para abrazarte.» Y me tapaba con la sábana y me la alisaba bajo la barbilla. Yo la miraba mientras abandonaba la habitación con una única duda en la cabeza: ¿cómo será ese tal Morfeo? ¿Seguro que es un tipo como Dios manda? ¿Qué sueño me pondrá esta noche? Como si se tratara de DVD que introducía en mi lector. ¿Y si me pone una pesadilla? En ese caso, no debe de ser una buena persona.
En un instante vuelvo a la realidad. Justo mientras el profe Leone sigue con su historia sobre el Oeste oigo el timbre de un móvil Dios mío, ¿quién será el idiota que ha olvidado apagarlo? O, al menos, de ponerlo en modo silencio o vibración. Dejarlo encendido e incluso con el timbre eso sí que no, ¿eh? De eso nada. Qué extraño. Ese timbre era el mío. A propósito, en cuanto salga tengo que ir a una tienda de teléfonos para que me den la nueva tarjeta SIM. Nada. El teléfono sigue sonando.
¡Ya está bien! -El profe golpea la mesa con el puño cerrado-. ¿Queréis apagar ese teléfono?
Todos se vuelven hacia mí. Y me escrutan. Sííí Si fuese el mío Me lo robaron ayer. Lo raro es que el sonido procede de mi pupitre. Y continúa. Miro debajo. Nada. ¿No será que se le ha caído a alguien y que ha ido a parar justo debajo de mi mesa? Bah Nada, sigue sonando.
¡Ya está bien! ¡¿Carolina?! ¡Bolla! -Me llama por mi apellido. Se está enfadando de verdad.
Pero, profe, yo
Y justo cuando estoy a punto de decirlo caigo en la cuenta. Miro dentro de la bolsa, la que antes tenía sobre la mesa, a mis espaldas, justo cuando Alis me abrazo, cuando se estaba quitando el reloj Y de repente lo veo. Ahí está. ¡El Nokia 6500 Slide! ¡No me lo puedo creer! Entonces ¿Lo había dejado en la bolsa? Cuando lo cojo entiendo lo que ha pasado en un abrir y cerrar de ojos. ¡Todavía tiene la película de plástico sobre la pantalla! ¡ Es nuevo! ¡Me lo ha comprado ella, Alis! Me vuelvo y veo que me sonríe. Apaga el móvil que tiene sobre las piernas y se lo mete en el bolsillo. Y luego vuelve a adoptar una postura normal, como si nada hubiera pasado. Yo cabeceo mientras la miro, ella me sonríe. A continuación me vuelvo hacia él.
Disculpe, profe, había olvidado que lo había dejado encendido, era mi madre Al final me ha mandado un mensaje No puede pasar a recogerme por el colegio.
El profe Leone abre los brazos y se encoge de hombros.
Pero si vives a tres manzanas de aquí
Sí, pero tenían que ir a casa de mi abuela porque como luego se van, mi madre me pidió que la acompañase y, dado que todavía no saben qué hacer porque mi abuelo no quiere ir con ella, querría verla y entonces
Vale, vale. Está bien, está bien, basta.El profe Leone se rinde-. De lo contrario, al final tendré que hablar de un libro nuevo, un libro escrito a propósito para esta clase,¡La odisea de Carolina!
Todos rompen a reír, celebrando extrañamente la ocurrencia del profe Claro, este año tenemos el examen! ¡¿A ver quién es el guapo que piensa que no es conveniente reírse de todas las estupideces que diga?!
Pongo el móvil en silencio y simulo escuchar la explicación. En realidad me importa un comino lo que sucede en ese momento en el Oeste, porque, a fin de cuentas, lo pasado pasado está, esto es, ¡ya está escrito! De manera que quito la película de la pantalla escondiéndome detrás de Pratesi, que está bien oronda. Nada que ver con Clod, desde luego, ¡pero es en todo caso una discreta cobertura!
Lo examino con detenimiento. No me lo puedo creer, ha comprado el mismo que tenía, ¡y lo ha programado justo con la misma melodía de antes! ¡Alis es superenrollada! ¿Dónde encuentro yo a otra como ella? Es un cielo. Quiero decir que nunca se jacta de nada. Necesita afecto, eso sí, y lo demuestra exigiendo mil atenciones en todo momento, pero lo hace a su manera, sin exagerar. Y, además, trata de pensar también en ti, y lo hace como si fuese la cosa más sencilla y natural del mundo, para después acabar en ese gran cesto donde todo se confunde y en el que lo mío es también tuyo. Ese cesto se llama amistad. Oh, sé que cuando digo estas cosas soy un poco ¿patética? ¡Pero es que la sorpresa del móvil me ha emocionado! ¿Qué puedo hacer? Os lo juro, estoy tan emocionada que parezco estúpida, y eso que emocionarse no tiene nada de malo. Lo sé. ¡Alguien que se emociona no debe ser a la fuerza estúpido! Al contrario Es más estúpido el que no se emociona cuando le ocurren estas cosas. Bueno, creo que me estoy embarullando con este tema, pero lo más absurdo es que, de improviso, me llega un mensaje: «¡Vaya ridículo has hecho con el profe!»
Es Clod, que, como no podía ser menos, no se ha enterado de nada. Aunque la verdad es que a ella no le dije anoche que me habían robado el teléfono, pero si ahora me ha escrito En ese caso, ¡en ese caso dentro debe de estar también mi tarjeta! ¡Sí, es mi número! Alis es increíble. No logro entender cómo lo ha conseguido. No es fácil obtener la tarjeta, no digamos la de otra persona, ¡imposible! Pero en el recreo me lo explica todo. Apenas bajamos al patio, me abalanzo sobre ella.
¡Gracias! ¡Gracias! ¡Eres una tía genial! ¿Cómo lo has hecho? ¿Cómo has logrado hacerte con la tarjeta SIM de mi número?
Fui a Telefonissimo, al que está debajo de mi casa, le di mi documento de identidad y le expliqué tu historia, el robo del móvil y todo lo demás
¿Y ellos?
Me creyeron.
¿En serio?
¡Claro! Fueron muy comprensivos, basta con tener una madre como la mía.
Ya
Pensad que la madre de Alis se pasa casi todo el día cambiándose de ropa porque debe ir siempre a la moda, compite con sus amigas y quiere siempre y de inmediato lo mejor de cada cosa, ¡incluso en cuestión de hijos debe superar a todo el mundo! Y ese hecho pesa muchísimo sobre Alis. Su madre, en lugar de darle los buenos días, la saluda así: «¿Sabes que la hija de Ambretta, Valentina, ha hecho esto y esto otro? ¿Y sabes que la hija de Eliana, Francesca, ha hecho esto y esto otro? ¡E imagínate que la hija de Virginia. Stefania, ha hecho esto y esto otro!» Sin embargo, todavía no ha entendido que es precisamente por eso que Alis, al final, siempre hace esto ¡y aquello! Alis sonríe y se encoge de hombros.
En fin, comprendieron perfectamente que si no me daban tu nueva S1M no compraría el Nokia 6500
Por un instante me ruborizo. Recuerdo muy bien el precio de ese móvil. Mis padres ahorraron para poder comprármelo e incluso llevaron mi viejo Nokia 90 a un centro de reciclaje. Bueno, de una manera o de otra, ahora lo tengo de nuevo y, eufórica por haber recuperado el Nokia, le cuento a Clod y a Alis toda la historia de Massi, el CD que me regaló, el paseo, el helado y todo lo demás.
En fin, creo, sí, estoy casi segura, sí, yo ¡me he enamorado!
¿Y Lorenzo?
Pero ¿por qué me cortas el rollo de esa manera? Además, ¡a saber si vuelvo a ver a Massi! Debería hacer miles de intentos con igual número de prefijos para encontrar su número
¡Eso supone casi noventa millones de combinaciones!
¡Gibbo! ¡Lo has oído todo!
Claro
Es mi amigo el matemático. Le encanta la películaEl indomable Will Hunting, que ha visto ya por lo menos diez veces. De cuando en cuando nos invita a su casa y nos la pone de nuevo mientras nos explica que todo está relacionado con las matemáticas, incluso el amor, pero no como cálculo, sino como dimensión. Jamás he entendido qué quiere decir.
Eh, hola chicos.
Se acerca el ridículo de Filidoro. ¿Os dais cuenta del nombre que le pusieron sus padres? Filidoro. Parece uno de esos viejos dibujos animados. No obstante, ahora se lo ha cambiado por Filo, que no está mal. Pero hacerle partir con ese hándicap, no, ¿eh? Es divertido, también Filo está siempre a la última, pero no como la madre de Alis: él sólo lo está en el terreno musical. Ama las notas.
Eh, ¿habéis oído ésta? Es la última de Jovanotti. Escuchad
Y te canturrea un fragmento al pie de la letra. Es realmente increíble. ¿Cómo consigue recordar todas las palabras? En el colegio, en cambio, tiene poquísima memoria.
Gibbo insiste.
Eh, ¿de qué estabais hablando antes?
¿Antes cuándo? -le responde Alis con altivez.
¡Hace un segundo! Del tipo del móvil que perdió Caro. Mira que lo he oído todo
Pero ¿qué dices? Te equivocas, aquí está mi móvil.
Y lo saco al vuelo del bolsillo. Jamás me había parecido tan oportuno y fundamental tenerlo.
¿Has visto como sueltas un montón de sandeces?
Puede
Gibbo no parece convencido, pero, por suerte, suena la campana y eso nos salva.
Bueno, chicos, nosotras nos vamos. Eh. Gibbo, ¿nos vemos esta noche en tu casa?
Sí
¿Por qué no venís?
Sí, claro -Y a continuación, todas a coro-: ¡A verEl indomable Will Hunting!