¡Muy bien! ¡Campeón!
Pero acto seguido todo vuelve a quedar envuelto en el silencio de la escalera. En esa tarde invernal, a un paso de esa lluvia sutil que cae un poco más allá, donde ha ido a parar esa pequeña pelota de fútbol improvisada. De manera que nos miramos en silencio. Ricky se quita la gorra. Juega con ella entre las manos, ligeramente avergonzado, ahora sí. Mira hacia abajo, se mira las manos, a continuación de nuevo mis ojos. Y yo hago lo mismo. Acto seguido se acerca, su cabeza se ladea hacia mí Como si Como si Sí, me quiere besar. Yo también me aproximo a él. Justo hoy, el primer beso. San Valentín, la fiesta.
¡Qué monos! ¡Dos enamorados a punto de besarse!
Mi hermana, ¡qué idiota!
¡Sólo nos estábamos despidiendo!
Sí, sí En ese caso, daos prisa, porque mamá ha dicho que la comida ya está lista.
Por suerte, se va.
Nos miramos por un instante, cohibidos. Luego Ricky intenta resolver la situación.
¿Vienes esta noche?
¿Adónde?
A casa de Bretta, celebra una fiesta.
¡Ah, sí, es verdad! ¡Lo había olvidado por completo!
Después nos callamos y permanecemos así en la puerta, mirándonos en silencio.
¡A la mesa!
Mi hermana vuelve a pasar, y se ríe. Juro que la odio.
Bueno, adiós. Nos vemos esta noche.
Cierro la puerta.
Ricky sale corriendo, feliz, se pone la gorra. Y sonríe. Esta noche la vuelvo a ver. ¡Pero resulta que no está pensando en misino en Rossana! ¿Sabéis quién es? La madre de Bretta. Pues sí, eso fue lo que descubrí la noche de la fiesta. Y lo que hizo que mi mundo se hundiese. Una desilusión increíble. Más tarde comprendí que el mundo de los hombres no puede hundirse. Está hecho así.
Ahora os contaré lo que sucedió, qué era lo que estaba sucediendo desde hacía ya varias semanas sin que yo lo supiese. Recogí indicios, detalles, e incluso Bretta me contó algo. Pero jamás, repito jamás, habría creído que Riccardo, ese chico tan romántico y encantador que me había regalado el banco con los dos corazones enamorados, pudiese ir tan lejos.
Riccardo vive en un ático, en el último piso de nuestro edificio y, justo enfrente de él, está el edificio de Bretta, que en realidad se llama Gianfranco. De dónde salió Bretta es algo que nunca he llegado a entender. Pero ésa es otra historia. Y, si he de ser franca, demasiado difícil para mí. En cualquier caso, un día Riccardo estaba estudiando en su habitación. Era una de esas tardes aburridas donde no consigues que nada te entre en la cabeza. Estaba allí, anochecía y estudiaba sentado a la mesa que está frente a la ventana, todavía bien iluminada, por lo que no había encendido las luces de la mesa, cuando, de repente, en el edificio de enfrente, en el apartamento de Gianfranco, o sea, de Bretta, para que nadie se confunda, se enciende una luz. Es un instante, pero da la impresión de que está a punto de ocurrir algo. Esa habitación vacía, esa luz encendida, no entra nadie, la espera va creando un lento suspense. Y de repente Rossana entra en el cuarto. Está desnuda, completamente desnuda, no lleva nada puesto. Acaba de ducharse. Se seca el pelo frotándolo con una toalla. Riccardo no da crédito a sus ojos. Se levanta de la mesa y cierra la puerta de su dormitorio, pese a que no hay nadie en casa, con la única intención de sentirse más seguro. Y sigue mirándola.
Ella, Rossana, la madre de su amigo, no es especialmente guapa, pero tiene un pecho considerable. Y, además, no sé, el hecho de, sí, en fin, de espiarla en alguna forma, bueno, eso lo excita aún más. Rossana arroja la toalla sobre la cama y desaparece al salir de la habitación.
Riccardo espera que regrese sentado a la mesa. Pasan varios segundos, minutos, pero su deseo permanece intacto. De manera que, al cabo de un rato, no puede contenerse más y se le ocurre una idea. Va al dormitorio de su madre, todavía no tiene móvil, pero sabe que en el teléfono fijo de casa de Bretta no pueden ver quién efectúa la llamada, de modo que teclea el número. A continuación corre de nuevo a la mesa de su habitación y se sienta, jadeante y aún más excitado. Segundos después vuelve a ver a Rossana entrando en la habitación. Todavía está desnuda, aunque tiene el pelo un poco más seco. Se precipita hacia el teléfono, levanta el auricular pero, como no podía ser de otro modo, al otro lado de la línea no hay nadie.
¿Dígame? ¿Dígame?
Riccardo sonríe, a continuación cuelga el teléfono sin dejar de mirarla mientras ella sacude la cabeza, desnuda. Se alborota el pelo y abre el armario sin saber qué ponerse. Se queda ahí, su cuerpo aparece de cuando en cuando, desnudo y rosado, por la puerta entornada. Se ve su espalda que huele a lo lejos a gel de baño y a crema. Y esa toalla húmeda y tirada sobre la cama, y esa sensualidad que sale por la ventana entreabierta. Rossana abandona la habitación. Riccardo vuelve a teclear el número. Y ella entra de nuevo como antes. Se acerca al teléfono. Riccardo está otra vez en su puesto, junto a su mesa, contemplándola mientras responde, todavía desnuda.
¿Dígame? ¿Dígame? -Rossana espera un segundo mirando el auricular mudo-. ¿Con quién hablo?
Luego se vuelve hacia él con el pecho desnudo, prominente, aún más prominente a la luz de esa habitación. Riccardo sonríe en la penumbra, en el silencio de su dormitorio sólo se oye el ruido de una cremallera que se abre, la de sus pantalones. A continuación, un suspiro excitado que se pierde entre sus movimientos y los de la mujer que tiene enfrente. Ella se inclina, se pone con parsimonia las bragas que ha sacado de un cajón del armario demasiado bajo para no ser, si cabe, aún más excitante. Y la historia se prolonga durante varias semanas, cuando Riccardo se queda solo en casa.
A Rossana le gusta darse una ducha al final del día, y no le preocupa deambular desnuda por la casa. Está sola a menudo y a menudo se ve obligada a responder a ese teléfono mudo. Por su parte, Riccardo está siempre ahí, en la penumbra de su habitación, mirándola. Sonríe. Imagina que está en casa de ella, en la habitación de al lado. Sentado en esa cama. Si ella se aleja y se enciende la luz del salón o del baño, Riccardo teclea su número de teléfono para hacerla regresar al dormitorio, para poder admirarla en su completa desnudez. Ella, tan abundante, tan plena, con ese pecho a decir poco generoso. Y todo parece proceder de forma casi perfecta, rayana en el aburrimiento. Hasta esa noche.
14 de febrero, San Valentín, la fiesta de los enamorados. Y también el cumpleaños de Bretta.
¡Hola! ¡Hola! ¿Cómo estás?
Se besan uno detrás de otro, la pandilla de chicos y chicas que entran en casa de Bretta. Están Anto, Simo, Lucia y todas las chicas y los chicos de los dos edificios. Bretta los ha invitado a todos. Riccardo ha acudido también y saluda educadamente a Rossana, la madre de Bretta.
Buenas noches, señora
Hola, Riccardo, ¿cómo estás?
Bien, gracias, ¿y usted?
Y se sonríen, muy educados en sus respectivos papeles. Riccardo la mira mientras se aleja embutida en un vestido largo, la observa avanzar lentamente entre los invitados. La madre de Bretta saluda a los demás y. si bien su caftán es oscuro, Riccardo puede entrever esas curvas que conoce tan bien. A saber si se habrá puesto el sujetador de encaje burdeos o el otro, el negro transparente Pero de repente alguien lo rapta o, mejor dicho, lo devuelve a la realidad.
¿Nos sentamos juntos, Ricky?
Lo miro risueña pensando todavía en el banco con los dos corazones que me ha regalado, en el bombón que nos hemos comido juntos, en ese silencio embarazoso pero a la vez tan romántico ¡Y también en mi hermana, que es una auténtica gilipollas!
¡Claro! Vamos, sentémonos en seguida juntos, antes de que los demás ocupen los asientos.
De manera que poco después nos encontramos sentados a la mesa. El resto del grupo llega en un abrir y cerrar de ojos, como si hubiésemos dado el pistoletazo de salida para la cena.
Venga, yo me siento aquí.
Yo presidiré la mesa.
No, aquí va María.
Y aquí Lucia.
Al final, después de algún que otro rifirrafe, acaban de sentarse todos. Cuento. Somos dieciocho. Y yo estoy exultante. Riccardo está a mi derecha. De repente, aparta el mantel.
Mira -me dice indicándome su bolsillo izquierdo.
Nooo, ¡qué encanto! Lleva la gorra azul que le he regalado. Con mis letras. Bueno, con las de mi madre, sólo que él no lo sabe. Le asoma por el bolsillo. Me sonríe, le aprieto la mano bajo el mantel y justo en ese momento llega la madre de Bretta.
Aquí os traigo la primera tanda de comida. A ver, he freído algunas cosas riquísimas: croquetas de arroz, carne y mozzarella, flores de calabaza Empezaremos con las aceitunas a la ascolana. Yo os serviré en los platos, ¿eh?
De manera que pasa por detrás de nosotros y sirve a cada uno su ración en el plato.
Aquí tienes, una aceituna para ti, otra para ti, otra para Lucia -Que está sentada casi al lado de Ríccardo, al que, extrañamente, se salta cuando le llega su turno-. Bien, ésta es para ti, Carolina. Ésta para ti y ésta para ti, Adele. -Y acaba la ronda.
Todos se comen su aceituna rellena. Yo sólo muerdo la mitad
¿Quieres un trozo?
La acerco a la boca de Riccardo, que, sin embargo, niega con la cabeza.
No, gracias, no me apetece.
De modo que me la acabo de un bocado, ¡Debe de haberle dicho que no le gustan! En ese preciso momento llega de nuevo Rossana con otra fuente.
¡Aquí están las croquetas de arroz con carne y mozzarella! -dice, e inicia una nueva ronda-. Una para ti, otra para ti -Las croquetas están calientes, las coge con una servilleta de la fuente para no quemarse y las va colocando en los platos que tenemos delante-. Ésta para ti, ésta para ti, Lucia Se salta una vez más a Riccardo-. ¡Y ésta para ti, Carolina!
En ese momento. Riccardo se vuelve hacia ella risueño.
Perdone, Rossana, pero es la segunda vez, bueno, que no me ha puesto nada en el plato.
Rossana se para y se vuelve hacia él esbozando una sonrisa.
¿Y? Ya hago unstriptease para ti todos los días, ¿no?
Riccardo se pone colorado como un tomate, los otros enmudecen y se miran sin acabar de comprender lo que quiere decir esa frase. Bretta y Stone, en cambio, se ríen y miran a Riccardo, a quien le gustaría desaparecer bajo la mesa en ese mismo momento. Sin embargo, la cena prosigue, él permanece en silencio, no habla con nadie y, claro está, no prueba bocado. El resto de la velada lo pasa en un rincón de la sala con una extraña sonrisa en los labios, mirándonos mientras nos entretenemos con un juego de preguntas sentados a la mesa. De vez en cuando me vuelvo, lo miro y le dedico una sonrisa para animarlo un poco, pero, al igual que los demás, tampoco sé muy bien qué decirle, si invitarlo a jugar con nosotros o no. Él me devuelve la sonrisa, aunque parece muy triste. Nosotros nos estamos dividendo un montón, mientras que él no ve la hora de que la velada concluya. A partir del día siguiente, Riccardo siempre tiene la persiana de la habitación donde estudia bajada. En casa de Bretta no han recibido más llamadas y, como no podía ser de otro modo, nuestralove story empezó y acabó ese 14 de febrero.
Regreso al presente. A verlos jugar todavía en el patio. ¡Como si el tiempo no hubiese pasado! ¡Es más, consiguen meter un gol a Stone, y Ricky abraza a Bretta! Si uno espiase a mi madre de esa forma, le partiría la cara, jamás lo volvería a abrazar. A saber cómo lo descubrieron. Ésa es una de las cosas que nunca sabré. De manera que dejo a mis amigos en el patio. Quizá para siempre. Los añoraré un poco. Cómo nos divertíamos jugando por la tarde después de haber hecho los escasos deberes que nos ponían en el colegio. Nuestros pasatiempos preferidos eran el escondite inglés, la rayuela y la goma. Con la goma era muy buena; con la rayuela me las arreglaba; el escondite inglés, en cambio, me aburría. Lo que más me divertía era el escondite. Una vez conseguí llegar a casa pasando por el jardín de nuestros vecinos. Está lleno de plantas, de ortigas y de zarzas. Pero yo los atravesé todos, ¡ni que fuera Rambo! Y al final ¡salvé a todos mis compañeros! Fui el ídolo de la tarde. Quizá porque todos habían sido descubiertos y yo era la última que podía salvarlos, y eso fue lo que hice. ¿Y sabéis quien la llevaba? Riccardo. Todavía no sabía nada de esa historia. Y pensar que todas las noches escribía su nombre en mi diario Todavía no tenía móvil para esconderlo todo. Bueno A veces la vida te ofrece el modo de vengarte sin que tú lo sepas.
Toco el timbre. Todavía no me han dado las llaves. Antes de que me dé tiempo a entrar en casa, mi madre se abalanza sobre mí.
¿Se puede saber dónde has estado?
En el colegio. Tenía que consultar unas cosas con mis amigas.
¿Y por qué no me avisas? Me dejas una nota ¡Algo! ¿Será posible que siempre tenga que preocuparme por ti?
Veo que tiene las mejillas encendidas. Está fatigada, cansada. Sigue planchando después de toda una jornada de trabajo. «¡Estaba buscando a Massi, mamá!» Aunque quizá no me convenga decírselo.
Mamá, mira -Saco del bolsillo el móvil nuevo que me ha regalado Alis- ¡Lo he encontrado!
Bien, me alegro. -Exhala un suspiro. Sigue enojada, pero al final me abraza. Se inclina y me estrecha con fuerza. Luego se aparta y me mira a los ojos-. No me asustes. Me vuelvo loca cuando no sé dónde estás, Ya me preocupo bastante por tus hermanos -Me alborota el pelo- No empieces ahora tú.
En ese momento llega Ale. Le sonrío mientras se acerca.
He encontrado mi viejo móvil. Ten. -Me meto la mano en el bolsillo y cojo el nuevo que me ha regalado mi madre-. Éste es para ti
Y le doy el teléfono. Ale lo coge y lo mira. Después me escruta haciendo una mueca.
Ah, claro ¡Porque, según tú, a mi me corresponden las sobras!
Se da media vuelta y se aleja encogiéndose de hombros y resoplando, irritada. En cualquier caso, se ha quedado con el móvil nuevo, con las sobras, como ella dice.
El resto de la tarde transcurre tranquilo. Estudio serena en la cocina mientras mi madre cose. Repito de vez en cuando en voz alta y veo que ella sonríe cuando lo hago. Ha apagado la televisión que estaba mirando casi sin voz.
Así no te distraes
De repente siento vibrar el móvil. Lo saco del bolsillo a hurtadillas. Abro la carpetita de mensajes recibidos y lo veo. Es Alis. Echo una ojeada a mi madre. No se ha dado cuenta. Lo abro. ¡Nooo! ¡Es genial! «Hola, he conseguido que Celibassi os invite a las dos. Clod viene por su cuenta. ¿Te paso a recoger a las ocho y media?»
Le respondo sin pensarlo dos veces. ¡Perfecto! Con unsmile. Pero ahora a ver quién se lo dice a mi madre. Ella quiere que la avisemos con tres días de antelación por lo menos. Y, como si de repente se hubiese percatado de algo, mi madre se vuelve.
¿Te apetece cenar pasta con atún esta noche? A Alessandra también le gusta y, además, Giovanni no está. ¿Qué dices?
Esto, mamá. A propósito, quería decirte algo Sé que debería habértelo dicho antes, pero no lo sabía, mejor dicho, no es que no lo supiera, es que sólo lo esperaba porque no me habían invitado -En fin, que la enredo un poco, de manera que al final se ve casi obligada a decirme que sí, es más, casi se siente aliviada al hacerlo. Le digo que van todas, que asistirán incluso los profesores, que es importante para mi año académico, que decidiremos a qué instituto pensamos ir, que estarán todas mis amigas, y al final añado-: Pero si no quieres no voy, ¿eh? -que es lo mejor que puedo decir para que se derrumbe, y que, además, se trata de una fiesta elegante.
Insisto tanto que al final no le queda más remedio que dar su brazo a torcer.
Ve, por favor, ve. ¡Me alegro de que vayas!
Y yo no me hago de rogar. Tras haber simulado depresión y una ligera indecisión, me apropio por completo de mi pequeña victoria.
¡Gracias, mamá! -Me abalanzo sobre ella y la abrazo, la beso. Le aprieto con fuerza el cuello y le estampo un beso de amor sin ninguna dificultad-. ¡Te quiero mucho, mami, adióóóós!
Me precipito hacia mi dormitorio y empiezo a sacar cosas del armario. El top negro. Los vaqueros oscuros. Quizá vayan también los Ratas. Tengo que impresionar a Matteo, a Matt, como quiere que lo llamen. ¿Y Massi? ¿No piensas en Massi? Sí, es verdad. Pongo el CD y lo escucho y bailo mientras me arreglo. Elijo algo y me lo pongo, a fin de cuentas, nadie puede entrar en mi cuarto. ¡Zona libre! ¡Prohibida la entrada! En la puerta hay tres carteles más. No obstante, Ale hace caso omiso. Entra sin llamar.
Perdona, ¿podrías bajar el volumen? Estoy estudiando.
Ella es así. No dice nada más, se marcha, más antipática que nunca. Al final, me decido por tres cosas. Primero un pantalón nada escandaloso de Miss Sixty con el que me verá mi madre. Entonces Ale, a pesar de que he bajado el volumen, ha ido a la sala, así que me precipito hacia su habitación y encuentro de inmediato lo que buscaba. Lo absurdo es que mi hermana y yo tenemos la misma talla de cintura para abajo Por suerte, porque así puedo mangarle lo que quiero, justo como he hecho ahora En lo tocante a la parte de arriba, bueno, aún tiene que pasar algún tiempo. Pero eso no me preocupa, la naturaleza va siguiendo su curso. Vuelvo a mi dormitorio, cojo otras dos cosas, que, en mi opinión, me quedan ideales, y a continuación el maquillaje, si bien de momento sólo me pongo un poco de rímel. Lo meto todo en una pequeña bolsa y luego salgo sigilosamente al rellano y llamo el ascensor. Aquí está. Ha llegado. Entro de puntillas e introduzco la bolsa en el compartimento que hay en lo alto, bajo las bombillas. Acto seguido, ya más tranquila, vuelvo a entrar en casa. Pongo otra vez la canción de Massi. Es preciosa. Bailo por un instante con los ojos cerrados y sueño Acto seguido, vuelvo a abrirlos de golpe. Quizá no nos veamos nunca más, esa idea me destruye. Me echo en la cama, hojeo rápidamente el libro que estoy leyendo,Perdonadme por tener quince años, y releo la frase que tanto me impresionó ayer: «Te conozco mejor de lo que mucha gente conseguirá conocerte. Ellos acaban encasillados, interrumpen el flujo de sangre de sus corazones y sonríen como si fuese la cosa más natural del mundo.» Aunque, pensándolo bien, ahora no me convence tanto. En cambio, la que me impresionó fue ésta: «Y me estoy perdiendo a mí misma, me estoy perdiendo algo que ni siquiera logro encontrar. Quizá ése sea el problema. No logro encontrarlo. No consigo alcanzarlo. No consigo llegar.» Miro afuera. La noche que avanza. Las primeras estrellas empiezan a brillar. Qué poética soy Es que tengo ganas de enamorarme. Y justo en ese momento empieza de nuevo la canción del CD de Massi, ¡es el destino! Por si no bastase, vibra también el móvil en la mesa. Es Alis.
¿Bajas?
Five minutes -le respondo al vuelo.
Hoy me siento un pocoenglish.
¿Estoy bien así, mamá?
Me asomo guapa y tranquila a la cocina. Mi madre deja la aguja, el hilo y el calcetín que está remendando sobre la mesa. Luego me mira, me escruta de arriba abajo y esboza una sonrisa.
Sí.
Todo parece ir sobre ruedas.
¿Están ya abajo?
Sí.
Vale, ve y no vuelvas tarde. Lleva el móvil encendido y cerca de ti, y a las once te quiero en casa.
Le doy un beso apresurado en la mejilla y salgo corriendo antes de que llegue mi padre. Con él resultaría más arduo. Salgo al rellano y, justo en ese momento, sale también nuestro vecino de enfrente. Oh, no, eso sí que no. ¿Y ahora qué hago? Es un tipo simpático. Se llama Marco, trabaja en la televisión y debe de tener unos cuarenta años. Tengo que arriesgarme. Abro la puerta del ascensor y a continuación lo miro sonriente.
¿Qué hace?, ¿baja a pie para mantenerse en forma o coge el ascensor?
Marco me mira repentinamente perplejo y arquea las cejas.
¿Por qué? ¿Te parece que he engordado?
A mí me parece que varios kilos, pero si se lo digo puede que se ofenda. Es duro en esos casos. Hay que ser diplomático y yo, por desgracia, no siempre lo soy. O bromista. Eso me sale mejor.
¿Qué prefiere? ¿Una mentira o la cruda verdad?
Entiendo. -Me sonríe, pero tengo la impresión de que se ha mosqueado un poco-. ¡Bajaré a pie!
No ¡Estaba bromeando!
Pero no le doy tiempo a cambiar de idea. Entro en el ascensor, cierro las puertas y pulso el botón de la planta baja. Espero a que descienda un piso y lo detengo. Tengo escasos minutos para cambiarme. Vamos, de prisa. Bajo la bolsa, saco la ropa que hay dentro y me desnudo a toda velocidad. Me cambio los zapatos, los pantalones y la camiseta por el top, la falda corta y las botas. Recojo las cosas que hay en el suelo, me pongo un poco de rímel, de colorete y deeyeliner y con eso considero que estoy lista. En ese momento oigo que alguien golpea la puerta de la planta baja y grita.
¡Ascensor! ¡Ascensor!
Otras voces.
¿Qué pasa? ¿Se ha bloqueado?
Meto también en la bolsa el maquillaje y a continuación pulso el botón de la B. Me parece estar viviendo una de esas películas de acción tipo Misión imposible, sólo que yo no soy Tom Cruise y, sobre todo, no puedo cambiarme la cara como hace él. De modo que, cuando llego a la planta baja, se abre la puerta. Veo a Marco junto a la señora Volpini, la vecina del segundo piso.
Pero ¿qué ha pasado?
Eh -Sonrío ingenua, tratando de parecer lo más joven e infantil que puedo-. No lo sé, se ha parado
Pero Marco, que debe de tener buen ojo y una magnífica memoria, escruta antes el interior del ascensor para cerciorarse de que dentro no esté mi otro yo y, a continuación, cabecea.
Ahora entiendo por qué había engordado de repente.
Sí -Sonrío mientras me encamino hacia el portón-. ¿Ha visto? ¡Le ha bastado hacer un poco de ejercicio para perder esos kilos de más!
Y escapo corriendo. Luego me detengo y me surge una sospecha. ¿Y si fuera como pienso? ¿Se habrá dado cuenta? Creo que sí. A una madre no se le escapa nunca nada, ni siquiera de lejos. Abro el móvil y llamo de inmediato a casa. Responde Ale.
¿Me pasas a mamá?
¿Dónde estás?
Dile a mamá que se ponga.
No me responde. Baja el auricular y oigo cómo la llama mientras se aleja:
Mamá, al teléfono
Mantengo el móvil pegado a la oreja, me asomo un poco por el portón y la veo en el preciso momento en que desaparece de la ventana. ¡Sabía que estaría ahí! Era lo que esperaba, de modo que echo a correr hacia la verja. Mientras tanto, oigo su voz en mi móvil.
Sí, ¿quién es?
Soy yo.
Caro, ¿qué pasa? ¿Dónde estás?
Estoy ya en el coche con Alis.
¿Y por qué me llamas?
Quería decirte algo. Te quiero muchísimo, mamá.
Siento que sonríe al otro lado de la línea, más dulce y más maternal que nunca y, por un instante, me siento culpable.
¡Yo también! Pero no vuelvas tarde.
Por supuesto, mamá
Y cuelgo. Ya más serena, olvido el sentimiento de culpa y me meto en el coche de Alis con una única certeza:
Esta noche nos divertiremos a rabiar.
Alis parte como un rayo.
¡Claro! ¿Sabes quién viene?
Y empieza a soltar una retahíla interminable de nombres que apenas puedo recordar pasados unos minutos. Mientras habla, conduce a una velocidad increíble. Alis se ha convertido en un monstruo con su cochecito. Es genial, ha conseguido un Aixam de color marfil, ha tapizado el interior de rosa y en el capó ha hecho pintar dos grandes ojos rosas al estilo Hello Kitty. ¡E incluso ha instalado la conexión para su iPod! Así podemos escuchar nuestra música. Pongo en seguida una canción que me encanta:Stop! Dimentica, de Tiziano Ferro. Y bailo al ritmo de la música. Luego me asalta una duda.
Eh, pero ¿cómo lo hiciste?
¿A qué te refieres?
¿Cómo conseguiste que nos invitaran a Clod y a mí?
Oh, fue muy fácil. Les dije que estabais organizando una fiesta increíble en el Supper, ¿conoces ese local todo blanco donde es tan difícil entrar?
Pero si nosotras no estamos organizando nada
¿Y ella qué sabe?
¿Y si lo descubre?
¡Pues le decís que habéis cambiado de idea! ¿O acaso uno no puede cambiar de idea?
¡Estás loca!
Sí, como una cabra.
Y aparca con un viraje tan repentino que me lanza contra la puerta, ¡hasta el punto de que podría haber salido volando por la ventana si ésta no hubiese estado cerrada!
¡Eh, ya veo que has frenado!
Se echa a reír. Desenchufa el iPod y se lo mete en el bolsillo- Nos apeamos. Hay un montón de coches sin carnet: Chatenet, Aixam y Lieger. Los reconozco todos. Samantha, Simona. Elettra, Marina. Cuánto me gustaría tener uno. Dentro de poco cumpliré catorce años. Quién sabe si mis padres estarán pensando en regalármelo. Les he dado a entender de todas las formas posibles que me encantaría, ¡incluso me he quedado dormida varias veces con el catálogo de la Chatenet encima, abierto sobre la cara, como si fuese un periódico! No me importaría en absoluto que fuera usado, en caso de que quieran ahorrarse un poco de dinero. Mis padres trabajan mucho, y en casa no nadamos en la abundancia. Claro que yo tengo mi paga, voy a un buen colegio y no me puedo quejar. A mi hermana Ale le compraron la moto cuando tenía unos catorce años y medio. A Rusty James, a los quince, pero desde entonces no ha pedido nada más y se las ha arreglado solo inventándose mil trabajos, fiestas en locales o en bares, por ejemplo, para poder comprarse la moto que tiene ahora. Sin embargo, su sueño es tener un coche, siempre lo dice: «Me encantaría tener un viejo Mercedes Pagoda como el de Richard Gere enAmerican gigolo, me lo compraría azul celeste»
Yo no he visto esa película, ¡pero si mi hermano dice eso es porque ese coche debe de ser precioso!
Observo con más detenimiento los microcoches de mis amigos. Hay uno nuevo, es azul oscuro metalizado con unos números claros en las puertas de diferentes tamaños. Parece una extraña secuencia: uno de esos complicados acertijos como los deEl código Da Vinci. Madre mía, a saber de quién será.
¡Buenas noches!- Alis saluda al señor que está en la puerta con una lista en la mano-. Serení y Bolla.
El tipo comprueba nuestros apellidos en la lista y luego se aparta risueño para dejarnos entrar. ¡Menuda casa! Es esplendida. La entrada está en la curva de Parioli, un lugar del que ya había oído hablar, pero en el que nunca había estado.
¡Habéis llegado!
Clod se asoma desde un árbol que hay detrás de la curva, donde se ha escondido.
¿Que estabas haciendo ahí?
Adivina. Os estaba esperando.
Pero si hay media clase ahí dentro, podrías haber entrado.
Ohhh, qué pesada eres Me daba vergüenza, venga, entremos juntas.
Y eso hacemos. Nada más doblar la esquina, aparece ante nuestros ojos la casa en todo su esplendor. Parece una de esas viejas casonas que se ven en las fotografías del campo, sólo que por lo general se encuentran en la Toscana o en Umbría o, en cualquier caso, fuera de Roma, ¡pero ésta está en pleno centro! Y, además, la música suena a todo volumen.
¡Finleyl
Bajo el porche hay un disc-jockey que mueve la cabeza al ritmo de la música. Se muerde el labio, lleva una gorra con la visera al revés y nos saluda alzando la barbilla en dirección a nosotras.
¡Vamos! -Pone otra canción haciendoscratching-. ¡Ahí va!
Alis se separa del grupo y se une a las chicas que bailan junto al borde de la piscina, se quita al vuelo los zapatos y se queda descalza. La música es increíble. El tipo ha entendido que nos gusta y alza el volumen. Loswoofer de los altavoces retumban hasta alcanzar las estrellas. Alis va vestida de una manera ideal. Ahora me doy cuenta. Lleva un vestido de flecos, blanco, con muchos cordoncitos que se mueven a la vez. Abre el bolso que ha dejado allí cerca y saca una cinta, se la coloca alrededor de la frente y agita la mano hacia el cielo haciendo círculos. «Yujuuu», parece una chica salvaje a caballo. Siempre sucede lo mismo, ella, que por lo general es un ejemplo de corrección, se vuelve loca apenas oye un poco de música. Salta entre los demás, bailando alrededor de ellos.
¿Qué hacemos? ¿Vamos?
Miro a Clod esperando su respuesta.
No- ¡Me da vergüenza!
¿De qué? Venga, nos divertiremos, escucha qué música. -La aferró por un brazo y la arrastro-. ¡Vamos, ven!