Perdona Si Te Llamo Amor - Федерико Моччиа 10 стр.


 Huele, huele. -Paola se lo restriega sobre la cara.

Mauro lo aparta, mientras se rasca la nariz.

 ¡Ay, me haces estornudar, ya vale!

 Pero ¿lo has notado?

Mauro vuelve a acercárselo a la nariz, esta vez él solo, con tranquilidad. Paola sonríe.

 Le he echado un poco de mi Batik, así cuando te lo lleves a la cama pensarás en mí. ¿De qué te ríes? ¿Es que le he echado demasiado, Má?

Mauro sonríe y se lo mete en el bolsillo interior de la chaqueta.

 No no. Lo que pasa es que tengo tantas ganas de ti que este osito no me basta, cariño Tú eres mejor que él.

Mauro le da un beso con lengua, la aprieta contra sí, haciéndole notar que está excitado.

 En serio, tengo ganas. Vamos a tu garaje, al coche de tu padre

Paola se toca la parte baja del vientre.

 No puedo. Me ha venido hoy la regla, cuando estaba a punto de hacer la prueba. Por suerte allí tenían.

 ¿Quién las tenía?

 El anuncio que estoy haciendo es justamente de éstas. -Y saca de su bolso un paquete de veinticuatro compresas-. Debe de ser por la emoción, pero se me ha adelantado. ¡Mira qué suerte, me han regalado un paquete!

 Pero ¿qué estás diciendo? Estás de coña, ¿no? -Mauro se aparta de ella-. ¿Es en serio que tienes que hacer un anuncio de estas cosas? O sea, es como decirle a todo el mundo que tienes la regla.

Paola se sorprende.

 Perdona, pero ¿qué te pasa esta tarde? ¿Tienes ganas de discutir? ¡Es algo natural! No es nada vulgar, ¿qué hay de malo en ello? Todas las mujeres, todos los meses, las necesitamos. Lo normal es que los hombres se cabreen cuando dejan de ser necesarias, porque eso quiere decir que

 Ya lo he pillado, pero aun así, sigue pareciéndome una cosa poco fina.

Paola se le acerca y lo besa en el cuello.

 Estás demasiado nervioso. Venga, ven conmigo al rodaje, ya verás que no hay nada que pueda fastidiarte. Oye, ¿quieres que vayamos a comer una pizza? Invito yo.

 No. -Mauro se dirige hacia su ciclomotor-. Vamos, sí, pero invito yo.

 ¡Como quieras, yo sólo quería celebrar que me han elegido!

 Ya me has regalado el osito, ¿no?

 Está bien ¿Vamos al Paradiso? No está lejos, y siempre hay un montón de actores.

 Vale, vamos. -Mauro le pasa el casco, luego se pone el suyo. Paola se sienta detrás y coloca su enorme bolsa entre ella y la espalda de Mauro.

 Ah, Paolilla, ¿te imaginas que un día te haces famosa y la gente va al Paradiso a verte comer? -Mauro le sonríe, mirándola por el espejo retrovisor.

 Venga ya, te estás quedando conmigo.

 ¿Por qué? Lo digo en serio, todo puede pasar

Justo en ese momento llega una moto grande que se detiene a su lado. El motorista se levanta la visera del casco.

 Hola, Mauro. Señorita ¿qué hacéis?

Mauro sonríe.

 Vamos a comer una pizza.

 He ido a buscarte a tu casa, pero ya te habías ido. Necesito que me eches una mano.

 Gracias, pero ya te he dicho que no puedo.

 Cuando te decidas, házmelo saber. Cuando quieras, te regalo esta moto. Así, aunque vayas a comerte una simple pizza, tardarás menos. Y, sobre todo, tu novia irá más cómoda. Mauro, a las mujeres les gusta la comodidad, ¿sabes? ¡Que no se te olvide!

El tipo se baja la visera. Mete la primera y se aleja a toda velocidad levantando la rueda delantera. Segunda, tercera, cuarta. Ya ha desaparecido al final de la calle. Mauro arranca despacio. Paola se apoya sobre su espalda.

 ¿Quién era ese tipo, Má?

 Nadie.

 ¿Cómo que nadie? Venga, dímelo.

 Ya te he dicho que no es nadie. Fuimos juntos a la escuela, pero hacía siglos que no lo veía. Lo llamaban el Mochuelo; un tipo simpático.

 Lo será, pero a mí me parece un macarra, peligroso incluso. Y, además, ¿qué es esa gilipollez de que a las mujeres nos gusta la comodidad? A las mujeres nos gusta el amor, se lo puedes decir al Mochuelo cuando lo vuelvas a ver. -Mauro sonríe y le toca la pierna. Paola le acaricia la mano-. No, mejor no. No se lo digas. De todos modos, no lo entendería.

Mauro acelera y se van hacia el Paradiso, un restaurante grande próximo a Cinecittá. Pero el ciclomotor está ya en las últimas, y avanza despacio en la noche. Tiene la rueda trasera ligeramente desinflada y lleva encima dos pasajeros llenos de ilusión y de esperanzas.

Veinticinco

Los coches de sus amigos están todos aparcados delante del Sicilia. Antes de entrar lo ve allí delante y no se resiste. Sonríe ante la idea. Lo piensa un instante. Al final elige la mejor solución. De todos modos, hoy todo el día ha ido así. Después coge el móvil y escribe rápidamente un mensaje. Enviar. Para eso están los directores creativos, ¿no? A continuación entra en el restaurante. El perfume a comida siciliana, aromas y especias lo envuelve.

 ¡Vaya! ¡Ha venido! ¡Es increíble!

Todos sus amigos están en la mesa del fondo. Enrico y Camilla. Pietro y Susanna. Flavio y Cristina. Alessandro los saluda desde lejos y se acerca.

 ¡No creíamos que fueses a venir! -Cristina lo mira-. ¿Y Elena?

 En una reunión. Tenía que trabajar hasta tarde. Os manda saludos. -Y sin decir más se sienta en el lugar que está libre, a la cabecera de la mesa.

Cristina mira a Flavio, le hace una señal como diciendo: «¿Has visto? Tenía razón yo.»

Alessandro mira la carta.

 Eh, me parece que esto va a estar bien. Todas son recetas de la mejor Sicilia

Enrico le sonríe.

 ¿Te acuerdas cuando hicimos aquel viaje a Palermo?

Camilla pone los ojos en blanco.

 Ya empezamos con los recuerdos, como cuando uno se hace viejo.

Enrico no le hace caso.

 Sí, antes de irnos, a ti aún te quedaba un último examen en la universidad y luego la tesina. Nos fuimos con el Citroën de tu padre y vino también Pietro.

 Claro -confirmó Pietro-. Y luego fundimos el motor

 ¡Sí, y ninguno de vosotros dos quiso compartir los gastos!

 Pues claro, Alex, perdona, pero tú hubieses ido de todos modos ¿verdad? Aunque fuese sin nosotros. ¡Hubieses cogido igual el coche y te habría sucedido lo mismo, aunque no hubiésemos estado él y yo!

 ¡Pues entonces mejor que me hubiese ido solo!

 Eso no. Porque gracias a nosotros conociste a aquellas tías alemanas.

 ¡No te digo! -exclama Susanna-. No hay una sola historia en la que no aparezcan extranjeras.

 Naturalmente. Son precisamente ellas las que han promocionado la marca de latín lover italiano en el extranjero.

 Ya, pero resulta extraño que eso se considere así tan sólo fuera de Italia. -Cristina parte un bastoncito de pan-. Se ve que las extranjeras llevan la Viagra incorporada.

Susanna y Camilla se echan a reír. Enrico continúa:

 Sea como sea, eran fabulosas de verdad. Altas, rubias, guapísimas, en forma, parecían el anuncio de la cerveza Peroni.

 Ya, ese que hice yo de verdad cinco años más tarde.

 ¡Eh, que nosotros ya les habíamos hecho las pruebas entonces!

Enrico y Flavio se ríen. También Alessandro. Después se acuerda de las rusas y, por un instante se pone serio. Pietro se da cuenta y cambia rápidamente de tema.

 Qué lástima que no vinieses, Flavio, te hubieses divertido de lo lindo. ¿Os acordáis de aquella noche en que nos bañamos desnudos en Siracusa?

 ¡Sí, con las extranjeras!

 ¡Tú nos escondiste la ropa! ¡Pensabas que nos ibas a fastidiar y en cambio la bromita ayudó!

 Fue bonito, podría servir para un anuncio. ¿Por qué no viniste, Flavio? ¿Estabas en la mili?

 No, me tocó al año siguiente.

 Pero ¿Cristina y tú ya estabais juntos? Porque el invierno siguiente, cuando nos fuimos a la montaña -Parece que Pietro se acuerde de algo-. No, no, nada.

Cristina sonríe y comprende perfectamente el juego.

 Sí, sí, también allí había extranjeras, suecas Pero aunque fuese verdad ¡Flavio no habría hecho nada! Siempre me ha sido aburridamente fiel.

 ¡No, no, espera peor! Allí, en una fiesta organizada por el hotel, vino una stripper para un espectáculo porno. Bromas aparte, chicos, ¿os acordáis?

 Cómo no ¡Cómo se sentaba en las piernas!

 Sí, y luego caminaba entre el público, elegía a un tipo y, totalmente desnuda, se echaba un poco de nata por encima y hacía que él se la lamiese.

 Sí, terrible. Y eso que entre el público también había niños. Yo creo que no se recuperaron nunca. Uno debió de acabar siendo amigo de Pacciani, el asesino.

 ¡Pietro! ¡Qué chistes son ésos! Eres terrible.

 Pero mi amor, los que son terribles son los padres. A ver, ¿cómo dejaban que los niños asistiesen a un espectáculo de ese tipo? ¿Tú dejarías que los nuestros viesen un show sin saber de qué se trata?

 Yo no. El problema es que, a un espectáculo de ese tipo, los llevarías tú directamente.

 Sí, pero no es lo mismo, yo lo haría con fines educativos.

 Ah sí, claro Muy propio de ti.

Llega el camarero.

 Buenas noches, ¿han decidido ya lo que van a pedir?

 Sí, gracias.

Susanna vuelve a abrir la carta, indecisa.

 ¿Os acordáis de aquella vez que fuimos al Buchetto y el camarero acabó echándonos por la cantidad de veces que cambiamos de opinión?

 ¿Otra vez? -Camilla resopla-. ¿Vas a volver a empezar con los recuerdos? ¿Qué pasa, que sólo teníais vida entonces? La vida es ahora.

  Sí, en el viejo albergue Tierra y cada uno en su habitación

 Como frase está bien. Sería un buen eslogan.

 Repito -prosigue Camilla-, no miréis tanto atrás, si no, os perderéis el presente. Debéis estar siempre atentos al presente.

El camarero, que ha asistido a toda la escena, pregunta educadamente:

 ¿Quieren que vuelva más tarde?

Cristina se hace cargo de la situación.

 No, no, disculpe, pedimos ahora. Bien, para mí una caponata

Suena el teléfono móvil de Alessandro. Mira la pantalla. Sonríe. Se levanta de la mesa.

 Disculpad mire, yo tomaré un carpaccio de pez espada y unos involtini al estilo de Messina -Y se aleja, saliendo del local. Todos lo miran. Alessandro abre su teléfono fuera del restaurante.

 Sí

 ¡No me lo puedo creer! Todo iba de lo más bien y vas tú y la pifias.

 Pero Niki, sólo te he hecho un favor

 ¡Sí, pero hay un pequeño detalle! Yo no te lo había pedido. Todos los chicos lo hacen, se creen que pueden conquistarme con el dinero. Pero se equivocan.

 Pero Niki, en realidad

 Y la frase «Hola, te he recargado. Yo te recargo, tú me recargas, él se recarga.» Madre mía, es pésima.

 Sólo quería ser amable.

 Pues sólo has sido un gilipollas. Y que te quede claro, no me has recargado a mí, ¡tan sólo has recargado el móvil! Existe una gran diferencia. A lo mejor las rusas aprecian estas cosas, pero yo no.

 Escucha, sólo ha sido un gesto

  Excesivo. Cien euros. ¿Qué querías demostrar?

 Me sentía en deuda y por eso

 Y por eso ya no podemos volver a salir.

 Ahora eres tú la pesada.

Niki se queda en silencio.

 Eh, ¿qué pasa?

 Estoy pensando. ¿Qué pasa?, con la cantidad de saldo que me has puesto supongo que es que tienes ganas de hablar por teléfono.

 Venga, no te lo tomes a mal, sólo quería ser agradable. Hagamos una cosa: me debes cincuenta batidos.

 No, cuarenta y siete y medio.

 ¿Por qué?

 Porque cinco euros de la recarga se los quedan los cabrones de la compañía telefónica.

 Está bien, entonces les reclamaré a ellos dos batidos y medio. Venga, bromas aparte ¿Todo en orden? ¿Hacemos las paces?

 Hummm Tengo que pensarlo.

 Mira, cuando te pones así, eres más pesada que la Bernardi.

 Ni hablar. Vale. Me has hecho reír. En paz.

Alessandro no tiene tiempo de añadir nada. Niki ha colgado ya. Justo en ese momento, Pietro, Flavio y Enrico salen del restaurante.

 ¡Con la excusa de que no se puede fumar dentro, podemos dejarlas y salir! Eh, ¿era Elena? ¿Habéis hecho las paces?

 No, era una amiga mía.

Pietro le da una calada al cigarrillo y pregunta curioso.

 ¿Una amiga tuya? ¿Y desde cuando una amiga tuya tiene acceso a tu número de móvil?

 Amiga por decirlo de algún modo, hemos chocado esta mañana.

 ¿Edad?

 Diecisiete.

 Problemas a la vista.

 Sí, para ti que estás enfermo. Para mí es sólo un accidente, y como mucho una amiga.

 Exceso de seguridad. Muchos problemas a la vista. -Pietro le da otra calada al cigarrillo. Después lo tira-. Chicos, yo entro. Ya nos acusan de hablar siempre del pasado, no quisiera que sospechasen también del presente. De todos modos -y mira a Alessandro-, no se sale de un restaurante sólo para hablar de un accidente.

Flavio lo sigue.

 Voy contigo.

Enrico le da una tranquila calada a su cigarrillo.

 ¿Es guapa?

 Mucho.

 Hoy te he estado buscando en el despacho. No estabas.

 He ido a dar una vuelta con ella.

 Bien, me alegro de que hayas salido con una chica.

 ¿Sabes?, es que estoy pasando por un momento un poco especial con Elena

 Alessandro

 ¿Sí?

 Todos sabemos que te ha dejado.

 No me ha dejado

 Alex, hará como un mes que no se la ve, y en tu casa no queda nada suyo.

 ¿Te lo ha dicho Pietro? No tenía que haberlo invitado anoche.

 Somos tus amigos, siempre hemos estado contigo, te queremos. Si no nos lo dices a nosotros ¿a quién se lo vas a decir?

 Tienes razón. ¿Por qué me buscabas?

 Es un asunto delicado, no me apetece hablarlo ahora.

 Vale, pero mañana me lo cuentas.

 Por supuesto. Entremos.

Alessandro y Enrico se dirigen a la mesa.

 Eh, menos mal, acaban de traer los entrantes.

Alessandro se sienta.

 Bien, antes de comer, quisiera deciros una cosa.

Todos se vuelven hacia él.

 ¿Qué es, la oración de la última cena?

Susanna le da un codazo a Pietro.

 Chissst.

Alessandro mira a sus amigos. Esboza una pequeña sonrisa para superar el embarazo.

 No Es que Elena y yo lo hemos dejado.

Veintiséis

Casa de Niki. Roberto, su padre, está en la cama. Está leyendo. Simona coge carrerilla y se tumba junto a él, riendo. Resbala y cae de lado, acabando con el brazo sobre Roberto, que se dobla en dos al recibir un golpe en el estómago.

 Ayyy, me has hecho daño, me has dado un golpe.

 ¿No me has reconocido?

 Perdona, ¿tú no eres mi mujer?

Simona le da otro golpe en el estómago, esta vez adrede.

 ¡Ayyy! Pero ¿qué te pasa conmigo esta noche?

 ¿Que qué me pasa? Te hago una interpretación perfecta, una interpretación digna de un Oscar, y tú nada. ¿No te he parecido Julia Roberts en Pretty Woman, cuando corre feliz y se tira en la cama?

 Se me ha ocurrido por un momento, pero no pensaba que mi mujer llegase a tanto.

 ¿A qué te refieres?

 A que la hiciese feliz imitar a una prostituta.

 Mira que eres simple. -Simona resopla-. A veces eres terrible. Te advierto que estás poniendo en peligro un matrimonio.

 ¿Cuál?

 El nuestro.

 En absoluto, puedes estar tranquila, ése ya está acabado.

 ¿Y todo eso que me dijiste la otra noche? Que, por cierto, no me parecían palabras tuyas

 Era sólo para llevarte a la cama.

Simona salta encima de él y empieza a darle golpes, bromeando y riendo.

 Idiota, mentiroso. Pues sea como sea, malgastaste esfuerzos. -Simona vuelve a tenderse a su lado, levanta las cejas y le sonríe.

 ¿Por qué?

 Porque me hubiese ido a la cama contigo igualmente. No hacía falta que te tomases tantas molestias.

 Vaya, entonces es verdad que el matrimonio es la tumba del amor. Tú ves nuestra relación como un contrato. ¿Sabes que hay gente que fija un día a la semana para darse el revolcón?

 ¿En serio? No me lo puedo creer. Qué triste

 Al menos nosotros lo hacemos al azar.

 ¡Sí, somos dos desenfrenados!

 ¿Se puede saber a qué viene tanta felicidad?

 Es por Niki.

Roberto cierra su libro y lo deja de nuevo en la mesita.

 Creo que se me han pasado las ganas de leer por esta noche.

 Espera sólo un momento, ¿eh? -Empieza a dar largos suspiros.

 Pero ¿qué haces? ¿Qué te propones?

 He leído un artículo en el que decían que todo tiene remedio. Estoy practicando la autosugestión. Calculo todas las posibles cosas que puedes decirme y preparo mi mente y mi alma para el terremoto emotivo que podrías causarme con cualquier noticia sobre Niki.

 Ah, me parece una idea excelente.

Roberto continúa oxigenándose, con largas y profundas inspiraciones.

 Ya, pero piensa que, tarde o temprano, mi corazón fallará gracias a vosotras dos. Ok -cierra los ojos-, estoy preparado.

 ¿Preparado?

 Sí, ya te lo he dicho. Adelante.

 Bien -Simona se alisa el camisón-, el otro día, Niki y yo salimos.

 Hasta aquí todo en orden.

 Y nos fuimos de compras.

Roberto abre un solo ojo y la mira de soslayo.

 Vale, lo sabía, lo sabía, no estaba preparado para esto. -Golpea la cama con los puños-. A la porra mi autosugestión. Ya lo sé. Mañana recibiré su llamada.

 ¿La llamada de quién?

 Del director del banco. Porque habréis dejado seca la cuenta, ¿no?

 Pero qué idiota eres.

 Es que además del libro sobre la autosugestión he leído otro sobre las compras compulsivas. Creo que causan un daño aún mayor que los divorcios.

 Nos compramos de todo y nada.

 ¿Más de todo o más de nada?

 No seas tacaño. Ir de compras, en este caso, era más una ocasión de intercambio, de convivencia, de intensificación de la relación madre-hija, algo imposible de cuantificar. Niki tenía ganas de abrirse. Es importante, ¿no?

 Bueno, digamos que vuestros episodios se parecen a los de la serie «Beautiful», ahora lo veo claro. Lo comprendo.

 ¿El qué?

 Dentro de poco seré abuelo. Y él, el padre de mi nieto, es el sobrino del hermano del cuñado del vecino del director de mi banco, un agente secreto de pasado turbio que se ha rehabilitado mediante la participación en un proyecto solidario en Uganda. ¿Lo adoptarán?

 ¿A quién?

 A mi nieto.

 No.

 Entonces, ¿se escaparán a América a mis expensas para recuperar la antigua tradición de la famosa fuga de los amantes?

 No.

 Peor. Ya veo. No me digas nada. El director del banco no debe preocuparse. Debe ser despedido por haber aceptado a un cliente como yo, capaz de ocasionar un agujero en los fondos semejante al pozo de San Patricio. Se van a casar, ¿verdad?

 No. Pero ¿por qué te montas esas películas tan dramáticas?

 Porque los episodios de la vida de mi hija tienen siempre algo de thriller.

 Pero hablan de amor

 Sí, pero no del marinero.

 Ja, muy bueno. ¡Estamos de buen humor, ¿eh?! Vale, me parece bien. Por otro lado, tienes una hija con la cabeza bien puesta sobre los hombros. Es tranquila, serena A veces hasta demasiado.

 De acuerdo, después de esta afirmación hasta puedo retomar mi libro. Contigo es imposible entender nada. Eres la madre más absurda del mundo. Vas exactamente al contrario que todas las demás. ¿Te das cuenta? Ahora te sientes desilusionada porque Niki es una chica reposada y tranquila. -Abre el libro y sacude la cabeza.

 ¿Amor?

 ¿Sí?

 ¿Y no crees que te casaste conmigo justo por eso?

 Para ser sincero, de vez en cuando me pregunto por qué razón di ese paso hace veinte años.

 ¿Te arrepientes?

 No es eso, pero -la mira con recelo- ¿no será que me diste a beber algún mejunje para que yo te hiciese tan insólita y preocupante petición? Si no, no se explica.

 Te odio. Me has ofendido. Mañana saldré en serio con Niki. Y no para hablar, sino para ir de compras. Y de las de verdad. El palo que le vamos a dar a la tarjeta de crédito será tan fuerte que tendrás que fugarte con el director del banco.

 Vaya, como aquellos dos de Brokeback Mountain.

 Sí, sólo que vosotros dos no os refugiaréis en Wyoming; como mucho en Pescasseroli, y endeudados hasta el cuello.

 Debo hacer constar que esto es un chantaje económico. Está bien, está bien, ya hablo. Ya sé por qué me casé contigo. -Roberto se da la vuelta, la mira con intensidad y se queda unos instantes en silencio, para crear suspense, a continuación, le sonríe.

 ¿Y bien? Me estás poniendo nerviosa.

 Es muy simple. Un verbo conjugado en tres tiempos.

 ¿Qué? No lo entiendo.

 Te amaba. Te amo. Te amaré.

Simona le sonríe.

 Salvado por la campana. Pero ya he dado con el castigo justo: regalarle una tarjeta de crédito a Niki.

 Mi amor -Roberto la abraza-, no vayas a caer tan bajo. -Y la besa-. ¿Y así qué? Aún no me has contado. Saliste con Niki, dilapidaste todo el dinero ¿y después? ¿Qué te contó?

 Me habló de un muchacho.

 Dios mío, ¿qué ha pasado?

 Lo han dejado.

 Ah O sea que justo me entero de que mi hija sale con un chico y ya se ha acaba. ¿Y cómo está Niki? ¿Fue él? En esos casos, baja el nivel de autoestima.

 No, fue ella.

 Menos mal. Quiero decir que lo siento, pero es mejor que sea ella quien tome la decisión. Pero no me lo has contado todo, ¿qué más ha sucedido? Es decir, ¿tengo que preocuparme, hay otras noticias perturbadoras al acecho?

 No se abrió mucho. De todos modos, creo que él era su primer novio. Y que su primera vez fue con él

 ¿Estás segura?

 Intenté preguntarle algo más, pero me pareció que le daba mucho apuro y no quise ser demasiado insistente.

 Perdona, pero si «todo eso» ha ocurrido realmente, no lo entiendo. Justo después de que suceda algo tan importante ¿lo dejan?

 Me parece que «todo eso» ocurrió el año pasado.

 ¿El año pasado? Pero Niki el año pasado tenía

Roberto hace rápidamente los cálculos. Simona lo ayuda:

 Dieciséis años.

 Dieciséis años, diantre, dieciséis años.

 A los dieciséis años algunas siguen jugando con muñecas, que ya no son las Barbies que yo tenía. Ahora son las Bratz. Otras leen a las Witch. Otras ya están en América. Algunas tienen unos blogs loquísimos en Internet, se bajan cosas, tienen un iPod. Otras asesinan a sus padres. Y otras se enamoran y, como es natural, hacen el amor. Tienes suerte de que Niki sea de estas últimas.

 Bien, entonces estoy contento de poderme considerar afortunado.

Roberto abre su libro y retoma la lectura. Vuelve sobre la última frase leída: «Si puedo decir a otra persona "te amo", debo estar en condiciones de decir "amo a todo el mundo en ti, amo al mundo a través de ti, en ti también me amo a mí mismo".» Lo que le parece un mensaje claro.

También Simona coge su libro de la mesilla. Otro género. De amor y de sombra, de Isabel Allende. Pero se nota que ambos están pensando en otra cosa. Hay un silencio extraño en la habitación, uno de esos silencios tan cargados que al final es mejor romper. Roberto apoya el libro en su estómago, abierto pero boca abajo.

 Oye, cariño, ¿puedo pedirte un favor?

Simona mete un dedo entre las páginas para marcar la que está leyendo.

 Claro, dime.

 Podría ser que Niki todavía no se hubiese acostado con nadie, ¿no?

 Hay muy pocas posibilidades, pero

 Vale, cuando tengas la certeza absoluta sobre ese tema ¿me lo dirás?

 Claro que sí.

 Yo creo que los capítulos de la Niki's Love Story serán muchos. Y espero que no sean tristes, sino llenos de momentos felices, de risas, de alegría, de niños, de éxitos.

Simona se siente conmovida.

 Sí, también yo quisiera lo mismo. Y sobre todo espero que nos coja preparados.

Roberto le sonríe.

 Estaremos preparados. Ya lo estamos ahora. Y tú eres una madre maravillosa. Lo único que te pido es que, cualquier cosa que tengas que decirme, lo hagas sin esas pausas tan largas. Haces que parezca realmente un thriller.

 ¡Está bien! ¡Te lo explicaré en plan anuncio de televisión! -Y Simona no sabe hasta qué punto va a ser verdad.

Se echan a reír y vuelven a los libros respectivos, cómplices y cercanos. Después, Roberto alarga un pie y lo apoya sobre el de ella, quiere sentirla. Quiere sentir su calor. Y, sobre todo, no quiere perderla, en nombre de ese verbo conjugado en tres tiempos.

Veintisiete

Buenos días, mundo. Escucho la radio a todo volumen. Una canción de Mina. Se la quiero dedicar a Fabio cuando me lo encuentre por el pasillo. Sí, sí, es muy apropiada. «Cómo tengo que decirte que no me gustas, tienes la espalda muy ancha, más que yo, cómo tengo que decirte que con tus bigotes ocultas tiernas sonrisas y el sol que hay en ti, cómo tengo que decirte que no hay» Exacto. No hay. Y cuando no hay no hay. No.

¿Sabes lo que voy a hacer? Esta mañana tengo ganas de comerme dos barritas de cereales con chocolate. Demonios. Tiene que llevarme mamá. Qué rabia. No tengo ciclomotor. De todos modos, el tipo era agradable. Lástima que me haya destrozado a Mila. Pero era dulce de verdad. Tan preocupado. Claro, que ¡después de preocuparse por el lateral de su coche! Un poco eso, demasiado sentido de la propiedad. Y también mentalidad algo antigua. Pero fuerte. Sí, hoy lo llamo. Tengo ganas de aires nuevos.

 Chicos, sólo os digo una cosa: yo no me quiero ir de Roma.

Andrea Soldini y todos los demás lo ven entrar sonriente, como no habían visto a Alessandro desde hacía bastante tiempo.

 De modo que tenemos que ganar. Venga, explicadme bien en qué dirección estamos avanzando.

Todos hablan a la vez. Empiezan a enseñarle viejos anuncios, pequeñas fotografías, publicaciones de los años setenta, y también productos americanos e incluso, japoneses. Un mundo entero dando vueltas en torno a un simple caramelo.

 Tenemos que ser capaces de llegar a un público joven, pero también adulto

 ¡Sí! Tiene que ser gracioso, pero serio a la vez De calidad pero popular, ambiguo, pero también concreto.

 Tiene que ser un caramelo.

Todos se vuelven a mirar a Andrea Soldini.

Y, ante esta última afirmación, Dario mueve la cabeza.

 Director del staff creativo es verdad, es un genio.

A Alessandro se le escapa la risa, pero lo disimula.

 Vamos bien, chicos, en serio. Siempre he deseado tener un equipo que lo fuese de verdad hasta el fondo. Que no estuviese controlando lo que dice cada uno por si me pasa por delante y me quita puntos; como si también hubiese una competición entre nosotros.

Alessandro se detiene un momento. Andrea Soldini mira a Dario y le sonríe, como diciendo «¿Oyes lo que está diciendo? Eh, eh No te has portado nada bien». Dario no cree lo que ven sus ojos, mueve de nuevo la cabeza y al final también él se ve obligado a soltar una carcajada y aceptar aquel desafío por el grupo.

 Ok, ok. Pongámonos a trabajar. Andrea pon un poco de orden en todo lo que tenemos hasta ahora.

Andrea sonríe y se acerca a una gran pizarra en la que empieza a trazar líneas y a hacer un esquema con todo lo que han encontrado sobre caramelos, a través de tiempos y países.

 Bien, las imágenes que se imponen, las más bellas, son las de un caramelo francés. ¿El eslogan? Un americano imitando el famoso cartel de Vietnam, que dice aquello de «Te quiero ya», refiriéndose obviamente al caramelo.

Y continúa hablando, explicando la increíble cultura que se ha ido construyendo a través de los tiempos para acompañar a los caramelos más diversos. Alessandro escucha con curiosidad y atención, pero sin dejar de mirar su teléfono móvil. Esboza una sonrisa melancólica para sí, al ver que no llega ningún mensaje. Y un pensamiento dulce como un caramelo. Llamaría a Elena. Y sonríe mientras escucha y mira, sin verlas ya, las líneas que Andrea continúa trazando en la pizarra. Caray, el chico se esfuerza. Mira a los demás, que están tomando apuntes, que siguen su explicación, tomando notas en sus blocs, haciendo alguna aportación de vez en cuando. Giorgia sigue dibujando el eslogan, Michela anota frases y eslóganes, y subrayando de vez en cuando alguna cosa que le parece correcta, o que puede dar lugar a otra reflexión. Nos hallamos en pleno brainstorming, piensa Alessandro, y yo quiero quedarme en Roma.

Назад Дальше