Andrea Soldini traza una larga línea azul al final de todo lo que ha escrito.
¡Ya está! Me parece que éste es el material más interesante que hemos encontrado y sobre el que debemos trabajar. Alex, ¿tienes alguna sugerencia, alguna idea en particular, puedes indicarnos algún camino? Somos todo oído. Si tienes algo que decir, nosotros, tus fieles guerreros, soldados, servidores
Quizá sea mejor decir simplemente amigos o colegas.
¿Sí? Vale bueno, cualquier idea que tengas nosotros la seguimos.
Alessandro sonríe, luego estira los brazos y los apoya en la mesa.
Siento desilusionaros. Me ha gustado mucho escuchar todo el trabajo que habéis hecho, lo que pasa es que ahora mismo no tengo ideas. No sé cómo moverme, en qué dirección.
Todos lo miran perplejos, en silencio, alguno baja la mirada un poco avergonzado por cómo él se la sostiene, sin temor alguno, sonriente.
Sé a donde no quiero ir, eso sí. A Lugano. Y también sé que muy pronto entre todos daremos con algo. Así que a trabajar, ¡nos vemos en la próxima reunión! Hasta ahora habéis hecho un buen trabajo.
Todos recogen sus carpetas, folios y cuanto han dejado sobre la mesa de la reunión y salen de la habitación. Todos menos Andrea Soldini, que se le acerca.
Sé que Marcello y los suyos van adelantados. Hay una persona en ese grupo que me tiene en gran estima, a la cual estoy ligado. Sí. Me haría un favor, que me lo debe, vaya.
Andrea, ¿por qué no eres nunca claro? Nunca se entiende lo que dices, ¿adonde quieres ir a parar?
A ninguna parte. Lo que me gustaría es encontrar un atajo a la victoria. Podemos saber, por ejemplo, en qué punto se encuentran ellos y superarlos con una idea diferente, o hacer algo que haga que su idea resulte manida y superada. No me parece que esté diciendo nada tan raro.
No. Pero sería un camino poco correcto, eso sí. Yo preferiría vencer sin atajos. -Alessandro le sonríe.
Andrea extiende los brazos.
Sabía que eras así. Elena me lo decía. Sólo quería saber hasta qué punto lo eras de verdad.
Andrea se da la vuelta y vuelve a su trabajo. Justo en ese momento suena el móvil de Alessandro. Un mensaje. Mira a su alrededor cauteloso. Ve que sólo queda Andrea. Todos los demás están en la habitación contigua. Puede leerlo con tranquilidad. Espera que sea el que lleva esperando desde hace ya varios meses. «Amor, disculpa, me he equivocado.» O bien «Era una broma». O quizá «Te echo mucho de menos». O presuntuoso «¿No me echas de menos?», o absurdo «Tengo unas ganas tremendas de acostarme contigo». O taxativo «Fóllame ya». O loco «Lo sé, soy una fulana, pero quiero ser tu fulana». En fin, cualquier mensaje, pero que lleve su firma: Elena. Alessandro permanece un instante con el móvil en la mano. Esa espera antes de leer. Ese sobrecito que parpadea sin revelar todavía todo lo que contiene y que, sobre todo, no dice si es suyo o no Al final no puede más y lo abre.
«Ey, ¿qué estás haciendo? Fingiendo trabajar, ¿eh? Recuerda, sueña y sigue mis consejos: ligereza. Una sonrisa y todo te parecerá más fácil. Bueno, exagero un poco. Un beso. Y buen trabajo.»
Alessandro sonríe y borra el mensaje. Había pensado en todo menos en ella. Niki.
Veintiocho
Eh, ¿a quién le has enviado ese mensaje? -Olly está de puntillas detrás de Niki. Divertida, astuta, suspicaz. Con los brazos en jarras, la mira con la cabeza ladeada, como hace siempre-. ¿Y bien?
A nadie.
Ah, sí, ya Da igual, el hecho de que le hayas enviado un mensaje a nadie es ya indicio de mentira. Algo que no cuadra. Te das cuenta, ¿no? ¡Acabas de decir una gilipollez! -Olly le salta encima y la coge con el brazo por la garganta, sujetándole con fuerza la cabeza. Luego, con la mano que le queda libre, empieza a frotarle el pelo con el puño cerrado.
¡Ay, me haces daño, Olly, ay! Basta ya, no seas imbécil.
En seguida llegan Diletta y Erica, que se ponen delante de ellas, ocultándolas con su cuerpo.
¡Venga, Olly, tortúrala, que nosotras te cubrimos! ¡Haz que esta mosquita muerta hable!
Niki hace un quiebro y consigue zafarse del brazo de Olly. Se aparta, recupera el aliento y empieza a masajearse de inmediato el cuello y la cabeza.
Estáis todas locas. Sois Olas rebeldes
Claro que sí, nos hemos rebelado ante ti, ¿no? Hace días que parece que no formes parte del grupo. ¿Qué te pasa?
Erica sonríe.
Se ha enamorado, mirad cómo ha cambiado.
Diletta alza las cejas.
¡Es verdad, si hasta se peina diferente!
Niki la mira furiosa.
No te enteras de nada. A lo mejor es porque Olly me ha alborotado el pelo y ahora parezco un espantapájaros.
Olly insiste.
Pero ¿se puede saber a quién le estabas enviando el mensaje o no? Nosotras te queremos. Está feo que te calles. Es como si no quisieras compartir con nosotras algo bonito, y eso que somos tus amigas, tus Olas
Niki sonríe.
Vale, vale, ahora os lo explico. No os he dicho nada porque aún no hay nada que contar, y es de esas cosas que, si las explicas antes de que ocurran, bueno, después todo se queda en nada, ¿entendéis?
O sea, que nos estás acusando casi de traerte mal fario, no lo entiendo ¡A por ella, chicas! ¡No puedes hacernos esto!
Pero ¡yo no quería decir eso!
Niki busca la manera de protegerse. Se dobla sobre sí misma como si fuese un erizo. Olly, Diletta y Erica intentan enderezarla de todas las maneras posibles, se le suben encima y le tiran de los brazos hasta que lo logran. Entonces Olly le mete veloz la mano en el bolsillo trasero del pantalón y le roba el móvil.
¡Chicas, os voy a leer lo que ha escrito!
¡Joder, no, eres una cabrona, Olly!
Qué cabrona ni qué cabrona; estoy preocupada por mi amiga. Hace algunos meses que lo dejaste con aquella especie de seudo-cantautor, o chico o niño o lo que sea Y es precisamente en momentos como ése cuando se acaba cayendo en los brazos de un cualquiera, convencida de que se trata de un tío superguay. ¡Yo seré tus ojos!
Oye, que yo no he caído en los brazos de nadie. Es eso lo que no sé cómo explicaros.
No hay nada que explicar. -Olly levanta el móvil hacia el cielo y dice-: Verba volant, scripta manent.
¡Jo, es la única frase que te sabes en latín y la repites cada dos por tres! Y, además, en este caso, no pega para nada -ríe Diletta, la culta de verdad del grupo-. En este caso, dado que se trata de un teléfono móvil, lo apropiado sería más bien ¡scripta volant!
De acuerdo -replica Olly- lo que sea, «volant, manent», siguen siendo sólo palabras. Leo en voz alta para nosotras. Abrir enviados, aquí está
Está a punto de abrir el mensaje cuando oye una voz a sus espaldas.
Así se hace, muy bien. Léelo también para mí, que me muero de curiosidad.
Diletta y Erica se vuelven. Captan al vuelo la situación y sueltan a Niki. Es Fabio, su ex novio, que la mira. Sonríe. Luego avanza hacia ellas, pesaroso.
¿Qué pasa, os he aguado la fiesta?
Parece que lo sienta de verdad. Siempre ha sido muy buen actor. Olly se siente un poco molesta, cierra el teléfono de Niki y se lo guarda en el bolsillo.
Vale, sólo quería divertirme yo también no pretendía estropearos este momento de diversión.
Niki se le acerca.
Hola, Fabio.
Hola, Niki. -Fabio la mira a los ojos, inclinándose un poco hacia delante-. ¿El mensaje era para mí?
Niki lo mira. Las amigas se miran. Cada una a su manera está pensando: «¿Qué más te da, Niki? Dile que sí Deja que se lo crea ¿Qué te cuesta? No te metas en líos»
Niki sonríe. A lo mejor ha escuchado sus pensamientos. Pero como de costumbre Niki es Niki.
No, no era para ti.
Fabio la mira a los ojos todavía un instante. Un instante que se hace eterno. Pero Niki está serena, y no baja la mirada. Y Fabio sabe que ella es así. Y al final no puede por más que sonreír.
Por supuesto, claro. Si tienes que decirme algo me lo dices como has hecho siempre, mirándome a los ojos, ¿no es cierto, amor?
Sí, pero no me llames «amor».
Puede que fuese un mensaje para tus padres, o para tu hermano o para alguna otra amiga. De todos modos, ¿sabes qué?, no me importa lo más mínimo.
Mejor así, Fabio.
Cuando respondes de ese modo nunca sé si me estás tomando el pelo. En cualquier caso, yo estoy escribiendo una canción para ti, sólo para ti. Por todo lo que hubo entre nosotros Y esa canción triunfará. Lo que he dejado escuchar de mi nuevo disco ha gustado, pero esta canción sobre ti es aún mejor. Ya he decidido mi nombre artístico para este disco -Fabio se detiene un momento para crear suspense y las mira-. «Fabio Fobia.» ¿Te gusta?
Sí, mucho. Sobre todo es original.
Fabio menea la cabeza.
¿Sabes por qué las cosas entre nosotros no funcionaron? Porque siempre tuviste envidia. Conmigo no eras el centro de atención. -Fabio mira un momento a Diletta, Olly y Erica. Y sonríe-. Hasta la vista.
Y se aleja sin más, con los pantalones un poco ajustados, un hermoso y esbelto físico, de espaldas anchas, el cabello rapado por un lado y largo por el otro. Y un pañuelo claro en la cabeza, de color azul celeste, que hace resaltar sus ojos azul oscuro.
Erica sonríe, intentando desdramatizar un poco la situación.
La verdad es que es un bombón Quiero decir ¡guapísimo!
Sólo le hubiese faltado ser feo, con lo gilipollas que es.
Olly le devuelve el teléfono a Niki.
Sea cual sea el mensaje que has mandado, no hace falta que nos lo digas. Sólo espero que todo salga como tú quieres.
Niki sonríe y se mete el móvil en el bolsillo.
Si tú lo dices, Olly, que siempre has sentido debilidad por Fabio
Diletta interviene:
En mi opinión, ha cateado todos estos años porque no quería apartarse de Niki.
Venga ya, ¿por qué iba a querer catear?
Me extraña que no os hayáis dado cuenta, porque para pasar sólo hay que hacer los deberes.
Mientras tanto, Niki borra el mensaje de Alessandro, para no correr más riesgos.
Sea como sea, me gustaría leer el texto de la canción que ha compuesto sobre mí.
También ha copiado esa idea. Lo sabes ¿no? Como Eamon cuando se separó de su mujer.
Es verdad -dice Olly sonriendo-, ¿cómo se llamaba aquella canción?
Fuck it.
Diletta se pone a tararearla ante las demás.
«Ya ves, no entiendo por qué me gustabas tanto. Te lo he dado todo, toda mi confianza Te dije que te amaba y ahora todo ha ido a parar a la basura.»
Y rapea, y se mueve como el mejor rapero de color, un cruce extraño entre Eamon y Eminem.
«Al diablo los regalos, podría tirarlos. Al diablo todos aquellos besos, no significan nada. Al diablo tú también, ya no te quiero Creías que podías engañarme, yeah, pero te han descubierto, imbécil, me he enterado. Me has tomado el pelo, has practicado incluso sexo oral. Y ahora pretendes volver conmigo»
Diletta da un giro extraño y acaba su canción con un «Yeah»
Niki sonríe.
Fabio Fobia no será tan idiota. Como haga una canción de ese tipo, lo denuncio. De todas formas, dejando a un lado el hecho de que no quiero volver con él en absoluto, debo admitir que en ese texto hay algo que sí tiene que ver conmigo
¿Qué, los regalos tirados?
¿El sexo oral?
Niki mueve la cabeza.
Lo siento, no diré nada -Y se va.
Venga, Olas torturémosla -Pero Niki echa a correr. Las Olas salen corriendo de inmediato tras ella por el pasillo de la escuela. Intentan darle alcance y, sobre todo, hacerla hablar.
Veintinueve
Alessandro acaba de cerrarse en su despacho. Mira una foto que hay en la mesa. La coge, se la acerca al rostro, le da vueltas entre las manos. Naturalmente, es él con Elena. Sonríe. Un pensamiento optimista. La esperanza de volver a estar juntos. Un recuerdo. La noche que fueron a ver Alegría, del Cirque du Soleil. A él no le apetecía en absoluto. A ella muchísimo. Y sólo por esa razón había encontrado asientos de primera fila. Por ella, por verla sonreír. Para mirar, a través de sus ojos sorprendidos, las volteretas de aquellos funambulistas de físico perfecto. Ella, encantada con la música, con las luces, con todos esos efectos de escena. Y respirar así, a través de su sonrisa, las emociones de aquel espectáculo mundial. Y comprender que ella, sólo ella, era su verdadero espectáculo. ¿Y ahora? No le queda sino salir de una sala vacía. ¿Qué será del espectáculo de mi vida? No tiene tiempo de seguir pensando.
Toc, toc. Alguien llama a la puerta, interrumpiendo así la vana búsqueda de una respuesta difícil.
¿Quién es?
Soy yo, Soldini, ¿puedo?
Adelante.
Andrea se asoma a medias.
Disculpa si te interrumpo, a lo mejor en este momento estabas a punto de dar con la idea que tanto necesitamos. Simple y fuerte, directa al corazón, ganadora y excitante
Sí, sí, dime, ¿qué ocurre? -le corta Alessandro, sin querer admitir, ni siquiera para sí mismo, que estaba pensando en Elena, sólo, única y, sobre todo, totalmente en ella.
Ha venido un amigo tuyo a saludarte. Dice que teníais una cita. Un tal Enrico.
Un tal Enrico no, Enrico Manello.
¿Por qué la tomas conmigo? Han llamado de abajo a tu despacho, pero no estabas. Estábamos reunidos. Yo sólo intento ayudar
Vale, vale, hazlo pasar.
¿Y de lo otro? ¿Nada? ¿Seguro?
¿De qué me hablas?
Del atajo.
¿Qué?
¿Me informo sobre el punto en qué se hallan, cuál es su idea»?
¡Soldini!
Vale, vale, no he dicho nada. Pero ten en cuenta que también en eso pretendía tan sólo ayudar. -Y se aparta de la puerta, abriéndola para hacer pasar a Enrico.
Hola, figura. O sea que has venido en serio. Yo pensaba que se trataba de una de tus habituales bromas.
Alessandro le ofrece asiento. Entonces se da cuenta de que Enrico está extrañamente serio. Intenta que se sienta cómodo.
¿Quieres beber algo? Qué sé yo, un café, un té, una Coca, un Chinotto. Tengo también Red Bull, mira -Abre una pequeña nevera de puerta transparente-. ¡Tenemos de todo! -Está llena de latas de color azul metalizado-. Es que fuimos nosotros quienes hicimos su exitosa campaña y han sido muy generosos.
No, gracias, no me apetece nada.
Alessandro se sienta frente a él. Ve la foto en la que Elena y él ríen, y la aparta con delicadeza, ocultándola detrás de algunas carpetas. Luego se acomoda mejor en su sillón.
Dime, amigo mío. ¿Qué puedo hacer por ti?
La foto que has escondido ahí detrás era de Elena, ¿verdad?
Alessandro se queda turbado.
Sí, pero no la he escondido, sólo la he apartado.
Enrico le sonríe.
¿Alguna vez has pensado que Elena te engañase? Bueno, lo habéis dejado, ¿no? ¡Nos lo dijiste tú anoche!
Sí, es cierto.
¿Cuánto hace de eso?
Hace ya más de dos meses que se fue de casa.
¿Y nunca pensaste que te pudiese estar engañando, tal vez con uno de nosotros? ¿Conmigo, por ejemplo?
Alessandro se sienta recto en su sillón. Después lo mira fijamente a los ojos.
No. Nunca lo pensé.
Enrico le sonríe.
Muy bien. Eso está muy bien, ¿sabes? Yo no sé si volveréis. Pero en serio que es bonito eso. Quiero decir que lo único que deseo es que volváis si eso es lo que quieres, pero en cualquier caso, está muy bien que hayas vivido sin el drama de los celos hasta hace más de dos meses. Es estupendo que, incluso ahora que lo habéis dejado, no pienses en si te engañó en serio. Es muy bonito.
Alessandro lo mira.
No te entiendo. ¿Me equivoco? ¿Hago mal? ¿Hay algo que me quieras decir?
No. ¿Bromeas? El problema es mío, sólo mío.
Se quedan en silencio. Alessandro no sabe qué pensar. Enrico se cubre la cara con las manos, después las apoya juntas sobre la mesa y lo mira a los ojos con intensidad.
Alex, tengo miedo de que Camilla me engañe.
Alessandro se echa hacia atrás en su sillón y deja escapar una larga exhalación.
Perdona, pero ¿no me lo podrías haber dicho directamente? Has dado demasiadas vueltas, me has hecho pensar quién sabe qué, ir en todas las direcciones posibles e imaginables, preocuparme
Quería saber hasta qué punto podías comprenderme. Los celos. Tú no sabes lo que quiere decir eso Tienes suerte, no los has sentido. Son una bestia que te devora por dentro, que te corroe, te desgarra, te despedaza, te retuerce; te devanas los sesos
Sí, sí, ya entiendo. Lo he entendido, basta.
Por eso te he hecho todas esas preguntas. Ya te lo he dicho, tú no puedes comprenderlo.
Vale, no puedo comprenderlo.
No, no puedes, pero no te pongas en plan irónico.
No me he puesto en plan irónico. Sólo intento comprender, pero dices que no puedo.
Entonces intentaré hacer que lo comprendas. ¿Has visto aquella película de Richard Gere que se titula Infiel?
Sí, me parece que la vimos todos juntos.
Así es, tú aún estabas con Elena. ¿Recuerdas la historia?
Más o menos.
Por si no te acuerdas bien, te la refresco. Ella, la hermosísima Diane Lane, es Connie Summer, y está casada con Richard Gere, Edward. Son guapos y parecen felices. Tienen un hijo de ocho años, un perro y llevan una vida envidiable en su barrio del SoHo. Un día de mucho viento, Connie se topa con un muchacho de buen ver, uno de esos con el pelo largo. Ella se cae, se hace daño en una rodilla y acepta la invitación que él le hace de que suba a su apartamento a curarse. Sólo porque él la ha ayudado. Y luego, bueno, ¡luego se pasan toda la película follando como conejos!
No seas tan simple. No pasa sólo eso.
Era para que lo entendieses.
Sí, pero te aseguro que ya lo había entendido.
Bueno, da igual, de todos modos la película me dio asco, pero lo más importante sucedió luego y me acuerdo perfectamente. La sesión acababa de terminar y, cuando nos estábamos levantando de nuestros asientos, Elena miró a Camilla y ésta le sonrió. ¿Lo entiendes ahora?
Lo entiendo. Pero el problema es lo que he entendido. ¿Quién sabe por qué sonreían? A lo mejor había pasado algo A lo mejor habían chocado, o a Camilla se le había caído algo o se le había quedado la chaqueta enganchada al asiento.
No, no lo siento. -Enrico mueve la cabeza-. Se trataba de una señal. Estaba claro que en algún momento se habían hecho confidencias sobre algo que tenía que ver con la película. Bueno. Después nos fuimos a cenar, pero eso ya no importa porque no sucedió nada más.
Perdona, Enrico, pero no me parece que dispongas de elementos suficientes como para poder decir nada, ni para obsesionarte con el tema, ni que hayas captado algo en realidad
Ah, ¿sí? ¿Recuerdas aquella escena en la que Richard Gere se da cuenta de que su mujer está indecisa a propósito de qué ponerse porque ha dejado preparados dos pares de zapatos bajo la silla en la que tiene el vestido?
Sí, me parece que sí.
Pues bien, la semana pasada, Camilla tenía dos pares de zapatos bajo la silla.
Quizá había olvidado allí uno de los pares el día anterior.
No, a Camilla no se le olvida nada.
Entonces es que simplemente estaba indecisa. Pero no lo entiendo, disculpa. Esta vez realmente no lo entiendo. ¿Si una mujer está indecisa tiene por fuerza que ser una fulana?
¿Qué has dicho?
Nada, lo decía sólo por decir. Me estás poniendo nervioso a mí también con esta historia. ¡En serio que no entiendo nada! De todos modos, yo no puedo telefonear a Elena. Hace dos meses que no hablamos, y está claro que yo no voy a llamarla para decirle: «Hola, perdona, pero ¿Camilla está liada con otro?»
No, claro que no, no es eso lo que te quería pedir. -Enrico se dobla sobre sí mismo.
¿Qué te ocurre? -Alessandro lo mira preocupado.
Nada, me pongo fatal sólo de oírtelo mencionar.
Oye, Enrico, analicémoslo con serenidad. ¿Cómo van las cosas entre vosotros?
Bien.
¿Qué quiere decir bien?
Pues que más o menos.
¿Y eso?
Me pongo celoso, me muero de celos y, por lo tanto, va fatal.
Vale, vale, pero ¿estáis bien juntos, resumiendo, ¿tenéis sexo?
Sí.
¿Cómo siempre? ¿Más, menos?
Como siempre.
Alessandro piensa por un momento en los últimos momentos pasados con Elena. Era espléndida, guapísima, cariñosa, y además lista, pertinaz, voluntariosa, ardiente. Lo besaba con pasión, le daba besos entre los dedos de las manos, y después seguía besándolo por todas partes, hasta llegar a los pies en su locura erótica. Y dos días después se fue dejándole una simple nota. Sacude la cabeza y regresa a las preocupaciones de su amigo, que lo está mirando con ansiedad.
¿En qué piensas?
En nada.
Alex, dímelo, porque no sé si te das cuenta de lo mal que me siento; de que me estoy volviendo loco.
Alessandro resopla.
En lo bueno que era el sexo con Elena, ¿vale?
Ah. Bueno, a mí siempre me ha ido bien con Camilla, digamos que teníamos una manera tranquila de hacer el amor. Pero últimamente ha cambiado. Parece más, más
¿Más?
¡Qué sé yo! No lo sé.
Venga, estabas diciendo que más
Con más ganas, eso mismo, ya te lo he dicho.
A lo mejor es que tiene menos preocupaciones. O quizá quiera tener un hijo.
Toma la píldora.
Oye, mira, a mi me parece que te quieres amargar la vida porque sí.
¿Tú crees?
Sí. Me parece que todo va por buen camino. Si quieres un hijo, pídele que deje de tomar la píldora.
Ya lo he hecho
¿Y?
Ha dicho que lo pensará.
¿Lo ves? No te ha dicho que no. Ha dicho que lo pensará, y eso es algo, porque tener un hijo está bien, ¿no? Es importante, supone un paso definitivo, es lo que te unirá más que cualquier otra cosa a esa mujer, más que el matrimonio. Para siempre.
En el preciso instante en que acaba de decir esa frase, Alessandro se da cuenta de cuánto le falta todo eso en su propia vida, y de cuánto se lo recuerdan su madre y sus hermanas cada vez; incluso su padre, y todo cuanto lo rodea. Hasta los anuncios de su empresa, llenos de familias felices y, sobre todo, de niños. Pero esta vez es Enrico quien lo salva.
Siempre que llega a casa, saca el móvil y lo pone en modo silencio.
A lo mejor es que no tiene ganas de hablar con nadie. Trabaja con comerciales, ésos no paran de hablar en todo el día.
Quita también el tono de los mensajes recibidos.
Alessandro se rinde y se echa hacia atrás en su sillón.
¿Qué quieres que haga? Dímelo tú, Enrico.
Quisiera que fueses aquí. -Y del bolsillo de la chaqueta se saca una página arrancada de las Páginas Amarillas. Le da la vuelta sobre la mesa, poniéndosela ante los ojos a Alessandro, que la lee.
«Tony Costa. Agencia de detectives. Pruebas, testimonios documentales con fotos legalmente válidas para separaciones, divorcios, custodia de menores. Máxima discreción al mínimo precio.»
Alessandro mueve la cabeza.
Pero ¿por qué te quieres meter en estos líos?
Lo he pensado mucho, y no tengo otra solución. Bueno, para ser exactos, mi única solución eres tú.
¿Yo?
Sí, tú. Yo nunca tendría valor para ir hasta allí, subir al piso que sea y hablar con el tal Tony. Me imagino la expresión que adoptaría, lo que pensaría, el modo en que me sonreiría, atusándose los bigotes.
¿Y tú qué sabes si tiene bigotes?
Los detectives siempre tienen. ¿No sabes que les sirven para camuflarse? Bueno, el caso es que seguro que pensaría: ¡Otro gilipollas! Otro al que engañan y me paga el alquiler.
Bueno, piensa para sí Alessandro mirando la hoja, en realidad aquí pone «mínimo precio»; pese a la situación, quiere ahorrar un poco.
Ok, Enrico, iré. Sólo por ti.
Gracias, ya me siento mejor, en serio.
Sólo espero que no te arrepientas y que esto no arruine nuestra amistad.
¿Por qué tendría que ser así? Sé que puedo contar contigo. Siempre lo he sabido, y esto no es más que la enésima confirmación.
¿Sabes por qué te lo digo, Enrico? Porque, en demasiadas ocasiones, ocurre que un amigo, por hacer un favor, se mete en medio y al final al que abandonan es a él. Lo consideran culpable de que las cosas entre ellos empiecen a no ir bien
«Los celos conservan el amor, del mismo modo que las cenizas guardan el fuego», como decía Ninon de Lenclos. Pero a mí no me sirve. Sin celos me sentiré mucho mejor. Y sea lo que sea lo que descubras, espero que siempre seamos amigos.
También yo lo espero.
En realidad, lo que deseo es que ese tal Tony no descubra absolutamente nada.
Enrico echa un vistazo a su alrededor. Ahora está más relajado.
Está bien esto, este despacho. Es extraño, pero nunca había venido.
Luego sonríe, ligeramente azorado.
Es que antes no había habido necesidad. -Alessandro sonríe y se levanta del sillón-. Y tampoco esta vez. Sólo me has hecho una visita, me has dado una sorpresa. ¿Estás seguro de que no quieres nada, ni siquiera un café?
No, gracias, en serio, estoy bien así. ¿Sabes lo que me gusta de ti? Que eres sólido de verdad.
¿Por qué lo dices?
Bueno, aquí estás, sin perder la serenidad, ayudas a un amigo. Sólo el hecho de estar un rato contigo ya me ha relajado. Casi me quedaría toda la mañana.
¿Estás de broma? No tienes idea del drama empresarial en el que nos hallamos. Apareces en el peor momento de mi vida laboral.
Bueno, pero por lo menos estás tranquilo en lo que respecta a la privada
No sé cuál de las dos tengo más liada.
No obstante, anoche, cuando me dijiste que Elena y tú os habíais separado, me pareciste sereno.
Ya. Si me va mal en la empresa, me dedicaré a la carrera de actor. Por lo que dices, no tengo que molestarme en fingir
¿En serio estás mal?
Mal es un eufemismo.
Pues lo disimulas muy bien.
Justo en ese momento, suena el móvil de Alessandro que, de inmediato, lo saca de su bolsillo y responde sin ni siquiera mirar la pantalla.
¿Sí?
Soy yo, Niki.
Ah, hola, qué sorpresa. -Mira a Enrico, sonríe y después se da la vuelta hacia la ventana-. ¿Cómo es que me llamas? ¿No estás en clase?
Debería. Pero ¡estoy escondida en el baño de los profesores! Tenía ganas de oírte.
Ah, entiendo ¿Y piensas acabar rápido?
¿En el baño? ¿De qué estás hablando?
No me entiendes, ¿eh?
Claro que te entiendo, te entiendo. ¿Estás reunido? Disculpa.
No, estoy con un amigo mío que ha pasado a saludarme. -Se vuelve hacia Enrico y le sonríe.
Y entonces, ¿por qué demonios hablas en clave, si estás con un amigo? Oye, no te entiendo. Eres el enigma de mi vida. Muchas de mis amigas hacen sudokus, cosa que a mí me parece complicadísima, pero comparados contigo son coser y cantar.
Vale, Niki, ¿qué querías?
Dios mío, qué quisquilloso ¿Estás cabreado?
No, pero no me gusta hablar por teléfono cuando estoy con otras personas.
Ok, seré breve. A ver El mecánico estará abierto. Stop. Me lo ha jurado. Stop. Acompáñame, porfa. Stop. ¿Has recibido bien el telegrama?
Sí, sí, quedamos delante del instituto a la hora de siempre.
Ok, perfecto. ¿Me mandas un beso?
No.
Venga, que todavía tengo un examen y tú me das suerte.
Dalo por hecho.
Gracias ¡chico tímido! -Niki cuelga el teléfono.
Alessandro vuelve a guardar el suyo y, al mirar a Enrico, se da cuenta de que le está sonriendo. Parece más tranquilo.
Disculpa, pero no he podido evitar oír lo que decías. Niki, a la hora de siempre, nos vemos en el instituto. ¿Quién es, tu sobrina? No es una de las hijas de tus hermanas, porque son demasiado pequeñas Vale que hoy en día salen espabiladas, pero no me creo que con tres años ya hablen y llamen con el móvil. Ah, vale, ya lo tengo: ¿es una prima tuya? A lo mejor por parte de padre
Mira, para que no te devanes demasiado los sesos, se trata de la chica de la que os hablé anoche a la puerta del restaurante, la que conocí por casualidad. Ayer tuvimos un accidente.
¿Y ya os tomáis tantas confianzas?
Sí.