Perdona Si Te Llamo Amor - Федерико Моччиа 9 стр.


 ¿Me tomas el pelo?

 No, lo digo en serio. Sólo estaba pensando ¿cuando tenga treinta y seis años, mi madre seguirá dándome la paliza?

 Mira, un día echarás de menos ese tipo de paliza.

Niki le da un último sorbo al batido y arroja el vaso en un contenedor medio abierto que hay por allí cerca.

 ¡Canasta! -Después se coge del brazo de Alessandro-. ¿Lo ves? Cuando dices estas cosas, tus treinta y seis años me parecen un montón! -Y se van. En parte corren y en parte no. En parte hablan y en parte también. Sin prisas, sin pensar en nada, sin llamadas de teléfono. Hasta llegar a donde habían aparcado y encontrarse con una única sorpresa. El Mercedes ya no está.

 Mierda Me lo han robado.

 Quizá no estaba aquí A lo mejor estaba un poco más allá.

 No, no, estaba aquí. Me acuerdo bien. No me lo puedo creer, me han robado el coche por la tarde, en pleno centro, en la via della Penna. Es absurdo.

 No del todo. Lo absurdo era creer que lo encontraría todavía aquí.

Una voz a sus espaldas. Un guardia particularmente diligente lo ha oído todo.

 Usted ha aparcado en una zona donde actúa la grúa. ¿No ha leído el cartel?

 No, estaba distraído. -Y mira a Niki con una sonrisa forzada-. Y ahora, ¿dónde lo puedo encontrar?

 Se lo ha llevado la grúa, de modo que en el depósito de Ponte Milvio o en el del Villaggio Olímpico, como es obvio. -Y se va con su bloc en la mano, preparado para multar a otro.

 Como es obvio. ¿Y ahora, cómo nos vamos de aquí?

 Es facilísimo. Ven. ¿Será posible que te tenga que enseñar tantas cosas?

Niki lo coge de la mano y echa a correr. Atraviesa piazza del Popolo, casi arrastrándolo, como si fuesen dos turistas que intentan llegar a tiempo a algún museo antes de que cierre, y se suben al vuelo en el pequeño tranvía que circula por via Flaminia. Se dejan caer sobre los primeros asientos que encuentran.

Todavía jadeante, Alessandro saca su cartera, va a pagar, pero Niki lo detiene. Y le susurra:

 Total, vamos a bajar en seguida.

 Sí, ¿y si sube el revisor?

 Si nos bajamos en la próxima.

Pero no. Aún faltan dos paradas. Y justo en la penúltima sube el revisor.

 Billetes, billetes.

Alessandro mira a Niki y mueve la cabeza.

 ¿Por qué te habré hecho caso?

Ella no tiene tiempo de responder. El revisor llega a su altura.

 Billetes. -Y Niki lo intenta. Se justifica de todos los modos posibles, le pone ojitos, menciona a la multa, explica extrañas historias acerca de un coche robado, de un amor que terminó hace poco, le explica el asunto del batido pendiente, un gesto generoso que denota su honestidad. Pero nada. No hay manera. Y ese billete no comprado se convierte en un billete de cincuenta euros menos para Alessandro.

 Y os he hecho descuento. Como si uno de los dos hubiese llevado billete, ¿vale?

Es de locos, piensa Alessandro. Ha faltado poco para que hasta le haya dado las gracias. En cuanto bajan, Niki no espera un momento. Echa a correr de nuevo a toda pastilla, arrastrándolo tras ella, haciéndolo casi tropezar, hasta detenerse frente al depósito de la Guardia Urbana.

 Hola Venimos a buscar el coche.

 Sí, ¿dónde lo tenía aparcado?

 En via della Penna.

 Sí, acaba de llegar. Es un Mercedes ML, ¿no? Serán ciento veinte euros más sesenta de transporte. En total, ciento ochenta euros.

Alessandro le da su tarjeta de crédito. Después de cobrar, por fin le permiten entrar en el parking.

 Allí está, allí está, ¿no es ése? -Niki corre hacia un Mercedes aparcado en la penumbra. Alessandro prueba a abrirlo con el mando a distancia. Se encienden los cuatro intermitentes.

 Sí, es ése.

Niki se sube en un periquete. Alessandro la sigue. Salen lentamente del parking. Él la mira con la ceja ligeramente levantada.

 Ese accidente empieza a resultarme caro. Si te pido que salgamos como una pareja normal, a lo mejor ahorro.

 Qué va. El dinero tiene que circular, eso ayuda a la economía nacional. Es algo que hay que hacer para saberlo. Además, perdona, pero el director creativo eres tú, ¿no?, y esto es un estudio de mercado. Has visto gente, has saboreado una realidad diferente a la tuya. Ah, y de tu lista de gastos de hoy tienes que restar el mío.

 ¿Cuál?

 Los ocho euros de los batidos.

 No faltaba más En cuanto quede libre un puesto en la empresa, te cojo de contable.

 Gira, gira ahí a la derecha.

 Eres peor que un navegador roto.

Pasan por delante del Cineporto y salen a una explanada enorme, completamente vacía. Tan sólo hay algún coche aparcado al fondo.

 ¿Y qué hay aquí?

 Nada.

 Entonces, ¿qué hacemos aquí? -Alessandro la mira un momento perplejo. Levanta una ceja-. Aquí vienen normalmente parejitas -dice él. Y le sonríe.

 Sí. Pero también los de las autoescuelas.

 ¿Y nosotros a qué grupo pertenecemos?

 Al segundo. Venga, quítate, déjame que pruebe a conducir tu coche.

 ¿Bromeas?

 Venga, no te hagas el duro. De todos modos, ya es tarde para ir a la oficina. Venga, hasta ahora hemos estado haciendo un estudio de mercado y, por una cifra ridícula, te he dado un montón de datos útiles. Eso te hubiese costado una barbaridad. Ahora tienes que ser un poco generoso. Ya tengo el permiso de prácticas. Vamos, déjame practicar un poco.

 De acuerdo, pero ve despacio, y sin salir de aquí.

Alessandro se baja del coche y da la vuelta, pasando por delante del capó. La mira mientras ella pasa de un asiento al otro por encima del cambio de marchas. Se aposenta bien, mete uno de los CD comprados en Mensajes y pone la música a todo volumen. Alessandro aún no ha tenido tiempo de cerrar la puerta cuando Niki arranca de sopetón.

 ¡Eh, despacio! ¡Despacio! ¡Y ponte el cinturón!

El Mercedes se queda clavado. Después vuelve a ponerse en marcha en seguida. Alessandro se inclina hacia Niki.

 Eh, ¿qué haces -protesta ella-, qué pretendes? ¿Te estás aprovechando?

 Pero ¿qué dices? ¡Te estoy poniendo el cinturón!

Alessandro se lo ajusta y se lo cierra. Niki intenta cambiar de marcha, pero se equivoca de pedal y frena.

 Eh, ¡no hay embrague!

 No.

 ¿Cómo?

 Esa palanca a la que te has agarrado como un pulpo, no son las marchas Se llama cambio automático. Para ser exactos, 7G-Tronic, y va provisto también del sistema direct selection. Basta con un toque suavecito para que entre la marcha.

 Entonces no vale. Así no me sirve de nada. -No obstante, Niki arranca de nuevo, traza una pequeña curva estrecha, acelera. No se percata de que otro coche está entrando en ese momento en la explanada. Frena como puede, pero le da de lleno y rompe el faro de la derecha y abolla parte del lateral. Alessandro, que todavía no había tenido tiempo de ponerse el cinturón, se ve impulsado hacia delante y acaba con la mejilla aplastada contra el cristal.

 ¡Ay! No me lo puedo creer, no me lo creo, eres un desastre. -Se toca repetidamente la nariz, preocupado, y se mira la mano buscando sangre.

 No tienes sangre -dice Niki-. Venga, que no te has hecho nada.

Alessandro ni siquiera la escucha. Abre la puerta y se baja a toda prisa.

Niki baja también.

 Pero señor, ¿adónde mira? ¡Yo tenía preferencia!

El otro conductor sale de su coche.

 ¡¿Qué?!

Es alto, gordo y mayor, de unos cincuenta, cabello oscuro y manos nudosas. En resumen, uno de esos tipos que, si quieren, pueden hacer daño. Y mucho.

 Oye, chiquilla, ¿estás de coña? Yo venía por la derecha. Tú ni siquiera me has visto. Me has acertado tan de pleno que ni en el tiro al blanco. Y menos mal que en el último momento has frenado, que si no ni siquiera estaríamos aquí hablando. Mira esto, mira el estropicio que has hecho

 Sí, pero usted no ha mirado. Lo he visto, estaba distraído con la señora.

Una mujer baja del coche.

 Disculpa, pero ¿qué estás diciendo? Ni siquiera estábamos hablando

Alessandro decide intervenir.

 Vale, vale, calma, lo importante es que nadie se ha hecho daño, ¿no?

El señor mueve la cabeza.

 Yo no. ¿Y tú, Giovanna? ¿Te has dado un golpe en la cabeza? ¿Te ha dado un latigazo? ¿Te duele el cuello?

 No, Gianfrá, nada.

 Perfecto. -Alessandro se mete en el coche. Niki va con él.

 ¿Se me está hinchando la nariz?

 Qué va, estás hecho un primor. Oye, en mi opinión estos dos han venido aquí a lo que han venido, ¿entiendes? Ambos llevan alianza. De modo que están casados. Si dices que vas a llamar a la policía y que quieres hacer un parte verbal, a lo mejor se asustan y se van.

 ¿Tú crees?

 Seguro.

 Niki

 ¿Qué?

 Hasta ahora no has acertado una El aparcamiento, el billete del autobús. ¿Estás segura de que quieres atreverte con la policía?

Niki pone los brazos en jarra.

 ¿Los batidos eran buenos?

 Buenísimos.

 Pues ya ves cómo a veces acierto en algo. Dame otra oportunidad

 Ok.

Alessandro sale del Mercedes.

 Creía que tenía un parte amistoso y resulta que no. Me parece que tendremos que llamar a la Guardia Urbana, para que levanten el atestado y podamos hacer un parte verbal.

La mujer mira al hombre.

 Gianfrá, me parece que eso va a tardar bastante.

Niki mira satisfecha a Alessandro y le guiña un ojo.

Gianfranco se toca la barbilla, pensativo. Niki interviene.

 En vista de la situación hagamos como si nada hubiera pasado: vosotros os vais y nosotros también.

Gianfranco la mira perplejo. No entiende.

 ¿Y el coche que me has destrozado?

 Gajes del oficio -osa decir Niki.

 ¿Qué? ¿Estás de coña? La única vez que salgo con mi mujer para estar a solas un rato porque ya no puedo más, mis hijos siempre en casa, con una decena de amigos, busco un sitio donde estar tranquilo con ella, ¿y ahora, por tu culpa, tengo yo que pagar el pato? ¡Mira, tía lista, a la Urbana la voy a llamar yo de inmediato, y esperaremos lo que haya que esperar! ¡Aunque sea un año! -Gianfranco saca su móvil del bolsillo y marca un número.

Niki se acerca a Alessandro.

 Ok, no he dicho nada

 Eso.

 ¿Tienes un parte en el coche o no?

 Claro que tengo, pero he fingido que no por tu espléndida historia de los amantes.

 Entonces cógelo

 Pero ya está llamando a los urbanos.

 Será mejor que lo saques ¡Fíate de mí!

 Pero ¡se van a dar cuenta de que íbamos de farol!

 Alex no tengo permiso de prácticas y tengo diecisiete años.

 Pero me dijiste que aaah, contigo renuncio.

Alessandro se tira dentro del coche y sale un segundo después con un folio en la mano.

 ¡Gianfranco, mire! ¡He encontrado un parte! ¡Qué suerte, ¿eh?!

Veintidós

Habitación añil. Ella.

Es difícil. Parece que te falte el suelo bajo los pies. El camino que conocías, las palabras que sabías, los olores y los sabores que hacían que te sintieses protegida decidir acabar con todo. Sentir que, de no hacerlo, no irás a ninguna parte y te quedarás allí, fingiendo vivir. Pero ¿un amor que acaba así era de verdad amor? Esto no me gusta. No quiero que sufra. No se lo merece. Siempre ha sido bueno conmigo. Me quiere. Se preocupa. Aunque sea un poco celoso. Ayer, cuando estaba a punto de decírselo, me sentí morir. Me estaba hablando de su día, de su nuevo trabajo, de las vacaciones que quería que hiciésemos juntos en agosto, para celebrar mi Selectividad. Enciende el portátil. Abre la carpeta amarilla. Elige un documento al azar.

«Se vio con los ojos de la fantasía mientras conversaba con aquella dulce y hermosísima muchacha sentada a su lado, en una habitación llena de libros, cuadros, gusto e inteligencia, inundada por una luz clara y una atmósfera cálida y brillante»

Deja de leer. Y de repente se siente esa muchacha. Y ve esa habitación llena de libros. Y observa los cuadros. Y siente esa luz clara que la ilumina y la vuelve hermosa. Y él, ese él, no tiene los rasgos de su chico, sino de otro nuevo, aún por imaginar. Alguien capaz de escribir esas palabras que la hacen soñar. Cuán cierto es que necesitamos tener un sueño.

Veintitrés

Un poco más tarde, en el coche. Alessandro murmura algo entre dientes. Niki se da cuenta.

 ¿Qué haces, rezas?

 No, estaba calculando cuánto he gastado Veamos, entre la bonificación que perderé del seguro, la multa del coche, la multa del autobús, la grúa, el accidente Es como si te hubiese comprado un ciclomotor nuevo.

 Sí, pero ¿dónde metes el valor afectivo de Mila?

 ¿Puedo no responder?

Niki se vuelve hacia la ventanilla.

 ¡Grosero!

Alessandro sigue conduciendo y la mira de vez en cuando. Niki sigue vuelta de lado. Repiquetea con los dedos sobre el salpicadero, al ritmo de la música que sale del CD de Damien Rice. Alessandro se da cuenta y lo apaga. Niki se vuelve de inmediato hacia él. Después se acerca a la ventanilla y le echa el aliento. Escribe algo con el dedo índice. Alessandro aprieta un botón, el techo se abre, entra aire y seca el vapor, borrándose lo escrito por Niki. Ella resopla.

 Madre mía, qué antipático eres.

 Y tú resultas insoportable cuando te comportas como una niña.

 Ya te lo he dicho antes ¡soy una niña! Y cuando haces eso tú pareces, qué digo, tú eres más pequeño que yo.

En ese momento, se oye el sonido de una sirena que se acerca. Un coche de policía pasa a toda velocidad en dirección opuesta. Niki se pone de pie y saca la cabeza por el techo. Levanta los brazos y empieza a gritar como una loca.

 ¡Id más despacio, anormales!

Se cruzan con el coche de la policía. Alessandro tira de ella cogiéndola por la camiseta, la hace caer en el asiento.

 Estáte quieta. ¿Por qué tienes que gritarles nada?

Alessandro oye un chirrido. Mira por el retrovisor. El coche de la policía ha frenado de golpe, ha dado la vuelta derrapando y ha vuelto a arrancar a toda velocidad para perseguirlos.

 Mira qué bien, lo sabía. Felicidades, ¿estás contenta ahora? ¡Ponte el cinturón, haz algo útil!

 Sí, pero ¿ves como yo tenía razón? Si tienen tiempo para perseguirnos, eso quiere decir que no iban a ninguna parte.

 Mira, Niki, te lo pido por favor: estáte callada. ¡Ahora quédate callada!

El coche de la policía se coloca a su lado y le hacen señas para que se detenga. Alessandro asiente con la cabeza y, despacio, se acerca al arcén. Los policías bajan del coche. Alessandro baja la ventanilla.

 Buenas tardes, agente.

 Buenas tardes, el carnet de conducir y los papeles del coche, por favor.

Alessandro se inclina y abre la guantera. Coge la carpeta donde guarda los documentos del coche y se la da. Mientras tanto, el otro policía le da la vuelta al capó y comprueba que lleve el sello del seguro. Entonces se percata del faro roto y del lateral abollado.

 Todo en orden, al parecer -dice el primero. Pero no le devuelve los documentos.

 ¿Qué estaba gritando su amiga? La hemos visto desgañitarse.

 Ah, nada.

 Disculpe, querría oírselo decir a ella.

Alessandro se vuelve hacia Niki. Ella lo mira.

 Nada. Sólo gritaba que yo también quisiera ser policía. No vais a detenernos por eso, ¿verdad?

 Veo que no está al día, señorita.

Justo en ese momento, el otro policía se acerca a la ventanilla de Alessandro. Se miran. Y se reconocen. Alessandro cae en la cuenta. Carretti y Serra, los dos policías que fueron a su casa la noche anterior.

 ¡Buenas tardes! Usted de nuevo ¿esta chica también es rusa?

 No, ésta es italiana, y le gustaría entrar en el cuerpo. Los tiene en alta estima.

Alfonso Serra ni siquiera la mira.

 Aquí tiene sus documentos. Y usted no vuelva a asomarse por el techo. Es peligroso y distrae a los que circulan en sentido contrario.

 Por supuesto, gracias.

 Y dé gracias de que nos acaban de avisar de un robo, que si no usted -y vuelve a mirar a Alessandro-, entre la historia de las rusas de anoche y ahora esta muchachita, esto no se iba a quedar aquí.

Sin siquiera darle tiempo a responder, los dos policías se montan en el Alfa 156 y se marchan derrapando a toda velocidad. Alessandro arranca y se pone en marcha en silencio.

 Me gustaría llevarte a casa y yo llegar sano y salvo a la mía.

 Donde te esperan las rusas

 ¿Qué?

 Sí, he oído lo que ha dicho el policía, ¿qué te crees? No soy sorda Por otro lado, ¿qué podía esperarse de uno como tú? El clásico al que le gustan las extranjeras. Les prometes trabajo, salir en un anuncio, «oye, voy a convertirte en una estrella», y demás para llevártelas a la cama con tus amigos. Bravo. Das pena. Venga sí, llévame a casa

 Oye no era más que una simple fiesta en mi casa. Lo que pasa es que el capullo de mi vecino llamó a la policía diciendo que estábamos armando mucho jaleo, y no era cierto.

 Claro, claro, ¿cómo no? Tú mismo lo has dicho El que gana lo celebra, el que pierde, lo explica. Y tú te estás explicando.

 ¿Y qué tiene que ver esto con lo que he dicho? Yo me refería al futbito.

 Precisamente

 Y además no tengo por qué darte explicaciones.

 Por supuesto

 Oye, en serio, no tengo nada que esconder y además no tengo por qué rendirte cuentas a ti.

 Sí, sí. Gira aquí a la derecha y sigue recto. Claro, porque de no haber sido por ese policía, tú me hubieses explicado tu noche con las rusas, ¿verdad?

 Eres la hostia. ¿Por qué hubiese tenido que contarte nada? Y, además, ya te he dicho que no hay nada que explicar.

 Al fondo de la calle a la izquierda. De todos modos no me lo hubieses contado.

 Pero ¿quién te crees que eres? ¿Mi novia? Pues no, así que, ¿qué te tengo yo que explicar? ¿Por qué me tengo que justificar? ¿Acaso somos pareja?

 No, en absoluto. Hemos llegado. Número treinta y cinco. Allí, ése es mi portal.

De repente, Niki se abalanza sobre él y desaparece bajo el salpicadero.

 ¡Mierda!

 Eh, ¿qué pasa ahora?

 Chissst, son mis padres, que están saliendo.

 ¿Y qué?

 ¿Cómo que y qué? Si me ven, vas a tener problemas.

 Pero si tú misma acabas de decir que no somos una pareja.

 Igualmente tendrás problemas.

Alessandro mira a Niki, que está tirada sobre sus piernas.

 Si te pillan así, sí que voy a tener problemas, y en serio. Ya me dirás cómo iba a explicar que simplemente te estabas escondiendo y nada más.

Niki lo mira desde abajo.

 Estás obsesionado, ¿eh? Claro, estás acostumbrado a tus rusas.

 ¡Y dale! Lo siento por ti, pero no pienso prestarme a estos jueguecitos tuyos de celos.

 Yo no soy celosa. Dime qué están haciendo mis padres.

 Nada. Bueno, tu madre, ¿te he dicho ya que es una mujer muy guapa?, está delante de un coche, mirando a su alrededor. Está buscando algo.

 ¡Me está buscando a mí!

 Puede ser Realmente es una mujer elegante ¡ay! ¿Por qué me muerdes? -Alessandro se frota el muslo.

 Ya te he dicho que no hables de ella ¡Y da gracias que era la pierna!

Y lo vuelve a morder.

 ¡Ayy!

Alessandro vuelve a frotarse.

 Dime qué está haciendo ahora mi madre.

 Ha sacado un móvil y está marcando un número.

Un segundo después suena el Nokia de Niki. Lo coge.

 ¿Sí?

 Niki, ¿se puede saber dónde estás?

 De camino, mamá.

 ¿Por qué hablas así?

 ¿Cómo, mamá? Es mi voz

 No sé Parece como si estuvieses agachada.

 Bueno, me duele un poco el estómago. -Niki sonríe a Alessandro-. Desde luego, a ti no se te escapa nada, ¿eh?

 ¡No, exceptuándote a ti! Escucha, nosotros vamos a salir; nos vamos al cine con los Maggiore. Tu hermano está solo. Quiero que, como mucho, en un cuarto de hora estés en casa. De modo que cuando llegues me llamas del fijo y me pasas a tu hermano.

 Allí estaré.

 Quiero que me llames antes de que empiece la película.

 Pierde cuidado, mamá Es como si ya estuviese a la puerta de casa.

La madre cuelga. Niki oye arrancar a un coche. Entonces se levanta despacio y examina la calle. Ve marchar a sus padres en un coche a lo lejos.

 Menos mal, se han ido. -Niki se arregla un poco-. Bueno, todo ha salido bien.

 Claro, si tú lo dices

Se quedan un rato en silencio. Niki sonríe.

 Estos momentos siempre son raros, ¿verdad?

Alessandro la mira. Piensa en el tiempo que hacía que no salía con una chica que no fuese Elena. Mucho. ¿Y ahora con quién sale? Con una menor de edad. Bueno, no está mal. Si uno quiere cambiar de vida, lo mejor es no andarse con chiquitas. Pero la realidad es otra. Él no quería cambiar de vida. Él estaba bien con Elena. Muy bien. Y, sobre todo, no está saliendo con esta Niki.

 ¿En qué estás pensando?

 ¿Yo?

 ¿Quién si no?

 En nada.

 Es imposible no pensar en nada.

 No, en serio, no estaba pensando en nada.

 Ah ¿sí? Intenta hacerlo.

Se quedan un segundo en silencio.

 ¿Lo ves? Es del todo imposible. De todos modos, si no me lo quieres decir, es asunto tuyo

 Si tú no me quieres creer, no sé qué puedo hacer

Niki lo mira una última vez y después le sonríe.

 Bueno, será mejor que me vaya.

 Yo también bajo, y así te acompaño hasta la puerta

Ambos se bajan del coche y caminan en silencio hasta el portal de la casa de Niki.

Alessandro se queda parado delante de ella, con las manos en los bolsillos.

 Bueno, aquí estamos Un día intenso, ¿eh?

 Ya.

 Nos llamamos.

 Sí, claro. Aún tenemos que arreglar lo del accidente.

Niki levanta la barbilla y señala con ella hacia el Mercedes.

 Siento habértelo abollado también por delante.

 No te preocupes, ya estoy acostumbrado.

 Podríamos fingir que sucedió todo a la vez. Seguramente mis daños serán menores que los tuyos.

 ¡Ninguna compañía de seguros se creería que un ciclomotor me ha dejado el coche en ese estado! ¡A no ser que me lo hubieses lanzado desde un balcón!

Niki se echa a reír.

 ¿Por qué no? Podría ser. Lo hicieron en el estadio.

 Vale, vale, no he dicho nada.

 De todos modos, tú quédate tranquilo, no me hagas sentir más culpable de lo debido. Ahora lo pensaré y de algún modo hallaré la solución. -Se aparta y le da un beso en la mejilla. Después se va corriendo.

Alessandro sonríe y se dirige a su coche. Le da la vuelta para comprobar los daños. Después de eso sonríe un poco menos. Se sienta al volante. Está a punto de arrancar cuando recibe un mensaje. Vuelve a sonreír. Debe de ser Niki. Después le viene repentinamente a la memoria El principito, y se preocupa un poco. Diantre. ¿Estoy haciendo como el zorro? ¿Me estaré domesticando? ¿Cómo era aquel pasaje? «Al principio te sentarás un poco lejos de mí, en la hierba. Yo te miraré de reojo y tú no dirás nada. El lenguaje es fuente de malentendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, desde las tres ya empezaré a ser feliz. A medida que avance la hora, más feliz me sentiré. Al llegar las cuatro, me angustiaré y me sentiré inquieto; ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes en cualquier momento, nunca sabré a qué hora preparar mi corazón Tiene que haber ritos.» Ya. Tiene que haber ritos. ¿Y yo esperaba ya un sms suyo? Alessandro lee el mensaje. No. Es Enrico. El zorro se levanta y se va, saliendo de la escena de sus pensamientos.

«Estamos todos en el Sicilia, al principio de via Flaminia. Vamos a comer un poco de buen pescado. ¿Qué hacéis? ¿Venís? Decidme algo.»

«En seguida estoy ahí -responde Alessandro veloz-. Pero estoy solo.» Mensaje enviado. Arranca y se va. Poco después le suena el móvil. Número privado. No soporto que oculten el número. ¿Quién podrá ser? Demasiadas hipótesis. Se acaba antes respondiendo.

 ¿Sí?

 Soy yo.

 ¿Y quién es yo?

 Yo, Niki. ¿Ya me has olvidado?

No, piensa Alessandro. Cómo podría, aunque sólo sea por los destrozos del coche. Pero no se lo dice. Se da cuenta de que superaría de nuevo a la Bernardi y quizá también a la madre de Niki en la clasificación. El zorro vuelve a entrar en escena y se tumba tranquilo a escuchar.

 No te sale mi número porque te estoy llamando desde el fijo. Me he quedado sin saldo.

Quizá yo podría recargárselo, piensa Alessandro por un instante.

 Sólo quería decirte que me lo he pasado muy bien esta tarde contigo. Me he divertido un montón.

En el fondo, Alessandro se siente un poco extraño. El zorro lo mira mal.

 Yo también, Niki. -El zorro vuelve a tranquilizarse.

 ¿Sabes qué es lo que más me ha gustado?

 ¿El batido?

 No, idiota. Que me has hecho sentir mujer.

Alessandro sonríe.

 Bueno, eres una mujer.

 Sí, gracias, ya lo sé. Lo que pasa es que a veces no me lo hacen sentir del todo. ¿Y quieres saber lo más bonito? Es la primera vez que alguien sí, bueno Es decir, es algo que nunca antes un hombre había hecho por mí

Alessandro se queda perplejo.

 Bueno, me alegra mucho oírlo. -Alessandro piensa de qué puede estar hablando, pero no se le ocurre nada.

 Entonces, ¿ya sabes a lo que me refiero?

 Tengo una vaga idea, pero será mejor que me lo digas tú.

 Ok Pues que cuando me has acompañado hasta la puerta, no has intentado besarme. En serio. Me ha gustado a morir. Es la primera vez que un hombre me acompaña hasta el portal y no lo intenta. ¡Felicidades! ¡Eres único! ¡Adiós! Nos llamamos pronto, que pases una buena noche.

Como de costumbre, Niki cuelga sin darle tiempo a responder.

Alessandro se queda con el móvil en la mano. Felicidades. Eres único. ¡Querrá decir que soy el único gilipollas! Y sin saber bien cómo interpretar aquella llamada, acelera hacia via Flaminia.

Veinticuatro

De vez en cuando, Mauro le da una patada a la rueda trasera de su viejo ciclomotor, falcado en su caballete, haciéndola girar. Está fumando un cigarrillo. Un poco más allá, al menos cinco o seis Winston azules han acabado de igual manera. Mira de nuevo hacia el final de la calle. Ahí está.

Mauro apaga el cigarrillo y corre a su encuentro.

 Pero ¿dónde cojones estabas? ¿Dónde te has metido? ¿Eh? ¿Dónde demonios estabas?

Paola avanza serena. Se la ve feliz. Tiene una sonrisa radiante.

 ¡Amor, me han cogido, me han cogido!

 ¿Y por qué no me has llamado?

 Me he quedado sin saldo, no podía ni enviar mensajes, y mi madre estaba hablando por el fijo. Me han llamado para un recall

 ¿Un qué?

 ¡Un recall! Es cuando te llaman para que vuelvas a hacer la prueba Me he ido en autobús, no podía esperarte, y después he cogido el metro. De todos modos, la prueba no era lejos, otra vez en Cinecittá.

Lo abraza, lo besa, suave, dulce, sensual como sabe ser Paola cuando quiere.

 Pero ¿por qué estás así? ¿No te alegras? ¡Me han cogido!

Mauro sigue de morros. Se suelta de su abrazo.

 Joder, te lo he dicho mil veces no me gusta que vayas sola. -Paola pone los ojos en blanco-. Entiéndeme, no es que no quiera que hagas pruebas, al contrario, pero me gusta acompañarte.

 Perdona, pero ninguna de las otras va acompañada de su novio.

 Ah, vale, muchas gracias, pero es porque a ellos les importa un carajo. En cambio, yo me preocupo por ti. Y otra cosa, te lo he dicho mil veces, cuando estés a punto de quedarte sin saldo dímelo, ¿no? Mi madre trabaja en el quiosco de la esquina La llamo y te recarga la tarjeta en nada. O te la recargo yo directamente en cualquier parte. -Luego Mauro se queda callado. Sí, y con qué dinero lo hago, piensa para sí. Pero es evidente que aquel no es momento de recordárselo.

Paola abre su enorme bolso de largas asas.

 Mira, después de la prueba he ido a Cinecittá 2 y te he cogido esto. -Saca un osito de peluche con la camiseta del Roma.

 ¡Guau! Es superguay, gracias, amor.

 ¿Has visto? Es el osito Totti, es como tu capitán, un pequeño gladiador peludo.

 Es muy bonito.

Назад Дальше