Perdona Si Te Llamo Amor - Федерико Моччиа 24 стр.


 Vaya ¡gracias! Qué fuerte Te has acordado de mí. -Entonces detiene un momento-. ¿Se lo has pedido a tu madre? Por el cambio de marchas, por mí Pero ¡entonces le has contado también lo nuestro! -Y se le echa encima y lo besa, haciéndole dar un bandazo.

 ¡Estáte quieta, Niki, no vayamos a abollar éste también!

 ¡¿Más de lo que está?! -Niki se sienta bien de nuevo-. ¿Y cómo va a darse cuenta?

 Las madres siempre se dan cuenta de todo. Piensa que este coche lo usaba yo a tu edad. -Mientras lo dice, intenta quitarle peso a esa extraña verdad-. Ella se daba cuenta de si había fumado, de si había bebido o incluso de si había montado a alguien o de si había hecho el acto

 ¿El acto? Pero ¿qué manera de hablar es ésa? ¡Madre mía, eres un carroza! Además, perdona, pero ¿hiciste «el acto» en este coche y ahora te atreves a llevarme de paseo en él? -Y se pone a pegarle en broma.

 ¡Oye, que han pasado veinte años!

 ¿Y qué? Todo lo que hiciste desde los dieciocho hasta ahora me vuelve loca. O sea, prácticamente desde que nací hasta ahora. Casi. Me gustaría volver atrás en el tiempo, como si fuese un DVD, para verte. O mejor no, hacerlo directamente en el cine. Sentarme en primera fila, con un cubo de palomitas, y mirar la película de tu vida en silencio, sin que nadie me molestase.

 Bueno, también yo podría decir lo mismo con respecto a ti. También a mí me gustaría estar en un cine y ver las escenas más importantes de tu vida.

 ¡Sí, pero lo que verías sería un cortometraje! ¡No te has perdido mucho! ¡Tienes la posibilidad de vivirlo todo de mí!

 También tú. El día más bello es aquel que todavía hay que vivir.

 ¡Lo que hay que oír! Eso te lo has inventado. ¿Y qué piensas hacer con todos los polvos que has echado en este coche? ¿O es que los has olvidado?

Alessandro la mira, vuelve la cabeza repetidamente hacia ella.

 No me lo puedo creer.

 ¿El qué?

 Estás celosa. ¿Sabes lo que dice Battisti?

 A estas alturas, lo sé todo de Battisti. Claro que lo sé. «Querida amiga celosa, es una pena, una enfermedad, que no puedas olvidarte de lo que no puedes saber de mí, todos mis amores precedentes te duelen más que un dolor de muelas, todos los besos que he dado no desaparecen por un agujero»

 Estás empapada, ¿eh?

 Ya lo creo. Después de todas las recopilaciones y las interpretaciones de Enrico que he oído en los últimos tiempos

 Entonces ya entiendes que también el hombre sufre. La misma canción continúa diciendo «En confianza, mi amor, yo también tengo algún problema, por no hablar de tus ex asuntos de cama».

 Sí, sí, ¡no me cambies de tema! ¡Confiesa! ¿Has hecho el amor en este coche o no?

Alessandro lo piensa un momento.

 No.

 ¡Júramelo!

 Te lo juro. Sólo un beso una vez en el drive in de Ostia.

 ¡El drive in! ¡Cómo mola! Yo sólo lo he visto en las películas.

 ¿Estamos en paz?

 A muerte.

 ¿Una paz a muerte?

 ¡Sí, es mi manera de decirlo cuando tengo unas ganas locas de no discutir!

 Vale, entonces me detengo para que puedas conducir. Pero no a lo bestia, ¿eh? Detente de vez en cuando.

Acerca el coche lentamente al borde de la carretera y se detiene. Niki pasa por encima de Alessandro.

 Niki, espera a que me baje.

 Venga no seas muermo, acabamos antes si pasas por dentro.

Y ejecutan un cruzarse confuso, se encienden los intermitentes, Alessandro se da un golpe en el salpicadero, «Ay», una pierna atravesada, Niki que ríe. «Pesas un montón», y esos pantalones tejanos demasiado estrechos Pero al final cada uno ocupa su nuevo asiento.

 ¿Arranco?

 Arranca. Y despacio.

Niki aprieta el embrague. Mete la primera.

 ¿Qué tal voy?

 Muy bien quizá porque todavía no vas. Aprieta el acelerador y suelta despacio el embrague.

Niki obedece. El coche arranca lentamente.

 Bien, ahora mete la segunda.

Niki aprieta de nuevo el embrague, y cambia la marcha.

 Ya está, segunda

 Ha rascado.

 Qué pesado eres, la he metido, ¿no? -Y se pierden así en el tráfico de la noche. Una marcha tras otra. Alguna rascadita que otra. Alguna sacudida. Un intermitente puesto demasiado tarde. Una frenada de más. Alessandro pone las manos en el parabrisas.

 Ay. Pero ¿por qué tienes que frenar así?

 Disculpa -Niki se ríe y vuelve a arrancar. Y otra vez una clase de conducir divertida.

 Mantén el volante a las diez y diez.

 Pero es tarde.

 ¿En qué sentido, tienes que volver a casa?

 No, digo que a las diez y diez es tarde, el volante lo debería estar sujetando ya, ¿no? ¡Si no, nos vamos a estrellar!

 Qué graciosa.

 Es una de esas bromas que si la haces en la oficina todo el mundo se ríe. De todos modos, me canso de tenerlo así.

 Pues te suspendo.

 Y yo me presento a recuperación. -Niki resopla y acelera. Y vuelve a salir en segunda-. Bien. -Y el coche se le cala.

 Mal. Te vuelvo a suspender.

Y siguen así, mejorando poco a poco, acelerando de vez en cuando, conduciendo lentamente, sin causarle demasiados daños al motor.

 Niki, te has metido en la autovía.

 Sí, es más fácil. -Y empieza a cantar-. «Viajando, viajando, y de noche con los faros encendidos alumbrando el camino para saber el camino con coraje, gentilmente, gentilmente, pero dulcemente viajando -un pequeño bache hace saltar al coche-, evitando los baches más duros sin que caer en tu miedo oscuro gentilmente, sin esfuerzo con cariño.»

 ¿Qué haces, te detienes?

 Sí, de todos modos, he conducido superbién. Estoy cansada. -Niki aparca en una pequeña área de descanso-. Y ahora, si es cierto lo que me has dicho, me gustaría inaugurar el coche de tu madre.

Enciende la radio y apaga todo lo demás.

Oscuridad. Suspiros repentinos. Manos que se cruzan, divertidas, ligeras. Desabotonan, buscan, encuentran. Una caricia, un beso. Y otro beso y una camisa que resbala. Un cinturón que se abre. Una cremallera que baja lentamente. Un salto. En la oscuridad pintada de oscuridad. Feliz de estar allí Oscuridad hecha de deseo, de ganas, de ligera transgresión. La más hermosa, la más suave, la más deseable. Coches que pasan veloces por la carretera. Faros que iluminan como un rayo y desaparecen. Ráfagas de luz que dibujan bocas abiertas, deseos suspendidos, sufridos, alcanzados, cumplidos, ojos cerrados, luego abiertos. Y más y más. Como entre las nubes. Cabellos alborotados y asientos incómodos. Manos que proporcionan placer. Bocas en busca de un mordisco y autos que continúan pasando, tan veloces que nadie tiene tiempo de reparar en aquel amor que sigue el ritmo de una música al azar, procedente de la radio. Y dos corazones acelerados que no frenan, que están a punto de chocar dulcemente.

Poco después. Se baja una ventanilla empañada todavía de amor.

 Qué calor hace aquí dentro.

 De morirse.

Alessandro se está abrochando el cinturón del pantalón. Niki se pone la camiseta. De repente, una luz los enfoca en plena cara. Dejándolos casi ciegos.

 Eh, ¿Qué ocurre?

 ¿Es un ovni?

La luz se aparta a un lado. Se ve algo escrito. Policía.

 Bajen, por favor.

 No me lo puedo creer -sonríe Niki mientras se abrocha los tejanos-. Justo a tiempo.

Del coche patrulla se bajan dos policías, mientras Alessandro y Nicki abren sus puertas respectivas.

 Documentación, por favor.

De repente, los cuatro se reconocen.

 ¡Otra vez vosotros!

Niki se acerca al oído de Alessandro.

 Pero, ¿no teníamos que dejar de verlos? ¡Esto es el cuento de nunca acabar!

 Yo creo que nos siguen. -Luego, volviéndose hacia ellos, Alessandro dice-. ¿Seguro que quieren ver nuestros documentos?

 Deben entregarlos de todos modos.

El policía más joven se acerca al coche. Ilumina con su linterna el papel del seguro que hay en el parabrisas.

 Disculpe, pero ¿usted no tenía un Mercedes un poco abollado?

 Sí.

 ¿Y de quién es este coche?

 De mi madre.

 Ah, de su madre Disculpe, ¿cuántos años tiene usted?

 Lo pone en el carnet que tiene su compañero.

El otro lee en voz alta.

 Mil novecientos setenta, o sea que treinta y siete.

 En junio -precisa Niki.

Entonces el policía mira también el carnet de Niki.

 En cambio, la chica tiene diecisiete.

 Dieciocho en mayo -precisa de nuevo Niki.

 ¿Y qué estaban haciendo aquí?

Niki resopla y está a punto de estallar. Alessandro le aprieta el brazo para detenerla.

 Oímos unos ruidos extraños.

 En el coche de su madre

 Sí, ya ve lo viejo que es Nos hemos parado para controlar que estuviese bien. Después estábamos a punto de irnos cuando han llegado ustedes.

Los dos policías se miran un instante. Luego les devuelven la documentación.

 Acompañe a la señorita a casa. Supongo que mañana tendrá que ir a la escuela.

Alessandro y Niki están a punto de volver a meterse en el coche, cuando uno de los dos llama a Alessandro.

 Eh, señor.

 ¿Sí?

El policía señala hacia abajo, hacia sus pantalones. Él se da cuenta y se sube rápidamente la cremallera.

 Gracias

 De nada. El deber. Pero si por casualidad un día se encontrase con los padres de la chica, quizá no llegaríamos a tiempo de intervenir.

Sesenta y nueve

Alessandro aparca a poca distancia del portal de Niki.

 Nos hemos librado por pelos, ¿eh? Imagina que hubiesen llegado diez minutos antes.

Niki se encoge de hombros.

 Bah, ya ves tú. Ésos no se escandalizan por nada. Son los clásicos tipos que leen revistas extrañas, que chatean con apodos del tipo Temerario o Yoghi y tienen un montón de películas porno escondidas en el armario

 ¿Y cómo has llegado a esa conclusión?

 No me lo preguntes. Una mujer nota estas cosas Y, además, ¿sabes?, también por cómo llevan la pistola. En realidad, se trata de una proyección de su aparato. -Niki adopta una expresión maliciosa.

Alessandro se inclina y abre la puerta.

 ¡Ya está bien! ¡Venga, buenas noches!

 ¿Qué pasa? ¿Vuelves a estar excitado de nuevo?

 En absoluto, es que tengo un partido de futbito. ¿Tú qué haces?

 Nada. Esta noche me quedo en casa. Tengo que estudiar un poco. A lo mejor después se pasa mi ex, que quiere hablar conmigo.

 Ah. -Alessandro se yergue ligeramente envarado.

Niki se da cuenta.

 Eh, ¿qué te pasa? Si yo estoy con una persona es porque quiero estar con ella. ¡De modo que estáte tranquilo, no me toques las narices y considérate afortunado! -Y le da rápidamente un beso. Se baja del coche-. ¡Gracias por las clases de conducir!

Mira a derecha e izquierda a toda prisa, corre hacia el portal y desaparece dentro. Sin volverse, como de costumbre. Alessandro se va con el destartalado coche de su madre.

 Eh, ¿hay alguien en casa? -Niki cierra la puerta a sus espaldas-. ¡Mamá, papá!

Matteo aparece al fondo del pasillo.

 No están, han salido. Te mandan saludos

 ¿Qué hacías en mi habitación? Te he visto.

 Tenía que mirar una cosa en el ordenador.

Niki se quita la chaqueta y la deja caer en el sofá.

 Te he dicho mil veces que no puedes entrar en mi habitación. Y menos aún cuando yo no estoy. ¡Y que está totalmente prohibido usar mi ordenador!

Matteo la mira.

 Ni que se te hubiera muerto la maestra.

 Imbécil.

 Ya veo. Peor todavía. El pensionista te ha plantado.

 Ja, ja, me parto, ¿tú quién eres, el Ceccherini de los pobres?

 Oye, Niki, a lo mejor te has olvidado de esto. -Y saca el Nokia-. Ya he descargado y salvado la grabación comprometedora, la tengo a buen recaudo.

 ¿Y dónde la has metido?

 Mira ésta. A ti te lo voy a decir. ¿Es que no has aprendido nada de todas esas series policíacas que vemos juntos? ¡Si entregas el objeto del rescate estás acabado!

Llaman a la puerta.

 ¿Y ahora quién es? Yo estoy esperando a Fabio, pero me dijo que pasaría a las diez.

 Debe de ser Vanni.

Matteo va a abrir.

 Sí, es él. Eh, hola Pasa.

Un niño tan alto como él, con los pantalones igualitos y el pelo un poco más rubio, entra arrastrando sus enormes zapatos.

 ¿Qué va a hacer tu hermana?

 Todavía no se lo he dicho.

 Ok, como quieras. ¿Hay Coca-Cola?

 Sí, ve a buscarla a la cocina mientras se lo cuento

Niki observa a Vanni, que sale disparado, sin problema alguno.

 A ver si lo entiendo, Matteo, ¿ése circula sin más, libremente por nuestra casa?

 Ni que fuera un perro al que hay que tener atado.

 Sabes perfectamente que a mamá no le haría ninguna gracia.

 Pero tú no vas a ir a contárselo. En fin, mira esto.

Matteo se saca del bolsillo una hoja doblada en cuatro. La abre.

 Te lo he impreso todo aquí.

 Así que eso es lo que estabas haciendo en mi habitación. Mira toda la tinta que me has gastado.

 No me ralles más. Y lee.

Niki mira la hoja con atención.

 ¿Qué? ¿Qué es todo esto?

 No me digas que no las conoces.

 Claro que las conozco. Pero procuro evitarlas. ¿Y qué tendré que hacer según tú?

 Buscarme al menos una y traérmela.

 Ni hablar.

 No me digas que te da vergüenza, después de todo lo que te vi hacer

 Digamos que no me viste hacer nada porque no hice nada. Lo que pasa es que me parece inmoral proporcionar ese tipo de cosas a un niño de tu edad.

 En primer lugar: no se trata sólo de mí, también está Vanni. Segundo: no somos niños. Tercero: las puedes encontrar aquí. Cuarto: si te niegas, ya sabes lo que haré Primero se lo envío a mamá, que a lo mejor hasta te lo perdonaría, y acto seguido a papá, que seguro que viene para acá más rápido que Superman y, en un momento, no es que te cubra de insultos, ¡es que la emprende a patadas contigo!

Niki arranca la hoja de la mano a Matteo y sale de casa hecha una furia gritando.

 No le abráis la puerta a nadie, y si me llama mamá le dices que he olvidado una cosa en el ciclomotor y me avisas, ¿entendido?

Niki baja a toda prisa la escalera, dobla la hoja y se la mete en el bolsillo de los téjanos. Hay que fastidiarse. Todo me pasa a mí. Hasta tengo un hermano maníaco. En ese momento le suena el móvil. Lo coge y mira la pantalla. Lo que me faltaba. Abre el Nokia.

 Dime.

 Hola, en seguida estoy ahí.

 No estoy en casa.

 ¿Y dónde estás?

 Y a ti qué te importa; no tengo por qué darte explicaciones.

 No discutamos, Niki.

 Yo no tengo ganas de discutir, Fabio, pero es que te comportas como si todavía estuviésemos juntos cosa que se acabó hace ya cuatro meses.

 Tres.

 Dejando a un lado mi recaída, que no es lo mismo que volver a estar juntos. Tan sólo follamos una vez más antes de darlo definitivamente por acabado.

 Eres dura.

 Claro, en cambio tu cancioncita de hoy era tierna, ¿no?

 Ok, tienes razón. También te llamaba por eso. Pero ¿podemos vernos las caras en lugar de seguir hablando por teléfono?

 Vale. Dentro de media hora en viale Parioli, 122. En el Prima Visione.

 Ok, gracias, princesa.

Niki cierra el teléfono. Princesa Quita la cadena y se pone el casco. Sí, la del guisante. Antes me encantaba que él me llamase así. Ahora no lo soporto Basta. Está decidido. Se lo voy a decir.

Y se va a toda velocidad con su ciclomotor.

Setenta

Enrico entra corriendo en casa.

 Amor, ¿dónde estás? Perdona, ¡llego tardísimo!

Camilla aparece a la puerta del dormitorio, perfectamente maquillada y vestida. Vestido oscuro, sombra ligera, carmín rosado.

 Me lo imaginaba. Te he preparado la bolsa del futbito.

Enrico la mira. Se ha quedado sin palabras.

 Pero ¿adónde vas?

 A tomar algo con aquella amiga mía del gimnasio. ¿No te acuerdas? Con la que estaba hablando la otra noche. Viene también otra chica.

 Ya veo. ¿Y adónde pensáis ir?

 No lo sé, aún no lo hemos decidido.

 Sí, pero ¿qué os apetece, en qué tipo de sitio pensáis?

Camilla se pone la chaqueta.

 Es que no sé Hemos quedado en el centro. -Coge su bolso, mete dentro las llaves de casa y lo cierra-. Perdona, pero yo, cuando vas a jugar a futbito, no te pregunto con quién juegas, ni qué os vais a tomar después.

 ¿Y eso qué tiene que ver? Además, casi siempre perdemos.

Camilla mueve la cabeza y abre la puerta.

 A veces es imposible hablar contigo. Nos vemos más tarde. -¡Y cierra la puerta!.

Nos vemos más tarde. Pero ¿más tarde cuándo? Enrico se sienta en el brazo del sofá en medio del salón. O mejor dicho, se hunde. Le gustaría preguntarle un montón de cosas. Del tipo: ¿a qué hora piensas volver? ¿Llevas el móvil conectado? O bien: después no me digas que no tenías cobertura. O peor aún, no me digas que te quedaste sin batería. En resumen, para decirlo con una sola frase: ¿de veras tienes que salir? Cae en la cuenta de que llega muy tarde al partido. Se levanta, va hacia el dormitorio, encuentra la bolsa, se la echa a la espalda y sale. Mientras espera el ascensor tiene un pensamiento extraño. No sé por qué, pero esta noche me gustaría ser el árbitro El ascensor se abre. Enrico entra y aprieta el botón correspondiente. Luego se mira en el espejo. Pero ¿cuánto hay que esperar todavía para tener la bendita o la maldita respuesta del investigador? Y eso que le di el dinero en el momento. Qué demonios. Sale corriendo hacia su coche. Sube, arranca. No sé si jugaremos un buen partido o perderemos como de costumbre. Sólo sé que no veo la hora de que se acabe para volver a casa. Y, sobre todo, para ver si Camilla ha regresado ya.

Niki le da la tarjeta al encargado, que la pasa por la máquina para visualizar el nombre.

 Pero ¿de quién es?

 De mi hermano.

 ¿Que se llama?

 Matteo.

 ¿Seguro?

 Ya lo creo que sí.

 Me refiero a que no me aparece en la tarjeta.

 Ah, disculpe. -Niki piensa un momento-. A lo mejor le aparece Vanni.

El hombre aprieta una tecla y se oye un bip.

 Sí, Vanni sí. Perfecto. ¿Qué desea?

Niki le da la hoja doblada en cuatro.

 Una de estas películas.

El encargado repasa la lista, mira los nombres uno a uno.

 Algunas no las tenemos. Y las que tenemos están prestadas.

 ¡Qué rabia!

El encargado mira mejor la lista. Levanta las cejas.

 Hay algunas que ni siquiera las he visto. Ésta, por ejemplo. Nirvana, de Frank Simón, con Deborah Wells y Valentine Demy. Me han dicho que es una pasada. El argumento está lleno de golpes de efecto, además. ¿Tú la has visto? Es una porno cult.

 No, lamentablemente me la perdí.

 Me gustaría darte algo.

Niki lo mira recelosa.

El encargado sonríe.

 Pero en casa sólo tenemos algo gay y yo ya he visto que has elegido sólo cosas hetero.

 Pues sí.

Alguien se acerca al mostrador y devuelve casi vencido el tiempo de préstamo un DVD; aprovechado a tope.

 Tenga y gracias, un porno doc Jessica Rizzo no defrauda jamás.

El encargado lo coge y lo revisa. Luego sonríe feliz y se lo da a Niki.

 ¡Aquí tienes! Precisamente es la primera de tu lista.

Niki coge el DVD azorada. La persona que lo acaba de devolver está a punto de irse, pero se vuelve de nuevo.

 Eh, pero ¿eres tú? ¡Niki! ¡No te había reconocido! Soy Pietro, el amigo de Alex.

Niki sonríe con embarazo.

 Claro por supuesto Me acuerdo perfectamente.

 Ah, entonces tenemos en común una óptima memoria y alguna cosa más, por lo que veo -Y señala el DVD con la barbilla.

Niki intenta salir del apuro.

 Eh sí no en realidad Digamos que he perdido bueno es una especie de apuesta

 Oye para mí eres estupenda. Y después de esto, me tienes loco. Déjame hacerte una pregunta: ¿la vas a ver con Alex?

Niki se rinde. Es inútil, jamás podrá convencerlo de lo contrario.

 Sí, pero no se lo digas. Es una sorpresa.

 ¡Os adoro! Qué suerte tenéis. Yo lo he intentado muchas veces con mi mujer, pero nunca ha querido. Luego se quejan de que los matrimonios se rompan. Bueno, disculpa, pero me tengo que ir. -Pietro se despide y se aleja hacia las puertas automáticas del videoclub. Pero luego se da la vuelta y entra corriendo de nuevo-. Perdona, Niki, una última cosa. ¿No tendrás por casualidad alguna amiga a la que, bueno? Una a la que le gusten estas cosas para presentármela. Quiero decir un poco fuera de lo convencional. Como tú, vaya.

La imagen de Olly se dibuja de inmediato en la mente de Niki.

 No, lo siento Alex se ha quedado con la única fuera de lo convencional.

 Ok. No he dicho nada. Bueno, me voy que ya están todos en el campo. ¡Adiós!

Niki lo mira irse. Coge el DVD y lo mete en su mochila. Se despide del encargado, que le guiña un ojo. Niki mueve la cabeza. Adiós a mi reputación. Años tirados por la borda. Y con este último pensamiento sale de la tienda. Justo en ese momento llega Fabio. Aparca de cualquier manera su Opel Corsa C'Mon color Magma Red, llantas de aleación con diseño de cinco radios dobles. La música sale a todo volumen por las ventanillas abiertas. Se baja y da un portazo. La ve.

 ¿Te gusta? Quería darte una sorpresa.

 Hortera, como tú y tu canción.

 Venga, no seas así

Fabio intenta besarla. Niki aparta la boca y vuelve la cara hacia la derecha. Entonces Fabio intenta abrazarla y, antes de que se le escape, la sujeta con fuerza.

 Me equivoqué. Te echo de menos, princesa. Sin ti todo resulta anodino

Niki cierra los ojos. ¿Por qué ahora? ¿Por qué tan tarde? Tan desesperadamente tarde Y se abandona entre sus brazos, vencida por el dolor de ese amor ya perdido.

Justo en ese momento, pasa Enrico, que se dirige a su partido de futbito. Rojo. Se detiene en el semáforo que tiene delante y mientras espera mira por la ventanilla. Mira esos dos. Qué bonito. Cómo se abrazan. Qué buena pareja. Y ella qué guapa.

Entonces Niki se separa de Fabio. Ahora Enrico puede verla per fectamente. Y la reconoce. Pero ésa esa Ésa es la chica de diecisiete años de Alex ¡La que lo tiene loco!

El coche que está parado detrás toca el claxon.

 Venga, ¿te quieres mover de una vez? Está verde.

Enrico no tiene más remedio que arrancar. Qué asco. Mientras Alessandro juega a futbito ella Son todas iguales. Esta noche ¡dos árbitros en el campo! Y lleno de rabia, acelera veloz.

Niki retrocede.

 Mira, Fabio. Estuvimos bien juntos. A lo mejor con el tiempo, no sé lograremos incluso ser amigos. -Luego lo mira directamente a la cara-. Pero ahora no. No puedo. -Baja la mirada-. Necesito estar sola.

Fabio se le acerca. Le levanta el rostro con dulzura.

 ¿Sola? Me estás diciendo una mentira. Sé que estás saliendo con alguien.

 ¿Quién te lo ha dicho?

 ¿Importa eso?

Niki se pone tensa. Tiene razón. Me he equivocado. Tenía que habérselo dicho de entrada. A veces uno se equivoca por querer ser bueno. Uno se desvive, y al final la acaba pifiando.

 Sí, me estoy viendo con otra persona desde hace un tiempo. Espero que llegue a ser una historia bonita.

Fabio se le pone delante.

 ¿Más bonita que la nuestra?

 Más bonita que la que tú te empeñaste en estropear. Ahora ya es demasiado tarde.

Niki hace ademán de irse.

 ¡Pues no! ¡No me sale de los cojones!

Y la agarra por la bolsa, que se abre. El DVD cae en la acera.

 Y esto qué es? -Fabio lo recoge-. ¿Jessica Rizzo? ¡Es una peli porno! O sea que a mí me costó horrores conseguir hacer algo contigo, conmoverte un poco, para que ahora aparezca ése ¿Y qué haces? ¿Vas a buscar una peli porno para verla con él?. ¿Quién es? ¿Mister Milagro?

Niki le coge el DVD de la mano.

 ¿Qué te ha hecho?

 Lo que no me hiciste tú. Y piensa que le ha resultado de lo más fácil. Me ama. -Niki se pone rápidamente el casco y se marcha en su ciclomotor.

Fabio camina hasta mitad de la calzada y le grita con la mano levantada.

 Claro, muy fácil. Siempre se te han dado bien esa mierda de frases. Pero estás rodeada de gente falsa ¡Ya lo verás! Y me gustará ver cómo acaba la historia con el tipo ese. Además, no tendré que esperar mucho. Como máximo tres meses. ¡Será gilipollas la tía!

Setenta y uno

Alessandro está en el centro del campo. Corre arriba y abajo, de vez en cuando devuelve la pelota a quien se la pasa distraída o voluntariamente. Un poco más lejos Riccardo, el portero, está calentando en la portería, deteniendo como puede los lanzamientos de algunos jugadores. Finalmente, entra en el campo Pietro. Riccardo detiene un balón y lo bloquea con el pecho.

 ¡Menos mal! ¿Cómo es que siempre llegas tarde?

Pietro entra dando un salto.

 ¡He llegado a punto, a puntísimo!

 ¿Acabas de echar un polvo, que estás tan contento?

 ¡Qué va! -Empieza a calentar echando las piernas hacia atrás, corriendo sin moverse del sitio e intentando alcanzarse las nalgas con los pies.

 Es que, Alex

Alessandro lo oye desde lejos y se vuelve hacia él.

 Es que ¿qué? ¿Acaso tengo yo la culpa de que llegues tarde?

 Ojalá fuese culpa tuya No, ¡qué potra tienes, macho!

Alessandro lo mira sin comprender.

 Después te explico

 Sí, sí -dice Riccardo, el portero-, pero por el momento él llega puntual. En cambio tú, Pietro querido, ya te has ganado varias amonestaciones. Una más y te suspendo por un mes.

 ¡Exagerado!

 ¡Hay un montón de gente a la que le gustaría jugar en este equipo, y yo no los llamo para dejaros el sitio a vosotros, que siempre llegáis tarde. ¡Como mínimo podríais agradecerlo siendo puntuales! Que encima parece que me estéis haciendo un favor.

Justo en ese momento, entra también en el campo Enrico. Pero no tan alegre y feliz como Pietro.

 Mira, ya ha llegado él también. Menos mal. Podemos empezar.

 Disculpadme, llego tarde

Riccardo lanza la pelota al centro del campo.

 Sí, sí venga, sacad ya

Enrico se acerca a Alessandro. Tiene expresión contrariada. Lo mira con tristeza. Alessandro se da cuenta.

 Enrico ¿qué te pasa? Dios mío, no me digas que quedé en pasar a recogerte y se me ha olvidado.

 No, no.

Pero el partido acaba de empezar. Han hecho ya el saque inicial. Un adversario pasa entre ellos dos con la pelota en los pies, corriendo directo a portería. En seguida llega Pietro, que corre tras él.

 ¡Eh, venga, a jugar! ¿Qué demonios estáis haciendo? ¿La estatua? ¡Ya hablaréis luego!

Alessandro empieza a correr, mientras Enrico lo sigue mirando por un instante Luego empieza a correr él también. Corre por la banda siguiendo el juego. Ojalá pudiese hablar. Pero no, no estaría bien. Debe de ser ella quien se lo diga, no yo. Luego espera tranquilo el balón que un centrocampista ha lanzado hacia la izquierda. Y oye que Pietro le dice a Alessandro que menuda potra tiene Sí, sí, potra. Mira que llega a ser imbécil este Pietro. La única suerte de Alessandro es que por lo menos no tiene que pagar a un investigador privado.

Setenta y dos

Habitación añil. Ella.

«Entonces comprendió con extrema lucidez lo desesperada que era su situación. Sintió que se encontraba en el centro del Valle de las Tinieblas y que toda su vida se desvanecía. Se dio cuenta de que dormía mucho y de que siempre tenía sueño Miró en la habitación. Al pensar en las maletas, se sumió en el desasosiego. Decidió dejarlas para el último momento.»

Ya. Las maletas. También yo tendría que salir a comprarme una bolsa. El momento de la partida se acerca. Pero antes de llenar la mochila y la bolsa, debería decidirme a deshacerme de algo más. Algo que a lo mejor no se ve, que no se toca, pero se recuerda. Mira por la ventana. Hace sol y ha quedado en el centro para ir a comprar las últimas cosas que faltan.

«¿Dónde estaba? Le pareció que en un faro. Sin embargo, era su cerebro, del que emanaba una luz blanca, cegadora, que cada vez giraba más de prisa Fue lo único que alcanzó a comprender. En el instante en que supo, dejó de saber.»

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