Sonríe. Alegría y dolor. No hay nada que hacer. El amor que lo elevó hasta las estrellas es el mismo que lo hizo caer. Qué bonito. Y qué feo. Pero yo volví a levantarme. Estoy a punto de partir de nuevo. Lo conseguí. Y un día me gustaría darle las gracias a este tal Stefano.
Setenta y tres
Otra casa. Otra habitación. Otro color. Ellas dos.
¿Cómo era? «Ninguna relación humana contempla la posibilidad de que uno se halle en posesión del otro. En cualquier pareja de almas, las dos son absolutamente diversas. Tanto en la amistad como en el amor, ambas, codo con codo, levantan las manos juntas para encontrar aquello que ninguna de las dos puede alcanzar por sí sola.» Diletta hojea el viejo diario de primero de bachillerato. Sí, era ésa. La ha encontrado. Sobre la mesa una bandeja con una jarra humeante y dos tazas grandes de colores vivos que esperan a ser llenadas de infusión de frutas del bosque. Cada taza tiene impresa encima una inicial. «O» por Olly. «N» por Niki. «D» por Diletta. «E» por Erica. Diletta las encontró en Porta Pórtese. Se sienta en la cama y lee en voz alta la cita. Olly, que está sentada en el suelo con las piernas cruzadas, arruga la nariz.
Oye, ¿por qué siempre andas con ese tipo de ideas? ¡Quédate con una y basta! ¡Ésa es la respuesta! ¡Al contrario que ese tal Kalil, Khilil, vaya, Gibran o como demonios se llame! ¡Te pasas la vida filosofando!
¡Olly! ¡No sé por qué, pero tu nivel de sarcasmo es directamente proporcional a tus períodos de abstinencia!
¡No, querida, precisamente anoche hubo fiesta! ¡Con uno del bbc! Y debo decir que ¡conduce de puta madre! ¡Especialmente cuando cambia de marcha!
¡Olly!
Sí, sí Olly, Olly, pero mientras yo me divierto, tú estás siempre con la cara larga porque te niegas a echar un polvo. Toma ejemplo de Erica. ¡No está! ¿Dónde está? Seguro que dándose un buen revolcón, y a lo mejor ni siquiera con Giò Condón.
¿Condón?
Es genial, ¿eh? Mister Precaución Que en mi opinión es justo lo que está empezando a cansar a Erica; me juego lo que quieras. ¿Y Niki? Se ha embarcado en una nave que le viene demasiado grande Las Olas atraviesan un período de gran marejada Excepto tú. Podrías escribir una serie para la tele basada en tus experiencias como Ola, te tengo el título: «Calma total»
Pero ¿a qué viene esto? Yo sólo quería leerte cuál es mi idea de la relación, del amor. Cuando perteneces a alguien, deja de estar bien, te limita, te arriesgas a perderte a ti misma. Yo quiero un amor libre, grande, un paraíso. Y no es nada fácil dar con alguien que piense igual.
¡Lo que piense no lo sé, pero uno al que le gustaría darse un revolcón contigo sí es fácil encontrarlo!
Diletta niega con la cabeza.
Está bien, tienes razón Pero ¿tú qué sabes, Diletta, si nunca te lanzas? -Olly se levanta y echa agua caliente en las tazas. Mete una bolsita de infusión en cada una, coge la bandeja y la apoya en la cama. Le da su taza a Diletta, con cuidado de coger la letra que toca. Las levantan en alto, en un brindis sin alcohol con aroma a mora y arándano.
¡Por la «E» y la «N» que se han quedado en el armario de la cocina, y por las que tienen el valor de tirarse y no desde poca altura!
Se ríen. Y desde el diario que se ha quedado abierto, Gibran las observa.
Setenta y cuatro
Los vestuarios están llenos de chaquetas y pantalones colgados de los ganchos. Bolsas grandes de colores varios, algunos con viejos nombres de clubes deportivos improbables, restos quizá de un pasado más activo, están apoyadas en el suelo o sobre alguno de los bancos de madera. Olor a cerrado y a zapatos. Algún que otro jugador sigue bajo la ducha.
En mi opinión, es la defensa la que no funciona. Tendría que jugar más adelantada.
Pero ¿qué dices? Y qué pasa con los centrocampistas, ¿eh? ¿Tú llamarías a eso circulación de pelota?
Antonio también ha fallado un montón de goles cantados. ¡Tiene la mira torcida!
Alessandro se está acabando de secar el pelo con la toalla y se sienta en un banco.
Chicos, ésta es la enésima derrota Llega un momento en la vida en que uno tiene que saber aceptar la realidad. Y creo que el momento es éste. Dejémoslo.
Pietro se le sienta al lado.
Qué va, Alex. Somos buenísimos. ¡Lo que pasa es que jugamos de manera muy individualista, todos nos creemos unos cracks! Nos hace falta espíritu de equipo. Joder, como jugadores ellos eran peores, pero ¿te has dado cuenta qué juego de equipo? Nos han pillado siempre con uno menos en defensa
No te digo. Tú no bajabas nunca a defender.
Vale, no hay remedio, la culpa es siempre mía.
Enrico ya está vestido. Mientras tanto, Flavio camina nervioso por el vestuario. Alessandro se da cuenta.
¿Qué te pasa Flavio?
Os quejáis de la defensa, pero yo he corrido lo mío. El corazón me va a dos mil por hora. Mira -Flavio se pone la mano en la garganta. Alarga los dedos y se toca las venas del cuello-. Mira, mira cómo me va
Se acerca a Alessandro y le coge la mano.
Me falta el aire. Sigo sudando. Es la segunda vez que me tengo que secar la frente.
Enrico se le acerca y comprueba también su latido. Aparta la mano.
No te preocupes, es normal. Así es como late después de un partido. Es la adrenalina. Eso es todo.
Pero sigo sudando.
Porque te has dado una ducha demasiado caliente.
No, no me encuentro bien. Me falta el aire. -Flavio se acerca al lavamanos, abre el grifo del agua fría y la deja correr. Mete la cara debajo. Luego se seca-. A ver si así me siento un poco mejor.
Los demás han acabado casi de vestirse.
¿Nos vamos a comer una pizza a la Soffitta?
Sí, me apetece.
Entonces nos vemos todos allí.
Flavio se quita el albornoz y sigue secándose con él.
Yo no, me voy a casa. No desconectéis los móviles por si acaso os necesito. No quiero despertar a Cristina, mejor os llamo a vosotros.
Alessandro cierra su bolsa.
¿Quieres que te esperemos?
No, no, idos. Pero no desconectéis los móviles, al menos tú, ¿eh?
Vale. De todos modos, para cualquier cosa, si no te contesto al móvil, estamos en la pizzería Soffitta.
Flavio se pone la camisa. Luego recoge la toalla, se seca la frente con ella. Nada que hacer. Sigue sudando. El corazón continúa latiéndole acelerado. A lo mejor se me pasa durmiendo. Además, mañana tengo que madrugar.
Setenta y cinco
Bah, Flavio es un hipocondríaco crónico. -Pietro se reúne con los demás en la mesa que hay al fondo del local de la Soffitta-. Si siempre estás así, ¿qué juego vas a hacer ni que nada? Te arruinas la vida y basta. En ese caso, quédate en casa, relajado, mira una película, pero que no sea de miedo, ¿eh? ¡Te daría un infarto!
Venga, pobre, debe de ser terrible para él.
Pues, imagínate para nosotros, cuando pone esa cara de moribundo.
Enrico abre la carta. Pietro se la cierra.
Venga, sabes de sobra lo que dan aquí. Pizza al peso de tres o cuatros gustos diversos.
Alessandro golpea la mesa divertido.
¡Yo quiero una D'Annunzio! Me estoy muriendo de hambre
¿Y tú comes ajo, cebolla y chile? -pregunta Pietro con malicia.
Bueno, después los digiero.
Ya, pero vista la cita especial que tienes después
¡Sí, con mi cama! Luego me voy a casa, no tengo cita ninguna.
Pietro se queda un momento en silencio.
Hummm -y abre el menú-, veamos
Alessandro se lo cierra.
Disculpa, pero has dicho que te lo sabías de memoria.
Sí, pero no me acuerdo bien de lo que lleva la Centurión
Tú a mí no me engañas. ¿Por qué disimulas con la carta? Has puesto una cara rara. Y has dicho «hummm»
Pero ¿qué dices?
Sí, has puesto una cara rara. Nunca la pones porque sí. Y nunca dices «hummm» por nada.
Es que no es nada.
Nunca dices que no es nada por nada.
Pietro mira a Enrico. Luego, de nuevo a Alessandro.
Vale. ¿Qué quieres saber?
¿Qué significaba ese «hummm» mezclado con tu cara rara?
¿Aunque ello pueda dañar nuestra amistad?
¿Tan grave es? Dispara.
Pietro se inclina hacia él.
Vale. Dame la mano. Prométeme que te diga lo que te diga no tendremos problemas.
¿Problemas de qué tipo?
Del tipo de dejar de ser amigos.
Oye, Pietro, acaba de una vez y dímelo.
Dame la mano.
Alessandro le tiende la mano, Pietro se la estrecha y no se la suelta.
Si te lo digo, me deberás un favor, ¿ok?
¿Encima? ¿Y a ciegas además? No cuentes con ello.
Entonces lo dejamos correr. -Pietro retira la mano.
Ok, ok. Seguiremos siendo amigos y te debo un favor, pero procura que sea algo razonable Venga, dime.
Pietro mira a Enrico. Después a Alessandro. Luego a Enrico. Y de nuevo a Alessandro. No sabe cómo decírselo. Se lanza.
Vale. Niki tiene una peli porno. Creía que la vería esta noche contigo.
Se hace un silencio gélido.
¿Y tú cómo lo sabes?
Porque se la he dado yo.
¿Qué? -Enrico abre unos ojos como platos-. ¿Le diste una peli porno a Niki?
Oye, ¿qué te crees? Entré en el videoclub para devolverla y Niki estaba en la caja, esperándola.
¿Precisamente ésa?
No sé bien si ésa en concreto o una cualquiera, pero seguro que una peli porno. Llevaba una lista en la mano. Cogió esa de Jessica Rizzo. Buena, intensa. Ella hace ciertas
Basta, estás diciendo gilipolleces.
Pietro lo fulmina con la mirada.
Ya está. Lo sabía. ¿Nuestra amistad corre peligro?
Silencio.
Pietro insiste.
¡Responde!
No, no, claro que no.
Entonces, ¿cómo puedes pensar que te digo gilipolleces, crees que estoy bromeando?
Alessandro suelta un largo suspiro.
Está bien, Niki ha sacado una porno. Y no para verla conmigo. A lo mejor la ve con sus amigas.
Pietro lo mira súbitamente sonriente.
¿Son así, en serio?
Bueno, según lo que me ha contado, una es un poco rara. Podría ser A lo mejor lo hacen para divertirse un poco, para echarse unas risas, seguro que les da curiosidad saber qué es lo que vemos nosotros los hombres en ese tipo de películas.
Al ver que la cosa toma un cierto cariz de experiencia educativa, Pietro se siente bastante desilusionado. Entonces, Alessandro mira a Enrico, que mantiene la vista baja.
¿No, Enrico? Puede ser, ¿no? ¿Tú qué crees?
Enrico levanta la cabeza y lo mira.
No, a mí no me lo parece. -Y se vuelve hacia Pietro-. ¿El DVD lo devolviste en el Prima Visione de Parioli?
Sí, ¿cómo lo sabes?
Cuando iba al partido vi a Niki por el camino.
Debía de ir hacia allí.
No, más bien acababa de salir.
Pues ya se debía de ir.
No. Estaba con un chico.
Sería un amigo.
Estaban abrazados a la puerta del videoclub.
Alessandro se queda blanco. Pietro se da cuenta y rápidamente intenta reconducir la situación.
A lo mejor no era ella, tal vez te confundiste.
¿En el mismo lugar, a la misma hora y después de coger el DVD que tú llevaste? Además, no es fácil confundirse con esa chica.
Justo en ese momento, llega a la mesa una camarera joven, baja y rechoncha, con un piercing enorme en la nariz y algunas mechas naranja en el pelo. Abre su libreta para anotar el pedido.
¿Ya lo saben? ¿Qué van a comer?
Alessandro se levanta de golpe, aparta la silla y sale del local.
Eh, ¿yo qué he hecho?
Nada, nada, señorita. Sí, sí ya sabemos lo que queremos Tráiganos cerveza en abundancia. ¿Tienen pizza Desesperada?
Alessandro está en la acera. Coge el móvil, busca en la agenda de nombres y marca un número. Aprieta la tecla verde. Uno, dos, tres timbrazos. Venga, joder. Joder. Responde. ¿Qué estás haciendo? ¿Dónde estás? Cuatro. Cinco. Responde. Siempre llevas el jodido móvil en el bolsillo. Cógelo ya. Seis. Siete.
¿Sí?
¿Niki? ¿Dónde diablos estás? ¿Dónde estabas, dónde te habías metido?
En el baño. Me estaba lavando el pelo. ¿Te pasa algo?
¿A mí? ¿Qué te pasa a ti?
¿A mí? Nada, he estado estudiando un rato y ahora me voy a la cama.
¿Y no has hecho nada más?
No Ah, sí, cómo no, el gusano de mi hermano, con la ameaza del vídeo aquel que nos grabó, me ha obligado a que fuera a buscarle una película porno para él y el depravado de su amigo Vanni. Me he encontrado a tu amigo Pietro. Vaya personaje. Ha entrado a devolver una peli porno con una tal Jessica algo. ¿No te lo ha dicho?
Alessandro se detiene. Recupera un poco el aliento. Se relaja. Recupera la sonrisa.
Ejem, no, se ha ido en seguida del campo. Tenía que volver a casa temprano.
Ah. Luego he estado un rato con mi ex en la calle. Te dije que quería hablar conmigo, ¿no? El caso es que ha venido a buscarme al Prima Visione. Me ha montado una escena y ha intentado besarme. Y luego Ha sido terrible.
¿El qué?
Cuando te das cuenta de que ya no te importa nada alguien a quien habías querido tanto
Ya.
Alex.
¿Sí?
Sería hermoso seguir siempre así
¿Cómo?
Que me llames de repente en la noche, desesperado, sólo por oír mi voz.
Alessandro se siente culpable.
Claro.
Si ahora se acabase todo entre tú y yo, nos amaríamos toda la vida.
Prefiero arriesgarme.
Así me gusta. Nos llamamos mañana. Que duermas bien.
Tú también tesoro.
¡Me has llamado tesoro!
Sí, pero no te lo tomes al pie de la letra.
Caramba. Te voy a llamar el hombre-cangrejo. Un paso adelante y tres atrás. Pero cuando quieres ¡eres un pulpo!
¡Espero volver a serlo muy pronto! Buenas noches.
Alex, espera.
¿Qué?
¡No colguemos aún!
Alessandro se ríe.
¡Ok!
¿Cómo te ha ido el partido?
Bien ¡Hemos perdido!
Entonces ¡te ha ido mal!
No, no. No me gusta alterar mis costumbres.
Entonces estáis todos cenando, como de costumbre.
Sí, están todos ahí sentados, esperándome para pedir.
¿Y tú has salido sólo para llamarme?
Sí.
¡Qué tierno! Venga, vete, cena al menos.
Se quedan un momento en silencio.
¿Alex?
¿Sí?
Eso que estás pensando lo pienso yo también. -Y cuelga.
Alessandro sonríe, mira el móvil y se lo vuelve a meter en el bolsillo. Luego entra de nuevo en la pizzería. Pietro y Enrico dejan de beber su cerveza al verlo. Están preocupados, después sorprendidos. Ven que sonríe. Alessandro toma asiento.
¿Qué? ¿Pedimos?
Pero ¿cómo, no estás enfadado?
Demonios, esa mujer es la rehostia. No sé lo que se habrá inventado, pero te ha sentado bien.
¿Enfadado por qué? -Alessandro le birla la jarra a Pietro y da un largo trago, lleno de satisfacción.
Enrico mueve la cabeza.
Prefieres no creernos, ¿eh? Y luego dices que el que ve visiones soy yo.
Alessandro coge también la jarra de Enrico y vuelve a beber. Luego se limpia la boca con la servilleta.
Chicos, gracias a vosotros he llegado a una conclusión. El matrimonio es perjudicial. Lo vuelve a uno receloso. Hace que las cosas se vean distorsionadas.
Ahora sé por qué te resistes Bueno, nosotros también hemos llegado a una conclusión. -Pietro se frota las manos-. Ya sabemos qué favor pedirte.
Setenta y seis
Al día siguiente. Viale Regina Margherita. Alessandro los mira y sacude la cabeza.
Hubiese esperado cualquier cosa menos este tipo de favor.
Enrico y Pietro caminan divertidos junto a Alessandro, cogiéndolo del brazo.
Tienes que disculparnos, ¿eh? Tú te diviertes como un loco, rejuveneces, mira -Pietro le pone una mano en el estómago-, debes de haber perdido dos kilos, ves películas porno como hacíamos cuando teníamos veinte años. Y nosotros, ¿qué? ¿Nada? ¿Quieres dejarnos al margen?
Alessandro se suelta del brazo de Pietro.
Muy bien. En primer lugar, no he visto ninguna película porno con Niki. Segundo: me habéis preparado una encerrona pidiéndome un favor que -Alessandro pone voz Marlon Brando- no puedo rechazar. Tercero, y muy probablemente lo más importante -Alessandro los mira a ambos-, a lo mejor no os acordáis, pero entre vosotros y yo existe una pequeña diferencia: ¡vosotros estáis casados! -Después continúa, dirigiéndose sobre todo a Enrico-. El matrimonio es como una flor. Uno tiene que ocuparse de él cada día, cuidarlo, cultivarlo, dedicarle amor, alimentarlo
Mira por dónde, en eso estoy de acuerdo contigo. -Enrico asiente con la cabeza-. Y por eso mismo me gustaría saber cuándo tendremos una respuesta.
¡Tú ni siquiera esperas a saber la verdad y ya te comportas así.
¿Qué tiene que ver?, esto es un juego.
Pietro, que no sabe nada, intenta averiguar algo más.
Perdonad, ¿me lo podéis explicar? Me he perdido.
Enrico mira a Alessandro.
En realidad, no hay nada que explicar.
Alessandro intenta echarle tierra al asunto.
Sí, no es nada. No te preocupes, Pietro, es algo entre nosotros.
Pietro se encoge de hombros.
Vale, como queráis.
Alessandro se detiene frente al restaurante.
Ya conocéis las reglas, ¿eh?
¿De qué reglas hablas? Esto es como una cita a ciegas. Lo que sea, será.
Pero Pietro, ¿estás de guasa? ¿Y en qué lugar me dejas a mí?
À la guerre comme à la guerre. -Y Pietro se mete a toda velocidad en el restaurante. Un local blanco, diáfano, completamente nuevo. El Panda.
Pero ¿será gilipollas? Maldita sea, tenía que haber retirado mi palabra. Entremos, Enrico. Como tú no me eches una mano, me voy a cabrear en serio, que lo sepas.
Enrico sonríe.
Sabes perfectamente que yo sólo he venido por divertirme. Me gustaría estar en otro lado.
Vale, veamos qué se le ocurre a ese anormal.
Pietro está ya en la barra. Tiene abierta una botella de champán y la está sirviendo en varias copas.
¿Tú has visto eso? -Alessandro intenta darle alcance, pero demasiado tarde. Pietro ha desaparecido ya al fondo del salón.
Aquí estoy. No podía presentarme con las manos vacías.
Enrico y Alessandro llegan en seguida. Pietro se mueve con elegancia alrededor de la mesa.
Toma. -Y pasa una copa-. Toma tú también. ¡Y ahora, un brindis! ¡Por Niki y sus amigas!
Niki levanta su copa.
Bien. Ella es Diletta.
¡Hola!
Ella es Erica.
Encantado.
¡Y por último, ésta es Olly!
Pietro pasa la última copa. Luego se detiene en Olly, que le saluda con una amplia sonrisa.
Hola
Hola.
Pietro se vuelve divertido, eufórico sólo de imaginar lo que sucederá.
Éstos son mis amigos. Él es Enrico
Enrico levanta una mano, un poco azorado.
¿Qué tal?
Él es Alex. -Pietro sonríe y luego mira a Niki-. Una de vosotras lo conoce bien. Incluso demasiado bien. Hasta me lo ha hecho adelgazar. No sé las demás.
Niki no se la deja pasar.
Las demás nunca lo conocerán tan bien.
¡Es cierto! Tienes toda la razón -Pietro levanta su copa-. Brindemos entonces. Porque la amistad nunca sea traicionada.
Todos levantan sus copas.
Y, en cualquier caso, por todas esas traiciones que hacen que los amigos sean aún más amigos.
Las chicas se miran sin entender del todo. Olly se encoge de hombros.
Bah, a mí me mola. -Y choca divertida su copa con la de Pietro. Los demás también brindan.
¡Chin chin!
Un camarero se acerca a Pietro.
Señor, la mesa está preparada tal como usted me pidió.
Perfecto.
Pietro se saca del bolsillo de la chaqueta un billete de veinte euros y se lo pasa por detrás, con la mano cerrada, para que los demás no vean.
Señores, por favor, la comida nos aguarda.
Y todos lo siguen hacia un reservado que hay al fondo del restaurante.
Niki se acerca a Alessandro y lo coge del brazo.
¡Eh, esta idea me gusta cantidad, es muy divertida! Has sido muy amable.
Él le sonríe y apoya su mano en la de ella.
¿En serio te gusta? Cuando te lo pedí pensaba que te enfadarías.
Pues no, todo lo contrario. Si me presentas a tus amigos, quiere decir que estás tranquilo, que estás bien conmigo.
Pues claro.
Y además me alegra que conozcan también a mis amigas. Así, al menos, cuando hagamos una cena en casa podrán venir ellas también y todos nos sentiremos a nuestras anchas.
Por supuesto que sí. ¡Las que se pondrán de lo más contentas son las esposas de mis amigos!
No veo qué problema hay. Las invitamos a ellas también, ¿no?
¿Con tus amigas? ¿Sabes lo que pasaría? Los dos policías de costumbre vendrían a buscarnos por la carnicería que se iba a armar en el edificio. Eso por no hablar del vecino, que al oír los disparos empezaría a disparar también él directamente desde su terraza.
¿Tú crees?
Esperemos que esto se acabe rápido.
Ok, y recuerda que me debes un favor.
No me he olvidado.
Ese favor está en un cofre cerrado, ¿te acuerdas?
Que nosotros abriremos -dice Alessandro moviendo la cabeza-. Tengo que empezar a dejar de hacer favores con tanta facilidad.
Venid, sólo faltáis vosotros.
Pietro golpea con la mano el respaldo de una silla. Ha reservado dos asientos juntos para Alessandro y Niki.
A ver, peña. Aquí se come de maravilla, cocina mediterránea, taquitos de queso acompañados con miel de los más diversos aromas o frutas, que combinan a la perfección con los embutidos. O bien una ensalada de naranja, peras y nueces con pedacitos de carne a la Chateaubriand. En resumen, todo lo que puede inspirar y animar el aspecto erótico. De modo que, hoy le tocaría invitar a quien últimamente lo haya hecho en el lugar más extraño. -Pietro mira a Alessandro-. Y yo diría que te toca a ti. ¿Estás de acuerdo, chico de los jazmines?
Alessandro se queda boquiabierto. Niki se vuelve de golpe hacia Erica.
¡No me lo puedo creer, Erica!
Olly nos vio hablar y me preguntó qué es lo que me habías contado Y yo, pues
Olly abre de inmediato los brazos.
¿Qué tiene de malo? ¡Pietro sólo me ha preguntado si conocía algún detalle vuestro privado! ¡Me ha parecido divertido! Y además es un amigo, ¿no?
Alessandro mueve la cabeza. Luego coge la copa de champán.
Sí, claro, ¡el amigo del jaguar! -Y se la toma de un trago.
Diletta mira a su alrededor, un poco desconcertada.
¿De qué va eso del «chico de los jazmines»?
Alessandro coge una carta y la abre.
Vale, escoged lo que queráis y comed hasta reventar. ¡Pago yo con tal de que se hable de otra cosa! -Luego le sonríe a Niki-. Queridas, dulces, frescas ¡Olas, silenciosas!
Y así siguen, pidiendo platos, riéndose, Alessandro y sus amigos retrocediendo al pasado, Niki y sus amigas creciendo de golpe. Y luego, todos juntos en el presente. Mundos y edades confrontados.
¿Y vosotros vais a discotecas?
¡Continuamente!
¡Mentirosos!
Fuimos al Goa cuando la fiesta de Giorgia.
Es verdad, por sus cuarenta.
Qué triste
Sí, sus primeros y últimos cuarenta años.
Diletta interviene.
De todos modos, hay quien ya puede ser viejo a los dieciocho.
Puede, pero yo pienso seguir siendo una niña a los sesenta -dice Olly.
Además, ¿qué importancia tiene la edad? La edad no cuenta.
Eso es muy cierto. En esta mesa tenemos un buen ejemplo. ¡Una pareja perfecta: la de los jazmines, ¿o no?!
¡He dicho que pagaría yo a condición de que no se hablase más de ello!
Y siguen. Champán. Platos suculentos, fríos, a base de pescado crudo, ensalada templada de frutos de mar.
¿Y el mundo del trabajo es como el de la escuela?
Hay una sola diferencia: te examinan igual, pero te pagan.
Guay. Al menos compensa.
A menos que te suspendan. Entonces no puedes repetir en setiembre y te dejan de pagar.
Dramático
Pues sí.
A mí me gustaría ser ya mayor sólo por tener un hijo.
Pietro sonríe.
Querida Diletta, también yo pensaba lo mismo, luego tuve dos. Ahora me quedo callado, y ellos hablan por todos
Enrico suspira.
En cambio, yo todavía no tengo ninguno, y es algo que me gustaría muchísimo.
Diletta lo mira y sonríe.
¿Lo ves? Hay cosas que son hermosas, independientemente de la edad.
Niki mastica un trozo de pan.
Sí, como el amor.
Pietro se acaba su copa.
¡O como el sexo! ¡O mejor dicho, el deseo de hacerlo! En realidad, mejora cuando maduras. Como una botella de vino Cuanto más añejo, mejor.
Sí, pero entonces te cuesta una pasta.
¿El vino o el sexo?
En ciertos casos, ambos.
Diletta muerde un trozo de pan y moja otro en la salsa de unos mejillones a la pimienta.
En cualquier caso, al hombre te lo tienes que buscar maduro, al menos ésa es mi opinión.
Pietro levanta la mano.
¡Estupendo! ¡Yo soy supermaduro!
Y supercasado
Mejor así, ¿no crees? Puedes probarme sin riesgo alguno. No te aflijo, no te estreso, no te llamo continuamente para saber dónde estás, no te fastidio obsesionándome Además, si las cosas no marchan entre nosotros, no hay que recurrir al divorcio. Vaya, que todo son ventajas. Soy el hombre ideal.
Bah, no eres tan maduro, a juzgar por cómo hablas No me convienes, independientemente de que estés o no casado. Uno no es maduro sólo porque haya alcanzado una cierta edad, sino por cómo se comporta. Yo, sin ir más lejos, tengo a uno que me corteja. Sólo tiene veinte años, pero es más maduro que todos vosotros.
Pobrecillo, eso quiere decir que no sabe disfrutar de la vida.
Niki la mira.
¿Quién es, Filippo?
Sí.
¿Y por qué no te lías con él?
Por el momento no tengo ganas de pensar en eso, ¿qué prisa hay?
Olly se come un mejillón. Luego se chupa los dedos.
En mi opinión, ese tipo Filippo no está mal, pero me parece que es un poco monótono. Por cómo se viste, por lo que dice. Es como metódico.
Pietro mira a Enrico.
Como Flavio.
¿Quién es?
Un amigo nuestro metódico.
A propósito, ya se recuperó de lo de ayer.
Ah, qué bien.
Pero no se recupera de la vida. Su mujer lo tiene sometido, pasivo y preso.
Pobrecillo. -Olly se ríe-. ¿Por qué no lo habéis traído? ¡A lo mejor lo salvaba yo!
No, Olly, no puede salir.
¿Del trabajo?
No, de la cárcel.
¿Está en la trena?
Sí, en la Regina-Cristina-Coeli.
Pobrecillo, en serio.
Sí, pobrecillo. Gana bastante, pero invierte mal.
Hay que saber invertir en la propia felicidad.
Niki apoya la cabeza en el hombro de Alessandro.
Lo dice hasta Ligabue «¿Y qué interés crees que te dará la vida que no gastes?». De hecho, mi Alessandro no lo dudó un momento. ¡En cuanto me vio se me echó encima!
Olly resopla y se sirve otra copa.
Dios mío, qué almibarada resulta la familia Jazmines. Pobres de nosotras. Nuestra jefa perdida en un mar de melaza. ¡Viva el champán y la libertad hecha de burbujas, como diría Vasco Rossi! ¡Coca, casa e iglesia!
Pietro la mira.
Esa canción es una maravilla. A tu edad, yo también la escuchaba. -Y apoya su mano en la de ella. Olly no la retira.
Enrico se da cuenta. Olly le sonríe a Pietro.
¿Cómo? ¡¿Ahora ya has crecido?!
No. -Coge la copa y la choca con la de Olly-. Brindemos por el tipo de treinta y nueve años más inmaduro que pueda existir. -Le sonríe y le guiña un ojo.
A propósito -Erica los mira a todos-, hace unos días, leí un articulo en Internet. Decía que vuestra generación es la de los middlescent. O sea, que vais en moto, mandáis un montón de mensajes con el móvil, os vestís a la moda, habláis en plan colega. ¿Por qué creéis que os comportáis de esa manera?