¿Por qué no has venido con Elena?
Pietro lo mira y hace como si se ahogase. Alessandro le da un codazo.
No podía. Tenía trabajo.
Alessia enarca las cejas.
Vale. Por si os apetece, hay algo de comer en aquella mesa, yo me voy a poner más bebidas en frío. Venga, sentíos como si estuvieseis en vuestra casa.
Alessia se aleja, con un vestido ligero y ajustado que muestra a la perfección sus curvas.
Pietro se acerca a Alessandro.
Hummm, está bueno de verdad este muffato Y también tu ayudante. De cara no es gran cosa, pero tiene un culo ¿Lo has intentado alguna vez? En mi opinión, ella está colada por ti.
¿Has acabado?
En realidad acabo de empezar. Perdona, pero ¿por qué no le has dicho que te habías separado de Elena?
No me he separado.
Está bien, que ella te ha dejado.
No, ella no me ha dejado.
Entonces, ¿qué ha pasado? Eres la leche. Ha desaparecido.
No ha desaparecido. Atraviesa uno de sus momentos.
¿Qué quieres decir con uno de sus momentos? Eso suena peor que lo de la pausa de reflexión. Uno de sus momentos. Estabais a punto de casaros, se ha ido de casa, se ha llevado sus cosas, ¿y todavía insistes en que no te ha dejado, en que atraviesa uno de sus momentos?
Alessandro guarda silencio y bebe. Pietro insiste.
¿Qué me dices?
Que fue una gilipollez pedirle que se casase conmigo o, mejor dicho, contártelo a ti o, mejor dicho, traerte a esta fiesta o, mejor dicho, dejar que trabajes para mi empresa o, mejor dicho, seguir siendo amigo tuyo
Ok, ok, si te pones así de quisquilloso no me divierto. Me voy.
Venga, no te vayas.
¿Y quién se va a ir? ¡Esto está lleno de chochos! Yo no soy tan idiota como tú, que te quieres arruinar la vida. Quería decir que me voy a pastar por ahí.
Pietro se aleja moviendo la cabeza. Alessandro se sirve un poco más de muffato y luego se acerca a la librería, apoya la copa en ella y se pone a mirar los libros de Alessia. Están colocados por altura y color, son de géneros diversos. En el sofá que hay junto a la mesa alguien se ríe, algunos jóvenes de pie conversan en voz alta sobre temas de todo tipo: cine, fútbol, televisión. Alessandro coge un libro, lo abre, lo hojea y se detiene. Intenta leer algo. «Quien ama a primera vista traiciona con cada mirada.» Pero ¿éste no era el lema de la película Closer? ¿Qué libro he cogido? El destino también se mete. Cuando te acabas de separar, parece que el mundo esté contra ti. Todos se las apañan para hacértelo pasar aún peor.
Hola. -Alessandro se da la vuelta. Frente a él, hay un muchacho de baja estatura, un poco calvo, gordito pero de cara simpática-. ¿No te acuerdas de mí? -Alessandro entorna los ojos, intentando ubicar su cara-. Nada. No te acuerdas, ¿eh? Venga, fíjate en mi voz la debes de haber oído miles de veces.
Alessandro lo mira pero no le viene a la mente quién es.
¿Y bien?
Y bien, ¿qué? No has dicho nada.
Ok, tienes razón. Vale Buenos días, departamento de venga, es fácil, ¿en serio no te acuerdas? Habrás oído mi voz un montón Buenos días, aquí el departamento de marketing ¡Venga, yo trabajaba con Elena!
De nuevo. Pero ¿qué broma es ésta? ¿Estáis todos contra mí?
Una vez viniste a buscarla. Yo era el que tenía su mesa a la derecha de la de Elena.
Sí, es verdad, ahora me acuerdo. -Alessandro intenta ser amable.
No, yo creo que no te acuerdas en absoluto. Da igual. Ya no estoy allí, me han trasladado, es decir, me han dado un par de días de vacaciones. Mañana tengo una entrevista, porque empiezo un trabajo nuevo, eso sí, en la misma empresa. ¿Y Elena por qué no ha venido?
Alessandro no se lo puede creer. Otra vez.
Tenía trabajo.
Ah sí, puede ser, ella siempre trabajaba hasta tarde.
¿Cómo que puede ser? Es.
Sí, sí, claro, he dicho puede ser simplemente por decirlo.
Se quedan un rato en silencio. Alessandro intenta librarse de aquella situación tan embarazosa.
Voy a por algo de beber.
Vale, yo me quedo aquí. ¿Te puedo preguntar una cosa?
Alessandro suspira preocupado intentando que no se le note. Sólo espero que no vuelva a preguntarme por Elena.
Sí, por supuesto, dime.
Según tú, ¿por qué la gente no se acuerda nunca de mí?
No lo sé.
No puede ser, tú eres un gran publicista, has triunfado con un montón de campañas, lo sabes siempre todo Y, sin embargo Soy Andrea Soldini.
Un placer, Andrea De todos modos no siempre lo sé todo.
Sí, está bien, en fin, ¿no sabes darme una explicación?
No, no sé. Yo hago anuncios que de algún modo intentan hacer resaltar un producto, no puedo hacer un anuncio de ti.
Andrea baja la mirada, disgustado. Alessandro se da cuenta de que ha sido descortés e intenta arreglarlo.
Quiero decir que, en este momento, no sabría qué decir en ese sentido No puedo hacer un spot sobre ti. Voy a beber algo y pienso en ello, ¿ok?
Andrea alza el rostro y sonríe.
Gracias en serio, gracias.
Alessandro suspira. Por lo menos eso ha colado.
Ok, ahora sí que me voy a buscar algo de beber.
Cómo no. ¿Quieres que te lo traiga yo?
No, no, gracias.
Alessandro se aleja. Mira por dónde. Imagínate, tenía que venir a esta fiesta y tropezarme con un tipo como ése. Vale que sea simpático. Pero de ahí a que yo sepa por qué no llama la atención, por qué no lo recuerdan. Dice que estaba en la mesa de la derecha de Elena. Pero yo ni siquiera recuerdo que allí hubiese una mesa. Una de dos, Alex: o sólo tenías ojos para Elena o ése es un tipo que de verdad pasa totalmente desapercibido. Ojalá nunca me asignen una campaña publicitaria de un producto como Andrea Soldini. A Alessandro le divierte la idea y, con su única sonrisa de la noche, se dirige a la mesa del bufet y come algo. Dos guapísimas muchachas extranjeras que están allí cerca le sonríen.
Bueno, ¿verdad? -le dice una.
Alessandro esboza la segunda sonrisa de la noche.
Sí, muy bueno.
La otra muchacha también le sonríe.
Bueno aquí todo bueno.
Alessandro vuelve a sonreír. Tercera sonrisa.
Sí, bueno.
Deben de ser rusas. Después se da la vuelta. En el sofá, no muy lejos, Pietro lo está mirando. Está sentado junto a una hermosa muchacha morena de cabello largo que se inclina hacia delante y ríe por alguna cosa que le debe de haber dicho él. Pietro le guiña el ojo desde lejos y levanta la copa como para brindar. Mueve los labios diciendo sin palabras: «¡Venga, vamos!»
Alessandro levanta la mano como diciendo «Vete a», después se sirve otra copa de muffato y tras comprobar que Andrea no se interpone en su camino sale a la terraza, dejando en aquel bufet sus tres únicas sonrisas. Se apoya en la baranda con los codos y bebe un poco de vino. Está bueno; tan frío en una noche no demasiado calurosa para ser abril. Coches lejanos allí, a la izquierda del Tíber, que discurre lento, silencioso, y desde la pequeña terraza parece incluso limpio. Y pensar que ahora podría estar metido en él, transportado hacia Ostia, junto con una ola de ratones aburridos. Como en esa escena que sale siempre en el programa «Blob», de ese tipo que va por debajo del agua, hacia el fondo. O como en el final de Martin Edén, cuando nada hacia el fondo, mordido por un congrio y quiere morir porque ha descubierto que la mujer a quien ama es estúpida. Estúpida. Estúpida. Estúpida la muerte que nos espera aburrida. Si yo me hubiese tirado, estoy seguro de que estaría muerto, a diferencia de James Stewart; y quizá también me habría mordido un congrio y un ratón juntos Y seguro que mi ángel hace tiempo que se fue.
¿En qué piensas? -Alessia llega por detrás.
¿Yo? En nada.
¿Cómo en nada? Tú nunca dejas de pensar. Tu cerebro parece estar bajo contrato permanente con la empresa.
Bueno, se ve que hoy le han dado la noche libre.
También tú te tendrías que coger una de vez en cuando. Ten. -Le pasa otra copa-. Estaba segura de que ya te lo habrías acabado. Éste es un passito de Pantelleria. En mi opinión, es aún mejor. Pruébalo
Alessandro lo sorbe lentamente.
Sí, es realmente bueno. Es delicado
Y un viento ligero, una maliciosa brisa de poniente, intenta crear un poco de atmósfera. También Alessia se apoya en la baranda y mira a lo lejos.
¿Sabes?, es muy agradable trabajar contigo. Cuando estás en el despacho te miro. No dejas de pasear, caminas sobre la moqueta siempre en círculo, ya tiene hecho un surco. Un surco digno de Giotto. Y mientras, miras al techo, pero en realidad miras lejos Es como si pudieses ver más allá del techo, del edificio, del cielo, más allá del mar. Ves a lo lejos, ves cosas
Sí, que vosotros los humanos Venga, deja de tomarme el pelo.
No, lo pienso en serio. Estás en perfecta armonía con el mundo y consigues reírte de las cosas que a veces ocurren y que nos vemos obligados a soportar Como por ejemplo el final de una historia de amor. Estoy segura de que aún en el caso de que se tratase de la tuya, sabrías reírte de ello.
Alessandro mira a Alessia. Se miran fijamente un momento. Luego ella siente un leve embarazo. Alessandro toma otro sorbo del passito que le acaba de traer y dirige su mirada de nuevo hacia los tejados de las casas.
Te lo ha dicho el abogado, ¿verdad?
Sí, pero si no, yo sola lo hubiese adivinado. No creo que esa Elena merezca siquiera tu «desprecio sentimental».
Alessandro sacude la cabeza.
También te ha contado eso.
Alessia se da cuenta de que esta vez es él quien se siente incómodo.
Venga, general, ¿sabes a cuántos he dejado ¡y cuántos me han dejado!?
No, no lo sé. Nadie viene a contarme tus asuntos privados.
Tienes razón, perdona. Pero no la tomes con tu amigo. Lo que Pietro quisiera es volverte a ver de nuevo alegre, como siempre. Me ha elegido a mí para que te haga sonreír, pero quizá hubiese sido mejor que te enviase a una de aquellas rusas, ¿no?
Pero ¿qué dices?
Cuando estás mal, no hay nada peor que venga alguien a descargar contigo sus estúpidos problemas. Primero el tipo ese que quería que todos se acordasen de él. Ya ves, ni siquiera me acuerdo de su nombre. Ah, sí. Andrea Soldini. Y ahora Alessia y su manía de querer ser el centro de atención. O peor, de querer ser la medicina adecuada. Qué hartazgo
Alessandro se acerca a ella. Alessia está mirando hacia otro lado, a lo lejos, hacia una calle que desaparece detrás de una curva. Alessandro le pasa el brazo por la espalda. Ella se vuelve de inmediato, sonríe. Pero él se le adelanta y le da un beso en la mejilla.
Gracias, eres una medicina maravillosa. ¿Ves? Haces efecto al cabo de pocos segundos ya sonrío.
¡Venga ya! -Alessia sonríe y se encoge de hombros-. Siempre me estás tomando el pelo.
No, lo digo en serio.
Alessia lo mira.
Vosotros, los hombres, no tenéis remedio
Ahora no me sueltes la típica frase «sois todos iguales», porque eso ya está más que visto y una cosa así no la espero de ti.
Pues mira, te diré otra: vosotros, los hombres, siempre sois víctimas de las mujeres. Pero eso os conviene. ¿Y sabes por qué? Para poder justificaros por el daño que le haréis a la siguiente.
¡Uy, uy, uy!
Alessia hace ademán de irse, pero Alessandro la detiene.
¿Alessia?
Sí, dime.
Gracias.
Ella se vuelve.
De nada.
No, en serio. Este passito es buenísimo.
Alessia mueve la cabeza, después sonríe y entra en la casa.
Siete
Heladería Alaska. Las Olas están sentadas en unas sillas de hierro, dispuestas junto a la entrada. Olly tiene las piernas estiradas y apoyadas en la silla vecina.
¡Hummm, realmente aquí hacen un helado de caerte de culo! -Lo lame a fondo, golosa, al final le da incluso un pequeño mordisco-. En mi opinión, al chocolate le ponen algún tipo de droga. No es posible que esté tan enganchada.
Justo en ese momento, dos muchachos pasan frente a ellas. Uno viste una cazadora negra de tela que lleva escrito detrás «Surfer». El otro, una roja en la que pone «Fiat». Charlan, ríen y entran en la heladería.
¡Ufff, creo que también estoy muy enganchada al último «Fiat»!
Niki se echa a reír.
¿Y no te gustaría probar el surf?
No, ya lo he probado
Olly, me parece que nos tomas el pelo. No me creo que hayas estado también con ése.
En mi opinión -interviene Diletta-, lo dice a propósito porque yo estoy aquí. Quiere darme envidia. Quiere que piense en todo lo que me estoy perdiendo.
No es que haya estado con él. Ha sido solamente algún paseo en coche.
Llega un chico en su ciclomotor a toda velocidad, frena a un milímetro de ellas, se baja y lo aparca a toda pastilla.
¡Conque estabais aquf, ¿eh?! -Es Giò, el novio de Erica-. ¡Os he buscado por todas partes!
Hemos ido a dar una vuelta.
Sí, lo sé.
Erica se levanta y lo abraza. Se dan un ligero beso en los labios.
Amor, me encanta que te pongas celoso.
De celoso nada, lo que estaba era preocupado. Han hecho una redada en el Eur, estaban haciendo un bum-bum-car, y han arrestado a un montón de gente por robo de coches, apuestas clandestinas y asociación para delinquir.
¡Vaya, esto sí que es un auténtico bum-bum! Nada menos que asociación para delinquir. -Olly levanta los pies de la silla y le da un último mordisco al helado-. ¿Y también banda armada?
Estoy hablando en serio. Me lo ha dicho Giangi que estaba allí, logró escapar cuando llegaron.
Caramba, entonces es verdad. -Diletta se pone en pie-. Giangi estaba allí.
Entonces, ¿vosotras también estabais? -Giò mira furioso a Erica.
Fui con ellas.
Qué demonios me importa que hayas ido con ellas, no quiero que vayas allí y basta.
Claro. -Olly menea la cabeza-. Estás celoso de Fernando, el de las apuestas.
Ya, figúrate ¡Me preocupo por ella y basta! Imagina que la hubiesen detenido. Porque los han detenido, ¿sabes? ¿O es que no lo entiendes?
Bueno, si la hubiesen detenido la hubiesen detenido -replica Olly con calma.
Giò coge a Erica por el brazo.
Cariño, ¿por qué no me lo dijiste?
Erica se suelta.
Y dale. Dios, te pareces a mi padre. ¡Déjame en paz! Ya te he dicho que estaba con mis amigas. -Y añade en voz más baja-: Venga, no tengo ganas de discutir delante de ellas, dejémoslo.
Ok, como quieras.
Suena el móvil de Niki. Ésta se saca del bolsillo del pantalón su pequeño Nokia.
Caramba, es mi madre, ¿qué querrá a estas horas? Hola mamá, qué agradable sorpresa.
¿Dónde estás?
Perdona, pero ¿ni siquiera me vas a decir hola?
Hola. ¿Dónde estás?
Ufff -Niki resopla y levanta la vista al cielo-. Estoy en corso Francia, tomándome tranquilamente un helado con mis amigas. ¿Qué pasa?
Menos mal. Perdona, pero acabamos de llegar a casa, tu padre ha encendido la televisión y en las noticias de medianoche han dicho que habían arrestado a varios jóvenes en el Eur. Han dado los nombres y entre ellos estaba también el hijo de esos amigos nuestros, Fernando Passino
¿Quién?
Sí, ese que a veces sale contigo, ¡venga, no te hagas la tonta! Sabes perfectamente de quién estoy hablando, Niki, no me hagas enfadar. Sé que forma parte del grupo con el que sales. En fin, sólo han dado los nombres de los mayores de edad, como es obvio, pero por un momento he pensado que también tú podrías estar metida.
Pero ¿tú qué te crees, mamá? Perdona, pero ¿por quién me tomas? -Niki pone los ojos en blanco, sus amigas se acercan a ella curiosas. Niki sacude una mano como diciendo «No sabéis lo que ha pasado»-. ¿Y han dicho por qué los habían arrestado? ¿Qué han hecho?
La verdad es que no lo he oído bien, algo relacionado con coches, robos o algo así, no lo he entendido bien Sonaba como a stumpcar.
Se llama bum-bum-car
Eso mismo. ¿Y tú cómo lo sabes?
Niki aprieta los dientes y busca la manera de arreglarlo.
Es que acaba de llegar Giorgio, el novio de Erica, y nos lo ha contado. Ha oído la noticia en la radio pero nosotras no le creíamos.
Olly y Diletta se ríen por lo bajo. Después Olly imita a un gato resbalando sobre un cristal. Niki intenta darle una patada para que se vaya y no la haga reír.
¿Lo ves? No te estoy diciendo ninguna tontería -continúa la madre-. Ya ves que es cierto, que ha sucedido. Oye, ¿por qué no vuelves a casa? Es ya medianoche.
Mamá, ¿quién hubiese querido tener por hija a Cenicienta? En seguida estoy ahí. ¡Adiós! Besos, te quiero.
Sí, besos, besos, pero vente para casa, ¿de acuerdo? -Y cuelga el teléfono.
Joder, entonces es cierto lo que ha dicho Giò.
¿Y por qué iba a deciros una mentira? ¿Qué motivos tendría?
Venga, chicas, vámonos a casa, mañana tendremos más detalles en los periódicos.
Las Olas se dirigen hacia sus ciclomotores y minicoche respectivos.
Olly se monta en su ciclomotor, se pone el casco y lo arranca.
Una noche floja, ¿eh?
Niki sonríe y se monta en el suyo.
¿Sabes lo que pienso? Yo creo que ha sido Giò quien ha llamado a la policía; por lo menos se ha quitado de en medio a Fernando por un tiempo.
Diletta se echa a reír.
Desde luego, sois unas víboras. He llegado a la conclusión de que, con vosotras, el secreto está en quedarse siempre hasta el final. Por lo menos así no tenéis ocasión de hablar mal de una.
Ah ¿sí? Bien pensado -replica Niki sonriente-. De todos modos, puedes estar segura de que antes de dormirme le enviaré a Olly un sms con algún chisme sobre ti. Lo siento, no nos lo puedes impedir.
Y mientras lo dice, arranca su ciclomotor, da gas y se va, estirando las piernas, alzándolas al viento, divertida por el hecho de poder saborear esa tonta, pequeña, espléndida libertad.
Ocho
Alessandro está en la terraza. Mira a lo lejos en busca de quién sabe qué pensamiento. Un poco de melancolía acompaña su último sorbo de passito, ligeramente más dulce. Después entra también él en casa, y deja la copa en la estantería, junto a un libro. Esta vez se trata de Aforismos. Arena y espuma, de Gibran. Lo coge y hojea algunas páginas. «Siete veces he despreciado mi alma: la primera, cuando la vi temerosa de alcanzar las alturas. La segunda, cuando la vi saltar ante un inválido. La tercera cuando le dieron a elegir entre lo arduo y lo fácil, y escogió lo fácil. La cuarta» Basta. No sé por qué, pero cuando estás mal, todo te suena como si tuviese un doble significado. Alessandro cierra de nuevo el libro y se pone a dar vueltas por la casa en busca de Pietro. Nada. No está en el salón. Mira con atención entre la gente, en las esquinas, se aparta para dejar paso a uno que se cruza con él Ah. No es uno cualquiera. Se trata de Andrea Soldini, y está con una mujer bella, alta. Andrea le sonríe. Alessandro le devuelve la sonrisa pero continúa buscando a Pietro. Nada. En el salón no está. No quisiera que Abre la puerta del dormitorio. Nada. Tan sólo alguna chaqueta tirada en la cama. También los armarios están abiertos. Va al baño. Intenta abrir la puerta. Está cerrado con llave. Alessandro lo intenta de nuevo. Una voz masculina dice desde dentro.
¡Ocupado! Si está cerrado será por algo, ¿no?
Es una voz profunda e irritada de verdad. Se trata de alguien que está realmente ocupado en sus asuntos. Y no es Pietro.
Alessandro va a la cocina, la ventana está abierta de par en par. Una cortina clara y ligera juega con el viento. Y con dos personas. Roza la espalda de un hombre. Lo acaricia casi mientras él bromea con una hermosa muchacha que está sentada con las piernas abiertas en la mesa del desayuno. Él está delante de ella, entre sus piernas. Tiene una mano levantada ante la cabeza de la muchacha y balancea una cereza. La baja poco a poco y luego la sube de nuevo, mientras la chica, que finge estar enfadada, se ríe y se enfurruña porque no consigue cogerla con la boca. Quiere esa cereza, y posiblemente no sólo eso. El hombre lo sabe. Y se ríe.
¡Pietro!
Su amigo se vuelve hacia Alessandro, y la muchacha se aprovecha de su distracción para coger la cereza al vuelo, quitándosela de las manos con la boca.
¿Ves lo que has hecho? Me ha robado la cereza por tu culpa.
La chica se ríe y mastica con la boca abierta, la lengua se le tiñe y sus palabras se colorean de rojo, de perfume, de deseo, de sonrisa.
¡Bien! He ganado, me toca otra. Venga, cereza, una gana otra, ¿no? Lo has dicho antes
Es verdad, aquí tienes.
Pietro le da otra cereza, y la muchacha rusa escupe primero el hueso de la que se acaba de comer, que se cuela dentro de una copa que está allí cerca, después coge la otra con la mano y la mordisquea. Pietro se acerca a Alessandro.
¿Lo ves?, ahora se acabó el juego. Yo quería hacerla sufrir un poco más Una cereza gana otra Cada vez le apetecía más y yo pensaba seguir con el juego hasta el final y luego pum -Pietro pellizca a Alessandro entre las piernas-, ¡el platanito! -Pietro se ríe mientras Alessandro se dobla sobre sí mismo.
¡Mira que llegas a ser imbécil!
La muchacha rusa mueve la cabeza y se ríe, después se come otra cereza. Alessandro se acerca a Pietro y le dice bajito:
O sea, que tienes dos hijos, en breve cumplirás cuarenta y sigues así. ¿Dentro de tres años seré como tú? Estoy preocupado. Muy preocupado.
¿Por qué? La de cosas que pueden cambiar en tres años. Podrías casarte, tener un hijo tú también, y probar con una extranjera Puedes conseguirlo, venga, puedes alcanzarme, e incluso superarme. ¡Tú mismo lo has dicho! Con ese anuncio de Adidas: Impossible is Nothing. ¿Y vas a ser tú quien ponga trabas cuando se trate de ti? Venga, joder, puedes conseguirlo. ¿Vamos a tu casa? ¡Venga, préstamela sólo por esta noche!
Pero ¿estás loco?
¡Tú sí que estás loco! ¿Cuándo me va a volver a tocar una rusa así? ¿Tú has visto lo guapa que es?
Alessandro se aparta un poco de la espalda de Pietro.
Sí, desde luego
A que sí, a que es una tía de ensueño. Una rusa, piernas larguísimas. Mira, mira cómo come las cerezas Imagina cuando se coma -Pietro da un silbido mientras le pellizca de nuevo entre las piernas.
Sí, el platanito. Venga, corta ya
La rusa vuelve a reírse. Para intentar convencer a Alessandro, Pietro le enseña un sobre que lleva en el bolsillo interior de la chaqueta.
Mira esto. Ya he acabado el informe del pleito aquel con la Butch & Butch. Volvéis a estar dentro. Tenéis una cláusula de prórroga que os lo garantiza por dos años más. Ésta es la carta certificada, venga, y eso que se supone que no debería enviarla hasta dentro de una semana. Y sin embargo te la doy ahora. ¿Estás de acuerdo? ¿Tú sabes lo bien que vas a quedar en la oficina? No serás el jefe, sino el gran jefe. Pero, a cambio
Sí, vale, me parece bien. Ven a mi casa a tomar algo. Y también invito a -Alessandro señala a la rusa.
¡Bravo! ¡¿Te das cuenta de que contigo las negociaciones siempre acaban bien?!
Sí, pero no te vayas a creer que esto es como en El último beso. Yo no me quiero meter en vuestros líos, ¿entiendes? Con Susanna te las apañas tú, a mí no me metas en medio.
¿Que me las apañe? Nada más fácil. Le diré que me he quedado en tu casa hasta tarde. Es la verdad, ¿no?
Sí, sí la verdad
Además piensa en lo buena que debe de estar. Al contrario que la ensaladilla Cerezas, plátanos y ella. Ésta es la auténtica ensaladilla rusa.
Oye, ¿por qué en lugar de a la abogacía no te dedicaste al cabaret?
¿Y tú me escribirías los textos?
Venga, te espero allí. Voy a despedirme de Alessia. Ah, por cierto
Sí, sí, lo sé, no debiera haberle dicho lo de Elena, pero lo he hecho por ti, te lo juro; ya verás como cuando te la tires pensarás en mí
¡Qué voy a pensar en ti!
De acuerdo, entonces cuando te la tires no pensarás en mí. Pero después lo pensarás mejor y acabarás comprendiendo que todo ha sido gracias a mí.
No lo has comprendido. Yo no me pienso liar con Alessia.
Perdona, pero ¿por qué no?
No quiero tener líos en el trabajo.
Perdona de nuevo pero ¿y con Elena entonces?
Qué importa eso, ella entró a trabajar en la empresa después. Y además en otro departamento, totalmente aparte.
¿Y qué?
Pues que Alessia es mi ayudante.
Mejor que mejor, lo podéis hacer en el despacho. Es cómodo, ¿no? Os encerráis dentro y nadie os puede decir nada.
Vale, lo haremos así. Muchas gracias desde ya, ¿de acuerdo? Voy a despedirme y nos vamos. Me estoy cansando.
Alessia está en el salón, conversando con una amiga.
Adiós, Alessia, nos vamos. Nos veremos mañana por la mañana en la oficina. Nos ha convocado el verdadero jefe, pero no sé por qué.
Bueno, mañana lo sabremos. -Alessia se pone en pie y le besa en ambas mejillas-. Adiós, y gracias por venir, me ha alegrado mucho. Saluda de mi parte a tu guardaespaldas
Más bien mi pregonero. Lo llevo conmigo a propósito, por si me olvido de explicar alguno de mis problemas a alguien
Alessia echa la cabeza hacia atrás y extiende los brazos como diciendo «¡Venga, no se lo tengas en cuenta!».
Educadamente, Alessandro se despide también de la muchacha que está en el sofá quien, a modo de respuesta, se limita a alzar el mentón y a esbozar una sonrisa.
Ya no queda nadie por allí de quién despedirse. Bien, Alessandro se dirige hacia la puerta de la casa. Al final del pasillo se encuentra a Pietro con la rusa. Pero no están solos.
¿Y ellas?
Junto a Pietro hay dos chicas casi idénticas a la devoradora de cerezas.
Me ha dicho que sin sus amigas no viene. Venga, sólo vamos a tomar algo. Y además, perdona, pero ¿no son vuestras modelos? ¿No son para la campaña que estáis haciendo ahora? Las elegiste tú mismo.
Correcto, pero las elegí para trabajar.
Qué exagerado eres. No sé si sabes que, hoy en día, mucha gente se lleva trabajo a casa.
Ah, muy bien. ¿Y se supone que mientras tú trabajas yo tengo que conversar con las otras dos? Si vinierais vosotros solos yo me podría ir a dormir. Mañana tengo que madrugar, en serio, tengo una reunión importante. Venga, no, no se puede.
Como de costumbre, he pensado en todo. ¡Mira!
Andrea Soldini aparece tras la espalda de Pietro.
Así pues, ¿nos vamos? -Para asegurarse, abraza a una de las rusas y sale del apartamento delante de Pietro. Éste mira a Alessandro y le guiña un ojo.
¿Has visto? Él se ocupará; Soldini, un animador nato. Estaba en la mesa que estaba a la derecha de la de Elena -dice Pietro guiñándole a su vez un ojo a Alessandro.
Sí, lo sé.
Ah, ¿te acordabas de él?
¿Yo? No, pero me lo ha dicho él.
Se van todos, junto con una bolsita de cerezas que Pietro se ha metido en el bolsillo de la chaqueta a escondidas. Salen del edificio y se suben al coche.
¡Demonios! Este Mercedes es verdaderamente bonito. Es el nuevo ML, ¿verdad? -Andrea se pone a tocarlo todo, después empieza a saltar divertido en el asiento de delante-. ¡Y además es muy cómodo!
Pietro se sienta entre las chicas.
Sí, el coche no está nada mal pero estas dos son de fábula, de veras Y además mirad. Nada por aquí et voilá! -Y se saca una botella de passito de la chaqueta, ¡todavía frío y con la botella casi llena!-. Aquí tenéis. -Saca unos vasos del otro bolsillo-. Disculpad que sean de plástico. En la vida no se puede tener todo; sin embargo, es necesario aspirar a ello, porque la felicidad no es una meta sino un estilo de vida
Alessandro conduce y lo mira por el espejo retrovisor.
¿A quién has oído eso?
Siento decírtelo. A Elena.
Elena. Elena. Elena.
¿Hablabas a menudo con ella?
Por trabajo, sólo y siempre por trabajo, yo trabajo mucho. -Después, en broma, Pietro lleva una mano entre las piernas de una rusa, pero sin tocarla. Apenas la roza. Levanta la mano como si hubiese encontrado algo-. Et voilá! -Abre la mano-. ¡Una auténtica cereza! ¡He ahí por qué soy tan dulce! -Y se la ofrece a la otra muchacha rusa sentada a su lado, que se la come gustosa y ríe.