Pietro prueba a abrazarla de nuevo.
Sí, pero mientras intentas descubrir lo que sea ¿no podrías ser más agradable?
Pietro intenta besarla. Y ella finge estar de morros, pero al final le deja hacer.
Noche. Noche de timbrazos, de llamadas telefónicas, de celos. Noche de luchas, de corazón, de fantasía. Noche de encuentros clandestinos.
¿Estás preparado? Ahora te digo cómo ha ido la cosa, en mi opinión.
Alessandro mira a Niki divertido.
Venga, dime, siento curiosidad.
A la mujer de Enrico, Camilla, le he caído bien. Ella es una mujer serena, me he dado cuenta de que se reía con las cosas que yo explicaba. Me trata un poco como una amiga. Me gusta. En cambio, Susanna ¿se llama Susanna la mujer de Pietro?
Sí.
Bien, yo creo que a ella podría llegar a gustarle, pero no se fía demasiado. Quiero decir, no es que no se fíe de mí, lo que pasa es que tiene miedo porque sabe que Pietro es muy zorro, demasiado y yo soy otra posibilidad de riesgo. Cristina, en cambio, está totalmente en contra. Out por completo. Se le nota a un kilómetro Lo he visto claro, incluso cuando salimos a fumar. Ella no dejaba de escudriñarme. Cómo iba vestida, lo que decía, si estaba de acuerdo o no, me ha estudiado a fondo. O sea, que no le gusto.
¿Y por qué, qué crees tú?
No tengo ni la más remota idea. Pero creo que aceptamos a los demás en función de nuestro propio nivel de felicidad Piénsalo bien. Cuando nos sentimos felices, los demás nos caen mejor, y estamos dispuestos a no considerar las diferencias como defectos.
Alessandro la mira. Enarca las cejas.
Empiezas a preocuparme. ¿Quién eres en realidad?
¡Qué más da! Una que tiene que hacer la Selectividad. Esto es de Newton. Somos enanos subidos a hombros de gigantes, venga, toda la historia esa de Platón. Filosofía de bolsillo.
Sí, pero resulta fundamental y no deberías olvidarla. ¿No lo sabes? No se recuerdan los grandes sistemas. Se recuerdan los mínimos particulares.
El teléfono móvil de Niki empieza a sonar. Lo saca de su bolsa.
¡Es Olly! -Y responde-. ¿Sí? No me digas que te has vuelto a meter en un lío, como de costumbre, ¿eh? ¿No querrás venir a dormir a mi casa?
Silencio. Y, de repente, sollozos.
Niki, ven corriendo. Diletta.
¿Diletta qué?
Ha tenido un accidente.
Noventa
Alessandro conduce a toda velocidad en la noche. A su lado va Niki. Y mil llamadas, mil preguntas por teléfono, mil interrogantes, mil porqués. Un intento desesperado por entender algo. No es posible. Hospital San Pietro. Alessandro pasa la barrera y aparca. Niki se baja de inmediato y entra en Urgencias. Corre por un pasillo hasta que ve a Olly y a Erica. Se reúne con ellas y se abrazan.
Todavía no he logrado entender nada. ¿Qué ha pasado? ¿Cómo está?
Uno que iba a dos mil por hora con un Porsche por corso Francia. Ella estaba girando en el semáforo, iba al Pains y nada, el tipo la alcanzó de lleno. Su cochecito volcó y salió disparado, llegó hasta el otro semáforo. Está destrozado. No ha quedado nada. Sólo ella. Toda descalabrada.
Sí, pero ¿cómo está? ¿Es grave?
Una pierna y un brazo rotos. Además se golpeó en la cabeza. Y ése es el problema. Están haciéndole pruebas para ver si hay conmoción. Ya la han operado Mira.
Las Olas se acercan a un cristal. En una fría y aséptica habitación pintada de azul claro, Diletta está vendada por completo, quieta, inmóvil, en una pequeña cama, que parece demasiado estrecha como para que quepa entera. Varios cables se entrecruzan y se pierden en sus brazos. Sedantes, vitaminas, y otros tipos de analgésicos para controlar su estado de shock. Un poco más allá, los padres de Diletta la observan en silencio, incapaces de moverse y de hablar, casi en suspenso, sin atreverse ni a respirar. Pero los padres se percatan de la llegada de Niki. Un saludo, un simple gesto con la mano. Por supuesto, ninguna sonrisa.
Pero ¿qué han dicho los médicos? -pregunta en voz baja Niki a Erica.
Nada, no se mojan, no han querido pronunciarse. De todos modos, han dicho que será difícil.
¿Difícil qué?
Que vuelva a estar como antes. O sea, que pueda volver a hablar, por ejemplo.
Niki siente como una sacudida, un huracán, una oleada de inmenso dolor, se viene abajo, se derrumba, siente que le quitan la respiración, que se le ahoga dentro su deseo de estar alegre. Feliz. Y de improviso rabia, y estupor, incredulidad. Sentirse traicionada por la vida. No es posible. Diletta no. Diletta. Que es fuerte. Que nunca ha tenido novio. Y la ola sigue creciendo, cada vez más. Y casi la ahoga, le corta la respiración. Porque es como si le hubiese sucedido a ella, o peor aún. No sabría decirlo. Pero ella está allí, la mira y no puede hacer nada. No es posible. No puede más, no quiere pensarlo. Olas rotas. Sus olas. Y entonces Niki se acerca a Alessandro, que se ha quedado un poco apartado. Por miedo a molestar, a decir algo equivocado. Porque es así como se siente frente a las tragedias de los demás. También él lo lamenta por Diletta. Es de esas personas a las que no conoces directamente, a las que a lo mejor no ves mucho, pero que está presente cada día en lo que te cuenta la persona con la que sales y a la que sabes que le dedican sonrisas. Entonces esas personas pasan a ser un poco tuyas. Y al final también tú acabas echándolas de menos. Niki se le acerca y le aprieta fuerte la chaqueta con los puños, se la arranca casi, se aferra a esa tela, desesperada, como si fuese el único escollo seguro en medio de ese mar de absurdo dolor. Luego se apoya en el pecho de Alessandro y empieza a llorar quedo, en silencio, ahogando casi su dolor en esa chaqueta. Por respeto, por miedo, por no mostrar su debilidad ante los padres desesperados de Diletta. Alessandro no sabe qué hacer. Y la abraza despacio con sus brazos, fuerte, contra sí.
Chissst Tranquila, Niki Chissst -Y basta eso, su abrazo, para que se sienta un poco más tranquila. Un suspiro profundo, lento. Y otro. Y otro más. Y los sollozos disminuyen. Poco a poco. Un poco de calma en esa chaqueta. Como una isla segura. Una pequeña ensenada. Una cala donde poder resguardarse de la tempestad. Y después aire. Respira profundamente. Niki emerge de nuevo de los brazos de Alessandro. Recupera el ánimo, la compostura. Se seca la nariz con el extremo de su camiseta de mangas largas. Se arregla un poco el cabello con ambas manos, metiéndoselo por detrás de las orejas. El cabello, un poco mojado, obedece. Recupera su lugar de un modo obediente y, silenciosamente, deja que la luz aparezca de nuevo en ese rostro.
Estoy bien. -Intenta convencerse a sí misma. Y una pequeña sonrisa a Alessandro-. Vámonos a casa. Volveré mañana. -Casi mejor que en una famosa película.
Y se van sin más, en el silencio de una noche hecha de espera, de miedo, de impotencia, de esperanza, de plegaria. De la certeza de un mañana, eso está claro, pero de un mañana que puede no serlo para todos. ¿Cómo es la vida? Qué raro cuando no estamos distraídos, cuando no tenemos tanta prisa, cuando sabemos detenernos. Y sonreír. Y comprender. Y cerrar los ojos. Y notar incluso los segundos que corren por nosotros. Y saber vivirlos todos a fondo. Y saborearlos con una sonrisa, con preocupación, con esperanza, con deseo, con claridad, con cualquier duda. Pero saborearlos. Saborearlos a conciencia. Esto piensa Niki mientras se sube al Mercedes ML. Y no piensa nada más. No tiene fuerzas para imaginar que pueda perderse esa Ola.
Noventa y uno
En los días siguientes, las Olas se organizan. Se turnan para ir al hospital. De vez en cuando, llevan un helado, alguna cosa para los padres de Diletta. Un periódico, una revista, alguna delicia de las de la pastelería Mondi o en la Euclide. Así se van alternando, Olas de un mar que de todos modos recuperará antes o después la calma. Pero es preciso creer en ello. Una tras otra, una marejada sin fin. Olas sonrientes, divertidas pero no demasiado. Optimistas. Fingir que no se tienen dudas. Certezas. Todo se arreglará. Y negarse a admitir por un momento, aunque sea ante sí mismas, que eso pueda no ser así. Infatigables. Una historia de amistad que no sabe lo que es el cansancio. Y se pasan el testigo con una sonrisa. Niki. Olly. Erica. Y unos días dos y otros las tres siguen estudiando para la Selectividad.
De eso no se va a librar.
Por supuesto que no.
¡Diletta, no te vas a escaquear así como así! -Y se ríen esperanzadas, intentando exorcizar de este modo el accidente. Detrás de ese cristal, un recuerdo de Diletta. Una anécdota divertida. Su enorme fortaleza. Su belleza potente, superpotente, ultrarresistente, sana. Su extraordinaria manera de jugar a voleibol. Y el novio que nunca ha tenido.
¿Sabes quién le tiraba los tejos últimamente?
No.
Filippo, el de quinto A.
¡Venga ya, te estás quedando conmigo! ¡Es un trozo de pan! ¿Y ella?
Ella nada, como si no existiese.
¡No me lo puedo creer, está loca! -Olly niega con la cabeza-. Joder, yo
Olly, que están sus padres. Y además ya no eres la máxima autoridad sobre el tema.
Ya veo, pero de todos modos incluso vosotras hubieseis caído con ése.
Sí, pero no tan rápido como tú.
Porque yo soy más sincera, menos rebuscada. -Y más risas y bromas y chistes, como si Diletta estuviese allí, intentando pasar esas horas que no pasan nunca.
Cuando suceden estas cosas, incluso en casa todo parece diferente. Es como si un cristal que antes estaba empañado, de repente te dejase ver mejor la vida.
La noche del accidente. Pum. Una bofetada directa, en plena cara.
¡Ay, mamá! Pero ¿te has vuelto loca?
¿Yo? ¿Tú te crees que éstas son horas de llegar?
¡Es que Diletta está en el hospital, está en coma!
Sí, ya. Seguro que te lo estás inventando. Niki, ¿no te da vergüenza?
Pero mamá, es verdad, ha tenido un accidente terrible.
¡Ya basta! ¡Ahora mismo te vas a tu habitación!
Y varios días después, cuando Simona descubre que todo cuanto le ha dicho su hija es cierto, es ella quien se muere de vergüenza.
Lo siento, cariño mío, creía que era una mentira.
¿Tú crees que me voy a inventar una cosa así? Pero ¿por quién me has tomado, mamá?
¿Y cómo está ahora?
Por el momento nada. Por lo menos no ha empeorado. Claro que tampoco ha mejorado. Estoy fatal.
Lo siento
Simona abraza a Niki, y ésta se echa a llorar en sus brazos. Se abandona, así, como si fuese una chiquilla de nuevo, más hija que antes, pequeña como nunca. Y Simona la abraza y querría arrancarle una sonrisa. Como siempre. Más que siempre. Con un juguete. Con un caramelo. Con una muñeca. Con un vestido. Como con uno de sus tantos pequeños deseos que ella siempre ha sabido complacer. Pero ahora no. Ahora no puede. No puede hacer nada más que rezar. Por su hija. Por su amiga. Por la vida que a veces te da la espalda y se desentiende por completo de lo que tú deseas. Y los días pasan lentos y cansinos. Uno detrás de otro, sin el más mínimo asomo de sol en ese pequeño túnel. Casas oscuras y silenciosas. Salir de la cama. Esperar. Irse a dormir. Y levantarse de nuevo. Esperar. Irse a dormir. Y cualquier timbre de cualquier teléfono es siempre una preocupación, un sobresalto en el corazón, una esperanza, un sueño, un deseo Y en cambio nada. Nada. Seguir avanzando en silencio.
Noventa y dos
Esa misma tarde.
¡Sapere aude! -Niki está sentada junto a su cama. Está leyendo en voz alta un texto de filosofía. Kant-. Ten valor para utilizar tu inteligencia. ¿Te enteras, Diletta?
Niki apoya el libro en sus piernas. Observa inútilmente ese rostro tranquilo, relajado, que parece no poder oír. Pero es su última esperanza. Mantener viva su atención. Un suspiro. Y Niki saca fuerzas de flaqueza.
Ya vale, es inútil que te hagas la despistada. Tienes que repasar Kant tú también. ¿No te habrás creído que te vas a librar de la Selectividad? Perdona, pero habíamos quedado en que iríamos todas juntas a la universidad. ¡Y las Olas no traicionan jamás sus promesas! -Niki sigue leyendo-. Veamos, aquí las cosas se ponen más difíciles. Y por eso mismo necesitaría que me prestases un poco de atención. Pasemos a la gnosología de Kant
Gnoseología.
Una voz repentina. Floja. Ligera. Débil. Pero su voz.
¡Diletta!
Diletta está vuelta hacia Niki. Le sonríe.
Tienes que decirlo con la «e». Siempre te equivocas.
Niki no se lo puede creer. Empieza a llorar a mares. Y en parte llora y en parte se ríe.
¡Gnoseología, gnoseología, lo voy a repetir mil veces, joder, con la «e», con la «e» ¡Es la palabra más hermosa del mundo.
Y se levanta y la abraza con torpeza, intentando no agitarla, pero no consigue contenerse. Se pierde con el rostro en su cuello y sigue llorando, como la niña que fue, que es, que adora ser.
¡Y eso que dicen que la filosofía da sueño!
Esa niña que se ha visto recompensada. Que ha hecho los deberes día tras día y acaba de recibir el regalo más bello del mundo. La respuesta a sus plegarias. Vuelve a tener a su amiga. Y, una tras otra, entran también Olly, Erica, y los padres, además de alguna prima de quien nunca recuerdan el nombre, y por fin también la jefa de enfermeras.
¡Fuera, fuera, dejadla respirar, aquí hay demasiada gente, fuera!
¡Vaya modales!
Por no hablar de los de Olly.
¡Es nuestra amiga, joder!
Y se ríen todos, hasta los padres, felices por un día por no tener que reñir a nadie. Ligeras al fin, Olly, Niki y Erica salen de la habitación. Están como locas.
Esta noche todas al Alaska, qué digo, me tiro a la Fontana di Trevi. Venga, ¿nos tiramos?
¡Olly, eso lo hace todo el mundo!
Pero a lo mejor nos encontramos un tipo guay, como ese Marcello Marcello Come here!
Ya sabemos por qué lo quieres hacer. ¡Tú eres de ideas fijas!
Y se ríen. Después se abrazan en círculo, al estilo de los jugadores de rugby, en mitad del pasillo. Tienen la cabeza agachada.
Por Diletta.
¡Hip hip hurra! -Y explotan con un salto altísimo, todas a la vez, riéndose, atrayendo la atención de las enfermeras que les gritan «¡Silencio!», y de quienes todavía no pueden dar ese grito pero les gustaría poderlo dar.
Fuera del hospital. Niki se pone el casco.
Chicas, esta noche me quedo en casa estudiando. Jo, falta poquísimo.
Hemos perdido un montón de tiempo.
¡Perdido de qué! Dirás que lo hemos ganado. ¡Hemos sido nosotras quienes la hemos hecho regresar! De haber sido por los jodidos médicos
Justo en ese momento pasa uno.
Eh, ¿ése no es el tipo que dijo que Diletta no iba a volver a hablar?
Sí, parece el mismo.
¡Es él!
Olly abre el cofre de su ciclomotor y coge algo. Luego se monta en él, lo baja del caballete y sale disparada, dirigiéndose hacia el médico.
Pero ¿qué vas a hacer? ¡Olly!
Eh, doctor.
Al oír que lo llaman, el médico se vuelve.
¿Sí?
Y Olly le acierta en plena cara con una pistola de agua.
¡Chúpate ésta, gafe, más que gafe!
El médico, totalmente empapado, se seca los ojos con los faldones de su bata blanca, mientras las chicas ganan rápidamente la salida a bordo de sus ciclomotores.
Niki se acerca a Olly.
¡Qué pasada, le has dado de lleno! ¡Menuda puntería!
Erica asoma por detrás.
¿Y cómo es que la llevabas en el cofre?
La tengo desde la lucha de los cien días.
¡Jo, anda que no ha llovido desde entonces! ¿Y no se te había vaciado?
Hace un par de días que la voy recargando. Me ayuda Giancarlo, el que vive en mi edificio.
¿Cómo?
¡Todas las mañanas lo obligo a mear dentro!
¡Calla, Olly! ¡Qué asco!
Desde que el médico dijo esa frase, esperaba este momento. ¡Me gustaría ver si se atreve a mear más frases gilipollas!
Y se van, riéndose a carcajadas, Olas rebeldes, jóvenes Robin Hood de los sentimientos, Don Quijote con minifalda que por primera vez, aunque haya sido con una pistola de agua, han hecho reflexionar a ese estúpido molino de viento.
Noventa y tres
¡Mamá, mamá, no te lo vas a creer! -Niki entra en casa gritando como una loca-. ¡Mamá! ¡Le estaba leyendo un texto de Kant a Diletta y se ha despertado! Se ha recuperado, ¿te das cuenta?
Simona se levanta de la mesa donde está ayudando a Matteo con los deberes. Se acerca a ella. La mira. La abraza. La estrecha. Levanta los ojos al cielo y luego los cierra, suspirando para sí esa frase.
Bendito sea Dios.
Después la deja libre de nuevo.
Niki, estoy muy contenta. Ven, vamos un momento a tu habitación. Matteo, tú sigue con los ejercicios. Si no, no te llevo al campo a jugar al balón.
Pero mamá
Silencio y a lo tuyo, que no sabes nada. Serás un futbolista maravilloso, pero si no estudias no juegas, ¿está claro? Exactamente al contrario de lo que hacen ellos.
Matteo resopla.
Qué coñazo. -Y hojea rápidamente el libro, intentando comprender algo.
Simona abre la puerta de la habitación de Niki y, en cuanto entra, la cierra de nuevo.
Bien, Niki, estoy muy feliz por tu amiga. No sabes cuánto.
Lo sé, mamá, también yo.
Me lo imagino. Oye, no he querido molestarte hasta hoy porque, comparado con lo que estabas pasando, ciertas cosas se volvían irrelevantes Insignificantes.
Niki entrecierra los ojos.
Claro, mamá, es así. Pero tranquila, que yo he seguido estudiando todo este tiempo.
Simona se arregla el cabello.
De hecho, no es de eso de lo que te quería hablar. Los estudios no me preocupan.
Ah. ¿Y de qué era, mamá?
Niki, dime la verdad. ¿Tienes novio?
Niki se queda desconcertada un instante.
Bueno sí, ya te dije que salía con una persona.
Ya, estás saliendo Nunca se sabe bien qué quiere decir este «salir», pero me parece que indica un panorama bastante general.
De todos modos, ahora no tengo ganas de hablar de eso, mamá.
Simona se queda en silencio un instante. Niki la mira e intenta plantearle la pregunta del modo más educado posible.
¿Hemos acabado? ¿Me puedo ir ya?
No. Te acuerdas de que tú y yo quedamos en que nos lo podíamos decir todo, ¿verdad?
Niki se queda en silencio un instante.
Sí, ya sé que quedamos en eso. Y yo siempre te lo he contado todo.
Niki intenta no pensar en esas quince o dieciséis cosas que, por alguna extraña razón, se ha olvidado contarle.
Hay algo que me gustaría saber. Dijiste que el chico con el que te veías era algo mayor que tú.
Niki la mira y esboza una pequeña sonrisa. No hay nada que hacer, a las madres no se les escapa nada. Sobre todo si fingen no saberlo.
Sí, un poco
¿Qué poco?
¿De verdad lo quieres saber?
Pues claro. Por eso te lo estoy preguntando.
Niki se lo piensa un momento. Decide lanzarse.
Bueno, dentro de poco cumplirá treinta y siete años.
Pumba.
Simona no espera un segundo. Le suelta un bofetón en toda la cara.
¡Ayyy! -Niki se ha quedado sin respiración y sin palabras. Por un momento le entran ganas de reír. Pero le escuece la mejilla-. Ayyy -Se lo piensa mejor. Se masajea la cara y se mira la mano desconcertada, como si fuese a encontrar algún rastro en ella-. ¡Me has hecho daño!
¡Pues claro! ¿Creías que iba a acariciarte acaso?
Pero mamá, dijiste que nos lo podíamos contar todo
¡Sí, pero no todo todo! Dime, te lo pido por favor. Dime, qué le digo yo ahora a tu padre.
¡Pues no se lo cuentes!
Claro, porque según tú no se dio cuenta de nada cuando se armó el lío del agente de seguros. Pero ¿qué pretendía? ¿Qué vino a hacer aquí?
Nada, sólo quería conoceros.
Simona mira a Niki con los ojos como platos.
¿Para decirme qué, Niki, eh? ¿Para hacer qué? ¿Hay alguna otra cosa que deba saber?
Claro que no, mamá. No vas a ser abuela, por ahora. -Niki se queda pensando un momento-. ¡Al menos eso creo!
Simona se echa las manos a la cabeza.
¡Niki!
Estaba bromeando, mamá. Venga, no pasa nada. No hay ningún peligro.
¿Qué quiere decir eso? -Simona la mira, ahora un poco más tranquila. Sólo un poco.
Mira, mamá, ahora no tengo ganas de hablar. Vino tan sólo para presentarse, para que os quedaseis más tranquilos.
¡Pues sí! Después de este notición vamos a estar de un tranquilo que no veas Treinta y siete años. No te digo; treinta y siete
Dentro de poco.
Claro Muy bien, sobre todo, no te vayas a olvidar de felicitar al falso agente de seguros. -Y Simona sale de la habitación dando un portazo.
Niki se va al espejo. Se mira la cara. Se la masajea un poco. Sonríe. Bueno, sea como sea, lo importante es que se lo he dicho. Ahora lo sabe. Entonces se saca el Nokia del bolsillo y escribe un mensaje a toda velocidad.
«Amor, estoy muy feliz. ¡Mi amiga está bien, se ha despertado! Después he hablado con mi madre. ¡Se lo he dicho! ¡Un beso espacial!»
El móvil de Alessandro emite un bip. Está en su despacho, buscando desesperadamente la idea para los japoneses. Lee el mensaje. Y responde de inmediato.
«¡Bien! Yo también me siento feliz. Pero ¿qué le has dicho a tu madre? ¿Que tu amiga está bien?»
Lo envía.
Niki sonríe y responde a una velocidad increíble.
«No ¡Que nosotros estamos bien!»
Alessandro lo lee. Se inquieta.
«Pero ¿le has hablado de nuestra, digamos, pequeña "diferencia"?»
«Sí.»
«¿Y qué te ha dicho?»
«Nada. Ha dejado que un bofetón hablase por ella. Ah no. Espera ¡También ha dicho que te felicitará por tu cumpleaños!»
Noventa y cuatro
Varios días después. Diletta sigue mejorando.
¿Te das cuenta? -Olly camina como loca por la pequeña habitación del hospital. Diletta la mira divertida-. No. Yo creo que no te das cuenta ¿Y vosotras? O sea, ¿al menos vosotras os dais cuenta o no? ¡Ésta se ha vuelto loca!
Niki está sentada en la silla vuelta de revés. Erica está apoyada en la pared.
¿De qué?
Dilo y acaba de una vez.
Olly se detiene de improviso.
¿En serio no sabéis de qué estoy hablando? Ésta ha estado a punto de irse sin más, pafff -Olly chasquea los dedos-, por culpa de un imbécil que conducía a toda velocidad. Y no había probado la cosa más buena del mundo. Más que la pizza del Gianfornaio. Más que el helado del Alaska, San Crispino y Settimocielo juntos, más que la nieve y el mar, que la lluvia y el sol
Erica la mira.
¿Y qué es, la droga?
No, mucho mejor ¡El sexo! -Olly se acerca a Diletta y le coge las manos-. No puedes correr estos riesgos. Ya no. Te lo pido por favor, confía en mí. Déjate ir, coge esa deliciosa manzana.
Niki se hecha a reír.
Pues claro. Una manzana. Piensa que se jugaron el paraíso por esa fruta.
Olly extiende los brazos.
Eso mismo. Diletta, puedes estar tranquila, no puede ocurrirte nada peor. Y de todos modos me he equivocado de fruta. Me refería a una banana.
Diletta patalea bajo las sábanas.
¡Olly! ¿Por qué siempre tienes que ser tan grosera?
Perdona, pero creo que no te entiendo ¿Grosero es quien dice la palabra adecuada en el momento oportuno? ¿El que dice la verdad? ¡Entonces soy grosera de remate! Pero no me avergüenzo de ello. Porque también soy tu amiga.
Olly se aparta de la cama de Diletta y se dirige a la puerta de la habitación. La abre. Se asoma al pasillo.
Ven.
Vuelve a entrar con una gran sonrisa. Todas la miran con curiosidad.
¿Y ahora? ¿A quién habrá llamado?
Niki no sabe qué pensar. Erica aún menos. Diletta la mira curiosa. Aunque tiene sus sospechas.
Aquí está, ¿te acuerdas de él?
Efectivamente. Justo lo que sospechaba.
Filippo, ese chico tan encantador de quinto A, está en la puerta, con un ramo de magníficas rosas rojas en la mano.
Hola, Diletta Pregunté a tus amigas cómo estabas y Olly me dijo que podía venir a verte, de modo que aquí estoy.
Olly se acerca a Diletta.
Bueno, adiós, nosotras nos vamos. Estaremos aquí fuera, estudiando por si necesitas algo.
Diletta se sonroja. Luego le dice en voz baja:
¿Y no podías avisarme? ¡Mira qué pinta tengo! No llevo ni una gota de maquillaje, estoy hecha polvo, con la cabeza vendada
Chissst. -Olly le da un beso-. Tranquila. Así se excita aún más. Y si quieres meterte ya en «faena», no te preocupes, estaremos aquí fuera vigilando. Tómate tu tiempo.
Diletta intenta darle un golpe.
Pero ¡qué dices! -Y con el gesto casi se arranca el catéter del brazo.
Olly se aparta a tiempo y evita el golpe riéndose. Luego coge a Erica y a Niki del brazo y las escolta hasta la salida.
Adiós, nosotras nos vamos. -Al salir le guiña un ojo a Filippo-. ¿Entendido?
Él sonríe mientras Olly sale de la habitación. Luego ve un jarrón con unas margaritas marchitas junto a la ventana.
¿Puedo?
Claro, claro. -Diletta se arregla un poco, se echa hacia atrás irguiendo la espalda.
Filippo coge las flores viejas y las tira en la papelera que hay debajo de la mesa. Luego enjuaga el jarrón en el lavamanos, lo vuelve a llenar con agua fresca y pone dentro sus espléndidas rosas. Las coloca con mimo.
Ya está, así tienen espacio y se abrirán En un par de días estarán preciosas.
Diletta sonríe.
Yo, en cambio, necesitaré un poco más.
No es verdadFilippo la mira-. Estás tan guapa como lo estabas en el instituto. En realidad, el año pasado suspendí a propósito para poder seguir viéndote
Sí, y yo voy y me lo creo.
Filippo se echa a reír.
Digamos que era algo inevitable y entonces me dije, por lo menos podré seguir viéndola.
Luego la mira fijamente a los ojos. Diletta, un poco azorada, golpea la sábana con la mano, como para arreglarla.
Ufff, que calor, ¿eh?
Sí. -Filippo sonríe y coge una silla-. ¿Puedo?
Claro.
Gracias. -Y se sienta-. Es que está llegando el verano. Pero nosotros no tenemos prisa.
Fuera de la habitación. Olly tiene pegada la oreja a la puerta e intenta escuchar lo que dicen. Niki le tira de un brazo.
Venga, déjala tranquila ¿Qué más te da?
Cómo que qué más me da, ¿estás de broma? Ha sido idea mía, hasta le he obligado a traer flores.
Erika le da un empujón.
Está bien, pero ¿no irás a decirme que también elegiste tú esas magníficas rosas?
No, eso no. Pero la idea ha sido mía. Diletta siempre quiso ir a ver la Gran Manzana Pero ¡como por el momento está aquí atrapada, por lo menos que vea la Gran Banana!
Contigo es imposible, Olly. Eres una borde total.
Empiezan a empujarse y a reír, a correr por el pasillo, bajo la mirada molesta de alguna enfermera. Luego ven pasar a una monja y empiezan a jugar en broma.
¡Tuya! -empieza Olly, al tiempo que le da un manotazo a Niki.
¡Tuya! -Niki le da a Erica al vuelo, que, veloz como un rayo se vuelve y toca de nuevo Olly.
¡Tuya! ¡Y no vale devolverla!
Jo, así no se puede jugar.
Erica mira al fondo del pasillo.
Se da cuenta de que los padres de Diletta están a punto de entrar en la habitación.
¡Oh no, chicas! Se supone que teníamos que montar guardia.
¡No te preocupes! -Olly se pone la mano abierta cerca de la boca, más borde que de costumbre a propósito-. ¡Filippo lo tiene todo pensado!
Luego toca a la monja, se echa a reír y sale corriendo del hospital, seguida por sus amigas.
Y llegan otros días. Ahora más tranquilos.
¿Estáis todas en casa? Pero esta noche salimos, ¿no? Venga, que hay una fiesta en el Goa, una pasada, con el DJ Coko. Y otros ingleses además, que se van alternando en las consolas.
Olly, no falta nada para la Selectividad, tenemos que estudiar, y tú también deberías.
Pero, Niki, estamos perdiendo los mejores años de nuestra vida.
Espera, ¿quién dijo eso?
Zero.
¿Seguro?
No. Renato
Sí, vete a cantárselo a mis padres y ya veremos qué te responden.
Noventa y cinco
Brainstorming. Reunión en la oficina. Intuiciones. Fantasías. Hipótesis.
No, eso no sirve. Está muy visto.