Alessandro lo abre.
¡Una digital! ¡Es preciosa!
¡Así, la próxima vez que vayamos a Eurodisney no tendremos problema! -Niki sonríe-. Además, ¿a ti te parece normal que tú, un supercreativo que es lo que eres tengas de todo y te falte una máquina fotográfica? Siempre te puede ser útil. A lo mejor ves algo, se te ocurre una idea, entonces aprietas un botón clic, y la haces tuya.
Alessandro sonríe.
Ponte ahí, al lado de la escultura. Quiero estrenarla ahora mismo.
Niki se esconde detrás y se asoma con timidez, cubriendo su desnudez.
Lo hago sólo por ti. Yo soy muy vergonzosa. Venga, hazla ya, antes de que cambie de idea.
Alessandro la encuadra. Está hermosísima en esa penumbra del salón, abrazada a aquella blanca escultura.
Ya está. Mira. -Alessandro se acerca a Niki y le muestra la foto-. Podría ser un cuadro. Ya tengo el título. El mar, el arrecife y el amor. -Se dan un beso.
¿A qué hora tienes que volver a casa?
No tengo que volver. Les dije a mis padres que me iba a estudiar a casa de Olly y que después me quedaría a dormir allí.
Alessandro le sonríe.
¿Lo ves? A veces estudiar sirve de algo.
Ciento uno
Más tarde. Noche. Noche profunda. Luces apagadas. Un viento suave que viene de lejos, del mar. La luna llena ilumina la terraza. Las cortinas bailan levemente. En la penumbra de la habitación, Alessandro está despierto. Mira a Niki mientras duerme. Lleva puesta su camisa azul celeste. Qué extraña es la vida Aquí estoy, he celebrado mis treinta y siete años con una chica que acaba de cumplir dieciocho. Estaba a punto de casarme. Y, de repente, sin ni siquiera un porqué, me quedé solo. Elena ni siquiera se ha acordado hoy de felicitarme, ni un mensaje, ni una llamada. Puede que haya optado precisamente por no felicitarme. Pero ¿por qué? ¿Por qué quiero justificarla? Tengo la impresión de que mi vida resulta incierta, caótica, con el riesgo, ¿qué digo?, la certeza casi, de pifiarla en el trabajo e ir a parar a Lugano. Y sin embargo, en este momento soy feliz.
Alessandro la mira mejor. Y mi felicidad depende de ella. De ti Pero ¿quién eres tú? ¿Podemos ser de verdad un cuento de hadas? ¿No es más fácil que tú te acabes cansando de esto? Te quedan todavía tantas cosas por hacer que yo ya he hecho A lo mejor te encuentras a alguien más divertido que yo. Más joven. Más simplemente estúpido. Alguien que te pueda hacer sentir de tu edad, uno que todavía tenga ganas de ir a la discoteca y bailar hasta las cuatro de la mañana, y hablar de cosas inútiles, idiotas pero livianas, hermosas, cosas que carecen de final, que no sirven para nada, que no tienen que significar algo por fuerza, pero que hacen reír tanto Y hacen sentir tan bien. Cómo echo de menos las cosas estúpidas.
De repente, Niki se agita. Como si estuviese oyendo esos pensamientos. Se pone boca abajo y, a pesar de que sigue durmiendo, sube las piernas y las dobla. Una posición cómica, extraña, imperfecta. Y justo en ese momento, Alessandro la ve. Nítida. Clara. Perfecta. Se le acaba de ocurrir la idea. Se baja de inmediato de la cama, coge la cámara digital que le acaba de regalar Niki. Sube despacio las persianas. E, iluminada por la luna, se apodera de esa imagen. Clic. Y espera. Niki se vuelve un poco. Y otra vez clic, otra foto. Y más espera. Y silencio. Y noche. Y otro clic, y clic. Y al cabo de media hora, de nuevo clic. Foto. Una tras otra, roba esas imágenes. Las rapta. Las hace suyas. Las aprisiona en esa máquina encantada. Luego se dirige a su ordenador, las descarga, las salva. Poco después, clica sobre esas imágenes acabadas de salir, frescas todavía de creatividad. Y trabaja en ellas con el Photoshop. Y las aclara, las colorea, modifica cosas. También el cielo real de la ventana empieza a aclararse. Está rayando el alba. Alessandro continúa trabajando. Va a la cocina y se prepara un café. Después regresa a su ordenador y sigue trabajando. Son casi las nueve cuando acaba.
Cariño, despierta.
Niki se da la vuelta en la cama. Alessandro está a su lado. Le sonríe cuando ella abre los ojos.
Pero ¿qué hora es?
Las nueve. Te he traído el desayuno.
Apoyado en la mesita de al lado hay un café con leche todavía humeante, un yogur, un zumo de naranja y cruasanes.
¡Hasta cruasanes! Eso quiere decir que tú has salido ya ¿Cuánto hace que estás despierto?
¡No he dormido!
¿Qué? -Niki se incorpora-. ¿Y por qué, te sentías mal? ¿No estaba bueno el sashimi?
No, todo estaba buenísimo, y tú eres hermosísima. Y, sobre todo, has estado perfecta.
Niki muerde un cruasán.
Tú también
No, tú más
Bueno -toma un poco de zumo de naranja-, digamos que la geisha tiene el dominio de la situación en esos casos Y te aseguro que no pretendo ser vulgar
Lo sé. Has estado perfecta mientras dormías.
¿Por qué? ¿Qué he hecho?
Me has inspirado. Ven.
Niki termina de beber su zumo y baja de la cama. Sigue a Alessandro al salón. Y al llegar no se lo puede creer. Colgadas de la pared hay tres grandes fotos suyas, dormida en las posturas más extrañas.
Eh, pero ¿qué ha pasado?
Alessandro sonríe.
Nada, eres tú mientras duermes
Ya lo veo, pero debía de tener una pesadilla. Me debió de sentar mal el sushi o el sashimi Mira ésa Estoy totalmente contorsionada. A saber lo que estaría soñando.
No lo sé. Pero me has hecho soñar a mí. Se me ha ocurrido la idea.
Alessandro se acerca a la primera foto, en la que aparece Niki con las piernas encogidas.
Mira, aquí tenemos a una chica que duerme de un modo extraño, que tiene malos sueños -Alessandro se desplaza hacia la segunda foto. En ésta, Niki está torcida, un brazo le cae de la cama y toca el suelo-. Tiene pesadillas. -Alessandro pasa a la tercera foto. Niki está boca abajo, con las nalgas levantadas, las sábanas tensas-. Mejor dicho, tiene unas pesadillas espantosas
¡Madre mía, aquí estaba mal en serio!
Entonces Alessandro se detiene ante la cuarta y última foto. Está vuelta contra la pared.
¡Y aquí está la idea! -Le da la vuelta. Niki duerme tranquila. Tiene una expresión serena, beatífica, con las manos alrededor de la almohada y una leve sonrisa, casi un pequeño gesto de satisfacción. Está preciosa. Y encima, aparece el paquete de caramelos con un enorme eslogan: «Sueñas con LaLuna».
Alessandro la mira feliz.
¿Qué? ¿Te gusta? ¡Para mí es preciosa, tú eres preciosa, mejor dicho, tú y LaLuna resultáis preciosas!
Niki observa de nuevo la sucesión de fotos.
Sí, ¡es muy fuerte! ¡Bravo, mi amor!
Alessandro no cabe en sí de gozo. Abraza a Niki y la levanta, la cubre de besos.
Qué feliz soy Por favor, dime que serás mi modelo La chica de los jazmines se convierte en la chica de los caramelos. Por favor, dime que la que estará en los carteles serás tú.
Pero quizá no me quieran a mí, Alex
¿Qué dices? ¡Tú eres perfecta, eres la nueva Venus de los caramelos, eres la Gioconda dulce! Estarás en todas las vallas del mundo, todos te verán, serás conocida en las tierras más lejanas, serás famosa en los lugares más dispersos. Vaya, ¡que si algún día volvemos a Eurodisney, serán Mickey y los demás los que vendrán a pedirte un autógrafo!
Pero Alex
Por favor, dime que sí.
Sí.
Ok. Gracias. -Alessandro va corriendo hacia las fotos, las descuelga una tras otra, las recoge, las deja sobre la mesa para ponerlas en orden y las mete dentro de una carpeta.
¿Nos vamos? ¿Estás lista? Te acompaño y luego me voy directo a la oficina.
No te preocupes, tengo mi ciclomotor.
¿Estás segura? Entonces, ¿puedo irme?
Venga, vete. Yo me arreglo con calma y después me voy.
¿Tranquilamente? Pues claro. Tú aquí puedes hacer lo que te parezca, quédate el tiempo que quieras, vuelve a la cama si te apetece, acaba de desayunar, date un baño, una ducha, mira la tele Pero yo me tengo que ir -Alessandro coge la carpeta, se pone la chaqueta y se dirige hacia la puerta. Entonces se detiene y vuelve atrás.
Niki se ha quedado quieta en medio del salón.
Le da un beso larguísimo en los labios.
Perdona, amor, no sé dónde tengo la cabeza. -Se aparta y deja escapar un largo suspiro-. Gracias, Niki. Has vuelto a salvarme por segunda vez. -Y sale corriendo del salón.
Ciento dos
¿Está Leonardo?
Está en su despacho, hablando por teléfono
Alessandro no espera un segundo y entra en el despacho de Leonardo sin ni siquiera llamar a la puerta.
¿Estás listo? La encontré. La tengo. Está aquí dentro. -Alessandro señala la carpeta.
Leonardo contempla incrédulo a Alessandro y su entusiasmo.
Perdona, amor, pero ha entrado un loco y te tengo que dejar te llamo más tarde. -Leonardo cuelga el teléfono-. ¿Qué ocurre? ¿Qué llevas ahí dentro?
Esto.
Alessandro abre la carpeta y apoya sobre la mesa una tras otra, en secuencia, las tres fotos. Niki durmiendo de las maneras más extrañas. Boca abajo pero encogida, con un brazo por el suelo, con el culo en pompa. Se detiene. Espera un segundo. Capta de este modo aún más la atención de Leonardo, que ahora lo está mirando con curiosidad, atento, con los sentidos alerta. Como un sabueso que acecha a su presa.
¿Estás listo? ¡Ta-chán! -Y deja sobre la mesa la última foto. Niki durmiendo beatíficamente bajo los caramelos y con el eslogan encima: «Sueñas con LaLuna».
Leonardo la mira. Se queda en silencio. Luego toca la foto con delicadeza. Casi preocupado por si la estropea. Se levanta, da la vuelta a la mesa, se dirige hacia Alessandro. Lo abraza.
Lo sabía, lo sabía Sólo tú podías conseguirlo. Eres el más grande, el mejor.
Alessandro se escabulle del abrazo.
Espera, Leonardo, espera a celebrarlo. ¿Cuál es la fecha límite para la entrega?
Mañana.
Pues enviémoslas ahora mismo. Probemos, venga, veamos qué dicen.
Leonardo se detiene un momento a pensarlo, luego se decide y sonríe.
Sí, tienes razón, es inútil esperar. Venga, vamos.
Se van corriendo los dos a la sala donde están los ordenadores del equipo gráfico y rápidamente le dan un lápiz de memoria a una ayudante.
¡Giulia, recupere las fotos que hay aquí dentro!
La chica se pone de inmediato a hacer el trabajo que le piden.
Así, muy bien. Ahora prepare un mail para los japoneses, añada las cuatro fotos como adjunto y apártese, por favor. -Alessandro se sienta en el lugar de Giulia y empieza a escribir a toda prisa en inglés. Lo envía.
Leonardo lo mira un poco perplejo.
Alex, ¿no será un poco atrevido escribirle una cosa así a su director de marketing?
Me pareció un tipo con sentido del humor Y en el fondo no está tan mal escribir que en Italia ya hemos empezado a soñar. De todos modos, Leo, el único problema de verdad es si les gusta o no.
Se quedan ambos frente al ordenador, esperando una respuesta. Alessandro se levanta y se coloca de pie, al lado de Leo.
Me lo estoy imaginando. -Alessandro cierra los ojos-. Acaba de descargar su correo. Está abriendo los adjuntos Bien, ahora está imprimiendo las fotos Las deja secar. -Alessandro abre los ojos y mira a Leonardo. Luego mira hacia lo alto y sigue imaginando-. Ahora se las está llevando a la sala de reuniones, las cuelga en los paneles, ahora coge el teléfono, convoca a toda la comisión
Leonardo mira su reloj.
Bien, acaban de entrar. Algunos toman asiento. Las miran. Otro se levanta, quiere verlas de cerca. Llega el director. Las quiere ver de muy cerca. Da la vuelta a la mesa, se dirige al panel, mira la primera, la segunda, la tercera, se detiene ante la última. Un buen rato. Un poco más aún. Luego se vuelve hacia los demás ha llegado el momento decisivo. Ahora o sonríe o niega con la cabeza. Ya han tomado una decisión. En este momento, el director le está encargando a alguien que responda a nuestro mail La respuesta tendría que estar entrando ahora.
Alessandro y Leonardo se acercan de nuevo al ordenador. No hay ningún mensaje todavía. Nada.
El director está indeciso. Aún lo está pensando -Leonardo interviene.
Puede ser que alguien haya dicho algo. A lo mejor quieren un eslogan diferente.
Puede ser. Pero no es buena señal que nos hagan esperar tanto.
Depende. No news, good news -Y justo en ese instante, aparece escrito en la pantalla: «Tiene un nuevo mensaje de correo.»
Alessandro se sienta de nuevo frente al ordenador. Clica encima y hace desaparecer el aviso. Un icono abajo a la derecha indica que el servidor está descargando el correo. Alessandro espera. Lo abre. En la lista de correos recibidos aparece en primer lugar la dirección electrónica de los japoneses. Alessandro se vuelve hacia Leonardo. Lo mira. Éste le hace una señal con la cabeza.
¿A qué esperas? Venga, ábrelo.
Alessandro selecciona el correo con el ratón. Lo abre. «Incredible. We're dreaming too» .
Alessandro no puede creer lo que están viendo sus ojos. Da un grito de alegría. Se levanta del ordenador, empieza a dar saltos de felicidad, luego se abraza a Leonardo. Se ponen a bailar juntos, arrastrando también a Giulia, que baila con ellos, feliz, aunque sólo sea por solidaridad y por un natural sentido del deber. Y justo en ese momento pasan Giorgia, Michela, Dario y Andrea Soldini. Los ven que están saltando como locos, dando gritos de felicidad, bailando Leonardo y Alessandro parecen haberse vuelto locos. Giulia, agotada, se ha dejado caer en su silla. Todos entran en la sala. Pero Andrea Soldini es más rápido y corre junto a Alessandro.
¿Es lo que estoy pensando? Dime que es lo que estoy pensando.
Alessandro afirma con los ojos, con la cabeza, con todo.
iSí! ¡Sí! ¡Sí!
¡¡¡No me digas!!! -Y todos se ponen a bailar juntos. Andrea da saltos sobre sí mismo, practica una extraña danza mexicana, una vaga imitación del baile final de Bruce Willis en El último Boy Scout. Luego baila al lado de Alessandro.
Dime una sola cosa no te enfadarías por la botella de champán, ¿verdad?
¿Enfadado? ¡Fue precisamente tu regalo el que nos ha hecho ganar!
Y siguen bailando así, alegres, bulliciosos, cansados, desenfrenados, relajados al fin, abandonando toda la tensión acumulada en días y más días de trabajo.
Marcello, Alessia, el resto de las personas de su equipo están asomados a la puerta. Los han oído gritar. Alessia sonríe. Lo ha entendido todo. Alessandro la ve desde lejos y le guiña el ojo. Luego levanta el brazo con el puño cerrado, en señal de victoria. Alessia mira a Marcello y, sin preguntarle siquiera, entra en la habitación y se acerca a Alessandro:
Felicidades, de verdad. Seguramente lo habéis hecho muy bien. Como de costumbre, por lo demás.
Alessandro deja de bailar, suelta un largo suspiro, intentando recuperar el aliento.
Te aseguro que esta vez no estaba seguro de conseguirlo.
La verdad es que era una prueba difícil.
No. Es que tú no estabas.
Se miran un instante. Luego se abrazan. Alessia se aparta y lo mira.
¿Podré llamarte siempre jefe?
No. Sigue llamándome Alex.
Marcello, al ver esa escena, se aleja, seguido del resto de su equipo.
Ciento tres
Alessandro se lo explica todo a todos. Les muestra las fotos. Da algunas indicaciones acerca de los próximos pasos a seguir. Luego va a su despacho y llama por teléfono a Niki.
¡Hola! ¡Ha funcionado! ¡Hemos ganado! ¡Eres la modelo ideal, natural, perfecta! Eres la imagen de LaLuna O mejor dicho, ¡tú eres LaLuna!
Niki se echa a reír al otro lado del teléfono.
¿En serio?
Sí. Nos hemos puesto a bailar como locos en cuanto ha llegado la respuesta del Japón. Y ya he hablado con el director. Tú serás la imagen de marca en todo el mundo. -Se detiene un momento-. Siempre que quieras, claro.
Claro que quiero, amor.
Alessandro se queda un momento en silencio.
Gracias, Niki. Sin ti no lo habría conseguido.
Por supuesto que sí. A lo mejor hubieses tardado más, pero lo hubieses conseguido igual.
Alessandro sonríe.
¿Y tú qué estás haciendo?
¡Nada, he estado dando vueltas desnuda por la casa y me ha encantado! Puede que hasta me hayan visto los vecinos pero ya sabes lo que pasa, ahora ya somos amigos. Ni siquiera han llamado a la policía. Luego me he vuelto a meter en la cama, he escuchado música, me he quedado dormida, me he vuelto a despertar Te he buscado en la cama, luego he recordado que te habías ido a la oficina. Entonces me he dado una ducha, me he preparado una macedonia, me he comido un yogur que aún no estaba caducado y he respondido al teléfono.
Bien. -Alessandro se queda pensativo-. ¿Y has respondido al teléfono?
Era una broma Pero sólo porque no ha llamado nadie
Boba. ¿Y no has estudiado nada?
¡Jo, te pareces a mi madre!
A partir de mañana, seré peor que tu madre. Acuérdate de que tienes la Selectividad, estaré pegado a ti como tu sombra, te obligaré a estudiar. Yo ya he aprobado. Ahora te toca aprobar a ti.
¡Vaya, y yo que me esperaba otro viajecito!
Después de la Selectividad.
Pero es que después de la Selectividad me voy con las Olas.
¿Y cuándo volvéis?
Cuando vuelva, habré vuelto ¿Qué pasa, no me vas a esperar? Eh, esta victoria no irá a cambiarte, no irá a subírsete a la cabeza este éxito internacional, ¿no?
El éxito no es nada si no tienes con quien compartirlo.
Muy bien, pues tú compártelo conmigo. Ahora me tengo que ir a casa.
¿No me vas a esperar?
No, no puedo. Has dicho algo tan bonito que quiero guardármelo toda la noche.
Pero
¡No digas nada más que me lo estropeas! -Y cuelga.
Alessandro se queda mirando el teléfono. Niki y su mágica locura. Niki y su joven belleza. Niki y su fuerza, Niki y su poesía. Niki y su libertad. Niki, la chica de los jazmines. Niki y LaLuna. Luego se acuerda de que tiene que dar otras indicaciones para los carteles y la campaña promocional. Empieza a hacer algunas llamadas de trabajo. Pero es inevitable. Nada sucede por casualidad. Y hasta un éxito puede convertirse en un problema.
Ciento cuatro
Más tarde. Alessandro mira su reloj. Son las ocho y media de la tarde. Cómo ha volado el tiempo Cuando estás bien, cuando eres feliz, pasa en un instante. En cambio, a veces, parece no querer saber hacerlo. Bueno, ya basta. He trabajado demasiado. Además, lo peor ya ha pasado. Hemos ganado y, sobre todo, me quedo en Roma. Alessandro recoge sus papeles, los guarda en una carpeta y los mete en su cartera. Sale de su despacho, atraviesa el pasillo. Se despide de algún colega que aún sigue trabajando.
Adiós. Buenas noches. Felicidades, Alex.
¡Gracias!
Llama el ascensor. Llega, entra, aprieta el botón de bajada. Pero antes de que la puerta se cierre, una mano la bloquea.
Yo también bajo.
Es Marcello. Entra en el ascensor y se queda a su lado.
Hola. -Alessandro aprieta un botón y las puertas se cierran.
Bueno, felicidades, Alex Lo has conseguido.
Ya. No lo esperaba.
Oh, no sé si creérmelo Siempre me has parecido tan seguro, ¿o es eso lo que querías hacerme creer?
Alessandro lo mira. Claro Hay que estar siempre tranquilos, serenos, tener el control de la situación. Incluso cuando te falta el suelo bajo los pies. Le sonríe.
A ti te toca decidirlo, Marcello.
Esperaba esa respuesta. A veces el trabajo es como una partida de póquer. O se tienen las cartas, o se le hace creer al otro que se tienen. Lo que importa es saberse echar el farol.
Ya, o bien estar servidos desde el principio y fingir que no se tienen buenas cartas. Pero en esta ocasión tenía un póquer.
Sí, has tenido mucha suerte.
No, lo siento, Marcello. Suerte es el nombre que se le da al éxito de los demás. Yo he cambiado de cartas y he ganado la partida. No he tenido suerte, lo he hecho muy bien.
¿Sabes?, He leído una frase muy bonita de Simón Bolívar: «El arte de vencer se aprende en las derrotas.»
Y yo he leído una de Churchill: «El éxito es aprender a ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo.» A mí me pareces joven y bastante entusiasta todavía.
Marcello guarda silencio. Luego lo mira y sonríe.
Tienes razón. Lo has hecho muy bien y has ganado esta partida. Pero a lo mejor yo he ganado otras. Me iré a Lugano. Además, Roma ya me ha dado cuanto podía darme. Y lo que tenía aquí estaba empezando a aburrirme.
Llegan al piso de abajo y las puertas del ascensor se abren. Alessandro extiende una mano hacia adelante, invitándolo a pasar primero.
Qué extraño, yo, cuando pierdo a futbito, siempre pienso que son los demás los que no corren. El problema es que también los demás piensan eso mismo de mí. De modo que al final la verdad es otra. «A veces el vencedor es simplemente un soñador que nunca ha desistido.» Jim Morrison. Hasta la vista, Marcello.
Alessandro se va. Sonriente, dejándolo así, con sus años de menos y una derrota más.
Ciento cinco
Los días sucesivos están llenos de alegría. Esa felicidad que confiere el equilibrio, el sentirse serenos, el no buscar más de lo que se tiene.
Alessandro y Niki estudian juntos, leen libros, reposan, repasan. Alessandro se encuentra de repente en la escuela y se da cuenta de que no recuerda nada de aquello que tanto había estudiado. Luego le pregunta a ella y se queda sorprendido.
Pero entonces iba en serio cuando decías que estabas en casa estudiando.
¡Pues claro! También yo quiero ser madura.
¿Como yo?
Sí, como cuando te caes del árbol
Y reír y bromear y perderse en el sexo y reencontrarse en el amor.
Y sentados en el sofá, él trabajando con el ordenador, ella con el marcador, subrayando
Y cenas tranquilas y música. Alessandro va hacia el equipo de música y pone la balada n.° 1 en sol menor opus 23 de Federico Chopin. Niki va, lo quita y pone a Beyonce. Alessandro regresa de su estudio y vuelve a poner su música clásica. Niki pone de nuevo a Beyoncé. Al final se encuentran frente al equipo para reconciliarse.
Vale, Niki, no discutamos. Hagamos una cosa: escuchemos éste. -Y pone Transfiguration, de Henry Jackman.
Eh, qué pasada éste, Alex Se parece a ese que siempre estás escuchando Bach, ¿no?
Y después un DVD, una película que se les había pasado, o que ya habían visto pero no juntos, pero que de todos modos les había gustado a ambos. Gladiator, Después de una noche, Nothing Hill, Lost in Translation, ¿Conoces a Joe Black?, y también Taxi Driver, y El último tango en París y Closer y Pretty Woman. De lo sublime a lo ridículo. Y no necesariamente en el orden adecuado.
Y después un cóctel cómico, una macedonia loca, una ensalada inventada endivias, con maíz, paté de foie gras, piñones, nueces, vinagre balsámico. Y otra aún más loca, con trocitos de naranja siciliana, pasas, hinojo y lechuga morada. Acompañada por un vino bien frío, un sauvignon elegido al azar y guardado en la nevera una hora antes, perfecto ahora, como las horas del amor. Y cada segundo que pasa es un beso que señala el tiempo, es una marca para recordar que ese instante no se ha perdido.
Estudiar de noche, repasar de día con las amigas, mientras él prepara la campaña en su oficina. Y después a comer al Pantheon, como dos jóvenes turistas que sienten curiosidad por Roma pero que no tienen tiempo de visitar museos, monumentos e iglesias hablando en inglés.
Pero no tienen la menor duda acerca de la pregunta. «Disculpe, ¿usted me ama o no?»
Ahora tengo que estudiar.
Y yo tengo que trabajar. -Y se echan a reír como diciendo: «No lo sé, pero estoy en ello.»
Ciento seis
Ese mismo día.
Como una tormenta de verano, como una tromba de aire en el aburrimiento de Ostia. Como una alarma de domingo por la mañana temprano, cuando finalmente puedes dormir sin horarios y alguien te despierta. Como ese día.
¿Dónde estás, Alex?
En casa.
¿Te da tiempo a pasar por el centro?
No voy con retraso. Tengo que entregar los últimos bocetos para los carteles.
De todos modos, allí sigues estando conmigo. -Niki se ríe.
Por supuesto.
Eh te noto extraño.
Es que voy con retraso.
Ok, yo he quedado con mis amigas. Pero esta noche me tengo que quedar en casa porque es el cumpleaños de mi madre.
Vale, hablamos más tarde.
Alessandro cierra su teléfono móvil. Da un largo suspiro. Larguísimo. Que le gustaría que no se acabase nunca, que se lo llevase lejos. Como el globo que se le escapa de la mano a un niño delante de una iglesia y se va hacia el cielo. Que produce tristeza. Después se vuelve hacia ella.
¿A qué has venido?
Elena está de pie en medio del salón. Tiene los brazos caídos. Lleva una falda azul claro, a juego con la chaqueta. En la mano lleva un bolso precioso, último modelo. Louis Vuitton. Blanco, con letras pequeñas de colores. Juega con el asa, pasando por él sus pequeñas uñas, pintadas de blanco pálido. Está ligeramente bronceada. Y un ligero maquillaje hace que resalte el verde de sus ojos, y su pelo, recién cortado, escalado, le cae sobre los hombros.
¿No tenías ganas de verme?
Tenía ganas de recibir al menos una felicitación por mi cumpleaños.
Elena deja el bolso sobre la mesa y se sienta en el sofá, frente a él.
Me pareció que llamarte ese día hubiese sido como una de esas cosas que se hacen por obligación. Una de esas cosas que hacen las parejas que no tienen valor para olvidarse.
Alessandro alza la cabeza.
¿Y tú ya te has llenado de valor?
No. Lo estoy encontrando ahora. Te he echado de menos.
Alessandro no dice nada.
Te sigo echando de menos también ahora.
Pues ahora estoy aquí.
No estás lejos.
Elena se levanta y va a sentarse a su lado.
Ha pasado muy poco tiempo para que estés ya tan lejos.
No estoy lejos, estoy aquí.
Estás lejos.
Alessandro se levanta del sofá y empieza a caminar por el salón.
¿Por qué desapareciste?
Me diste miedo.
Alessandro se vuelve hacia ella.
¿Que te di miedo? ¿Y cómo?
Me pediste que me casara contigo.
¿Y por eso te di miedo? Tendría que haberte gustado, hacerte feliz. A todas las mujeres les gustaría que se lo dijera el hombre al que aman.
Yo no soy todas las mujeres. -Elena se levanta y se le acerca. Alessandro se gira, dándole la espalda.
Elena lo abraza por detrás.
¿Y a mí no me has echado de menos?
Y apoya la cabeza en su hombro. Alessandro cierra los ojos, huele su perfume. White Musk. Se le insinúa lentamente, lo envuelve con levedad. Luego lo rodea como una serpiente, lo aturde. Elena lo besa en el cuello.
¿Cómo puedes haber olvidado nuestros momentos de amor, nuestras risas, nuestros fines de semana, nuestras cenas, nuestras fiestas? Las miles de cosas que nos hemos confesado, prometido. Todo lo que hemos soñado.
Y Alessandro cierra los ojos, lo abraza más fuerte. Y en un instante revive todos esos momentos como en una película. Con su banda sonora. Con su sonrisa. Sus salidas, las vacaciones en la playa, el regreso en coche de noche, cuando ella se quedaba dormida y él la amaba. Alessandro sonríe de nuevo.
Entonces Elena lo abraza con más fuerza aún, le rodea la cintura con las manos, se las mete bajo la chaqueta. Hace que se dé la vuelta. Alessandro abre los ojos. Están brillantes. Y la mira.
¿Por qué te fuiste?
No pienses en ayer. He vuelto. -Elena sonríe-. Y mi respuesta es sí.
Ciento siete
El día después. El más difícil.
Alessandro está en una esquina, debajo de la casa de Niki. Envía un mensaje con el móvil y espera la respuesta. Al cabo de unos segundos, veloz como siempre, llega. Poco después la ve salir de casa por el espejo retrovisor. Mira a su alrededor, derecha, izquierda, entonces Niki ve el coche de Alessandro y corre hacia él, alegre como siempre. Quizá más. A Alessandro se le encoge el corazón. Cierra los ojos. Y cuando los vuelve a abrir, Niki ya está allí. Abre la puerta y se tira dentro del Mercedes.