Perdona Si Te Llamo Amor - Федерико Моччиа 34 стр.


 ¡Hola! -Y se abalanza sobre él, lo sacude con su entusiasmo, lo besa.

Alessandro sonríe. Pero es una sonrisa diferente a la normal. Calmada. Tranquila. Para no perder el control de la situación.

 ¿Dónde te metiste ayer? Te estuve buscando todo el día. Tenías el móvil apagado.

Alessandro evita mirarla.

 No tienes idea del trabajo que tuve. El móvil estaba descargado, se apagó solo y yo ni siquiera me di cuenta -Entonces la mira. Intenta sonreír de nuevo, pero algo va mal.

Niki se da cuenta. Se aparta de él. Se acomoda en su asiento. Repentinamente seria.

 ¿Qué sucede, Alex?

 Nada, no pasa nada. He estado pensando en nuestra historia. Desde que nos conocimos hasta hoy.

 ¿Y ha habido algo que no ha estado bien? ¿No te has sentido bien? Dime en qué me he equivocado.

 Tú no te has equivocado en nada.

 ¿Y entonces?

 La que está equivocada es la situación.

 Pero siempre me sales con ese problema de edad, de la diferencia Ya sabía que antes o después me saldrías con eso. De modo que vengo preparada. -Niki se saca un folio del bolsillo de los pantalones-. Bien Puesto que la lista en la que los hombres eran bastante mayores que ellas no te bastó, te he traído otra de nombres de parejas en las que los hombres tienen bastantes años menos que sus mujeres. Aquí está Melanie Griffith y Antonio Banderas, Joan Collins y Percy Gibson, Madonna y Guy Ritchie, Demi Moore y Ashton Kutcher, Gwyneth Paltrow y Chris Martin y les va bien, a todos A nadie le parece que haya nada equivocado en ello.

 Puede que sea yo el equivocado.

 Pero ¿equivocado en qué? ¿Tienes miedo de que esto no funcione? Pues entonces intentémoslo, ¿no? En realidad, ya lo estamos intentando. ¡No seas gafe! Tú mismo lo has dicho un millón de veces sólo viviendo lo sabremos. ¿Qué te pasa, reniegas de tu Lucio?

Alessandro sonríe.

 No, Niki, eso nunca, pero es sólo una canción.

 Y entonces, ¿qué?

 Que en cambio esto es la vida.

 Que puede ser más bella que una canción.

 Cuando se tienen dieciocho años.

 Mira que llegas a ser pesado.

 No, Niki, en serio. Me he pasado la noche pensando. No puede salir bien. Ya te lo he dicho, no me lo pongas más difícil.

Niki se queda callada, lo mira.

 Te he demostrado amor, me la he jugado, por todo y contra todos. No puedes decirme esto. No te estás comportando bien. Las cosas se acaban cuando hay una razón para que se acaben, un motivo válido. ¿Tú tienes un motivo válido?

Alessandro la mira. Querría decirle algo más. Pero es incapaz.

 No, no tengo un motivo válido. Pero tampoco tengo ninguno para seguir contigo.

Silencio. Niki lo mira. Es como si de repente el mundo se le hubiese desplomado encima.

 ¿En serio? ¿En serio no tienes ninguno?

Alessandro se queda en silencio.

 Entonces ése es el motivo más válido de todos.

Niki se baja del Mercedes, se aleja sin darse la vuelta y desaparece de repente, del mismo modo que había aparecido. Silencio. Un poco de silencio. Y esa molestia. El no habérselo dicho. Y ese silencio es entonces como un bramido. Alessandro arranca y se va.

Niki sigue caminando. Pero se siente morir. No logra refrenar las lágrimas que empiezan a escapársele veloces. Le gustaría no sollozar, pero no puede evitarlo. No lo consigue. Y la calle parece silenciosa. Todo parece silencioso. Demasiado silencioso. Una parte de su corazón se ha apagado. Un vacío enorme se abre de repente en su interior. Y ecos lejanos de su voz, sus carcajadas, sus palabras alegres y momentos y pasiones y deseo y sueño. Plaf. Todo se ha desvanecido en un instante. Nada más. Sólo una frase: «No tengo un motivo válido para seguir contigo.» Pumba. Un pato al amanecer y un disparo de fusil. Un cristal esmerilado y una pedrada repentina. Un niño en bicicleta que cae con las manos por delante y se las lastima. Dolor. Eso es. Por su culpa. Por querer estar al lado del contable de los sentimientos, el contable del amor, el hábil comerciante que logra hacerte ahorrar una sonrisa. Qué tristeza. ¿Era así el hombre al que yo amaba? Niki llega a su portal. Lo abre y entra. Camina por el pasillo como una zombi joven sin vida.

Simona sale de la cocina. Está llevando la fuente de la pasta a la mesa.

 Ah, aquí estás, ¿dónde te habías metido? Venga, ven, que vamos a comer, estamos todos ya sentados a la mesa.

 Perdona, mamá, me duele el estómago -Y se mete en su habitación, cierra la puerta y se echa en la cama. Se abraza a la almohada. Llora. Por suerte, su madre la ha visto sólo de espaldas, de otro modo se hubiese dado cuenta de inmediato de cuál era su verdadero problema. Mal de amores. Y no se cura fácilmente. No existen medicinas. Ni remedios. No se sabe cuándo pasará. Ni siquiera se sabe cuánto duele. Sólo el tiempo lo cura. Mucho tiempo. Porque cuanto mayor ha sido la grandeza de un amor, tanto más largo resulta el sufrimiento cuando éste se acaba. Es como en las matemáticas: se trata de magnitudes directamente proporcionales. Matemática sentimental. Y, por desgracia, en esa materia, Niki podría sacar ahora un diez.

Ciento ocho

Olas reunidas. Pero hay borrasca.

 Ya os lo dije ¡Era demasiado perfecto! Romántico, soñador, generoso, divertido Educado en todo y por todo. ¡Venga ya! Por fuerza tenía que haber algo chungo.

Olly se tira de la cama de su madre, convencida de sus afirmaciones.

Erica y Diletta niegan con la cabeza.

 Pero ¡qué dices! ¿Por qué crees que tú eres la que más sabe del tema?

 Porque lo sé.

 Vale, pero el hecho de que a ti no te gustase no quiere decir que la cosa no fuese bien.

 Vale que no estaba mal, pero no lo puedo evitar. A mí este Alex nunca me acabó de convencer.

Niki, sentada en el sillón junto a la cama, tiene la cara entre las manos. Está destruida, sigue desconsolada la conversación de sus amigas acerca de su historia de amor. Mira a Olly a la derecha, y después a Diletta y Erica a la izquierda, y de nuevo a Olly. Como si estuviese siguiendo uno de esos partidos de tenis de algún campeonato internacional Sólo que la única tenista que ha sido derrotada es precisamente ella.

Olly se sienta en la cama con las piernas cruzadas.

 Pero ¿de qué vais? Al principio estaba de lo más enamorado y luego ¡Plaf, desaparece de repente! ¿No os parece extraño? Sin una razón, sin un porqué, nada Yo os diré el porqué O tiene otra o, peor aún, ¡su ex ha vuelto! Y no tenéis idea de lo que me gustaría equivocarme.

Diletta se pone de pie.

 ¡De hecho, estoy segura de que te equivocas!

Olly se echa a reír.

 Sí, claro, cómo no. Y me lo dices tú, que todavía no te has ido a la cama con nadie.

 ¿Y eso qué tiene que ver? ¿Es que acaso si hubiese follado entendería mejor a los hombres?

 Bueno, empezarías a saber orientarte un mínimo. Así es muy fácil, ¿no? Dictas sentencia sin haber probado antes el producto. Por ejemplo, Niki, perdona que te lo pregunte, ¿qué tal era el sexo entre vosotros?

Niki sonríe desconsolada.

 Lo siento Perfecto, sublime, maravilloso, surreal No lo sé, no logro encontrar palabras mejores que puedan dar una idea. Era un sueño.

 ¿Has visto? Tiene otra.

 Pero ¿qué dices? Eres una gafe.

 Escuchad, podemos seguir discutiendo de este tema hasta la Selectividad. No tiene solución.

Niki asiente con la cabeza.

 Tiene razón. Creo que la única respuesta verdadera sólo nos la puede dar él.

Justo en ese momento, se abre la puerta de la habitación.

 ¡Olly! Pero ¿qué estáis haciendo?

Olly se levanta de la cama sin mostrar sorpresa alguna.

 Mamá, es posible que hayas olvidado que nosotras este año tenemos la Selectividad. -Y sonríe a sus amigas-. Estábamos estudiando.

 ¿Y tenéis que hacerlo precisamente en mi dormitorio?

 Nos sienta bien estudiar aquí. -Y en voz baja a las amigas-: El enemigo. -Y salen arrastrando a Niki, empujándola, intentando hacerla reír, despidiéndose de la madre de Olly educadas y sonrientes, listas de nuevo para desafiar al mundo.

Pasan los minutos. Pasan las horas. Pasa algún día. Ha leído de todo. Ha hecho de todo. Pero resulta muy difícil escapar al propio silencio. Lo dijo hasta un sabio japonés: puedes escapar al ruido del río y de las hojas al viento, pero el verdadero ruido está dentro de ti. Y además, a Niki le importa un pimiento ir bien en esa materia. Al contrario, le encantaría que la suspendieran en matemática sentimental. De modo que llama a la puerta.

 ¡Adelante!

 Hola, Andrea.

 ¡Niki! ¡Qué sorpresa! Los carteles todavía no están listos. ¡Te has convertido en una modelo superbien pagada! ¡Serás famosa en todo el mundo!

Niki lo mira y mueve la cabeza. Ya, pero no soy famosa para el hombre que amo. Le gustaría decirlo, pero se queda callada. En lugar de eso, sonríe.

 Tonto, ¿sabes dónde está Alex? Su secretaria me ha dicho que no está en su despacho.

 No. Me parece que ha bajado. A lo mejor está en el bar de ahí enfrente. No lo sé.

 Ok, gracias, hasta pronto.

Andrea Soldini mira a Niki, que coge el ascensor. Pobrecilla, esta bajo un tren, mientras Alessandro está precisamente en el bar de abajo. Pero Andrea sabe muchas cosas más. Sólo que en ocasiones conviene hacerse el tonto.

Niki sale del portal, camina por la acera. Al otro lado de la calle ve aparcado el Mercedes. Vaya, el coche está ahí. A lo mejor sí que está en el bar. Niki se acerca a la ventana y mira dentro.

En la última mesa del fondo, frente a su zumo, está Alessandro. Ve que está hablando alegre y le sonríe a la chica que está sentada frente a él. De vez en cuando, le acaricia la mano.

 ¿No lo entiendes?, quieren darme en seguida otro proyecto y no puedo renunciar.

 Pero les dijimos a los Merini que haríamos un viaje con ellos.

 Ya lo sé, a lo mejor no la primera semana, pero sí la última de julio. ¡O si no, lo dejamos para agosto! -Justo en ese momento, Alessandro la ve. Reflejada en el espejo de la barra. Se disculpa-. Perdona, pero tengo que salir un momento a controlar una cosa.

 Vete, vete, mientras tanto haré una llamada de teléfono. -Elena no se ha dado cuenta de nada.

Alessandro se levanta y sale del local.

 Hola. -Alessandro se aparta un poco para que no lo vean desde el local-. ¿Qué estás haciendo aquí?

 He venido a buscarte a la oficina. Y luego te he visto aquí. Mano sobre mano con esa chica. -Niki señala a Elena, que está hablando por su móvil dentro del bar. Luego mira de nuevo a Alessandro y sonríe-. Estaba a punto de emprenderla a patadas con tu coche otra vez.

Alessandro se queda en silencio.

Niki busca temerosa sus ojos.

 Es tu otra hermana, ¿verdad?

 No.

 Y entonces ¿quién es?

Alessandro continúa en silencio.

 ¿Es la que quería decorarte la casa?

 Sí.

Niki se ríe con amargura.

 Y me dijiste que no tenías un motivo válido para seguir conmigo Me has hecho sentir una nulidad, me has hecho creer que no he sabido estar a la altura, que era yo la que no lo sabía llevar. Me has hecho sentir insegura como nunca Me he pasado días enteros pensando, esperando Me he dicho a mí misma: a lo mejor acaba aceptando lo que no le ha gustado de mí, lo que sea que haya hecho o dicho equivocado O peor aún, lo que sea que no hice y que él esperaba que hiciera Me he sentido sola como nunca. Sin un porqué. Llena de dudas. Y en cambio tú lo sabías todo. ¿Por qué no me dijiste en seguida que había vuelto? ¿Por qué? Lo hubiese entendido. Hubiese podido aceptarlo todo mejor.

 Lo siento.

 No. Alex, fuiste tú quien me hizo ver aquella película Amor es no tener que decir nunca lo siento. Y me gustaría añadir algo más También es saber decir lo gilipollas que eres.

Alessandro sigue manteniendo su silencio.

 No dices nada. Claro, en ciertas ocasiones resulta más fácil quedarse callado. Bien, entonces te diré una cosa: dentro de poco haré la Selectividad y entraré en la edad madura. Es verdad que estoy mal, que no consigo estudiar, pero a lo mejor apruebo. Quiero conseguirlo. En cambio, me gustaría saber cuándo vas a madurar tú ¿Sabes, Alex?, en todos estos meses, tú me has llenado de regalos, pero al final te has quedado el más hermoso. Mi cuento de hadas.

Y se aleja sin más, se monta en su ciclomotor y al final mueve la cabeza y hasta sonríe. Porque Niki es así.

Ciento diez

Y cuando Niki llega al Alaska, las amigas no albergan dudas. En parte porque ella se echa a llorar. Entonces todas la abrazan. Y Olly mira a Diletta. Luego a Erica. Pero no hace comentario alguno. Cierra los ojos. Se muerde el labio. Y lamenta profundamente haber tenido razón. Y todas intentan hacerla reír y le ofrecen un helado y le hablan de otras cosas e intentan distraerla. Pero Niki se desespera. Nunca lo habría esperado. Eso no. En serio.

 Quiero decir que me lo podía imaginar todo, os lo juro, todo, pero esto no. Ha vuelto con la que estaba. O sea, se acabó.

Y esa misma tarde, Olly decide cometer una locura. En el fondo, oportunidades no le faltan.

 ¡Niki, baja! -gritan todas a la vez. Y ella, Olly, la gran organizadora, se monta en el coche y empieza a tocar el claxon como loca. «Piiipiiipiii»

Niki se asoma a la ventana.

 Pero ¿qué ocurre? ¿Qué es este jaleo?

 ¡Venga, muévete, que te estamos esperando!

Niki ve el coche. Después a sus amigas.

 No me apetece bajar.

 No lo entiendes Si no lo haces, subimos y te desmontamos la casa.

 ¡Sí y yo me lo monto con tu padre!

 ¡¡¡Calla, Olly!!! Ok, ya bajo. ¡Dejad de armar jaleo! -Y en un momento está abajo. Corre curiosa hacia el Bentley último modelo.

 ¿Qué estáis haciendo?

 Hemos organizado una jornada ad hoc para ti Para nosotras, para mí En resumen, ¡porque me apetece, vamos!

Olly empuja a Niki al coche. Y se van con la conductora, una chica de treinta años llamada Samantha, que sonríe y mete la primera.

 ¿Vamos a donde me ha dicho usted Olly?

 Sí, gracias -Y vuelta hacia Niki-. Vale, he estado pensando que ¡nosotras, las Olas, no debemos permitir que ningún Alessandro ni ningún otro hombre nos haga verter una sola lágrima por él! ¿Está claro?

Y sube el volumen del CD que acaba de poner. Las Scissor Sisters inundan el coche. I don't Feel Like Dancin'. Y ellas también cantan y bailan y se ríen y arman jaleo. Arrastran a Niki, la empujan, le alborotan los cabellos, todo por hacerla reír. Incluso Samantha sonríe y se divierte con esas cuatro locas sedientas de felicidad.

 Hemos llegado.

 Bien, en marcha, chicas, bajad La primera etapa es aquí, en el spa del Hilton. Ya está todo reservado, acordado y sobre todo pagado ¡Venga, Olas, entrad!

Olly las empuja hacia el interior del spa, en ese extraño templo de estilo romano. Poco después, están las cuatro sólo con unas enormes toallas enrolladas a la cintura. Olly hace de guía.

 Daos cuenta Aquí hay casi dos mil metros cuadrados de puro placer, por supuesto no del que me gustaría a mí, pero no está mal.

Y en un instante todas se dejan ir. Abandonadas en la piscina interna climatizada, mirando a través de la cúpula de cristal las nubes que pasan ligeras. Se ríen, conversan. Luego se meten debajo de una cascada sueca, y un hidromasaje y un paseo por bañeras de piedras calientes.

 ¡Y ahora a la Chocolate Therapy!

 ¿Y eso qué es?

 Eso que está tan de moda ahora.

 Hummm, me gusta el chocolate.

 ¡Pero no te lo tienes que comer! Es él el que se come tu estrés.

Erica se toca las nalgas, apretándose un poco el muslo.

 ¿Y de aquí? ¿De aquí se come algo?

 Ah, no, para eso tienes que hacer un tratamiento ayurvédico.

 ¿Qué?

 Sí, ¿qué es eso?

Olly sonríe.

 Son tratamientos que se remontan al arte hindú iniciado hace cinco mil años. Y para ese problema que tanto te preocupa, deberías hacer un garsha Pero todavía es muy pronto, ¡no tienes ni una gota de celulitis!

 Yo creo que tú tienes alguna especie de abono en este spa. Sabes demasiado

 ¡Qué va! Pero tengo a mi madre que lo ha probado prácticamente todo y más con escasos resultados. Pero ¡me lo cuenta prácticamente cada día!

Y poco después, de nuevo en el coche con Samantha hacia una nueva aventura.

Aparcan a la entrada del Parque de Veio. Olly, Niki, Diletta y Erica se encaminan por un pequeño sendero hacia el verde del bosque. Entre setos de boj, pinos, palmeras. Y un prado de estilo inglés, perfectamente cuidado, con luces indirectas, ocultas y una música suave que baila entre el ligero rumor de esas plantas inclinadas por un leve viento estival.

 ¿Y aquí qué hay?

 Se llama Tête á tête.

 ¿O sea?

 Es un pequeño restaurante que tiene una mesa y una cocina exclusivas para dos personas solas.

 Pero ¡nosotras somos cuatro!

 ¡He conseguido que se saltasen un poco las normas!

Las Olas se sientan a la mesa y son recibidas por un equipo de camareros. Leen rápidamente el menú y comentan divertidas esos platos tan extraordinarios. Olly le pide un vino excelente a un maître discreto que ha aparecido de repente junto a la mesa. Y ordenan y comen con placer, navegan entre platos italianos y franceses, y algo de chino e incluso uno árabe.

 No, por favor. Eso sí que no. Yo pongo toda mi voluntad, pero es más fuerte que yo. No pidamos nada japonés, ¿vale?

Niki se echa a reír. Todas se ríen. Y un poco de ese dolor ha sido exorcizado.

 Pensad que si uno viene aquí acompañado Bueno, después de cenar, en el parque, se puede hacer una paradita en un delicioso y romántico bungalow.

 Venga ya. ¡Guau!

 Qué fuerte.

 Yo te dejaría allí, Olly.

 Sí, para que lo desmontase

 Yo en cambio lo alquilaría y encerraría dentro a Diletta. Después, cada día le mandaríamos a uno diferente a la hora de visita. Y hasta que no pasase algo, no la dejaríamos salir.

 Sí, una especie de prisión erótica al revés.

Diletta las mira altanera.

 De todos modos, yo resistiría.

Empiezan a llegar uno tras otro varios camareros, las invitan a levantarse y empiezan a abrazarlas. Olly, Diletta, Erica y Niki se miran anonadadas.

 Pero ¿qué pasa? ¿Qué están haciendo?

 Pues no lo sé.

 Habrán estado oyendo lo que hablábamos.

 Venga, Diletta, aprovecha.

El maítre se acerca.

 Disculpen, pero estamos promoviendo esta iniciativa: free hugs, abrazos gratis Es una terapia contra la soledad, la melancolía, el aburrimiento, la depresión y la tristeza.

 ¿Nos está tomando el pelo?

 En absoluto. Se lanzó en setiembre, en Australia, y rápidamente se adoptó en muchas ciudades italianas, la primera fue Génova, con Rene Andreani. Nosotros somos freehuggers, abrazadores Nos encantaría que también vosotras llevaseis adelante esta iniciativa.

Olly sonríe.

 Yo ya soy de los vuestros Mis amigas pueden confirmarlo. Quiero decir que yo, desde siempre, he estado absolutamente convencida de la enorme fuerza de los free hugs, sí, de los abrazos gratis Claro, que a veces también me parece más útil, cómo lo diría, no quedarse en la superficie, llegar un poco más hasta el fondo. Y, sobre todo, elegir como si dijéramos el abrazo «oportuno», pero, a fin de cuentas, eso son sólo pequeños detalles.

Y poco después están de nuevo en el Bentley para una última y divertida cita.

 No me lo creo.

 Pues no te lo creas.

 Mira eso.

Entran en una pequeña sala en el último piso del Gran Hotel Edén. Y es cierto. Vasco Rossi está allí.

 ¿Te lo crees ahora?

 Pero no es posible.

 Esto es el after show, un espacio donde relajarse después del concierto. Sólo para cincuenta personas, y nosotras estamos entre ellas.

 ¿Cómo lo has hecho, Olly?

 Conozco a uno de sus guardaespaldas. Un «abrazo libre» muy significativo.

 ¡Olly!

 Venga, chicas, que iba en broma. Vosotras tenéis una pésima opinión de mí, pero lo hago ya a propósito. Me he acostumbrado al papel. ¿Dónde está la verdad y dónde la mentira? Vete tú a saber.

Y se aleja con sus amigas, alegres, divertidas, que observan a su ídolo mientras se pasea entre las mesas, canta algún pedazo de canción, se bebe un vaso de algo y se ríe con ellas.

Vasco. Vasco que envía un mensaje desde su teléfono móvil a las estrellas, quién sabe qué palabras y para quién. Vasco, con esa voz un poco ronca, pero llena de relatos, de historias, de desilusiones, de sueños y de amor. Esa misma voz que te ha sugerido que no intentes buscarle un sentido a esta vida. Aunque sólo sea porque esta vida no tiene sentido.

Y Olly las mira desde lejos. Observa a sus amigas que conversan curiosas, hacen preguntas, no paran de hablar con él. Niki sonríe. Se arregla el pelo. Y hace otra pregunta. Finalmente está distraída, se muestra curiosa, tranquila, piensa en otra cosa. Olly sonríe. Le hace feliz que ella sea feliz. En parte porque así se siente un poco menos culpable por lo que ha hecho.

Ciento once

El ser humano se adapta a todo. Supera el dolor, cierra historias, empieza de nuevo, olvida, hasta consigue sofocar las más grandes pasiones. Pero a veces basta con nada para comprender que esa puerta nunca se cerró con llave. Alessandro vuelve a casa, deja la cartera encima de la mesa.

 ¿Elena, estás en casa?

 ¡Estoy aquí, Alex! -Elena llega a toda prisa y le da un beso a la misma velocidad. Luego se va al baño-. Perdona, estaba colocando unas cosas que he comprado.

Alessandro se quita la chaqueta y la deja en el respaldo de la silla. Después se va a la cocina, coge un vaso, la botella de vino blanco del frigo y se sirve un poco. Elena reaparece poco después.

 Alex, no sabes lo que me ha pasado hoy. Estaba poniendo un poco de orden en la casa, ¿no?

 Sí.

 Quería poner un poco de orden. A propósito, ¿estás seguro de que esa extraña escultura, El mástil y la ola?

 El mar y el arrecife. ¿Qué pasa?

 No, decía si de veras estás seguro de querer conservarla.

 Me la hiciste poner en la terraza, ¿también te molesta allí?

 No, no es que me moleste, es que no tiene nada que ver con el estilo de todas las demás cosas.

 ¡Es sólo una escultura!

 Caramba, dime sólo una cosa ¿tan cara la has pagado? Porque si te ha costado tanto nos la podemos quedar.

Alessandro no puede decir que se trata de un regalo.

 Sí. Sólo te diré que todavía la estoy pagando

 En ese caso, podríamos volver a ponerla en el salón. Bueno, pues lo que te estaba contando. Estaba poniendo un poco de orden en la casa cuando de repente se me ha ocurrido que todavía tenían que llegar un montón de muebles para el salón. Entonces he llamado a la tienda y he hablado con Sergio. ¿Te acuerdas de aquel encargado?

Por supuesto que me acuerdo, pero, cualquiera se lo dice. Elena lo ve disperso y continúa.

 Bueno, no tiene importancia, pero cómo te lo diría, hemos tenido una buena o sea, hemos estado gritándonos más de una hora. ¿A ti te parece normal que hayan pasado todos estos meses y todavía no nos hayan traído nada? ¿Y sabes cómo se ha justificado el encargado? El muy mentiroso me ha dicho que tú habías anulado el pedido.

Alessandro termina de beberse el vino y casi se atraganta. Elena sigue combativa.

 ¿Tú crees? Pero a mí me ha dado igual, me he puesto como una fiera. ¿Sabes lo que le he dicho? «¿Ah, sí? Muy bien, pues ahora se lo anulo en serio.»

Alessandro suelta un largo suspiro, casi de alivio. Elena se le acerca.

 ¿Qué pasa? ¿Te has enfadado? A lo mejor no tenía que hacerlo, y debíamos hablarlo antes quizá pero es que me puse, no tienes idea de cómo me puse no me gusta que me tomen el pelo. De todos modos, si los quieres, podemos volverlos a encargar, pero en otro sitio.

Alessandro se deja caer en el sofá y enciende el televisor.

 Has hecho muy bien, está perfecto.

Elena se pone delante del televisor, con las piernas abiertas y los brazos en jarras.

 Pero ¿qué haces?

 Estoy mirando a ver si hay alguna película buena.

 ¿Estás de broma? Nos están esperando en la Osteria del Pesce Venga, están Pietro y los demás y otras dos nuevas parejas de amigos. Llegamos tarde. ¡Ve a prepararte!

Alessandro apaga el televisor, se levanta y entra en el dormitorio. Abre el armario. Está indeciso. Camisa blanca o negra. Al final sonríe. Es tan bueno que exista el camino del medio Y se pone sin problemas la gris.

Ciento doce

Más tarde, en el restaurante.

 Sí, tráiganos unos entremeses mixtos, fríos y calientes.

 ¿Desean algo crudo también?

 Sí, muy bien, y gambas si las hay. Y una ración de carpaccio de pez espada y lubina.

El camarero se aleja justo cuando llegan Elena y Alessandro.

 ¡Aquí estamos, hola a todos!

 ¿Qué, qué os contáis?

Elena se sienta de inmediato entre Susanna y Cristina.

 Bien, lo primero que tengo que deciros es que me he comprado la gabardina de verano de Scervino, que es un sueño.

Camilla la mira con curiosidad.

 ¿Y cuánto te ha costado?

 Una tontería. Mil doscientos euros. Parece mucho, pero me la ha regalado Alex. Lo han ascendido, podemos pasarnos un poco.

 En ese caso, me parece poquísimo. -Y todos se echan a reír, y siguen conversando de nuevos locales, de amigas engañadas, de un nuevo peluquero, de uno que ha cerrado, de una asistenta de Cabo Verde que va por la casa cantando, de otra, filipina esta vez, a la que siempre se le pegan las sábanas, así como de una peruana que, en cambio, cocina como los ángeles.

 Sí, pero las asistentas italianas son las mejores. Sólo que ya no se encuentran. Yo, por ejemplo, tenía mi tata bueno, no tenéis idea de lo bien que cocinaba

Y recuerdos lejanos. Y poco a poco, Alessandro los escucha, sigue ese camino. Y luego se pierde. Retrocede en el tiempo. No mucho. París. La ve correr por las calles, comer en algún pequeño restaurante de lengua francesa, un poco menos de confusión y una nota más. Ella. ¿Qué estará haciendo en ese instante? Alessandro mira la hora. Debe de estar estudiando. Tiene la Selectividad. Faltan pocos días. Y se la imagina en casa, en su habitación, la habitación que vio sólo de pasada cuando por un momento fue un agente de seguros. Alessandro ríe para sí. Pero Pietro se da cuenta.

 ¿Habéis visto? Alex está sonriendo. De manera que está de acuerdo conmigo.

Alessandro regresa de inmediato a la realidad. Ahora. Allí. Como abducido. Desgraciadamente.

 Claro, claro

Elena interviene mirándolo estupefacta.

 ¿Cómo que claro? Pietro estaba diciendo que, de vez en cuando, está bien engañar a la pareja, porque eso mejora la relación sexual con ella.

 Y yo quería decir que claro, es bueno para quienes no tienen una buena relación, pero no me habéis dejado acabar.

Elena se tranquiliza.

 Ah, bueno.

Enrico se pone en pie.

 Vale, nos toca. Nos vamos a fumar.

Los demás hombres se levantan también y salen todos fuera. Pietro se acerca a Alessandro.

 Vaya, no hay manera, ¿eh? Tú siempre te sales con la tuya.

 Bueno, porque ahora me siento preparado. En cambio tú siempre estás con lo mismo, intentas justificar a toda costa el sexo extramatrimonial.

 ¿De qué hablas? No me refería a eso. A saber en qué estarías pensando de verdad.

Enrico interviene.

 Yo te diré en lo que estaba pensando: en la chica, en su joven amiga.

 Ah La que no tiene necesidad de que la engañen. Ella y sus amigas te hacen picadillo, acaban contigo, de modo que físicamente resulta imposible que las engañes.

Alessandro se queda en silencio. Pietro vuelve a la carga, curioso.

 ¿Has vuelto a hablar con ella, la has vuelto a ver? En mi opinión, a ella no le importaría seguir viéndote aunque estés en esta situación en la que estás, con Elena. Hazme caso.

Alessandro lo empuja. Luego sonríe.

 ¿Quién? No sé de quién me estás hablando.

 Sí, sí, no sabes de quién estoy hablando. De la chica de los jazmines.

También Enrico le da un empujón a Pietro.

 ¡Venga ya, déjalo! Mira. -E indica con la mirada a la otra pareja de amigos que está un poco más allá. Conversan alegremente.

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