Perdona Pero Quiero Casarme Contigo - Федерико Моччиа 10 стр.


Susanna coge el móvil. Vuelve a leer el número en el folleto y lo marca. No cuesta nada probar.

Treinta y seis

Niki aparca rápidamente la moto debajo de casa, bloquea la rueda y, justo cuando está a punto de entrar en el portal, ve que hay una limusina negra parada justo delante. ¿Qué pasa? ¿De qué va esto? O ha llegado un embajador o alguien se casa Bah. Se encoge de hombros y hace ademán de entrar.

 Perdone -Un señor elegante y uniformado se apea del coche y se levanta la gorra-. ¿Es usted la señora Cavalli?

 ¿Me lo pregunta a mí? -Niki parece verdaderamente desconcertada por un momento-. ¡Quizá está buscando a mi madre!

El chófer sonríe.

 ¿La señora Nicoletta Cavalli?

 Sí, soy yo. ¿Puedo pedirle un favor? ¿Le importaría llamarme Niki?

 Ah, sí

 Por lo visto no hay duda. En esta calle, en este número, y con ese nombre y apellido sólo vivo yo. El chófer le abre la puerta sin dejar de sonreír.

 Niki, por favor

 Dios mío, no me lo puedo creer. ¿Será una broma? ¿Dónde están las cámaras? Dios mío ¡Es una sorpresa! O quizá un imprevisto, como ha dicho antes Guido. Pero no, no puede estar tan loco.

 Perdone, ¿está seguro de que es a mí a quien debe recoger?

El chófer la mira risueño por el espejo retrovisor.

 Seguro al ciento por ciento Y la persona que me ha mandado a buscarla tiene razón.

 ¿Por qué? ¿Qué le ha dicho?

 Que no podía equivocarme porque es usted única

Niki sonríe.

 Estamos hablando de la misma persona, ¿verdad?

 Creo que sí -el conductor sonríe. Niki le devuelve la sonrisa, si bien se siente culpable de haber pensado en otro. A continuación el chófer enciende el estéreo-. Me ha dicho que, si tenía miedo, dudaba o no quería venir conmigo debía hacerle escuchar esto -Aprieta un botón y empieza a sonar Broken strings, interpretada por Nelly Furtado y James Morrison.

Niki esboza una sonrisa. Mira emocionada por la ventanilla. Luego, sus ojos empañados de felicidad se encuentran con los del chófer.

 ¿Todo bien, señora?

Niki asiente con la cabeza.

 Sí. Puede llevarme incluso al fin del mundo.

La limusina acelera y avanza mientras suena la canción «No puedes tocar con unas cuerdas rotas, no puedes sentir lo que tu corazón se niega a sentir, no puedo decirte lo que no es real» La verdad del después. Y la música es preciosa.

La limusina avanza lentamente, casi sin hacer ruido, como si rodase sobre unos cojinetes de viento, como suspendida, se desliza en medio del tráfico, serpentea entre los coches y abandona la ciudad. Una vez libre, en la via Aurelia, acelera. No hay mucho tráfico y, una tras otra, va dejando atrás las señales azules con las indicaciones: Castel di Guido, Fregene Y aún más lejos

Treinta y siete

Aeropuerto de Fiumicino.

 Hemos llegado. -El chófer se apea de la limusina y abre la puerta.

 Pero ¿Fiumicino?

 Ésas son las órdenes que tengo Ah, otra cosa Debe darme eso -el chófer indica la mochila que contiene los libros de la universidad.

 ¿Está seguro? Son mis libros para el examen

 A la vuelta los recogeré yo y se los devolveré. Según me han dicho, no va a tener mucho tiempo para estudiar.

 Pero ¿adónde vamos?

El chófer le sonríe.

 Yo no lo sé, pero él sí -y mientras habla le señala a alguien que se encuentra a sus espaldas, delante de la puerta de cristal que acaba de abrirse.

 ¡Alex! -Niki echa a correr y le da un abrazo-. Estás loco.

 Sí Me la has contagiado tú, esa maravillosa locura. -Mira el reloj-. Vamos, es tardísimo.

 Pero ¿adónde?

 A Nueva York.

Hacen ademán de echar a correr, pero Alex se vuelve antes hacia el coche.

Ah, nos vemos aquí dentro de cuatro días. Ya le comunicaré la hora Y gracias.

El chófer se queda plantado delante de la limusina y los contempla

mientras escapan siguiendo la estela de su felicidad, del entusiasmo de su amor.

 Domenico. Me llamo Domenico.

 Tenemos que coger el autobús que nos lleva a la terminal cinco. Desde allí salen los vuelos con rumbo a Estados Unidos.

 Pero ¿cómo lo has hecho? Estás loco.

 Desde que regresamos todo se había vuelto demasiado normal. Además, nunca hemos celebrado lo de LaLuna

 ¿A qué te refieres? ¿Al éxito de la campaña?

 No, a que fuiste al faro ¡y seguimos juntos! ¡Nuestro único y personalísimo éxito!

Niki coge el móvil.

 ¿Qué haces? ¿Te ha gustado tanto la idea que la escribes?

 Pero ¿por quién me has tomado? ¡Si el publicista eres tú!

 Ah, sí

Niki sacude la cabeza.

 Llamo un momento por teléfono

Alex se apoya en ella.

 Ya sé a quién

 Hola, mamá

 Niki, me dijiste que volverías a casa. Incluso te preparé algo de comer ¡Y cuando regresé no estabas!

 Siéntate.

 ¡Dios mío! ¿Qué ha pasado? ¿Qué tienes que contarme? Estoy empezando a preocuparme

 No hay nada de qué preocuparse. Alex y yo nos vamos cuatro días fuera para celebrar algo.

 ¿Adónde? ¿Qué es lo que celebráis?

 ¡A Nueva York!

 ¡Venga, Niki! Siempre tienes ganas de broma. Escucha, vuelve en seguida porque tengo que salir con tu padre y no quiero que tu hermano se quede solo otra vez -y cuelga.

 ¿Mamá? ¿Mamá? -Se vuelve hacia Alex-. ¡No me lo puedo creer! ¡Me ha colgado! Ésta es la segunda vez que pruebo a decírselo Primero me viene con que tenemos que contárnoslo todo y luego cada vez que intento contarle algo diferente de lo habitual, me cuelga el teléfono en los morros. ¡No hay quien entienda a estas madres!

Alex sonríe.

 Ten.

 ¿Qué es esto?

 Dentro de esta bolsa encontrarás un camisón, los productos de maquillaje que te dejaste en mi cuarto de baño, una camisa y un suéter para mañana por la mañana, tu ropa interior Y el cepillo de dientes que tanto te gusta

 Amor mío -Lo abraza con fuerza, se para en medio del aeropuerto y lo besa. Es un beso largo, suave, cálido, lleno de amor

Alex abre los ojos.

 Cariño

 ¿Sí? -Niki responde con aire soñador.

 Hay dos guardias que nos observan -Tendrán envidia.

 Ah, sí, claro, pero no me gustaría que nos encerraran por escándalo público

 ¿Y qué?

 ¿Cómo que y qué? No quiero perder el avión.

 ¡Ahora sí que me has convencido!

Echan a correr a toda velocidad hacia la zona de embarque. Niki se detiene de improviso.

 Cariño Tenemos un problema absurdo, tremendo, dramático.

Alex la mira asustado.

 ¿Cuál? ¿Que no hablas inglés?

 ¡De eso, nada, estúpido! No tengo el pasaporte

 ¡Yo sí! -Alex lo saca risueño del bolsillo.

Niki lo coge y lo abre.

 Pero es el tuyo, con chip, como los de ahora

Alex se mete la mano en el otro bolsillo.

 Y éste es el tuyo ¡Con el mismo chip!

 Caramba ¡Me lo has hecho!

 En dos días.

 ¿Y cómo lo has conseguido?

 Tenía tus datos, la fotografía y todo lo necesario Y también tu firma, ¿recuerdas que te hice firmar en un folio? Era para esto.

 Entiendo, pero ¿en dos días?

 ¿No lo sabes? Procedimiento especial ¡Vas a hacer una sesión de fotos a Nueva York para la próxima campaña!

 ¡Bien! ¡Me gusta! ¿Y lo pagan todo ellos?

 No, eso no

 En ese caso, no vale, Alex. Yo pagaré la mitad. Perdona, pero como has dicho tú, vamos a celebrar nuestro único y personalísimo éxito El mérito es de los dos, pertenece a los dos, y debe ser compartido como tal.

 El problema es que he tirado la casa por la ventana, amor

 ¿Qué quieres decir?

 ¡Que si compartimos los gastos me deberás dinero el resto de tu vida!

 Eres un arrogante. No deberías haberme dicho cuánto te ha costado.

 Y, en efecto, no lo he hecho

 Sí, pero lo has insinuado.

Suben al autobús. A Niki de repente se le ocurre una idea.

 Te propongo que hagamos una cosa. Nuestro próximo gran, único y personalísimo éxito, que a partir de ahora se llamará GUPE, correrá de mi cuenta y donde yo diga.

 ¡Adjudicado! ¡Fantástico, no veo la hora de pasar unas vacaciones en Frascati!

Niki le da un golpe en la espalda.

 ¡Ay! ¿A qué viene eso?

 Arrogante

 ¿Otra vez? ¿Se puede saber qué he dicho?

 Has dado a entender

 ¿El qué?

 Que iremos a un sitio cercano y que, además, costará poco

 ¡Ah, no te había entendido!

 Sí, mentiroso

Se acercan al mostrador de facturación.

 Por favor -Alex coge los pasaportes y los billetes.

 ¿Tienen equipaje que facturar?

 Ah, sí, es cierto Tu maleta está llena de artículos de maquillaje, de modo que tiene que viajar así a la fuerza. Qué lata.

 Mejor, así viajaremos más ligeros.

 Añado la mía por solidaridad.

La azafata se asoma y ve dos bolsas pequeñas.

 ¿Eso es todo?

 Sí.

Pone cara de perplejidad, pero después se encoge de hombros. Debe de haber visto de todo y, en el fondo, la suya no deja de ser una pequeña anomalía.

 Aquí tienen sus tarjetas de embarque, asientos 3A y 3B. Que tengan un buen viaje.

Treinta y ocho

Pero ¿qué día es? Se escruta por enésima vez el rostro en el espejo. Busca distraídamente un indicio, algo en su cara, pero no ve nada. Ninguna señal. Al menos esta vez no tendré que usar como siempre el corrector. Qué suerte. Habré tenido algún desliz, como suele decirse. Tal vez un poco de estrés que lo ha desajustado todo. ¡Y ni siquiera un grano de más! Por una vez. Prueba a convencerse mirándose de nuevo al espejo. Nada. Su cara habitual, alegre y serena, rodeada de un pelo claro y luminoso. Bah. Se dirige a su habitación y se viste para salir. El móvil vibra. Un mensaje. Diletta lo coge y lo lee: «Paso esta noche a las ocho, la película empieza a las nueve menos veinte. ¡Besos cinematográficos!» Qué idiota. A veces parece realmente un niño. Diletta sonríe y se calza las bailarinas rojas de charol. A continuación coge su bolso de un estante y el abrigo gris claro. Mientras avanza por el pasillo se detiene de golpe. Da media vuelta y se encamina hacia el cuarto de baño. Busca en un mueble. Aquí está el paquete. Saca un par y las introduce en el bolsillo interior del bolso. Quizá me vengan bien esta noche. Nunca se sabe. Cierra la puerta, regresa al pasillo y coge las llaves.

 Adiós, mamá, volveré en seguida.

De la cocina le llega una voz atenuada por el sonido del televisor.

 ¿Sales con Filippo?

 ¡Sí! Pero me espera abajo. No quiero que suba cuatro pisos a pie. ¡Todavía no han arreglado el ascensor!

 Está bien, salúdalo de mi parte, y no vuelvas tarde.

Desde luego, hay que ver lo absurdos que son los padres. Acabo de decirle que volveré en seguida y me pide que no vuelva tarde. Como cuando te dicen «Ten cuidado», como si uno no supiese que hay que tener cuidado y que no puede comportarse como un irresponsable. Porque después llegan las consecuencias. Al pensar en esa palabra siente una punzada en el estómago. Consecuencias. Tener cuidado. Un tirón desgarrador. Una punzada. Sólo que no es la señal que esperaba, la natural, la de siempre. No se produce en la parte baja del abdomen. Es otra cosa. Más extendida. Una caída. Una especie de fulguración. Diletta se para en medio de la escalera. Empieza a contar frenéticamente con los dedos de ambas manos. Como sumaría una niña de primaria. O, mejor dicho, restaría. Y cuando obtiene el resultado abre los ojos desmesuradamente. No. No es posible. Repite la operación desde el principio, esta vez con mayor lentitud. No hay remedio. El resultado es idéntico. Lo hace por tercera vez. Pero le viene a la mente esa norma: «El orden de los factores no altera el producto.» Caramba. Se acuerda de repente. Querría no tener que pensar en eso. Pero lo hace. Y recuerda. Y, en efecto, maldita sea, puede ser. Es tan puntual como un reloj suizo. En esa ocasión, sin embargo, no. No es posible. Luego, rápidamente, como un detective que, tras juntar todas las pruebas, está a punto de componer el puzle final que resolverá el caso, se percata. Si en siete años jamás le ha salido un grano durante esos días debe de haber un motivo. Y éste se parece demasiado a una velada en particular. Aquella vez, después del pub, en que Filippo, antes de acompañarla a casa, dio una vuelta con el coche para enseñarle un arco antiguo sobre la via Apia que había descubierto por casualidad y le había gustado mucho. Y, tras haber aparcado en la oscuridad, después de haber hablado y bromeado como siempre, habían empezado a acariciarse y a hacerse arrumacos. Más. Cada vez más, perdidos en la música que emitía la radio. Protegidos por los cierres automáticos de las puertas y, sin embargo, temiendo ese lugar desconocido, ellos, que siempre habían sido prudentes, que siempre habían tenido cuidado considerando lo que se oye por ahí. No obstante, en esa ocasión, embargados por la pasión, habían sido un poco conscientes y rebeldes. Se habían dejado llevar por el amor y el deseo. De improviso, Filippo se había dado cuenta de que no había cogido los preservativos, y se había desplomado abatido sobre Diletta. Y ella, entonces, dulcemente, le había dicho que quizá fuera mejor dejarlo estar por esa vez. Él había accedido. Pero luego no pudieron controlarse y siguieron adelante. Besos, caricias, abrazos, deseo y pasión. La mirada de uno puesta en la del otro. Una y otra vez. Las estrellas por la ventanilla, el paisaje y la noche. Y ellos unidos, cercanos, juntos. Un largo abrazo mientras se miraban a los ojos entre risas, aunque también algo preocupados. Y la frase de Filippo: «He tenido cuidado, ¿has visto, amor mío?» No. No lo he visto, cariño, porque me he dejado llevar y me he perdido contigo, dentro de ti. Me fío. También Filippo se había fiado de sí mismo. ¿Y ahora? ¿Será de verdad eso? Diletta busca frenéticamente el móvil en el bolso y mientras lo hace su mano tropieza con las dos compresas que ha cogido del armario del cuarto de baño y que desea poder utilizar con todas sus fuerzas. Las mira y las coloca de nuevo en su sitio. Coge el móvil y escribe al vuelo un sms: «No pases, cariño, nos vemos en el cine» Pero luego cambia de idea. ¿Qué hago?, ya es tarde. Filippo estará a punto de llegar. Lo borra. No. Por otra parte, esta noche la película nos apetece mucho. Questione di cuore, de Archibugi. Me niego a pensar en eso hoy. Además, puede que me haya equivocado. Mañana. Ya pensaré mañana. Y tal vez vaya incluso a una farmacia. Quizá. Luego vuelve a meter el móvil en el bolso y baja la escalera acompañada de ese nuevo y sutil presentimiento.

Treinta y nueve

Es hora de partir. Niki y Alex entregan su billete a la azafata que está delante de la puerta.

 Por favor. -Corta las tarjetas de embarque y las pasa por una máquina que las lee en un abrir y cerrar de ojos antes de escupirlas por el otro lado. La azafata se las devuelve.

 Qué bonito, no me lo puedo creer Aunque tengo un poco de miedo -le dice Niki a Alex apretándole la mano.

 ¿De qué?

 De la altura y del tiempo que hemos de pasar dentro de ese avión. ¿Cuánto dura el vuelo?

 Esto, unas nueve horas

 No me dejes en ningún momento, ¿eh?

 ¿Y adonde quieres que vaya? ¡Estamos en un avión!

 Sí, sí, lo sé Además, ¿sabes que han hecho películas sobre eso?

 ¿Sobre qué?

 Sobre gente que desapareció en un avión en vuelo. Sin ir más lelos, esa de Jodie Foster en la que perdía a su hija de ocho años y luego nadie la creía En cualquier caso, hablo en general. No me dejes nunca. Quiero que estés siempre a mi lado, que me hagas sentir segura.

En ese momento Alex se da cuenta de lo acertado de su decisión. Le aprieta la mano con fuerza.

 Claro, tesoro Llegan a la puerta del avión, Niki y Alex muestran las tarjetas de embarque a una azafata y a un asistente.

 Son los primeros asientos a la derecha del segundo pasillo.

 Gracias.

Dejan atrás el primero y alzan la mirada para buscar sus números

 Aquí están, 3A y 3B

Niki mira a Alex sorprendida.

 ¡Pero si parecen sofás! ¡Estamos en primera clase!

 Por supuesto, tesoro

Niki se acerca a su asiento y ve un paquete de plástico con un antifaz para dormir, una almohada y una manta. Lo abre.

 ¡La manta es suavísima! -Se acomoda en su asiento y lo prueba-. Qué guay Hasta se pueden estirar las piernas

 Eh, sí Podemos dormir o permanecer despiertos, tesoro -le sonríe Alex.

 ¡Pero si aquí pueden vernos! No me estarás llevando a Nueva York para hacer lo que podemos hacer a cualquier hora en tu habitación, ¿verdad, cariño?

Alex se echa a reír.

 Eres terrible -Le encantaría poder contárselo todo. En lugar de eso, se acomoda en su asiento. Están junto a las ventanillas. Poco después llega una azafata.

 Buenas noches, ¿les apetece un poco de champán?

 ¿Por qué no? -Niki se encoge de hombros-. A fin de cuentas no tengo que estudiar

Cogen dos copas y las hacen chocar mirándose alegremente a los ojos, requisito indispensable para dar valor al brindis.

 Piensa un deseo.

Niki cierra los ojos.

 Ya está.

Alex esboza una sonrisa. La mira.

 Yo también

Permanecen por un instante en silencio mientras se preguntan si su deseo será el mismo. Alex debe llegar a Nueva York para saber si el de Niki coincide con el suyo. O no, en fin, no saldrá de dudas hasta que se lo haya dicho. Justo en ese momento suena el móvil de Niki. Mira la pantalla y sonríe para disculparse con Alex.

Esto, es mi madre. -Responde a la llamada-. ¿Hola? ¿Mamá?

¡Pero, Niki! ¿Cuánto te falta? ¿Dónde estás?

Mamá, ya te lo he dicho Me voy de viaje, volveré dentro de tres

días

Alex niega con la cabeza y le muestra cuatro dedos.

 ¡Cuatro!

Niki agita velozmente la mano como si pretendiera decir: «Está bien, no pasa nada, no importa, de lo contrario se preocupa.»

Simona resopla al otro lado de la línea.

 Venga ya, el juego tiene su gracia siempre y cuando dure poco.

 ¿Quieres escucharme, mamá? ¡Es cierto!

Simona decide seguirle la corriente, porque todavía piensa que su hija bromea.

 Entonces, ¿cómo es posible que hayas contestado al teléfono?

 Porque todavía no hemos despegado

 Ah, ¿y cuánto falta -el tono de Simona es cada vez más burlón- para que despeguéis?

 ¿Eh? Espera un momento, mamá Perdone -Niki llama a la azafata, que se acerca a ellos-. ¿Cuánto falta para despegar?

 Estamos a punto de hacerlo Es más -añade con una sonrisa muy profesional-, ahora debería tener la amabilidad de apagar el móvil.

 Sí, claro -Niki se acerca el aparato a la oreja y se dirige de nuevo a Simona-. ¿Has oído, mamá? ¡Estamos a punto de despegar!

 Sí, lo he oído. ¡Así que es verdad! ¿Cuándo pensabas decírmelo?

 Pero si ya lo he hecho.

 Creía que bromeabas.

 Pues vaya una broma.

 ¿Y se puede saber cuándo tienes pensado volver?

 Dentro de tres -Alex alza cuatro dedos delante de su cara-. Cuatro días

 ¿Tres o cuatro días? ¿Y qué le digo a tu padre?

 'Que le llevaré un regalo! Venga, mamá, ahora tengo que colgar

 Niki

 ¿Sí?

Simona calla por unos segundos y exhala un suspiro. Tiene nudo en la garganta.

 Pásatelo bien.

Lo dice con un tono diferente, sutil, casi quebrado. Niki se conmueve también de repente.

 No me hables así, mamá, que me haces llorar -Una lágrima se desliza por su mejilla a la vez que se ríe al mirar a Alex-. Uf ¡Venga!

Simona se repone y se echa a reír, también sorbiendo por la nariz.

 Tienes razón, hija, ¡diviértete!

 Así me gusta, mamá Te quiero mucho.

 Yo también.

Niki cuelga a tiempo, porque justo en ese momento la azafata se aproxima a ellos. Pasa mirando entre los asientos, comprueba que no haya ninguna mesita desplegada, después su mirada se cruza con la de Niki, que está apagando el móvil. La azafata le sonríe. Niki le devuelve la sonrisa e introduce el aparato en el bolsillo de delante. Alex también apaga el suyo.

 Hay que ver, entre tu madre y tú No quiero imaginar lo que habría pasado si el viaje hubiese durado más de cuatro días O si hubiésemos decidido irnos a vivir al extranjero

Niki lo mira segura.

 Si yo soy feliz, ellos también lo son. Lo único que quieren es verme sonreír -Después se acerca con curiosidad a Alex-. ¿Por eso vamos a Nueva York? ¿Te han asignado a otra sede? ¿Vamos a vivir allí? Tenemos que encontrar una casa para ti

Alex se vuelve de golpe.

 ¿Cómo que para mí? ¿Y tú?

 Yo no tengo nada que ver, debo estudiar. Ya he hecho algunos exámenes Sigo mi camino ¿Qué haría yo en Nueva York? ¡No conozco a nadie!

 ¿De manera que en un caso así me dejarías?

 ¡Ni en sueños! Ahora, entre Internet, Skype, webcams, redes sociales y demás hay mil maneras de verse y de hablarse incluso en la distancia, y además no cuesta nada Sería perfecto

 ¿En serio? ¿Y qué haríamos con el resto?

 ¿A qué te refieres?

 Pues al amor ¿Cuándo haríamos el amor?

 Dios mío, eres terrible ¡Sólo piensas en eso!

 ¡De eso nada! Considéralo una pequeña y justificada curiosidad

 Lo haríamos cada vez que nos viésemos, cuando yo fuese a verte o al revés.

 Ah, claro.

En ese preciso momento pasa otra azafata. Es muy guapa y su mirada se posa sobre Alex. Él se da cuenta y se la sostiene adrede hasta que la chica esboza una sonrisa y se aleja. Sólo después vuelve a mirar a Niki.

 Pues sí, podría ser Así disfrutaría de un poco más de libertad -La azafata vuelve a pasar y Alex la detiene-. Perdone.

 Sí -la chica se apresura a acercarse, guapísima y risueña.

 No, esto Quería saber si para usted sería una molestia Sí, bueno

Niki lo escruta curiosa e irritada. Alex la mira y se toma su tiempo en tanto que la azafata lo apremia.

 Dígame

 ¿Puede traernos un poco más de champán?

 Por supuesto, es para ustedes. -Acto seguido se dirige a Niki-. ¿Usted también quiere más, señora?

En un primer momento Niki responde inspirando profundamente.

 No -Pero después añade-: Gracias

La azafata se aleja y apenas desaparece de su vista Niki se vuelve y le da a Alex un puñetazo en la barriga.

 ¡Ay! ¿Estás loca? ¿Se puede saber qué he hecho? Sólo le he pedido una copa de champán

 De eso se trata -Le da otro puñetazo-. ¡De la forma en que se la has pedido!

 No es verdad ¡Eres tú la que la ha interpretado de manera maliciosa!

 ¿Ah, sí? Mira que te doy otro puñetazo más abajo y con eso elimino cualquier otra posible malicia

 No, no -Alex simula tener miedo-. Te lo ruego, ¡no, Niki! Incluso en el caso de que tuviese un poco más de libertad, no caería en la tentación

Justo en ese momento vuelve la azafata.

 Aquí tiene el champán ¿Está segura de que no le apetece, señora? ¿No ha cambiado de idea?

 No, no, gracias, estoy segura.

La azafata se aleja. Alex bebe un poco.

 Mmm, está delicioso -Niki hace ademán de moverse y Alex se pone en seguida a la defensiva- ¡este champán! -Esboza una sonrisa y, poco a poco, el avión se dirige hacia la pista de despegue.

Los motores empiezan a zumbar, aumentan de revoluciones. Después el avión acelera, cada vez más. Niki se aferra al brazo de Alex. Lo aprieta, mira por la ventanilla en el mismo instante en que el aparato se separa del suelo. Es un abrir y cerrar de ojos. A continuación se ven algunas nubes, las olas ligeras del mar un poco más abajo, y una repentina curva a la izquierda El avión se ladea rumbo a Estados Unidos.

Alex sonríe a Niki mientras le acaricia la mano.

 No tengas miedo, estás conmigo.

Niki sonríe un poco más tranquila, se arrellana en el cómodo asiento y roba un poco de champán de la copa de Alex mientras lo mira con cierta astucia, o más bien como si fuese un joven guerrero que ha depuesto las armas y que acepta impasible la sencilla derrota. Después se apoya en el hombro de él y se queda dormida. Alex le aparta con dulzura el pelo de la mejilla, descubre sus labios suaves y ya ligeramente enfurruñados, sus ojos cerrados, serenos, sin una gota de maquillaje, que reposan tranquilos aguardando el sueño. Esa inmensa ternura le arranca una sonrisa y, sintiéndose fuerte y seguro, se desliza en su asiento mientras inspira profundamente con la sensación de haber hecho lo correcto. Mantiene la mano apoyada en las piernas de Niki, como si quisiera sentirla siempre allí, próxima, como si fuera un gesto de propiedad, de seguridad, que impida que ella pueda abandonarlo. Pero la conciencia de tenerla a su lado hace que le venga a la mente otra cosa. ¿Cómo es posible que no se me haya ocurrido antes?

Cuarenta

Un poco más tarde. Un ruido. Un repentino bache. Niki se sobresalta, se despierta y mira a su alrededor, temerosa y desconcertada.

 Chsss Aquí estoy -La mano de Alex le acaricia la pierna y asciende hasta la barriga-. Estoy aquí, todo va bien.

 Pero ¿dónde estamos?

 Creo que estamos sobrevolando España, según he podido comprobar antes. Te has perdido ¿Qué pasó ayer?, una comedia de Todd Phillips, ambientada en Las Vegas. Trata de tres testigos de una boda que pierden al amigo que se va a casar -En la pantalla que hay delante de Alex pasan los créditos del filme-. Pero, si quieres, podemos verla en Roma cuando la estrenen, o en Nueva York.

 Tonto -Mira a su alrededor-. ¿Tu azafata no ha vuelto a pasar?

Alex parece preocupado.

 No Para nada. En serio

 Qué lástima. Tengo sed. Me gustaría beber un poco de agua.

 Pulsa aquí y vendrá en seguida. -Alex se inclina sobre ella y aprieta uno de los botones del brazo del asiento. Sobre sus cabezas se enciende una lucecita.

Niki lo mira torciendo la boca.

 Hum ¡Veo que tienes experiencia!

 Pero, Niki, está en todos los aviones, incluso en los de línea He viajado un poco.

 Lo sé ¡Pero no me gusta!

 ¡No me digas!

 La idea de disfrutar de un poco más de libertad te ha gastado demasiado Y eso que ya no estamos tanto juntos.

 Precisamente

 Y si, siendo así, deseas una mayor libertad, piensa si fuésemos

En ese momento llega una azafata, pero no es la misma de antes.

 ¿Me han llamado? -Alex y Niki se miran y sueltan una carcajada.

 Sí Perdone -Niki vuelve a ponerse seria-. ¿Podría traerme un poco de agua, por favor?

 Por supuesto, se la traigo en seguida.

 Gracias.

 ¿Ves? -Alex la mira risueño-. El peligro ha pasado.

 Pero ¿qué te has creído? Ni siquiera tenía miedo de la otra. Eres tú el que

Alex decide encajar el golpe.

 Sí pero ¿qué estabas diciendo?

 ¿Yo? Nada -Niki echa balones fuera-. No me acuerdo. Sea como sea, ¿sabes lo que me gustaría mucho? Leer.

 ¿En serio? ¡A mí también!

 Pero no me he traído ningún libro

Alex sonríe y coge su mochila, que está debajo del asiento.

 Yo me he ocupado de eso

Saca un grueso volumen. Es de Stieg Larsson. Niki lo mira.

 Los hombres que no amaban a las mujeres. ¿Qué es? ¿Un mensaje?

 Qué mensaje ni qué ocho cuartos Es una magnífica novela de suspense de un escritor sueco que, por desgracia, ha muerto, pero que aun así está teniendo un éxito increíble en todo el mundo

Niki lo hace girar entre las manos.

 Pero este libro es enorme ¡No sé cuándo lo acabaré!

 Podemos leerlo juntos.

 ¿Y cómo? ¡Perdona, pero has dicho que es una novela de suspense! ¿Qué hacemos, lo dividimos en dos partes, yo leo la primera, tú la otra y después nos lo contamos?

Alex sonríe y vuelve a meter la mano en la mochila.

 Tengo dos -dice mientras saca otro ejemplar del mismo libro.

 ¡Así es perfecto! -Niki lo mira con ojos brillantes de enamorada.

Es maravilloso. Demasiado. Nadie ha hecho jamás algo así. Casi la asusta tanta felicidad.

Comienzan a leer con curiosidad, en un primer momento la obra los entretiene, a continuación les apasiona, los subyuga. Siguen leyendo mientras sobrevuelan Portugal y llegan al Atlántico. El avión, ligero y silencioso, prosigue su viaje.

Pasado un rato, Alex se inclina hacia ella para mirar el número de la página que está leyendo. Veinticinco.

 Yo he leído más que tú.

 No es cierto Enséñame tu libro. -Lo comprueba, página cuarenta-. No me lo puedo creer. Tú te saltas páginas, seguro, luego te preguntaré Mejor dicho, lo haré ahora mismo. ¿Cómo se llama el periódico donde trabaja?

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