Perdona Pero Quiero Casarme Contigo - Федерико Моччиа 11 стр.


 Millennium.

 Está bien, ésa no vale, aparece escrito en la contraportada

Se interrogan el uno al otro tratando de imaginar lo que sucederá.

 ¿No te parece extraña la historia de esos dos? Ella está casada con otro, pero de vez en cuando duerme en casa de él

 ¡No es cierto!

 Desde luego que sí, lo dice al principio. ¿Ves cómo te has saltado algunas páginas?

 ¡Ah, sí, es verdad! -dice Alex, riendo.

 No disimules, no lo sabías ¡Eres un mentiroso!

 De eso nada, lo he leído. Su relación responde a la mentalidad sueca, ellos son mucho más abiertos ¿Lo entiendes? Sexo libre.

Niki vuelve a golpearle.

 ¡Ay! Pero si lo que he dicho está en el libro

 No, has vuelto a mirar a la azafata

 Sí, pero sólo porque están sirviendo la comida y tengo un poco de hambre -Después se acerca a ella como si pretendiese morderle-. ¡De ti!

 Eres un imbécil, mira que lo de esa azafata está empezando a cabrearme.

 Sí, pero yo tengo ganas de ti, en serio ¿Nos escondemos en el baño?

 ¿Como en esa película que vimos juntos? ¿Cuál era el título?

 Ricas y famosas.

 Sí, ésa en la que él simula mientras viaja en el avión que es viudo para convencer a esa actriz tan guapa ¿Cómo se llamaba?

 Jacqueline Bisset.

 Exacto, de que esté con él, y después, cuando ella va al baño él se mete también y hacen el amor Sólo que luego, cuando desembarcan, Jacqueline Bisset ve a la esposa de él, que ha ido a recogerlo, ¡y por si fuera poco, no sólo está viva, sino que además tienen varios hijos!

 Pues sí, esos tipos recurren a cualquier estratagema, incluso a la conmiseración, con tal de ligar Aunque ése no es nuestro caso, desde luego. ¿Me meto en el baño?

 Eh, pero ¿qué te pasa? ¿Acaso el avión te produce ese efecto? No volveré a dejar que vueles solo ¿Sabes que han pillado a un actor famoso haciéndolo con una azafata?

 Claro. ¡Hasta querían hacer un anuncio! Era una azafata australiana de la Qantas y él era Ralph Fiennes, el de El paciente inglés Sólo que en esa ocasión ¡se comportó como un impaciente americano!

Siguen riéndose, charlando, leyendo y tomándose el pelo. Llega la cena y beben un poco más, prueban la crepe, se comen un filete, Alex le pasa el postre que no le apetece y ella el trozo de queso que se ha dejado.

 ¿Quieres escuchar una cosa? He traído los auriculares dobles para el iPod.

De manera que escuchan juntos a James Blunt, a Rihanna y a An-nie Lennox. Esta vez es Alex el que se queda dormido. Pasa una azafata y retira su bandeja. Entonces Niki cierra la mesita, la dobla lentamente y la introduce en el gran brazo lateral. Ve algunas migas sobre el jersey de él. Entonces, usando los dedos a modo de pinzas como si del juego de Operación se tratara, se las quita sin apenas rozarlo, con el temor de que también en ese caso pueda sonar un pitido. Después le pasa ligeramente la mano por el brazo, lo acaricia para acompañarlo en su sueño, sea cual sea.

Cuarenta y uno

Niki se asoma a la ventanilla. La diferencia horaria le ha hecho perder el sentido del tiempo. Ve un extraño amanecer a lo lejos. Es como una especie de línea que sigue el horizonte, de color naranja intenso, fuerte, que señala el inicio de un día importante. De pronto Niki recuerda su historia. Como si las imágenes pasaran ligeras entre las nubes Un largometraje proyectado sólo para ella, la única espectadora de una sala voladora. No me lo puedo creer Nuestro primer encuentro o, mejor, dicho, desencuentro con la moto y luego, ese mismo día, el examen de italiano que salió bien, quiero decir, que jamás me habían puesto una nota así en italiano. Sólo eso debería haberme bastado para comprender que es un buen amuleto; las mujeres no deberían soltar a los hombres como él. Y luego sus amigos, mis amigas, dos mundos muy diferentes, a años luz el uno del otro, aunque no por causa de la edad Pero dicen que los opuestos se atraen, de manera que éramos perfectos Niki lo mira. Alex sigue durmiendo. Somos perfectos. Sonríe y vuelve a echar un vistazo afuera. Una ala del avión corta una nube, la atraviesa, la hiere, y ella, suave, se deja hendir y después permanece suspendida en el vacío de ese infinito espacio. Niki vuelve a su película. La primera vez, preciosa, en su casa, con ese aroma de jazmín, y todas las otras veces, quizá aún más bonitas. Comer japonés de esa forma, reírse cubriéndose la boca con las manos, quizá todo sucedió a raíz de ese vestido oriental que se había puesto y que luego se había quitado, y todo lo que vino después Y luego la sorpresa de esas fotos en la habitación, la campaña de LaLuna, verse por toda Roma Niki se pone seria. Otro recuerdo. Más difícil, más doloroso, que sigue ahí, envuelto en la penumbra. Ese día. Esas palabras: «La diferencia de edad es demasiado grande, Niki.» Pero, en realidad, el motivo era otro. La presencia de Elena, que había vuelto. Niki se vuelve hacia él. Alex duerme feliz, tranquilo, como un angelito. No obstante, en esa ocasión no le dijo la verdad, no le contó lo que estaba sucediendo realmente. Le había hecho sentir repentinamente insegura, como si no estuviera a la altura de ese sueño que, para ella, se había convertido en realidad. Y los días sucesivos. Estudiar para el examen de selectividad sin conseguir desconectar del todo. Alex. Su mente regresaba una y otra vez a él, como si fuese un imán, como un vídeo en loop, un disco rayado en que salta la aguja y se repite una y otra vez la misma frase: «La diferencia de edad es demasiado grande, Niki.» Luego su mente y su corazón dolorosamente congelados. Verano. Unas vacaciones fantásticas en Grecia con Olly, Diletta y Erica, risas y el desesperado e inútil intento de no pensar en él Pero después, de vuelta a casa, encontró su carta y aquellas maravillosas palabras

A mi amor.

A mi amor, que por la mañana se ríe cuando moja una deliciosa galleta en el café con leche.

A mi amor, que conduce rápidamente su moto y nunca llega tarde.

A mi amor, que bromea con sus amigas y sabe escucharlas en todo momento.

A mi amor, presente incluso cuando me olvido de él.

A mi amor, que me ha enseñado mucho y me ha demostrado lo que significa «ser grandes».

A mi amor, que es la ola más hermosa y fuerte del mar en que todavía debo navegar.

A mi amor sincero, fuerte como una roca, sabio como un antiguo guerrero y hermoso como la estrella más maravillosa del cielo.

A mi amor, que ha sabido hacerme entender que la felicidad no llega un día por casualidad, sino que es un deseo conquistado que hay que defender.

A mi amor Niki.

Niki todavía la recuerda de memoria, la ha leído infinidad de ve-ces de días, de tardes y de noches Hasta desgastarla, hasta saberse al dedillo todos los párrafos, hasta llorar, sonreír y, por fin, reír de nuevo. Encontrar entre sus líneas cada instante de los momentos vividos, de esa espléndida fábula de amor que creía infinita y que de repente veía resurgir de las cenizas, recuperar la vida y la sonrisa, el sueño y la esperanza, el entusiasmo y la felicidad, hasta ese día. Sí, hacer a un lado cualquier temor y partir serena rumbo a la Isla Azul, la isla de los enamorados. Donde Alex la estaba esperando desde hacía más de veinte días.

Niki se vuelve a mirarlo por última vez. Y ahora estamos aquí, a bordo de este avión en vuelo, rumbo a Nueva York. Él y yo. Todavía juntos, pese a todos los pronósticos. Qué maravilla A treinta mil metros sobre el cielo. Sigue contemplándolo ensimismada. Con la mano apoyada en la suya, ligera, temiendo despertarlo mientras el avión prosigue su viaje a toda velocidad y los minutos transcurren silenciosos, fluyen como esos primeros rascacielos que han aparecido debajo de ellos.

Cuarenta y dos

Pietro lee el letrero distraído mientras entra. Mira a su alrededor. La verdad es que ésa sí que es una novedad. Jamás le han gustado los gimnasios y ahora va a hacer deporte. Y por si fuera poco, a ése.

Varios sofás, dos dispensadores de bebidas automáticos, integradores y snacks dietéticos. Detrás del mostrador azul, una chica vestida con un chándal blanco está comprobando algo en el ordenador. Pietro la ve y se acerca a ella.

 Buenos días.

La chica se vuelve. La chaqueta del chándal blanco tiene la cremallera bajada y deja a la vista un sujetador azul deportivo. Pietro esboza una sonrisa. Caramba. Aquí dentro no se está nada mal.

 Hola, me gustaría saber dónde hacen kickboxing. A qué hora, vaya.

 ¿Quiere inscribirse? El curso se da tres veces a la semana en dos horarios diferentes. Puede verlo aquí -y le muestra un folleto.

 No, no Tengo que saludar a una persona y creo que ahora está dando clase.

 Ah, en ese caso estará ahí, dos salas más allá -le indica la puerta.

Pietro la mira.

 La verdad es que los efectos del kickboxing son fantásticos -la escruta de arriba abajo.

Ella esboza una sonrisa y después se vuelve de nuevo hacia el ordenador.

Pietro se encoge de hombros y enfila el pasillo. Pasa por delante de unas salas con máquinas, espejos y colchonetas. Chicos y chicas que se entrenan, música acompasada o suave, según las disciplinas y los programas. Llega a la segunda habitación que hay a la derecha. Varias personas agrupadas en círculo están alzando la pierna izquierda. En el centro, un chico no demasiado alto, musculoso, de pelo ondulado y castaño, enseña a los demás el movimiento que deben hacer. Ese tipo no está nada mal, piensa Pietro. Guapetón. Mmm. Pietro observa una a una a las personas que componen el círculo. Varias chicas jóvenes, cuatro hombres y dos mujeres más mayores, bueno, tres. Y entonces la reconoce. Lleva una banda elástica de color blanco en la cabeza y el pelo peinado hacia atrás, recogido en una especie de moño. Unas mallas negras y ligeras bajo una camiseta ajustada azul claro, zapatillas de gimnasia y calcetines bajos. Susanna mantiene el equilibrio sobre la pierna derecha, en tensión, a la espera. De improviso, el instructor dice «¡Oh» y baja la pierna izquierda mientras da una patada imaginaria con la derecha. Todos, incluida Susanna, lo imitan.

 Mantened los talones ligeramente alzados y cuando deis las patadas golpead con la tibia, no con el empeine. Con la tibia se hace mucho más daño al adversario. Girad el pie que tenéis apoyado en el suelo como si fuese la punta de un compás y procurad que la cadera y el hombro del costado de la pierna que golpea sigan la trayectoria de la patada y no vayan en sentido contrario -Hace una o dos demostraciones de lo que acaba de decir.

Pietro permanece en la puerta, y cuando el instructor le dice al grupo que se ponga en fila, entra. Varias chicas lo miran y sonríen dándose codazos, como si dijeran «¿qué querrá éste?». También el instructor se vuelve y percibe una sombra. Susanna, que se ha agachado para colocarse bien un calcetín, se levanta y lo ve. No es posible.

Pietro se acerca a ella.

 Hola, cariño Tenemos que hablar

 ¿Aquí? No creo que sea el momento más adecuado, me estoy entrenando

 Ya lo veo Pero ¿qué es toda esta historia del boxeo? Que yo sepa, jamás te había interesado. Me lo dijo tu madre. Has dejado a los niños en su casa.

 Para empezar, no es boxeo, sino kickboxing, y ¿qué tiene de malo que haya dejado a los niños con mi madre? No es una asesina en serie Añado, además, que si antes había muchas cosas que me importaban un comino, ahora, en cambio

El instructor, mientras tanto, está enseñando un nuevo movimiento que el grupo debe hacer antes del combate de entrenamiento.

 ¿Preparados? Venga, empezamos ¿Todo bien por allí?

Susanna se vuelve y le sonríe.

 Por supuesto, ¡todo bien! -Después se dirige de nuevo a Pietro-: Vete. No tengo nada más que decirte.

 Pero, Susanna, venga, sal un momento para que podamos hablar sin toda esta gente alrededor.

 Te he dicho que no. Márchate. Deberías haberlo pensado antes.

 Lo entiendo, pero no creo que eso nos deba impedir hablar como personas civilizadas, ¿no? ¿Qué se supone que debo hacer si nunca contestas al teléfono?

Mientras tanto, el resto del grupo se ha detenido y ahora contemplan la escena, curiosos.

 Pietro, no creo que ¡Si no te respondo es porque no me da la gana! Un abogado tan listo como tú debería entenderlo sin problemas, ¿no te parece?

 Pero, si no hablamos, ¿cómo podremos aclarar las cosas?

 ¡Creo que todo está bastante claro ya! ¡Me has engañado y ahora pienso vivir mi vida! ¡Eso es todo!

Pietro le agarra un brazo y trata de tirar de ella.

 Susanna

No le da tiempo a acabar la frase porque Susanna le asesta un puñetazo en la cara y le da en todo el ojo, con una violencia absurda que lo tira al suelo. Todos enmudecen. El instructor se acerca a ellos corriendo. Mira a Susanna y a continuación, preocupado, a Pietro. Lo ayuda a levantarse.

 ¿Se encuentra bien? ¿Quiere un poco de hielo? El ojo está empezando a hincharse

Pietro niega con la cabeza. Se toca la cara. Ve un poco doble. Intenta volver a llamar a Susanna, que, mientras tanto, se ha alejado con una chica que trata de calmarla. Davide, el instructor, sujeta a Pietro.

 Perdone, no quiero entrometerme, pero tengo la impresión de que a la señora no le apetece mucho hablar

 Y usted qué sabrá, la conozco, usted no, es mi esposa y no la suya, siempre se comporta así, y luego

 Faltaría más, no pretendía entrometerme Venga, lo acompañaré a la enfermería, está allí, le pondremos un poco de hielo y así evitaremos que la hinchazón vaya a más. Eso lo ayudará también a calmarse. -Davide, sin dejar de sujetar a Pietro, se acerca a la puerta y se vuelve-: Y vosotros seguid con el entrenamiento -Acto seguido busca con la mirada a Susanna. Ella se da cuenta. Davide le indica con un gesto de la mano que lo espere y a continuación se aleja.

Susanna se ruboriza ligeramente. No sabe si es por la rabia que le ha hecho sentir Pietro o por la sorpresa de ver que Davide, por primera vez desde que se inscribió al curso, le ha prestado atención. Una atención especial. Más prolongada de lo habitual. Sólo a ella. Susanna se sobrepone. La chica que está a su lado le da una palmada en el hombro.

 Veo que te las arreglas con los golpes, ¿eh? ¡Lo has tirado al suelo! Pero ¿de verdad es tu marido?

 Pues sí, por desgracia. Debería haberle pegado mucho antes. Venga, hagamos un poco de calentamiento -Vuelve al centro de la sala-. A fin de cuentas, Davide volverá ahora, ¿no? -Empieza a hacer varios ejercicios de estiramiento. La chica la imita.

Una vez fuera del gimnasio, Pietro se suelta de Davide.

 ¿Seguro que está bien?

 No, pero llegaré al despacho sin dificultad.

 Hay que reconocer que su esposa es fuerte.

Pietro se vuelve de golpe y lo fulmina con la mirada.

 ¿Otra vez? Pero ¿usted qué sabe? ¿Qué pretende? No la conoce. Y, además, ¿qué quiere decir con eso de que es fuerte?

 Es verdad, no la conozco Sólo digo que es fuerte. Lo ha tirado al suelo, ¿no? Y no hace mucho que se entrena Tiene aptitudes.

Pietro se contiene. Lo mira. Decide no insistir. En parte porque el

físico del joven es imponente y no quiere acabar en el suelo por segunda vez.

 De acuerdo, me voy.

Davide se encoge de hombros y se despide de él. Luego entra en el gimnasio. Pietro se dirige a su coche, que ha aparcado a cierta distancia, casi en doble fila y en diagonal. Se aproxima y la ve. Por un instante desea que sea un folleto publicitario. Pero el color es inconfundible. Una multa de aparcamiento de color rosa. Lo sabía. Debería haberme quedado en el despacho.

Cuarenta y tres

Stu-tump. Un ruido sordo, imprevisto, el tren de aterrizaje se despliega bajo la panza del avión, las luces interiores se encienden y el comandante se dirige a los pasajeros. Alex se despierta de golpe, mira alrededor confundido, pero ve a Niki que le sonríe y se tranquiliza de inmediato. Se desentumece un poco.

 Mmm Yo también he dormido

 ¡Pues sí! ¡Un poco!

Se incorpora ligeramente y luego se arrellana en el asiento.

 ¿Dónde estamos?

 Casi hemos llegado

 ¡Entonces he dormido un montón!

Las azafatas se precipitan por el pasillo comprobando que todo esté en su sitio, que los pasajeros hayan cerrado las mesitas y colocado sus asientos en posición vertical. Aún tienen que hacer varias indicaciones.

 Perdone, debería cerrarlo. Gracias.

Alex se quita el reloj de la muñeca.

 Tenemos que cambiar la hora, son las cinco y media -Mueve la manecilla y se lo vuelve a poner. Niki lo imita.

 Bien -Alex sonríe-. Llegamos puntuales Así podremos cumplir con el programa.

 ¿Qué programa?

 He organizado varias cosas ¡Espero que te gusten!

 Dime sólo una ¿Has dejado tiempo para hacer algunas compras? Vete tú a saber cuándo volveremos a Nueva York, ¡no puedo perderme esta ocasión!

 ¡Mañana por la mañana, visita guiada, y por la tarde compras! Gap, Brooks Brothers, donde me gustaría comprar camisas con botones en las solapas del cuello. Luego quiero llevarte a Macy's, un sitio fantástico, Century 21, Bloomingdale's

 Estupendo, ¿podemos ir también a Sephora? Venden maquillajes de todo tipo.

 Pero si en Roma hay uno, en via del Corso

 ¿De verdad? ¡Nunca lo he visto!

 ¡Acaban de abrir! Viajar hasta Nueva York para comprar algo que venden debajo de tu casa ¡Ja, ja!

 No me tomes el pelo. -Niki se abalanza sobre él.

 ¡Ay, otra vez!

 Además, no sabía que íbamos a Nueva York. Debemos comprar algo para ponernos si queremos salir por la noche. Yo no he traído nada Lástima. ¡En casa tengo algunos vestidos muy monos!

 Haremos como en esa película. Saldremos a comprar ropa, ¡como en Pretty Womanl

 Dejando al margen que la película estaba ambientada en Los Ángeles, no me gustan esa clase de bromas. -Niki le pega, pero siguen tomándose el pelo.

 ¡Ay! No insinuaba nada ¡Ay! Basta, Niki Prácticamente te has pasado el viaje zurrándome. ¡No han sido las turbulencias, sino «Niki el ciclón»!

La azafata se detiene a su lado.

 Abróchense los cinturones, por favor -y se aleja sacudiendo la cabeza, pensando en la suerte que tienen, en la alegría y la felicidad que les da el amor que comparten, en que no están a bordo del avión para trabajar, como ella, sino para seguir soñando. Y se sienta de cara a los pasajeros, se abrocha el cinturón y apoya las manos sobre las piernas, elegante y tranquila, habituada a esa rutina y, sobre todo, a no tener a su hombre junto a ella.

Poco a poco, el avión va perdiendo altura y al final casi parece rozar el puente de Brooklyn y los primeros rascacielos hasta que, por

fin aterriza con un ligero salto, casi un rebote, seguido de un poderoso frenazo. En el interior de la cabina se produce un amago de aplauso que concluye casi de inmediato mientras el aparato sigue circulando por la pista de aterrizaje acompañado de los suspiros de los pasajeros más temerosos.

Alex y Niki son casi los primeros en bajar por la escalerilla central v tras superar la larga fila del control de seguridad, se unen a los restantes pasajeros que se precipitan hacia las cintas de equipaje para recoger sus maletas.

Niki mira a su alrededor.

 Tenemos que coger un taxi

Alex sonríe.

 Creo que hay -en ese preciso momento ve un cartel entre las personas que están delante de la salida: «Alex y Niki»- ¡alguien que nos espera!

 ¿Cómo, cariño? Esto no es propio de ti ¡Todo está organizado a pedir de boca!

 ¿Por qué dices eso? No confías en mí Siempre me subestimas.

Se reúnen con la persona que los está esperando, que habla perfectamente italiano.

 ¿Han tenido ustedes un buen viaje? Me llamo Fred.

 ¡Estupendo, gracias!

Alex y Niki se presentan y después lo siguen hasta la salida. Niki se inclina hacia Alex sigilosamente.

 ¿Lo conocías ya? ¿Cómo lo has encontrado?

 A través de un amigo, un famoso diseñador gráfico que se llama Mouse, Ratón, lleva algo de tiempo viviendo aquí. Él es quien me ha echado una mano, ¡dado que, según tú, soy un desastre! -sonríe Para animarla.

Niki no sabe aún cuántas sorpresas le esperan.

 Aguarden aquí un momento Vuelvo en seguida. -Fred desaparece por un instante y regresa conduciendo una limusina americana.

 Caray -Niki lo mira arqueando las cejas-. ¿Se puede saber qué

está pasando aquí? ¿Debería preocuparme? ¿Qué has organizado, Alex. ¿Me debes una disculpa por algo?

 En absoluto -Le abre la puerta antes de que Fred se apee de vehículo-. Todavía no has entendido hasta qué punto fue bien la campaña de LaLuna

Niki sube a la limusina.

 ¡Pero si de eso hace ya casi dos años!

 De ahí el nuevo refrán ¡más vale festejar tarde que nunca

Rodea el coche hasta llegar a la puerta que Fred le sostiene abierta. Éste vuelve después a su sitio frente al volante.

 ¿Los llevo al hotel?

 Por supuesto.

Fred conduce seguro por las calles neoyorquinas. Niki viaja pega da a la ventanilla. Embelesada. La ciudad pasa por delante de sus ojos y ella contempla en silencio esa película, su película. Al cabo de un rato sale de su ensimismamiento.

 No me lo puedo creer Es magnífico Demasiado bonito

 Sí Uno tiene la impresión de conocer ya todos los rincones de esta ciudad.

Niki se vuelve risueña.

 No, mucho más Te parece estar viviendo una película La nuestra -En esta ocasión no le pega, sino que se abalanza sobre él y lo besa. Luego se separa y sonríe maliciosa-. Según dicen, los vips a veces hacen el amor en esta clase de coches Los que tienen los cristales tintados, son muy largos ¿Y espaciosos?

 Pues sí

Niki vuelve a acercarse a Alex, provocativa, lo besa risueña.

 Me recuerda a esa escena de Pretty Woman.

 ¿Cuál?

 La primera, cuando ella está viendo la televisión y se ríe con una vieja película en blanco y negro, mientras se ocupa de él -Empieza a desabotonarle la camisa. Alex se echa hacia atrás, apoya la cabeza en el asiento. Niki le desabrocha otros dos botones.

Alex sonríe.

 Niki

 ¿Sí?

Él se incorpora y extiende los brazos

 Sería maravilloso, pero

 ¿Pero?

 Hemos llegado.

Niki mira afuera. Sólo en ese momento se da cuenta. Es cierto. Se apean a toda velocidad del coche, que se ha detenido delante del hotel. Están en Park Avenue. El Waldorf Astoria se recorta frente a ellos en toda su imponente altura. Niki se vuelve y mira hacia arriba. El rascacielos casi le hace sentir vértigo, pero es precioso.

 ¡Lo reconozco! Aquí rodaron esa película en la que Jennifer López interpreta a una camarera que se enamora de un político guapo y rico Venga, sí ¿Cómo se titulaba? Ah, sí, Sucedió en Manhattan.

Fred baja la ventanilla

 Pasaré a recogerlos dentro de una hora. Se acordarán, ¿verdad?

Alex está tranquilo.

 ¡Por supuesto!

Entra en el hotel con Niki de la mano. Ella brinca delante de él.

 ¿Por supuesto, qué? ¿Qué vamos a hacer?

Alex llega al mostrador de recepción.

 Good evening. Belli y Cavalli. -Entrega los pasaportes.

Un segundo después les indican el número de su habitación.

 Top floor.

 ¿Y bien? Todavía no me has dicho qué quieres hacer después.

Alex pulsa el botón del ascensor mientras Niki lo acribilla a preguntas.

 Vamos al teatro Un maravilloso espectáculo donde han eliminado la fuerza de la gravedad, Fuerzabruta. Lo representan en Union Square Es de una compañía teatral argentina, y dicen que es fantástico.

 Pero hace frío y no tenemos nada que ponernos. -Salen del ascensor y se acercan a la puerta de su habitación-. Alex, ¿me escuchas? No tengo ni un solo vestido, ¿qué hago? No puedo ir así, no has Pensado

En ese momento Alex abre la puerta. Sobre la cama hay dos espléndidos vestidos negros. Además de unos abrigos y ropa interior para los dos.

 ¡Cariño! -Niki vuelve a abalanzarse sobre él-. ¡Eres genial! -Echa un vistazo a la etiqueta-. ¿Por qué dice aquí 8?

 ¡Equivale a nuestra 38!

Niki sonríe, arrobada.

 Retiro todo lo que he dicho ¡Eres perfecto! Mejor dicho, ¡demasiado perfecto! ¿Sabes que empiezo a tener un poco de miedo?

 Tonta Venga, que tenemos poco tiempo. Voy a darme una ducha.

Alex se desnuda y entra en la cabina del gran baño de mármol de color marfil. Abre el grifo y regula la temperatura a su gusto. Un segundo después se abre la puerta. Niki se asoma risueña y después entra también ella, completamente desnuda. Lo mira maliciosa.

 Esta escena no es de Sucedió en Manhattan

Alex sonríe mientras ella se le acerca.

 Ya.

Niki le susurra al oído:

 O quizá la cortaron porque era demasiado fuerte -y, en un abrir y cerrar de ojos, cálida como el agua, comienza a deslizarse por su cuerpo.

 Pero, cariño El teatro El espectáculo

 Aquí lo tienes

Alex comprende que no hay prisa y que quizá al teatro pueda ir algún otro. De manera que se abandona a ese juego suave y sensual, delicado y provocador, mientras el agua resbala agradablemente por su piel.

Cuarenta y cuatro

Más tarde, salen relajados y sonrientes del hotel. Fred los espera delante de la entrada.

 Por favor -Les abre la puerta para que entren.

 ¿Todo en orden, Fred?

 He hecho lo que usted me sugirió, señor Belli, le he dado las entradas a mi hijo, que ha ido con su novia. Me ha llamado hace un rato. Dice que el espectáculo les ha encantado.

 Sí Qué lástima que nos lo hayamos perdido

Niki y Alex se miran risueños, pero luego Niki frunce el ceño.

 ¿Qué lástima?

 Chsss.

Fred los mira sonriente por el espejo retrovisor.

 Si lo desean, he hecho otra reserva para mañana; quedaban sólo dos entradas libres, han tenido mucha suerte.

 Pero -Alex hace un amago de decir algo, pero Fred asiente con la cabeza.

 Puede estar tranquilo Acaba a tiempo

 ¡En ese caso, de acuerdo!

Niki comprende que están tramando algo y mira a Alex con ojo escudriñador.

 Y ahora, vamos

 ¿Adónde?

 A cenar. ¡Tengo una hambre de lobo!

Después de haber dado buena cuenta de un filete acompañado de un magnífico vino italiano en Maremma, una taberna que se encuentra en Times Square y cuyo servicio es impecable, Alex y Niki van a un pequeño local del SoHo.

Niki está extasiada. Se deja guiar por él confiada y curiosa, como si fuese una pequeña Alicia en el País de las Maravillas, sólo que a ella no le esperan feas sorpresas. Descubre y se asombra con un sinfín de cosas. SoHo, el auténtico paraíso del shopping. Ha oído hablar de él y ha visto numerosas imágenes en la televisión. Las grandes cadenas comerciales: Adidas, Banana Republic, Miss Sixty, H &M y el mítico Levi's Store. Por no hablar de Prince Street con sus vestidos vintage, el glamour de las marcas, las prestigiosas boutiques, la ropa interior adecuada para cada situación y unos puestos que ofrecen de todo Además de la galería fotográfica.

 ¿Ves cuántas fotos? La idea surgió de un grupo de fotógrafos y artistas independientes en 1971. Todos los meses organizan aquí exposiciones personales ¿Y sabes por qué se llama SoHo?

 ¡No!

 El nombre deriva de las iniciales de South of Houston, porque el barrio está ubicado al sur de Houston Street.

Y luego ese local. Merc Bar, escrito en color cobre sobre ladrillos rojos. Increíble. Niki y Alex entran. Luces difusas, música a todo volumen, gente que sonríe, que brinda y que conversa. Alex lleva a Niki cogida de la mano mientras avanza entre los clientes.

 Mira, ¡es Mouse!

El joven diseñador gráfico se acerca a ellos. Sonríe. Luce una perilla al estilo de D'Artagnan, tiene una sonrisa preciosa, el pelo rizado y oscuro, y lleva una cazadora de piel, unos pantalones estrechos y unos zapatos Church's. Alex y él se abrazan.

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