Sí, sí, ya veremos Por el momento no tengo ganas de salir.
¡Pero si eso no significa que tengas que acostarte con nadie!
Justo en ese instante ve llegar a Lorenzo.
Mamá ¡Hola, Cristina! -la saluda antes de que su madre lo riña como de costumbre. Luego le sonría ella. Ambos son conscientes de que estaba a punto de cometer el consabido error.
¿Qué pasa?
¿Me das tres euros para una Coca-Cola?
No, te doy dinero si quieres, pero para comprarte un zumo que no lleve gas ni esté frío
¡De acuerdo!
¡No, repítelo! ¿Cómo tienes que pedírselo al camarero?
Uf, no sé: sin gas y que no esté muy frío.
Muy bien, aquí tienes
Lorenzo corre hacia el bar con el dinero en la mano.
¿Sabes lo que me parece terrible? -dice Cristina mirando al niño-. Que, en cualquier caso, y a pesar de que tu relación con Pietro se ha acabado, todo, todas las fatigas cotidianas del matrimonio, de todas las noches, como cocinar, lavar, planchar o hacer la cama, te compensan porque tú sigues teniendo algo. Algo muy grande: ellos dos, tus hijos -Susanna no sabe qué contestarle. Mueve apenas la boca intentando esbozar una sonrisa-. Mientras que yo tengo la impresión de haber malgastado todos estos años; cuando miro hacia atrás ni siquiera veo todas esas fatigas que acabo de mencionarte Sólo el vacío. Un fracaso espantoso, quiero decir que ni siquiera lo hemos intentado, ¿me entiendes?
Susanna ve que, a lo lejos, Lorenzo sale del bar. Lleva una pajita en la boca y sujeta una bebida con los brazos. Susanna se hace a un lado para controlarlo mejor. Lorenzo se da cuenta y escapa corriendo hacia sus amigos tratando de mantener la lata oculta. Pero basta un instante para que Susanna reconozca a la perfección el color rojo y parte de la marca: Coca-Cola.
¡Muy bien! ¡No me pidas nada más! Y si luego te duele la tripa no te atrevas a ir a mi habitación a hacerme una de tus escenas.
El niño se hace el sueco y se reúne con sus amigos sin preocuparse ya por esconder la lata de Coca-Cola.
¡Perdona, Cristina! Pero en eso ha salido a su padre ¡Se cree muy listo y luego siempre acaban pillándolo! No entiende que no sirve de nada mentir. Es decir, contar mentiras cuando no es necesario.
Creo que se trata de una enfermedad hereditaria. Bah. -Después añade, con sincera perplejidad-: No, en serio, ¡me gustaría consultar a un médico! Pero bueno, volvamos a lo tuyo, ¿cómo se lo ha tomado Flavio? ¿Cómo está?
Hemos hablado por teléfono. Parece tranquilo.
¿En serio? ¿Adónde ha ido a vivir? ¿A casa de su madre?
No, todavía no ha tenido el valor de decirle nada
En ese momento suena el teléfono de Susanna, que lo saca del bolso y mira la pantalla.
¡Vaya! Hablando del rey de Roma Es mi madre. Yo a ella se lo he contado todo, pero me da una lata -Abre el móvil-. Hola, mamá ¿qué pasa? -A continuación escucha en silencio sacudiendo la cabeza-. No, todo sigue como te he dicho, igual que ayer, y no tengo la menor intención de cambiar absolutamente nada. ¡Es una situación ridícula y no pienso seguir soportándola sólo porque a ti te moleste tener que confesar durante una cena con tus amigos que tu hija se ha separado! -Escucha y vuelve a negar con la cabeza-. No Deberías estar contenta de poder ir a esas fiestas y decir que tu hija vuelve a ser feliz. Oye, mamá, estoy con una amiga y no tengo ganas de discutir. Si quieres que te deje de vez en cuando a Lorenzo y a Carolina, me harás un favor, en caso contrario me las arreglaré sola -Susanna escucha en silencio y luego esboza una sonrisa-. Perfecto. Gracias, mamá -Cierra el teléfono-. Por fin lo ha entendido. Es dura de mollera. No acaba de entrarle en la cabeza que no quiera volver con Pietro En fin, perdona, me estabas hablando de Flavio
Sí, él, en cambio, no les ha dicho nada a sus padres
¿Lo ves? Está claro que todavía piensa que puede volver contigo Pero ¿dónde duerme ahora?
Cristina se vuelve y la mira a los ojos.
Creía que lo sabías.
No. ¿Con quién?
Está en casa de Pietro.
¡Pues vaya una solución! ¡Esos dos ni siquiera son capaces de preparar medio plato de pasta!
Sesenta y siete
¡Quema!
Antes de probarlo tienes que soplar
Soplo entonces. ¿Así?
Sí, eso es.
Pietro se saca la cuchara de la boca.
Perdona, ¿eh?, ¡pero esta salsa no sabe a nada!
Flavio le quita la cuchara de la mano, la vuelve a probar y se quema de nuevo.
¡Ay! Es verdad.
Yo añadiría un poco de vino tinto y quizá una pizca de guindilla Aceite, sal En fin, para darle más sabor.
Flavio sigue revolviendo con un cucharón demasiado grande, teniendo en cuenta que el cazo en el que están cociendo el tomate es mucho más pequeño. El fuego, por su parte, está demasiado alto.
Pero bueno, ¿me escuchas o no?
Flavio se lleva el cucharón a la boca y prueba otra vez la salsa.
Es cierto. Es insípida.
¡Ya te lo he dicho!
Oye, las pocas veces que he cocinado lo he hecho así Y, además, no podemos estar añadiendo ingredientes a tontas y a locas.
Pero ¿es que tú no observabas a Cristina en la cocina? ¿No has aprendido nada?
Pues no.
Pietro resopla y abre una botella de vino.
¡Pues estamos listos!
Cuando llegaba a casa ya lo había preparado todo.
¿Siempre?
Bueno, la verdad es que nunca entraba en la cocina para ver cómo lo hacía.
Entiendo Si me permites que te lo diga, ¡la tratabas como a una criada! Apenas dos palabras para saber qué había hecho durante el día, cómo os había ido en el trabajo, ¿no? -Querría añadir: «¡Es obvio por qué te ha plantado!», pero sabe que no es el momento.
Pietro logra descorchar la botella. Flavio lo mira preocupado.
Debería haber, ¿no? Quizá haya sido por eso.
Pietro asiente con la cabeza.
Escucha, una mujer necesita que se le dedique cierta atención. Debe sentirse importante, considerada, una princesa, ¡y eso aunque esté preparando un plato de pasta con ajo y guindilla! ¡Vaya! Ahora caigo en la cuenta, deberíamos haber cocinado eso. Era más fácil -sonríe, olfatea el vino y da un sorbo-. Mmm Bueno, estaba bromeando -Lo mira con más detenimiento-. ¿Sabes que en el fondo eres bueno? Cocinas con cierta clase, se ve por el modo en que mueves la muñeca, en que echas la sal, dejándola caer con esa gracia
Flavio lo mira receloso.
¿Te estás cachondeando de mí?
No, en absoluto, ¡sólo pretendo que te sientas como un príncipe azul! Puede que así la pasta te salga mejor ¡Baja el fuego, que se está quemando!
Flavio reduce un poco la llama. Pietro coge los platos y se acerca a él.
¿Has visto Ratatouille?
No.
Es una película de animación preciosa; en teoría es para niños, pero en mi opinión está dirigida sobre todo a los mayores, igual que el resto de los dibujos animados que están haciendo de unos años a esta parte, si lo piensas. Es la historia de un ratón al que le privan los gustos, la cocina, los sabores En cierto momento dice que la comida encuentra siempre a aquellos que disfrutan cocinando. De manera que apresúrate. ¡Como sigas así, nunca nos encontrará y nos moriremos de hambre!
Flavio sacude la cabeza.
La salsa está lista -anuncia después de ensuciar un sinfín de ollas y de recitar esperanzado alguna oración.
Pietro la prueba.
¡Me parece rica!
A continuación escurren la pasta, vuelven a meterla en la cacerola y echan la salsa por encima para saltearla.
Como te iba diciendo, ese ratón sabía elegir los ingredientes necesarios para preparar los diferentes platos. Los olfateaba y a continuación, hechizado, como si bailase al ritmo de una especie de sinfonía musical, los combinaba y los mezclaba hasta obtener un plato insuperable.
Flavio mezcla con esmero la pasta con la salsa, haciendo girar el cucharón dentro de la cacerola.
Venga, vamos a la mesa, ratoncito, que está lista.
Pietro se sienta. Flavio se acerca a él, coge una cuchara grande y empieza a servir la pasta en el plato de Pietro, a continuación en el suyo, y finalmente vierte la salsa restante sobre el plato de su amigo. Se sienta y se sirve también un poco de vino. Pietro no lo espera. Está muerto de hambre, ensarta la pasta dos o tres veces y la prueba.
Flavio lo observa mientras mastica.
¿Y bien? -Espera con curiosidad-. ¿Qué me dices?
Digo que hasta ese ratón la habría hecho mejor con los ojos cerrados. Está asquerosa. Demasiado cocida e insípida.
Pero ¿cómo es posible? ¿Acaso no era yo el príncipe azul?
Pues, ahora ni siquiera eres Gus-Gus, el ratoncito de La Cenicienta.
Flavio lo manda a hacer puñetas con un ademán, después decide probarla a su vez.
Déjame comprobar cuánto exageras -La mastica un poco y luego la escupe directamente en el plato-. ¡Madre mía! ¡Es terrible! ¡No es qué esté demasiado cocida, está blandísima! Si hay algo que no soporto es la pasta así Y por si fuera poco, hay poca salsa; no es que esté mala, pero
Pietro bebe una copa de vino tinto, la apura a toda velocidad, a continuación se sirve otra y se la bebe también.
Pero ¿qué haces? ¿Pretendes emborracharte?
Sí, bebo para olvidar el sabor de este plato. Sea como fuere, al final la salsa se ha quemado. -Abre el ordenador y empieza a teclear algo.
Flavio lo mira estupefacto.
¿Se puede saber qué haces? ¿Buscas otra receta?
No quiero ver si encuentro una de esas empresas que sirven comida a domicilio Aquí está Take away japonés -Se levanta y saca el móvil del bolsillo de la chaqueta. Luego vuelve a sentarse delante de la pantalla. Lee el número. Lo teclea-. ¿Oiga? Buenas noches, sí, querríamos pedir algo Sí, sushi y sashimi ¿Tú también quieres, Flavio?
Sí, sí, todo lo que pidas tú -Sigue escuchando lo que dice su amigo, su entusiasmo y su vitalidad.
¡Tienen que darnos bien de comer, estrenamos soltería! -Tapa el micrófono con la mano-. Es una mujer. No sabes qué voz tan sensual tiene Me atrae la idea de una oriental, ¿y a ti?
Flavio niega con la cabeza. Pietro abre los brazos.
Vaya por Dios ¡Pues a mí la idea me gusta! -Vuelve a hablar por el teléfono-: Sí, añada un plato de buen arroz blanco -Mira de reojo a Flavio-. Y procure que no llegue demasiado cocido.
Flavio se sirve de beber y permanece desconsolado sobre el sofá mirando a Pietro, que, con su absurdo entusiasmo, trata de ligar con una mujer por teléfono.
¿Cómo ha dicho que se llama? No, el restaurante no. Me refiero a usted ¿Cómo se llama? Fu Tan Chi Ah, perdone, Fu Dam Chi. Ah, no. ¿Tuta Chi? Está bien Da igual Flavio piensa en Cristina. ¿Qué estará haciendo? ¿Con quién? Pero no siente celos. Se la imagina deambulando por la casa, preparando algo de comer, como siempre ha hecho para él, todas las noches, cuando volvía, incluso tarde. Y ese caldo, ese simple, tonto y a veces insípido caldo, de repente le parece el mejor plato que ha comido en su vida. Evoca el pasado. Cristina. Cristina que se ríe. Cristina que se emociona al acabar una película. Cristina que duerme. Cristina que desayuna todavía medio dormida. Cristina haciendo el amor. Aquella noche a orillas del mar, después de haber bebido, aquel paseo, aquella playa y aquella luna escondida. El silencio, aquella noche la playa estaba desierta. ¿Dónde estábamos? En España. En Ibiza. No, ¡eso fue un año después! Estábamos en Grecia. Y recuerda todos los movimientos, las sensaciones, ese juego de luces, la penumbra entre las rocas Esa mujer abandonada entre sus brazos, debajo de él, esa pasión que pasa por encima de todo, como si se tratara de una hambre repentina que no se puede controlar y que impide ver lo que hay fuera. Y, como si fuera víctima de un arrebato, Flavio se vuelve a ver allí, viviendo esa pasión que ahora le resulta nítida e intensa, de una belleza casi molesta. Escruta excitado en el vacío, en la oscuridad de la noche, y oye una vez más el eco remoto de aquellos suspiros, la respiración entrecortada del deseo y la espléndida hambre de amor. Lo invade una tristeza inesperada que lo transporta muy lejos.
He pedido de todo ¿eh?, también para ti.
Sí, sí, gracias
Flavio se levanta, se dirige a su dormitorio, cierra la puerta y se echa sobre la cama sin descalzarse siquiera. No me lo puedo creer. No puede ser. No puede acabar así. ¿Cómo es posible que no me haya dado cuenta? Aunque quizá lo sabía ya pero no quería verlo. Y como por encanto, sin razón o motivo alguno, le viene a la mente esa canción: «Sin ti. Sin raíces ya. Tantos días en el bolsillo para gastar.» Esos días de pronto le parecen más inútiles que nunca. Se pregunta si podría haber hecho algo. Y de nuevo esta vez el recuerdo de esa canción parece brindarle la respuesta. «Pero yo estaba cansado y apático, no había solución, he hecho bien» Inesperadamente le entran ganas de sonreír como un estúpido. He hecho bien. Pero ¿qué estoy diciendo? Yo no he tomado esta decisión. Ha sido ella, Cristina. ¿Qué será lo que, de repente, la ha empujado a hacerlo? Siempre hay algo, alguien, un hecho, una historia, una película o un momento que determinan lo que sucederá después, lo que decidimos al cabo de una hora, de un día, de una semana o de un mes. Un detonante, el valor de alguien que se hace tuyo, que te muestra lo que no querías ver y te arrastra por un nuevo camino. ¿Qué ha sido para ti, Cristina? ¿Qué te ha movido a dar ese paso? Una nueva canción en la mente. «Un paso hacia atrás v yo sé ya que estoy equivocado, pero me faltan las palabras capaces de mover el sol. Un paso hacia adelante y el cielo es azul y el resto deja de pesar como esas palabras tuyas que mueven el sol.» Un paso atrás Negramaro. A ella le gustan mucho. A veces me hablaba de ellos, de una de sus letras, de una frase que le había impresionado en particular, pero como yo no los soporto no tardaba en interrumpirla y en cambiar de tema Qué estúpido. A saber cuántas veces lo habré hecho, incluso con otros asuntos más importantes. Pero no me daba cuenta. Siempre te he querido. ¿Cómo es posible perder el amor de esa manera? Se esfuerza en entender, en recordar alguna de las frases de una canción que haya sido el detonante Sin embargo, se da cuenta de que no lo sabe, de que nunca lo sabrá. Hablaron durante toda la noche, él intentó convencerla por todos los medios. Nada. No hubo nada que hacer. De manera que Flavio se vuelve hacia el otro lado, encoge las piernas y se hace un ovillo como si necesitara protección. Esa canción de Battisti sigue rondando por su cabeza. «Me siento como un saco vacío, como algo abandonado.» Y entonces se siente más solo que nunca, tiene la impresión de haberlo perdido todo, de no tener apoyos, realidad, existencia, casa, despacho, trabajo, como si estuviese en medio del mar y fuese un náufrago de sí mismo. Le da un ataque de pánico, se queda sin aliento, jadea, el corazón le late con un nuevo ritmo, irregular durante unos segundos. Taquicardia. Terror. Intenta sacar el móvil del bolsillo. No lo logra, se queda enganchado en el borde, pero al final lo consigue, lo abre y busca el nombre. Cristina. Pero de nuevo esa canción se abate sobre él. Esta vez parece severa, dura y determinada. Da la impresión de que grita en su interior: «¡Orgullo y dignidad! Lejos del teléfono» De manera que lo cierra. Y, poco a poco, la respiración vuelve a ser normal y lenta. «Espera al menos un instante Si no Ya se sabe», prosiguen las notas. Esboza una sonrisa. Sí. Tienes razón, Lucio. Vuelve a meterse el teléfono en el bolsillo mientras Pietro llama a la puerta.
Eh, ¿estás ahí? ¿Todo bien? Ha llegado la comida japonesa. Yo estoy a punto de empezar a comer.
Está bien, voy en seguida
Flavio sale poco después de su habitación, se dirige al cuarto de baño, se lava la cara, se la seca, se sienta delante de Pietro y se pone también él a comer.
Está rico aunque la tempura no es nada del otro mundo.
Flavio sonríe.
Tengo la impresión de que al menos uno de los dos debería aprender a cocinar como es debido.
Ya -Pietro sonríe mientras se seca la boca-. ¿Recuerdas La extraña pareja?
Sí, es genial.
Pues bien, yo haré de Walter Matthau, el tipo que siempre está rodeado de un montón de mujeres y que incluso te las procura si quieres, y tú harás de Jack Lemmon, el que sabe cocinar
Me parece bien. -Flavio prueba otro pedazo de salmón-. Esto, en cualquier caso siempre podemos seguir con el japonés: ¡el sashimi es fresquísimo y está delicioso!
Pietro sonríe.
Sí, pero tenemos que encontrar otro. ¡La chica oriental que lo trajo era fea como un demonio!
Sesenta y ocho
Ha pasado cierto tiempo. Es la noche de San Valentín. La noche del amor, pero también de la diversión, de la música, de las palabras y de los eventos. Una noche artística. La noche de las grandes mentes.
Hola, Alex, ¿por qué no me contestabas? -Niki se tapa la otra oreja para poder oír mejor su respuesta. En la sala reina una gran confusión.
Perdona Estamos cenando con el director y los demás, he puesto el teléfono en modo de vibración, y además lo he metido en la chaqueta que estaba sobre la silla, no lo he oído
Eh, demasiadas explicaciones ¡Y precisamente hoy, que es San Valentín! A pesar de que, de todas formas, no habría querido celebrarlo porque me gusta ir contracorriente, tú exageras ¡y me preocupo!
Alex se levanta de la mesa.
Perdonad -Acto seguido se aparta y se dirige hacia un rincón del local donde poder hablar con más tranquilidad-. Escucha, cariño, ¿cómo puedes decir esas cosas? ¿Estás loca? Cómo se te ocurre -Le gustaría añadir: «¡Después de lo que te he pedido! ¿Te das cuenta? ¡Te he pedido que te cases conmigo, cariño!», pero prefiere escuchar la respuesta de Niki.
¿Y eso qué tiene que ver? ¡Siempre hay que pensar mal! Nunca hay que acomodarse En cualquier caso, me gustaría saber dónde estás y qué haces.
Alex suelta una carcajada.
¡Vaya, veo que eres una dictadora! Así me das miedo
Sí, sí -Niki ríe al otro lado de la línea-. Pero tú, respóndeme
Estoy en el Duke's de viale Parioli. Me acompañan Soldini, Ales-sia el director y su esposa y una nueva ayudante
Ah Me contaste que Soldini y Alessia estaban juntos y que eran felices, ¿me equivoco?
Sí -Alex está preocupado porque sabe de antemano adonde quiere ir a parar-. El director y su esposa, sean cuales sean sus sentimientos, son, de todas formas, el director y su esposa, ¿de acuerdo?
También eso es correcto.
Sólo me falta entender quién es esa nueva ayudante.
Pues no La verdad es que no hay mucho que entender Debemos encargarnos de un nuevo trabajo; por primera vez nos ocuparemos directamente de la parte productiva, y ella tiene experiencia en ese sentido.
En pocas palabras, que es competente.
Mucho
¿Y guapa?
Alex cierra los ojos y aprieta los dientes, sabía que esa pregunta llegaría tarde o temprano.
Sí Tiene buen tipo. -En momentos como ése hay que optar por la mejor solución, por la respuesta más rápida e inmediata para no caer en la trampa de la sensibilidad femenina, esa capacidad única que poseen las mujeres para entenderlo todo al vuelo y captar hasta el menor matiz, en particular los que uno pensaba que no estaba revelando.
Tipazo, ¿eh? Ya entiendo. Es un bombón.
Yo sólo he dicho que tiene buen tipo.
¡Sí, buen tipo!
¿Se puede saber qué has entendido?
Vaya, ¿de manera que tengo razón, Alex? ¿Por qué no me lo has dicho en seguida?
No, cariño, te equivocas, pero si estoy bromeando Oye, yo te digo que tiene buen tipo, puede que luego alguno la encuentre incluso guapa Pero, en lo que a mí concierne, hemos hablado ya demasiado de ella.
Hum, no me convences.
Me gustaría estar ahí contigo -sonríe-. ¿Eso te convence?
Niki también sonríe.
Un poco más, aunque no del todo.
Te quiero.
Bueno, eso es hablar más claro Me convence por completo. Lamento que no puedas pasar por aquí. Será algo bonito. Vendrá ese que sale siempre en la televisión, Renato Materia, para leer sus proclamas.
Ah, ahora ya sé quién es, ese que finge ser de izquierdas.
¿Por qué dices que finge serlo?
Porque lo llamamos para un anuncio de una ONG cuya recaudación estaba destinada a beneficencia y él pidió una tarifa altísima. Cuando le ofrecimos un poco menos, lo rechazó Quedaba fuera de cualquier parámetro.
Bueno Es una lástima, porque parece una persona genuina.
Claro Sin afeitar, suéter de cuello alto sin nada debajo Todo para salir en televisión, donde asegura ser el portavoz del pueblo, saber escuchar su rabia y otras cosas por el estilo Pero prueba a hacerle sacar la cartera por una causa justa y verás cómo se hace el sordo. Todos son iguales. ¿Sabes cuántos nombres podría darte? Aunque, tarde o temprano saldrán a la luz.
Está bien, adiós, cariño. ¡Te dejo con tu cena!
Muy bien, hasta luego, diviértete.
Tú también.
Alex vuelve a la mesa.
Perdonad.
¿Era Niki?
La esposa del director lo mira de soslayo. Alex desdobla su servilleta y se la coloca sobre el regazo.
Sí.
El director prosigue, impertérrito.
¡Los preparativos están al rojo vivo!
¿Los preparativos para qué? -esta vez, la esposa del director no parece despechada, sino sólo curiosa.
¿Puedo? -el director mira a Alex.
Claro -y le gustaría añadir: «¡Si ya lo has dicho, no veo cómo puedo detenerte!»
¡Alex se casa!
¡Caramba! ¡Pero eso es fantástico! ¡Genial! -Soldini le estrecha la mano-. ¡Lo vuestro es una historia de cuento de hadas!
Gracias, gracias -Alex está ligeramente cohibido.
Su mirada se cruza con la de Raffaella, la ayudante. La joven del «buen tipo» parece sinceramente contenta.
Felicidades -dice-. Es la chica de La Luna, ¿verdad?
Sí
Es guapísima. Me alegro por los dos. El director recupera el mando de la situación. -Bueno, sugiero que pidamos la comida, así podremos hablar un poco sobre nuestro proyecto, ¿os parece bien?
Y todos abren casi automáticamente la carta y empiezan a elegir los platos curiosos e indecisos, recordando lo que han tomado a la hora de la comida y procurando no excederse con las calorías. ¿Mejor un entrante y un segundo o un primero con guarnición? ¡En cualquier caso, el postre no me lo quita nadie!
Mmm, qué rico, ¡pato con arándanos!
¿Qué son los paccheri?
Es un tipo de pasta, como macarrones pero más grandes.
Ah, gracias.
Mientras siguen decidiendo curiosos e indecisos, Raffaella observa a Alex desde detrás del menú mientras una serie de ideas pasan por su mente. Él no se percata. Raffaella sonríe y hace una simple consideración final: sí, pero todavía no se ha casado. De manera que cierra el menú, particularmente satisfecha.
Yo ya he elegido.
¿Qué vas a tomar?
Y mientras alguien le pregunta por los platos que piensa pedir, Alex finge también interés. En realidad sabe de sobra que ella lo está mirando. No hay remedio, algunos juegos son claros de inmediato. Queda, sin embargo, por determinar si se trata de un mero deseo de jugar o si la apuesta es demasiado alta.
Espaguetis Norma para empezar
Mmm, ¡parecen deliciosos! Tomate, ricotta salada y berenjenas
¿No serán un poco pesados?
Raffaella se encoge de hombros.
Pero me gustan demasiado ¡Me arriesgaré! -Mira de nuevo a Alex, que, en esta ocasión, no consigue evitar su mirada.
Ah, no, yo pediré algo más ligero Directamente un segundo. Un filete con un poco de ensalada He engordado unos kilos
Raffaella sonríe sin añadir nada más. Después enrojece a su pesar, pero por suerte nadie se da cuenta. Se le acaba de ocurrir una idea para hacerle adelgazar.
Sesenta y nueve
El móvil de Cristina suena. Tras enrollarse una toalla alrededor de la cabeza, se precipita hacia la sala, donde lo ha dejado.
¡Dígame!
Hola, ¿dónde estabas?
Hola, Susanna, estaba en la ducha, pero había terminado ya. Me ha dado tiempo a contestar.
¡Menos mal! Oye, quería hacerte una propuesta Esta noche es San Valentín.
Cristina se frota el pelo, que gotea sobre la alfombra.
Lo sé.
La verdad es que las dos rompimos poco antes de la fiesta, ¿eh?
Sí, por lo visto no tenemos nada que celebrar.
Eso lo dices tú, tesoro. Te estoy llamando por eso mismo. ¡Salgamos juntas las dos, venga! Vayamos a cenar a alguna parte y relajémonos; Le dejaré los niños a mi madre.
Sí, genial Menuda diversión, ver a todas esas parejas pasándoselo en grande. Además, estaba a punto de cenar, de ponerme el pijama y ver una película.
Menudo plan. Venga, ¿lo celebramos como solteras o no?
¡Pero si mañana es San Faustino, el patrón!
Bueno, lo peor que nos puede pasar es que crean que somos pareja. ¡Como nos ha ido mal con los hombres, ahora nos dedicamos a las mujeres!
Cristina esboza una sonrisa. Hay que reconocer que Susanna es fuerte.
Pero estará ya todo reservado, seguro
¡Y qué más da! Salgamos sin rumbo fijo, empecemos con un aperitivo. Venga, dentro de una hora paso por tu casa. Y ponte guapa ¿eh? No quiero verte en chándal o desaliñada, sino vestida con lo mejor que tienes y bien maquillada. -Cuelga sin darle tiempo a contestar.
Cristina mira el móvil y sacude la cabeza. Luego se encamina hacia su dormitorio y abre el armario. Echa un vistazo a los vestidos. Elige dos o tres. Se percata de que hace mucho que no se los pone. A Flavio le gustaba el negro. Cristina se lo apoya encima del cuerpo y se mira al espejo. Acto seguido lo suelta y coge otro de color lila con unas diminutas flores blancas y los puños un poco fruncidos. Un poco más alegre. Con las botas beis debajo quedará muy bien. Acaba de secarse. Se viste y después se pone un poco de rimel, sombra de ojos lila y brillo de labios. Ya está. Se mira en el espejo. Sí, esta noche quiero relajarme como sea.
Setenta
La música enloquece en un rincón de la sala. Algunos bailan. Unos chicos sentados en el pasillo charlan, se ríen, beben cerveza, uno se lía un cigarrillo con tabaco de picadura, otro que se encuentra un poco más apartado está encendiendo uno de efectos especiales.
En la gran aula hay algunos sentados sobre los escalones o sobre los pupitres, otros, más cumplidores o, cuando menos, más puntuales, han tomado ya asiento en las sillas. La puerta que se encuentra al fondo de la sala, en el centro de la pequeña grada de asientos, se abre de repente y sale Renato Materia, el joven y robusto artista de izquierdas, según asegura al menos en la octavilla que ha pasado de mano en mano por todas las universidades. Se hace con el micrófono de cable que está apoyado sobre el escritorio del profesor y empieza a rapear sin más preámbulos. Se mueve agitando tan sólo la cabeza, de vez en cuando se detiene y alza un brazo con el puño cerrado, como si pretendiera subrayar la fuerza de su convicción personal.
Mentirosos y ladrones, falsos políticos, gurús fanáticos, alejaos de este mundo y sacad las manos de nuestro círculo. Nosotros somos los de la sustancia, los que odian la simple apariencia, los que hablan al salir de la estancia y no se apagan en la indiferencia. Nosotros somos los que estamos dentro y a los que las palabras les suponen un tormento, somos los que siempre se divierten y jamás se avergüenzan de decir basta. Mentirosos y ladrones, falsos políticos, gurús fanáticos, mejor enamoraos e id a ese bonito puente, encadenaos con un candado y bañaos con la llave Un buen salto desde la barandilla. ¡Y nosotros seremos libres! ¡Libres! ¡Volveremos a ser libres, libres!
Entonces, en el fondo del aula, un megáfono aparece de la nada y se eleva con firmeza la voz de Adriano Mei, uno de los más radicales.
¡Sí, libres de ti!
Es la señal, el grito de guerra.
¡Al ataque!
De todos los rincones de la sala empiezan a llover hortalizas: tomates, apio, toda clase de verduras podridas. Adriano Mei sigue con su personalísima lucha sin soltar el megáfono.
¡Payaso, mentiroso, falso artista de izquierdas! Eres un vendido No apoyaste una iniciativa de beneficencia porque querías más dinero. Eres un puerco, un hijo del sistema Aféitate esa barba, déjate crecer otra cosa, que te reconozcan, no te escondas, maldito impostor.
Y así, alegres y divertidos, siguen acribillando al pobre Renato Materia con cualquier tipo de producto agrícola hasta que, arrojado con gran precisión y fuerza, un huevo le da en plena frente, le estalla en la cara y lo obliga a hacer una retirada vergonzosa.
¡Cabrón! ¡Cabrón! ¡Cabrón! -El grupo que está bajo las órdenes de Adriano Mei sigue ensalzándolo y finalmente inicia una especie de carga que obliga a Materia a huir a la habitación que está al fondo del pasillo.
Su pseudoagente, Aldo Lanni, está hablando en esos momentos con una chica muy atractiva.
Puedo buscarte algo importante en televisión: tenemos un montón de contactos
¿En serio? Me encantaría.
En ese caso dame tu número de teléfono y te llamaré.
Justo en ese momento se abre la puerta y Materia sale en estampida cubierto de verduras apestosas y de huevos podridos.
Pero ¿qué te han hecho?
¡Ensaladilla rusa, eso es lo que me han hecho! Me han cubierto de porquería y si me pillan hasta serían capaces de pegarme ¡Vayámonos, de prisa!
A Aldo Lanni no le da tiempo a anotar el número de la potencial soubrette.