Alex, pero ¿qué estás haciendo? -Pietro se asoma de nuevo a la cocina-. ¿Sigues con el teléfono? ¡Venga! Que sepas que esta fiesta es en tu honor Diviértete esta noche, ¡a saber cuándo podrás concederte otra vez libertades de este tipo!
Alex sonríe, sale de la cocina y de inmediato se une a la conga de colores, que no se ha detenido en ningún momento. Enrico le hace sitio, lo deja pasar delante de él.
¡Ven, vamos!
La fiesta prosigue. También Flavio, que está sentado en el sofá, parece alegre, charla con una brasileña intentando enseñarle varias palabras en italiano que ella da la impresión que no acaba de captar.
Tú, pájara de mucho cuidado.
¿Qué quieres decir? ¿Que te gusto?
No, que eres una listilla.
¿Listilla?
¡Astuta! -Flavio se lleva el pulgar al pómulo y simula hacer un corte hacia abajo-. Que vas directa al grano, ¿entiendes?
¡No! -La brasileña se levanta, se pone a bailar y exhibe sus atributos moviéndose con un ritmo perfecto-. Directa, no. ¡Yo, toda curvas!
Alex sacude la cabeza y admira las caderas suaves y sin un gramo de grasa de la guapísima venezolana, que se vuelve y le sonríe. Sí, reconozco que es guapa, es mi fiesta y quiero divertirme, pero ¿y Niki-Valentina? ¿Quién es capaz de olvidarla? Dé manera que sigue bailando alegre y sereno, consciente de que su verdadero sueño prohibido lo espera en casa.
Setenta y cuatro
Olly llega con unos minutos de retraso. Las puertas de cristal se abren, las chicas de la recepción la saludan. Sube de dos en dos los peldaños de la escalinata del vestíbulo, recorre un largo pasillo y entra en el departamento de Marketing. Saluda a los compañeros que ya están trabajando. Se encamina hacia su escritorio y se sienta. Exhala un largo suspiro. Mira por la ventana. El cielo está ligeramente nublado. pero todavía no llueve. Y quizá no lo haga. Olly enciende su móvil. Hoy debe acabar de ordenar uno de los archivos de direcciones para la nueva campaña publicitaria. Se trata de un simple trabajo de archivo por orden alfabético; además, debe añadir varios nombres nuevos. Resopla y abre el Excel. En ese momento entra Simone. La vesentada a la mesa. Se atusa el pelo, se ajusta las gafas y se aproxima a ella.
Hola, ¿cómo va?
No va
Eh, lo sé Vamos, llevas más de un mes aquí, y si Eddy no te ha echado ya es porque tiene una buena opinión de ti
Pues menudo consuelo. Jamás me dirige la palabra, dentro de un mes se acaban las prácticas y yo no he aprendido nada sobre diseño de moda
Bueno, ya sabes lo que dicen, ¿no? Para aprender a escribir basta calzarse un par de zapatos y echar a andar Significa que se empieza desde muy lejos
¿Se puede saber dónde has oído eso? -Olly sigue tecleando sin mirar a Simone. Se percata de que ha sido brusca con él y alza la mirada-. Perdona, no estoy enfadada contigo, es que todo me sale mal. Incluso en el amor.
Simone la mira y opta por no profundizar. La ve rara.
¿Cómo van tus diseños? -le pregunta en cambio.
Bueno, soy la única que los mira, nadie les presta la menor atención. Los guardo todavía en el cajón
Enséñame los últimos, venga.
Olly ladea la cabeza desganada. Resopla.
No, mejor no
Venga, no te hagas de rogar -Simone rodea la mesa y abre el cajón.
No, vamos -Olly intenta detenerlo, pero Simone es más rápido. Coge la carpeta y la abre. Le echa un vistazo.
¡Son preciosos, Olly!
Eres el único que lo dice.
No, soy objetivo, confía en mí
Ella lo mira sonriente. La verdad es que este chico es tierno. Hace lo que puede para ser amable conmigo, pero yo estoy fatal. No dejo de pensar en Giampi. No ha vuelto a dar señales de vida. No responde los sms ni los e-mails. También me ignora en Facebook y, cuando coincidimos en el chat, se desconecta de inmediato. Por si fuera poco, en su perfil ha escrito: «Decepcionado del amor.» Fantástico. Me siento fatal.
¿Te apetece un café, Olly? No importa que hayas llegado tarde, cinco minutos más o menos Venga, bajemos
Simone la lleva cogida de la mano. Salen de la habitación. Llegan al vestíbulo, entran en el bar y ponen dos monodosis de café en la máquina. Esperan unos segundos y después retiran de debajo del aparato los vasitos de papel. Cogen unos sobrecitos de azúcar moreno y dos cucharillas.
Hablo en serio, Olly, debes creer un poco más en tu trabajo.
Ella da el primer sorbo y a continuación sopla para enfriar un poco el café.
Eres demasiado bueno. Eddy, la única persona que cuenta aquí, primero dijo que eran dignos de un niño de guardería y, después, de uno de segundo de primaria.
¿Lo ves? ¡Eso significa que ya has dado un paso adelante! Ahora debemos de estar, como poco, en primero de secundaria.
Simone apura el café de un sorbo. Deja tan sólo un poco de azúcar en el fondo y lo recoge con la cucharilla.
Eres un tipo optimista, ¿eh? Desde ese día no ha vuelto a decirme nada Ni siquiera recuerda que existo
Simone la escruta. Se mete en la boca la cucharilla con el azúcar. Yo sí que recuerdo que existes. Eres preciosa. Me pregunto, sin embargo, si eres consciente. Si te importa. Si sabes que me gustas. Olly se vuelve de golpe y ve que él la mira pasmado. Simone se sobresalta. El azúcar se le atraganta y tose.
Olly esboza una sonrisa.
Venga, ahora volvamos arriba De lo contrario, Eddy me echará a la calle en menos que canta un gallo
Tiran los vasitos a la basura y suben de nuevo la escalinata del vestíbulo. Cuando entra en su despacho Olly se lleva un susto de muerte. Eddy está sentado a su escritorio. Simone la mira y le guiña un ojo. A continuación los deja solos. Olly traga saliva y se acerca a la mesa.
Ya veo que haces lo que te da la gana, ¿eh? Pausa para tomar un café a las nueve y media. Ni siquiera has empezado a trabajar y ya te ausentas. Y, por si fuera poco, esta mañana has llegado tarde.
Olly tiembla. Pero ¿qué pasa? ¿Tiene espías por todas partes? En cualquier caso mantiene la calma. Eddy se levanta y se dirige a otra chica. Le dice algo sobre el trabajo. Después mira de nuevo a Olly antes de salir.
La verdad es que haces menos que nada. Ni siquiera serías capaz de diseñar, no sé, tres modelos con sus correspondientes telas. No obstante, por lo visto es lo que quieres hacer Bah -Se marcha.
Olly asiente sin pronunciar palabra y lo contempla mientras se aleja. Pero ¿qué le he hecho yo a ese tipo?
Setenta y cinco
Pietro hojea rápidamente el periódico con la mano izquierda mientras bebe un capuchino con la derecha. De repente repara en una noticia y sacude la cabeza poco convencido. No es cierto. Qué estafadores, el cincuenta por ciento de las noticias que aparecen en los diarios son falsas. Habría que verificarlas. Al fondo de la sala se abre la puerta del dormitorio de Flavio, que sale con el pelo enmarañado y con la parte de arriba del pijama del revés.
Madre mía, qué noche
Habla con propiedad -Pietro apura su capuchino-. Madre mía ¡Vaya polvo! ¿O no?
Sí Increíble. -Flavio sigue atontado pero risueño, se sienta orgulloso a la mesa y se sirve un poco de café en una taza-. Apenas me lo podía creer, menuda fiera, me ha puesto en un aprieto, la verdad Jamás me lo habría imaginado, ¡ha sido una noche realmente increíble!
Pietro se pone la chaqueta.
Eso espero porque, con lo que me ha costado, sólo habría faltado que después no estuvieses contento
¿De quién hablas? ¿De la brasileña?
Por supuesto, esas dos cuestan quinientos euros la noche, ¿qué te crees, coño? ¡Ella y la venezolana! Quería que Alex y tú quedarais contentos. Tú necesitabas recuperar un poco de autoestima, tranquilidad y sobre todo ¡desahogarte! Él, bueno, era su fiesta Mejor dicho, ¡más que una fiesta era su sacrificio! ¡En fin, que le correspondía una acompañante con cualidades especiales!
En ese momento Pietro se percata de que Flavio se ha quedado con la boca abierta.
Perdona, ¿pensabas que habíais ligado con una chica normal? Pero si se veía a la legua, sólo la manera de bailar ¿No viste cómo te metía las tetas en la cara y movía el culo? Por favor De infarto
Pues sí, de hecho Bueno -Flavio intenta sobreponerse-. Yo creí En fin. Como se hacía la estrecha
¡Evidentemente! Es su trabajo. ¡El hombre debe creer que es siempre el depredador!
Flavio da un sorbo a su capuchino. Sigue dándole vueltas a lo que ha pasado.
¿Y las demás?
No, ésas eran simplemente chicas imagen. Ciento cincuenta euros.
Ah, simplemente También ellas bailaban bien.
Sí, de maravilla. Bueno, me voy a trabajar, colega. En cualquier caso, estoy feliz, la noche no podría haber ido mejor.
Flavio cae de repente en la cuenta.
Pero ¿qué hicieron Enrico y Alex?
Pietro se pone el abrigo.
Imagínate A esas alturas estabas ya borracho y no te diste cuenta de nada. Enrico sintió una repentina nostalgia de Ingrid
¿A pesar de esa canguro, Anna, que, según dice, es una maravilla?
Sí, no pudo resistirlo y puso pies en polvorosa Samantha, una de las chicas imagen, había concluido el tiempo que debía pasar con nosotros y le pidió que la llevase, pero él se negó.
¡No!
Sí, tuve que llamar a un taxi.
Flavio sacude la cabeza y muerde un trozo de croissant.
Está fatal ¿Y Alex?
Pietro esboza una sonrisa.
La venezolana ¿Te diste cuenta de lo guapa que era?
Sí, Monica Belluci a su lado es un adefesio.
Bueno, me gustaría contarte lo que vi hacer a Alex, pero soy un señor.
¡No! ¿Y eso desde cuándo?
Pietro asiente con la cabeza.
Soy un truhán, soy un señor -Se dirige en silencio hacia la puerta de entrada-. Sólo te diré una cosa: mientras tú dormías, la oí gritar -y sale dejando a Flavio patidifuso.
Increíble. Quién me lo iba a decir. Alex la ha hecho gritar, uno nunca sabe qué puede esperar de la gente. Crees que son de una manera pero luego siempre te sorprenden. Justo en ese momento se abre la puerta de la calle y Pietro vuelve a entrar.
Ah, lo de Alex era una broma, ¿eh? ¡Aunque ojalá cayera en la trampa! Ése está completamente enamorado y cree que incluso yendo de putas engaña a Niki.
Ah -Flavio se siente más relajado-. ¿Entonces?
¡Pues que no hizo nada!
¿Y malgastaste quinientos euros?
¿Yo? ¿Estás loco? ¡Al final le dije que yo también me caso el mes que viene! A ver quién es el tonto que deja escapar a una como ésa
¡Alex!
Pues sí -Pietro cierra la puerta y luego grita desde fuera-: ¡Ah, acuérdate de hacer la compra!
Flavio coge un folio y empieza a escribir de inmediato todo lo que hace falta para la casa. Pasta, agua, servilletas, vasos, vino tinto, blanco, champán, champán como el de anoche. Se detiene, se mete el bolígrafo en la boca y se queda absorto contemplando la sala. La verdad es que Jacqueline, la brasileña, estaba cañón La recuerda ensimismado. Rememora como flashes los diferentes momentos de la noche, la luna, su cuerpo oscuro entre las sábanas blancas, y todas las cosas que le dije, palabras de amor, palabras dulces, las palabras de un borracho. Quién sabe, quizá se reía para sus adentros. Quiero decir que le habían pagado, de manera que toda esa cháchara estaba de más. Podría haber dicho la gilipollez más grande y ella le habría prestado igualmente atención. Y yo que pensaba ya mandarle flores con una nota Palabras de amor. «En la oscuridad de la noche, una única sonrisa: la tuya.» Tenía unos dientes perfectos. De repente lo invade un sentimiento de vacío, una tristeza infinita, un malestar existencial. y piensa en ella. En Cristina, en su esposa, en su vida, en su trayectoria juntos, en su deseo de construir y, sobre todo, en la belleza de sentirse enamorados. Y, de pronto, ese loft le parece completamente vacío y nunca como en ese momento considera atinada esa frase. Se la dijo su padre antes de casarse: «Habrá días en que no tendrás ganas, en que deberás esforzarte incluso para hacer el amor con tu esposa Pero llegará un momento en que lo vuestro te parecerá tan importante que el resto se desvanecerá. ¿Sabes cuándo tuvo lugar ese momento en mi caso? Cuando naciste tú.» En ese instante Flavio entiende otra cosa. Que crecer es muy doloroso.
Setenta y seis
La sala de espera está bien iluminada. Una emisora de radio pincha melodías de siempre a un agradable volumen, que no molesta. Colores cálidos y relajantes. En una de las paredes hay colgada una imagen cómica: unos patos retratados en diferentes escenas. Uno corre vestido con un chándal, otro levanta unas pesas, otro cocina una tarta. Las sillas son cómodas, robustas y están tapizadas.
Una señora hojea aburrida un periódico. Se detiene en una fotografía grande de moda, observa a la modelo y hace una ligera mueca. Después pasa la página y lee. Una pareja de unos treinta años cogida de la mano bromea en voz baja sobre algo que ha sucedido por la mañana en una tienda. Bajo el abrigo de ella se adivina una prominente tripa. Parecen felices. Una joven, sola, escribe nerviosa un sms. Después espera unos instantes a recibir la respuesta. La lee. Pone los ojos en blanco aún más crispada. Otra mujer está sentada junto a un niño de unos cuatro años que juega con un muñeco mientras la acribilla a preguntas. Ella le responde con paciencia y dulzura.
Diletta balancea arriba y abajo los pies. Filippo está en silencio. Mira alrededor. Esa pareja, a saber quiénes son. ¿Estarán casados? ¿Estarán bien? Después piensa en ellos dos. Somos muy jóvenes. Todavía no me lo puedo creer. Si la ginecóloga nos lo confirma, ¿qué hacemos? Sigue dándole vueltas a esas ideas, que, sin lugar a dudas, lo superan. Se retuerce las manos y entrelaza los dedos.
Diletta respira profundamente. Mira al niño rechoncho, cómico, rubio y curioso. Una vida en crecimiento. Se toca el vientre de manera imperceptible, como si de un acto reflejo se tratara. De improviso se siente ligera. Emocionada. Tiene miedo, sí, pero esa espera no deja de ser también una sensación agradable. Aunque no se lo dice a Filippo. Sabe de sobra hasta qué punto está turbado. Mucho.
¿Adeli?
Una voz saca a Diletta y a Filippo de su ensimismamiento.
Sí, somos nosotros.
Se levantan a la vez y entran en la consulta de la ginecóloga.
Buenos días. Poneos cómodos. -La doctora Rossi parece una persona amable. Es una mujer de unos cuarenta años, delgada, con una melena larga que le roza los hombros, lisa y de color castaño claro. Lleva gafas. Tiene una mirada bondadosa y sonríe de manera tranquilizadora-. Vosotros diréis
Diletta y Filippo miran alrededor. En las paredes hay varios pósteres con imágenes ilustrativas de las distintas fases del embarazo o del ciclo menstrual. El sol del atardecer ilumina la gran planta que hay junto a la puerta acristalada. Sobre el escritorio, un marco contiene la fotografía de dos niños risueños en una playa. Quizá sean los hijos de la doctora.
Diletta hace acopio de valor.
Sí, bueno, pues que anoche hicimos dos test de embarazo y -La doctora Rossi la mira impasible, coge una carpeta nueva del mueble que hay a sus espaldas y escribe el nombre de Diletta. A continuación la abre y anota algo. Diletta busca con la mirada a Filippo y a continuación prosigue, titubeante-: Los dos dieron positivo, vimos dos rayitas oscuras, pero no sabemos si
La doctora sigue escribiendo. A continuación alza la cabeza y mira primero a Diletta y después a Filippo.
Ya me imagino. ¿Cuántos días de retraso?
Dos semanas.
Muy bien. Queréis saber si el resultado es fiable. Habéis hecho bien en venir. En efecto, es mejor hacer un examen más detallado. Para empezar, una ecografía transvaginal nos dará ya una mayor certeza Y después hay que hacer una beta-hCG, es decir, un análisis de sangre. ¿De acuerdo? -habla en tono tranquilo. Esos dos chicos son muy jóvenes y sabe que están asustados. Diletta se da cuenta y le sonríe.
Está bien -responde mirando a Filippo, que asiente con la cabeza.
Lo observa por unos segundos. Tiene la cara un poco pálida. A saber en qué estará pensando. No ha abierto la boca desde anoche.
Filippo escruta la pantalla que hay encendida a cierta distancia, junto a la camilla. En su fuero interno espera que borre de un plumazo todos sus temores.
¿Necesitas ir al baño? -le pregunta la doctora a Diletta.
No, no, estoy bien. He ido antes, mientras esperaba.
Perfecto. La transvaginal debe hacerse con la vejiga vacía.
¿Mi novio debe salir? Me gustaría que se quedara
Como él prefiera, a mí me da igual
Las dos mujeres se vuelven hacia Filippo, que, avergonzado, asiente con la cabeza.
No, no, yo también me quedo -dice, y permanece sentado.
La ginecóloga invita a Diletta a desnudarse y luego le pide que se tumbe en la camilla. Le habla para tranquilizarla, bromea también un poco diciendo que hacen muy buena pareja. Diletta se relaja y deja que la examine. La doctora se pone manos a la obra. Se lava las manos y se pone unos guantes blancos de látex. Filippo la observa y siente que la cabeza empieza a darle vueltas. La doctora Rossi introduce la sonda cubierta de una funda blanda y gel de ultrasonido. Mientras tanto le va explicando todo a Diletta con palabras sencillas, intentando confortarla.
Si te hago daño, dímelo, iré despacio. Ahora empezamos a observar el útero y los ovarios. Puedes verlos conmigo en la pantalla -Diletta asiente con la cabeza, nota una ligera molestia, aunque nada que no pueda soportar. La doctora es afable. A continuación ladea un poco la cabeza hacia el vídeo, que muestra una especie de media luna rayada-. ¿Te habías visto alguna vez así? Impresionante, ¿verdad? -sonríe.
Diletta niega con la cabeza y sigue escuchándola atentamente sin dejar de mirarla.
Este tipo de ecografía nos permite ver la cavidad uterina, aquí está -Sigue moviendo poco a poco la sonda para explorarlo todo. De improviso se detiene-. Pues bien, chicos -Filippo se levanta de la silla y se acerca a ellas. Prueba a comprender esas imágenes disgregadas que se mueven por la pantalla-. Aquí tenéis la bolsa gestacional. Ahora tiene casi un centímetro de diámetro y crecerá durante los próximos días
Pero ¿eso qué quiere decir? -pregunta Filippo, ligeramente asustado.
Que tu novia está en estado interesante -contesta la doctora mirando risueña a Diletta-. En cualquier caso, todavía te quedan varias semanas para decidir si quieres tenerlo o no Ahora hablaremos. -Filippo y Diletta se miran atemorizados-. Puedes bajar ya y vestirte.
Diletta obedece. Filippo vuelve a sentarse un poco aturdido y en silencio. Estado interesante ¿Por qué lo llamarán así? ¿Para quién lo es? Para mí no, desde luego. A mí me interesan otras cosas. Correr por el parque. Las carreras. Algunos exámenes de arquitectura. Mis CD. Todas las películas de Tom Cruise. La tarta de chocolate con coco. Hacer el amor con Diletta. Pero esto, no. Esto me asusta.
Diletta se sienta a su lado. Le roza el brazo. Él se vuelve intentando sonreírle.
La doctora Rossi los mira con dulzura.
Veo que os sorprende Lo entiendo. Sea como sea, no dramaticemos. Por el momento os sugiero que habléis con vuestros padres porque, aunque seáis mayores de edad, sois en cualquier caso muy jóvenes y, por tanto, es mejor ser sinceros y compartir con ellos este momento. Luego, como os decía antes, podéis decidir serenamente qué queréis hacer Os aconsejo que vayáis a un consultorio donde unos expertos escucharán vuestras dudas, los eventuales temores que podáis tener, y os darán algunas indicaciones útiles Podéis ir con toda tranquilidad. Es muy importante, tan importante como hablar con las Personas que os quieren
¿Se refiere a una posible interrupción? -interviene Filippo.
Al oír esa palabra, Diletta se vuelve de golpe y lo mira con aire interrogativo. La doctora Rossi se percata.
Sí, es una de las posibilidades. Pero antes de tomar una decisión debéis reflexionar con detenimiento. Desahogaos y no os ocultéis nada de lo que podáis sentir No es momento de tomarse las cosas a broma. Probad a imaginar los posibles escenarios, las consecuencias de vuestras respectivas decisiones para los dos, y discutidlo La decisión sólo viene después. Escuchad lo que os dice vuestro corazón y no perdáis la lucidez. Se lo digo a todos, no os preocupéis. El embarazo es un momento importante a cualquier edad.
Diletta sigue sin dar crédito.
Pero, doctora, ¿puedo volver a su consulta? No tengo ginecóloga. Sólo conozco a mi médico de familia. Y usted me gusta
La doctora Rossi sonríe.
¡Gracias! Está bien, si queréis, sí, por supuesto En ese caso te anoto para el análisis de sangre y completo tu historial. Cuando me traigas los resultados puedes contarme cómo han ido los primeros días después de la noticia, ¿eh?
Sí
Muy bien. Dime tus datos para que los escriba aquí
Mientras Diletta contesta, Filippo permanece sentado a su lado, inmóvil y en silencio. No sabe qué hacer. Pensar. Diletta le ha pedido a la doctora si puede hacerle ella el seguimiento. Diletta lo mira enojada cuando se habla de aborto. La ginecóloga habla de todo como si fuese la cosa más natural del mundo. ¿Y yo? ¿Qué pinto yo en todo esto? ¿Lo habéis pensado? Que alguien pare este tren, que yo me bajo. Quiero volver a esa noche y cambiarlo todo. ¿Por qué se me ocurriría dar una vuelta tan larga para enseñarle a Diletta ese arco? ¿No podría haberme limitado a acompañarla a casa? De ahora en adelante llevaré por lo menos diez preservativos en la guantera. Quiero escapar. Me gustaría despertarme mañana por la mañana y descubrir que todo ha sido una pesadilla. Que Diletta tiene la regla, que todo vuelve a ser como siempre, y que yo no estoy a punto de convertirme en ¡padre! ¡Padre! ¡Socorro! Un niño entre mis brazos. Mi hijo. Le vienen a la mente las escenas más absurdas. Tres hombres y un bebé. La pusieron en televisión la otra noche. Incluso le hizo reír. Pe-ter, un arquitecto, Michael, un dibujante de cómics y diseñador de muñecos, y Jack, un ex publicista y actor, se encuentran una mañana una cuna en la puerta de su casa. Dentro está Mary, una niña recién nacida. Qué escenas. Cuando la cambian o intentan darle de comer Filippo empieza a temblar un poco. Jadea y el corazón le late a mil por hora.
¿Verdad, Filippo?
Al oír su nombre, se agita.
¿Eh? ¿Qué pasa?
¿No me has oído? Decía que volveremos a la consulta de la doctora dentro de una semana con los resultados de la beta-hCG. ¿Te parece bien?
Ah, sí, claro.
Diletta, es importante que sepas que desde ahora, desde las primeras semanas, el sistema hormonal sufre alteraciones para proteger el embarazo. Te sentirás distinta, por ejemplo, un poco atontada, tendrás náuseas, quizá no te apetezcan algunas comidas o no soportes ciertos olores. En cualquier caso, todo eso es normal y no debes preocuparte.
Diletta asiente con la cabeza. Parece como suspendida. Escucha las palabras y las entiende, pero sin acabar de darse cuenta del todo. Se vuelve hacia Filippo. Lo ve desencajado.
Muy bien, chicos. Os dejo mi tarjeta. Volveremos a vernos dentro de una semana, a las seis de la tarde. Os espero. Y, os lo ruego, mantened la calma. ¿De acuerdo?
Diletta y Filippo se levantan.
Sí, gracias, doctora Nos vemos dentro de siete días.
La doctora Rossi los acompaña a la puerta. Los observa mientras salen silenciosos y luego vuelve a su consulta. Se sienta un momento a su escritorio antes de llamar al próximo paciente. Coge el auricular. Mira la fotografía. Las dos sonrisas retratadas la saludan desde allí, felices, en esa playa de Fregene. Sacude levemente la cabeza. Un recuerdo fugaz atraviesa su mente. Retrocede en el tiempo y, de repente, la cuenta atrás se detiene. Ve a una chica de diecinueve años, guapa, resuelta y segura de sí misma. Rodeada de amigos y risueña. Una noche equivocada. O quizá sólo arriesgada. Alguien a quien amar. Una noche exclusivamente suya. Y a continuación, una encrucijada. El miedo. La soledad. Y una decisión. Esa decisión. Drástica. Que tomó con determinación después de pasar varias noches de llantos e incertidumbres. Y sin alguien con quien compartirla. Guardar apariencias. Y después la clínica. Esas horas. Todo salió a pedir de boca. Como si fuera una menudencia.
La doctora Rossi vuelve a mirar la fotografía tras verse catapultada de nuevo al presente. Dos rostros. Sus hijos, que nacieron hace apenas unos años. Y un tercero, mayor, al que sólo puede imaginar, recordar en ocasiones, un secreto a sus espaldas, una época remota en que ella era una muchacha frágil que se rindió al silencio y al temor. Coloca de nuevo el marco sobre el cristal de la mesa. Se levanta del escritorio, se dirige hacia la puerta y la abre.
El siguiente. Constantini, por favor
Setenta y siete
El vestíbulo está lleno de gente. La música es bailable y suena a un volumen que permite la conversación. Unas guapas modelos van de un lado a otro sonrientes, con una copa en la mano. Unos hombres vestidos de sport o con trajes elegantes conversan con ellas. La fiesta que la casa de modas celebra todos los años para agasajar a los distribuidores, a los proveedores y a los clientes, así como para hacer negocios, es todo un éxito. Se respira elegancia por todas partes. Olly ha invitado también a las Olas. Sólo falta Diletta, que se sentía un poco cansada. Erica está charlando animadamente con Tiziano y sonríe. Niki está sentada en uno de los dos sofás blancos de la entrada, mientras dos atractivos jóvenes, quizá modelos, la rodean intentando arrancarle una sonrisa. Olly, por su parte, corre de un lado a otro junto a una tipa larguirucha que trabaja en el departamento de Marketing.
¡Tenemos que coger más catálogos, se han acabado!
Sí, están ahí ¡Vamos!
¡Cuánta gente guapa! ¡Jamás había estado en una fiesta como ésta!
El mundo de la moda es así-responde la otra chica-. Organizamos una todos los años y otras dos en locales importantes de Roma y de Milán.
¡Qué guay! -Sí. Ah, y si sobran vestidos del muestrario a veces nos los regalan -¿De verdad? ¡No te creo! -Sí, los reparten entre los empleados.
Ah -Olly hace una mueca y sigue a la chica.
Entran en una habitación y cogen los catálogos.
¡Hola!
Olly se vuelve y ve a Simone.
¡Hola! ¿Por qué no estás abajo?
Acabo de subir. Me he cansado de estar ahí ¿Qué hacéis?
Hemos venido a coger más catálogos. Ten, ayúdanos -le responde de inmediato la otra chica.
Simone obedece y, pasados unos instantes, los tres se encuentran de nuevo abajo, distribuyendo los catálogos sobre las mesas de cristal para que las espléndidas modelos los repartan después risueñas a los invitados con un pequeño regalo: un llavero con la marca.
¡Voy un momento al baño, chicos!
Está bien, Olly, te esperamos en el bufet.
Simone se aleja con la otra chica a buscar algo de beber.
Olly se abre paso entre la gente con educación y paciencia. Todos bailan, hablan, sonríen y muestran lo mejor de sí mismos.
Qué maravilla
Olly nota que alguien le aferra un brazo. Se vuelve. Un chico guapísimo con el pelo largo y escalado y un mechón sobre los ojos la mira. Olly ve que lleva colgada al cuello una Nikon D3 profesional. La reconoce porque la vio un día en eBay, cuando buscaba una buena cámara fotográfica. Cuesta al menos cuatro mil euros.
Perdona pero tengo que
Quiero sacarte una fotografía Eres guapísima ¿Eres modelo?
Olly sonríe. Es encantador.
No, trabajo aquí, pero no soy modelo.
Lástima, deberías -La mira intensamente. Olly se ruboriza un poco-. Oye, arriba hay una terraza preciosa Por favor, me gustaría hacerte unas fotografías. Venga, será sólo un momento Ah, lo olvidaba, me llamo Christian Chris para ti.
Olly reflexiona por unos segundos. Christian. Claro. Chris. Es un fotógrafo famoso de Roma, joven y trepa. Desde que trabaja allí ha visto alguna de sus imágenes. La música sigue animando el ambiente. La gente parece divertirse. Olly lo mira de nuevo.
Me llamo Olly
Un nombre precioso, como tú
Le coge la mano. Mientras pasan junto a un camarero que lleva una bandeja con copas de champán, Olly coge una al vuelo y se la bebe de un trago. Chris se echa a reír. Una modelo altísima pasa por delante de Tiziano, que la mira con la boca abierta y traga saliva. Erica le da un golpe en el hombro.