Sí, ¡y así luego hasta puedes confesarte si quieres! En cualquier caso, no confíes en que yo elija todo lo que me proponen tus hermanas, ¿eh? Algunas cosas no me gustan y, en mi opinión, deberían ser distintas.
Sí, lo sé, ya me lo han dicho.
Niki se vuelve de golpe.
¿Has hablado con ellas?
Alex abre los brazos en ademán de disculpa.
Claro que sí, ¿qué quieres que haga? ¿Que no les conteste? ¡Me llamaron!
Niki parece algo irritada.
Faltaría más
¡Son mis hermanas, Niki!
¿Y qué te dijeron?
Que todo va a pedir de boca, que será maravilloso, que nuestra madre se quedará asombrada -Después decide añadir algo de su propia cosecha-: ¡Y que tienes muy buen gusto!
Sí -Niki se vuelve entornando los ojos-. Eso no lo han dicho.
Alex sabe que Niki pilla al vuelo las mentiras.
Bueno, no de esa forma, pero me lo dijeron.
Niki echa a andar de nuevo apretando el paso.
Lo sabía.
Alex corre detrás de ella.
Me lo dieron a entender
¿Qué dijeron exactamente?
Que el fotógrafo te pareció bien.
Sí, eso es cierto.
Niki recuerda la anécdota de la décima fotografía y esboza una sonrisa. Luego le viene a la mente el folleto que ha enseñado a sus padres y el precio: seis mil euros. Ellos no se han reído tanto.
Aquí es, hemos llegado, debería ser aquí dentro -Niki se detiene y llama a la puerta.
Adelante -una voz profunda y cálida los invita a entrar. Niki abre la puerta y se encuentra con el semblante afable de un hombre con entradas en la frente y el pelo entrecano-. Pasad, por favor. Sentaos ahí, os hemos reservado un sitio.
Perdonen
Niki y Alex entran en la habitación poco menos que deslizándose, intentando pasar desapercibidos ante el grupo de doce parejas que han acudido allí por la misma razón que ellos.
Veamos, estaba explicando la importancia de este cursillo prematrimonial.
El cura sonríe a los recién llegados.
El matrimonio es una fantasía, un sueño, pero también puede convertirse en una pesadilla. -Entonces, el hombre afable, de unos cincuenta años, risueño, amable y tranquilizador cambia repentinamente de expresión-. Al Señor no le gusta que le tomen el pelo De manera que si habéis venido para contentar a vuestros padres, para guardar las apariencias en esta estúpida sociedad, las convenciones que uno acepta una vez superada cierta edad -Al decir esto el sacerdote mira a un hombre de unos cuarenta años y acto seguido observa a Alex. Niki se da cuenta y esboza una sonrisa, está a punto de echarse a reír. Es la primera vez que le sucede desde hace al menos una semana. El cura prosigue-: Por lo que a mí respecta podéis incluso cambiar de idea; a fin de cuentas, será sólo cuestión de tiempo. El matrimonio es un sacramento importante que hay que vivir con sinceridad y con serenidad, no podéis engañaros, tarde o temprano deberéis miraros al espejo de vuestra alma Y entonces lloraréis, sinceros y culpables de vuestra decisión, una decisión que nadie, ni ahora ni nunca, os obliga a tomar. ¡Nuestro Señor os ama aunque estéis solteros y no os caséis!
Sergio, un macarra con el cuello de la camisa levantado, las cejas espesas, un grueso collar de acero que resalta llamativo en su pecho cubierto de vello, el pelo hirsuto y lleno de gel, mastica un chicle con la boca abierta y mira alrededor visiblemente irritado.
El cura se enardece.
No debéis tener miedo, si no estáis convencidos, decididos y felices de dar este paso, y, sobre todo, enamorados, no sólo de vuestra futura esposa, sino también de la idea del matrimonio. En ese caso es mejor que renunciéis a él No os caséis, os lo ruego. Incluso aunque hayáis elegido ya algunas cosas, aunque os hayáis expuesto No lo hagáis.
El sacerdote guarda silencio y escruta a las parejas que tiene delante de él. Sergio y su novia Fabiola, con el pelo a mechas y unos pendientes de aro; Alex y Niki, con la diferencia de edad que los separa; y después otra pareja particularmente cómica, ya que él es alto, delgado y con la nariz aguileña, y ella, en cambio, es achaparrada, con las mejillas abultadas, la boca con la forma de una pequeña rosa y los ojos grandes y azules. Otras dos parejas: en la primera él es serio, lleva gafas y tiene el pelo corto y canoso, mientras que ella tiene un semblante alegre y unos ojos oscuros y rebosantes de vida; en la segunda él es rechoncho y jovial en tanto que ella es delgada, enjuta y severa, lleva el pelo recogido y tiene una boca prominente con unos dientes grandes, como de caballo. Casi sería natural intercambiar a los integrantes de estas dos últimas, de manera que, al menos para quien las mira, pareciesen compatibles.
El cura exhala un suspiro antes de continuar.
Bien. ¿Qué hay más hermoso que una elección de amor? Os lo preguntaré al principio de todas las reuniones; a los que no les apetezca pueden marcharse ya
Sergio mira por última vez alrededor y luego, sin dejar de masticar el chicle con la boca abierta, se levanta, echa una última ojeada a Fabiola, a continuación al resto del grupo y, sin pronunciar palabra pero balanceando los hombros con aire arrogante, se mete las manos en los bolsillos y se dirige hacia la puerta.
El sacerdote mira a Fabiola apenas su novio la cierra.
Es mejor ahora que cualquier otro día, por muy lejos que esté. Si se ha marchado así, ha demostrado tener valor en este momento de sinceridad.
Fabiola asiente, pero agacha la cabeza y una lágrima silenciosa se desliza por su mejilla. Acto seguido se levanta y el cura la acompaña a la salida mientras le acaricia el pelo.
Tus padres lo entenderán Vete a casa y procura descansar un poco.
Ella asiente de nuevo con la cabeza y sale sorbiendo por la nariz.
Niki se vuelve hacia Alex.
No me hagas una cosa así. Me moriría.
Alex apoya una mano sobre la suya.
No sería capaz, cariño. Tomar una decisión tan importante delante de todos sin haber hablado antes contigo, sin haberte dicho algo No podría. Además, yo no necesito las palabras de un cura para decidir lo que quiero hacer con mi vida. Estoy aquí porque quiero Nada más.
El sacerdote se da cuenta de que Alex y Niki están hablando en voz baja.
¿Todo bien por ahí? ¿También vosotros tenéis algo que decir?
Alex sonríe.
No, no, todo en orden. Hablábamos de otra cosa.
Y todos los que están alrededor, el resto de las parejas, se vuelven hacia ellos y después se miran a los ojos intentando adivinar quién seguirá en esa habitación antes de que finalice el curso. De manera que, cada uno de ellos empieza a apostar en silencio por una pareja u otra.
Bueno, Sergio y Fabiola nos han dejado. Quizá se reconcilien, aunque también cabe la posibilidad de que no sea así. Eso querría decir que, en cualquier caso, éste no era su momento, el momento para la vida en pareja, para compartir un camino. Quizá se reencuentren más adelante, cuando estén más serenos y determinados a ir hasta el final -El cura recorre con la mirada el grupo de parejas, una a una, de izquierda a derecha, lentamente, sonriendo-. Antes de que finalice este curso, alguno más de vosotros nos dejará
Varios de ellos se miran, algunas mujeres sonríen cohibidas mirando fugazmente a sus futuros maridos como si les dijesen: «No se refiere a nosotros, ¿verdad, cariño?»
Don Mario prosigue.
La belleza de la pareja se encuentra en el mantenimiento de la individualidad de cada uno, en el pensamiento personal Quizá, sin que lo sepáis, el otro está pensando ya en esa eventualidad
Uno de los jóvenes se mete la mano en el bolsillo buscando en ese gesto de conjuro un apoyo inútil. El sacerdote se da cuenta y esboza una sonrisa.
Y hasta puede que nunca lleguéis a saberlo, ese momento pasará y todo seguirá hacia adelante hasta llegar a la boda, y después de ella Con gran serenidad. Éstos son los misterios de la pareja. Debéis respetar el espacio y los silencios de la otra persona. -Se sienta detrás de una mesa y se relaja-. Pensad que, una vez, de treinta parejas que querían casarse al final sólo quedaron dos.
Don Mario -interviene Pier, un joven y futuro esposo con el pelo largo y cara risueña-. ¿No será que nos pone demasiado a prueba? Quiero decir, que usted casi parece un saboteador de matrimonios Todos se echan a reír.
Nosotros estamos seguros y decididos a dar este paso ¡Pero el que no tenga miedo de fracasar está loco! Perdone, pero si usted no nos echa una mano ¿Sabe lo que me dicen a mí todas las noches? ¿Estás seguro? ¿No irás a hacer una gilipollez? ¿Lo has pensado bien? Oh, yo estaría seguro -Pier se aproxima a su chica y le da la mano-, pero si me hacen sentir toda esa angustia constantemente, finalmente acabaré derrumbándome. ¡Me agotan, la verdad!
Todos se miran sonrientes. Esa divertida intervención ha aplacado un poco la tensión que había generado la salida de Sergio y el llanto silencioso de Fabiola.
Alex se vuelve aliviado hacia Niki.
No te desanimes, ¿eh?
Niki asiente con la cabeza.
Sí, sí, claro. -Luego esboza una tímida sonrisa.
Alex se da cuenta.
Eh, nada de bromas, ¿eh?
Sí, pero tú no te separes de mi lado.
Alex le aprieta con fuerza la mano.
¿Y quién te deja?
Don Mario se apoya en la mesa y comienza de nuevo a hablar.
Gibrán escribió: «Nacisteis juntos y juntos permaneceréis para siempre. Estaréis juntos cuando las alas blancas de la muerte dispersen vuestros días. Y también en la memoria silenciosa de Dios estaréis]untos. Pero dejad que los vientos del cielo libren sus danzas entre vosotros. Amaos con devoción, pero no hagáis del amor una atadura. Que sea, más bien, un mar que se mueve entre las orillas de vuestras almas. Llenaos el uno al otro vuestras copas, pero no bebáis de la misma. Compartid vuestro pan pero no comáis del mismo trozo. Cantad y bailad juntos y estad alegres, pero que cada uno de vosotros sea independiente.» Aunque a veces: «El amor gusta más que el matrimonio por la misma razón que las novelas gustan más que los libros de historia», como dice Nicolas Chamfort. No obstante, vosotros debéis amar la historia. La historia es duradera. Antes de que se concrete esa gran decisión habrá muchas cosas que intentarán echarla por tierra. No cedáis. Reflexionad, tomad una decisión y mantenedla. Mientras seguís hacia adelante pensaréis que casi parece una broma del destino, pero a medida que os vayáis acercando al día de la boda y que las tentaciones vayan aumentando
Niki alza de golpe la cabeza con los ojos algo entornados. Parece que esa última frase le ha impresionado particularmente. La escucha con atención, la memoriza e intenta comprender su significado. Como si supiese de antemano que a ella le va a suceder algo por el estilo. Y su instinto, naturalmente, no se equivoca.
Ciento siete
Suena el timbre. Cristina va a abrir. Cuando lo hace aparece delante de ella un precioso y abigarrado ramo de flores. Enorme. Unas espléndidas rosas rojas combinadas con florecitas verdes y blancas, y varios tipos de hojas. Todo envuelto en un delicado papel con un gran lazo de seda. Cristina se queda boquiabierta. Detrás del ramo asoma el repartidor, que la saluda con cara de aburrimiento.
Buenos días, señora. ¿Es usted Cristina Bertelli?
A Cristina le produce cierta impresión que se dirijan a ella por su apellido de soltera.
Sí
Es para usted -el repartidor le tiende el ramo.
Cristina lo coge.
Espere
Entra por un momento en casa. Coge varias monedas de un cestito que hay sobre una repisa y se las da al chico. Él le da las gracias y se marcha.
Cristina cierra la puerta. Mira el ramo. Busca una tarjeta. La encuentra y la abre: «Gracias por las emociones que me regalaste anoche ¿Te gustaría volver a salir conmigo? Si aceptas me harás muy feliz.»
Cristina pone los ojos en blanco y corre a coger el móvil. Busca apresuradamente el número en la agenda. Aquí está. Tecla verde. Tono de llamada. Varios de ellos.
Dígame
Hola, Susanna ¿Se puede saber qué has hecho? -se lo pregunta en tono enojado.
¿Qué he hecho? -Susanna se ha quedado estupefacta.
¡Venga! ¡¿Le has dado a Mattia mi dirección?!
¡Sí! ¿Y qué?
¿Cómo que y qué? ¡Cómo has podido hacer una cosa así! ¡Ahora sabe dónde vivo! ¡Incluso le has dicho mi apellido! A saber qué pensará
Oh, calma, calma ¿Qué quieres que piense? ¡No es un psicópata! Anoche te divertiste, tú misma me lo dijiste, hablasteis todo el tiempo, y hoy en el gimnasio Davide me ha dicho que a Mattia le gustaría volver a verte, sólo que tú no le habías dado tu dirección ¡De manera que lo he hecho yo!
¡Ah, muy bien! ¿Y si yo no quería?
¿Por qué? ¿Quieres decir que no te gustó?
¡Sí, ¿pero eso qué tiene que ver?!
¡Ya lo creo que tiene que ver! Te ha gustado, así que no le des tantas vueltas y disfruta el momento. ¡Hablamos! -Susanna cuelga el teléfono.
Cristina contempla pasmada el aparato. ¡Mira ésta! Le da mi dirección al primero que pasa sin que yo me entere. Coge un jarrón de cristal, lo llena de agua, quita el papel del ramo y lo coloca dentro con esmero. Hay que reconocer que es precioso, ha sido muy amable. Hacía mucho tiempo que nadie me regalaba flores. Y yo en seguida he pensado mal. Sin disfrutar del momento, como dice Susanna. Es cierto. Me he convertido en una persona seca y desconfiada. Hace algunos años, un gesto como éste me habría hecho enloquecer de alegría. Vuelve a leer la tarjeta. Biiip. El móvil. Un sms. Cristina lo abre. Es de Susanna: «Dado que te has enfadado tanto, te diré otra cosa: ¡le he dado también tu número de móvil!»
Cristina no se lo puede creer. ¡Está como una cabra! Antes de que pueda seguir pensando, suena el teléfono. Un número desconocido. Cristina responde.
¿Hola? -Es una cálida voz masculina. La reconoce. Es Mattia. No es posible.
Ah Hola
Hola, Cristina, ¿has recibido mi regalo?
Sí, es precioso, gracias.
¿Sabes? No acababa de decidirme con las flores Hablé mucho con la florista, le describí tu belleza, le dije que eres simpática, y al final me dijo que las rosas rojas eran perfectas -Después bromea-: Cada una de ellas parecía hablarme de ti.
Cristina se echa a reír y siguen charlando un poco.
Venga, ya que nos divertimos tanto, paso a recogerte dentro de un rato y salimos juntos. Pero esta vez los dos solos, ¿eh?
Cristina vacila por unos instantes, pero luego recuerda las palabras de Susanna: «Disfruta el momento.»
Está bien, te espero. ¿Te parece bien dentro de una hora? Tú eliges el sitio
Perfecto. ¡Hasta luego!
Cristina cuelga. Se precipita hacia el cuarto de baño, se ducha y a continuación se arregla sin pasar por alto ni un solo detalle. Se pinta las uñas, se pone un par de preciosas medias de liga, un conjunto de ropa interior muy mono y, encima, un vestido negro. Empieza a peinarse. Llaman a la puerta. Cristina corre a abrir.
Llegas antes de tiempo
Cristina no se lo puede creer. Flavio está frente a ella. La encuentra guapa, bien vestida, lista para salir. A continuación mira a sus espaldas y ve el ramo de flores en el jarrón. Y de repente lo entiende. Querría decirle algo. Que está preciosa. Que es una lástima que rompan así. Que quizá Y mil cosas más* Siente miedo de volver a perderla. Más aún. No sabe quién le ha mandado esas flores. Si la quiere. Si ella lo quiere a él. Además, ¿con qué derecho te lo pregunto? ¿Qué nos une en el fondo? Ni siquiera tenemos hijos en común. No es como en el caso de Pietro. De manera que, sin decir nada, la mira por última vez a los ojos, sacude la cabeza y se va.
Ciento ocho
¿Estás lista?
Niki se mira al espejo. Le entran ganas de echarse a llorar. No le gusta nada ese vestido de novia, y ya es el décimo que se prueba.
Venga, Niki Sal del probador para que podamos verte
Genial, ahora se entromete incluso su madre. ¡Como si no bastase con esas dos! Hoy ha querido acompañarlas y la carga es aún más insoportable.
¡Voy en seguida!
Niki se pone la diadema en el pelo y deja caer el velo hacia adelante. Si tengo que hacer las pruebas, al menos las hago bien. De manera que coge el ramo compuesto de rosas blancas y de unas delicadas florecitas malvas y abre la puerta del probador. Simona está sentada entre Margherita y Claudia esperándola con impaciencia. Cuando la ve salir no puede por menos que llevarse las manos a la boca.
Oooh Mi hija, mi hija se casa -dice, como si sólo en ese momento se diese cuenta por primera vez, quizá debido a la belleza única y absoluta del vestido. De repente se echa a llorar-. ¡Estás guapísima, cariño!
¡Pero qué dices, mamá! ¡Con este vestido parezco una mujer del siglo XIX! Mira qué mangas, mira cómo se hinchan en los hombros, y el escote bordado ¡Ni hablar! ¡Creía que aquí encontraría algo más moderno!
Simona sacude la cabeza sin apartar las manos de la boca; tiene los ojos anegados en lágrimas, que, indecisas, no acaban de decidirse a resbalar por sus mejillas.
Estás preciosa
Pero ¿es que sólo sabes decir eso, mamá? ¡Mira cómo me queda
la cintura! ¡No es mi estilo! ¡No es lo que quiero!
Margherita y Claudia se miran sorprendidas.
Lo siento, pero nosotras estamos de acuerdo con tu madre
Sí, sí -corrobora Claudia.
¡Del todo de acuerdo! Quizá porque no puedes verte desde fuera, pero es como dice ella. Estás guapísima
Margherita se echa a reír y remacha añadiendo un nuevo argumento:
¡Si Alex pudiese verte ahora, se casaría contigo dos veces!
El problema es que quien se casa soy yo, y una sola vez. ¡Espero! De manera que este vestido no me gusta en absoluto, es el peor de todos, al menos los otros eran menos
¿Menos? -pregunta Margherita.
Menos -Niki no atina con la palabra, pero la dueña de la tienda, Gisella Bruni, le echa un cable.
Abultados.
¡Eso es! -Niki sonríe aliviada-. Sí, menos abultados.
Gisella coge del brazo a Niki.
Ven conmigo, vamos a buscar otras soluciones -y se la lleva robándosela a las hermanas de Alex y a Simona, su madre, pero dedicándoles una sonrisa y un guiño antes de salir, como si les dijese: «No se preocupen, sólo está un poco nerviosa y estresada»-. Ven conmigo, querida, yo te encontraré el vestido que te conviene.
Margherita, Claudia y Simona se miran y exhalan un suspiro de alivio. Simona se enjuga las lágrimas con el pañuelo que acaba de pasarle Margherita.
¡Estaba tan guapa con ése!
Claudia le sonríe.
No se preocupe. Gisella tiene mil recursos. Tarde o temprano encontrará el más adecuado.
Margherita interviene:
Niki es tan mona que poco importa el vestido que se ponga, estará bien de cualquier manera.
Simona se siente halagada.
Sí Gracias.
Claudia se sirve un poco de té.
Es la verdad. ¿Le apetece un poco, señora?
Sí, gracias -Claudia le sirve en otra taza-. El problema es que tiene que gustarle a ella, porque a veces, si no te encuentras bien contigo misma, quiero decir, con el vestido que has elegido, acabas agobiándote en la velada o la fiesta a la que vas ¡Piensas que te ves horrible y estás incómoda todo el tiempo!
Margherita se encoge de hombros riéndose.
Recuerdo cuando me preparaba para mi boda estaba tan histérica que lloraba cada dos minutos.
Claudia sacude la cabeza.
¡Yo todas las noches les decía a mis padres que había cambiado de idea! Los estresé de tal manera que ¡casi los mando al manicomio! Figúrese que, cuando al final me casé, se fueron de viaje ¡a hacer una cura antiestrés!
Sí -Simona las sorprende-. ¡Yo también estaba nerviosa a más no poder antes de mi boda! ¡Pensaba que me volvería loca! Me pasaba las noches paseando por la terraza, no conseguía conciliar el sueño y, además, todos aquellos con los que me encontraba, desde el día en que mi marido me pidió que nos casásemos hasta que por fin lo hicimos, me parecían potenciales novios, hombres, amantes, maridos, cómplices En fin, que cualquiera representaba una buena ocasión para huir. Me montaba unas películas ¡Aunque, naturalmente, nunca le he dicho ni una sola palabra de ello a mi marido!
Justo en ese momento Niki se reúne con ellas.
Perdona, mamá, ¿puedes venir un momento?
¡Tu madre es simpatiquísima, Niki!
¡Sí, lo sé!
¿Te apetece un poco de té?
No, gracias
Simona se acerca a Niki y ésta se aparta un poco para que no la oigan.
Perdona, mamá
¿Qué pasa?
¡Deberías apoyarme y, en cambio, te pones de su parte!
De eso nada Ese vestido te sentaba realmente bien. Era precioso, pero si a ti no te gusta
No, no me gusta.
¡En ese caso, a mí tampoco! Es más, ¿sabes qué te digo? ¡Que, pensándolo bien, era muy feo!
Niki se echa a reír finalmente, luego a llorar, y luego de nuevo a reír.
Estoy muy cansada, mamá Simona le da un abrazo.
Ven aquí, cariño. -La aparta aún más de sus futuras cuñadas, detrás de un biombo, y le enjuga las lágrimas con el pulgar-. Es sólo el cansancio debido a los nervios, Niki, relájate, verás corno todo irá bien Será una fiesta estupenda, como todas las que has celebrado, pero ¿qué digo?, tan bonita como la que organizaste cuando cumpliste dieciocho años ¡Sólo que en este caso la celebraréis en pareja!
Niki trata de sobreponerse e inspira profundamente. Su madre le acaricia el pelo.
Te estás encargando de demasiadas cosas. Tómatelo con más calma Tienes que ocuparte de todo, de la elección del vestido, del sitio, de los recordatorios para los invitados, pero debes divertirte mientras lo haces, en lugar de agobiarte.
Ya. Niki se muerde el labio. Con más calma. Pero ¿cómo lo hago? Me siento abrumada. Simona, sin embargo, parece estar esperando una respuesta.
Está bien, mamá, lo intentaré.
Bien -Simona la coge del brazo y vuelve con ella junto a las demás mujeres-. Bueno, yo diría que ya está bien por hoy.
Margherita y Claudia se quedan sorprendidas y se miran preocupadas.
La verdad es que
Sí, nos queda la prueba del maquillaje
Simona sonríe a las dos hermanas.
Sí, lo sé, pero Niki está un poco cansada.
No, mamá, no te preocupes. Si sólo queda eso -Niki le sonríe-, todavía me quedan fuerzas.
Simona se aproxima a ella.
¿Estás segura? Podemos posponerlo sin problemas.
No, no, haré como dices tú
¿Qué quieres decir?
Con calma.
De manera que mientras Samanta Plessi, la maquilladora, prueba las diferentes posibilidades, Mirta, su ayudante fotógrafa, saca varias imágenes. Inmediatamente después, Chiara, la peluquera, estudia unos cuantos peinados. Caterina, su ayudante, saca más fotografías. El pelo hacia arriba, hacia abajo, ondulado, liso, sólo en la parte de delante, con flequillo, adornado con unas pequeñas flores, con una trenza rodeando la frente, mil extrañas combinaciones, el color de los ojos que pasa del celeste al azul oscuro, del verde al marrón, con las tonalidades y los matices más variopintos, con purpurina y brillantitos, con el fondo negro o blanco. Y luego más peinados y fotografías, y recogidos, y más fotografías, y pruebas de vestidos, de ramos y de zapatos, y esta iglesia sí y la otra no, y estas plantas no y las otras sí, y el banquete de esta manera, y los recordatorios para los invitados sí, y las peladillas no, y la lista de bodas y la de los invitados, y la elección de las invitaciones, y el viaje de novios, y las flores tanto a la entrada como a la salida, y el fotógrafo, y el vídeo Tras pasar una semana de esta forma, Niki se encuentra desfallecida en la cama.
Alex, ¿se puede saber dónde te has metido?
¿Cuándo?
¡Estos últimos días! Tus hermanas no me han dejado ni a sol sombra, a veces nos ha acompañado mi madre, en una ocasión salimos incluso con la tuya ¡Si no fuese porque tengo tu fotografía en el móvil ni siquiera me acordaría de tu cara!
Gracias
¡De nada! Quizá no lo sepas, pero hace tiempo un tipo que parecía a ti cogió un helicóptero, inventó unas cosas absurdas y m pidió que me casara con él después de que se iluminara un rascacielos.
Sí, es, era ¡Soy yo! Mierda
¿Qué?
Pues que lo había olvidado ¿Y tú qué contestaste?
¡Que sí! ¡Idiota!
Alex se echa a reír.
Cariño, son las siete, paso a recogerte dentro de una hora, ¿vale? Para empezar te propongo el hammam Acquamadre, precioso, en la via Sant'Ambrogio, y después una cena ligera. Compraré un poco de comida japonesa y la llevaré a casa con un fantástico Cerable frío. Escucharemos las canciones de Nick the Nightfly en Radio Montecarlo y, para terminar, un masaje especial. ¿Qué te parece? ¿Podrá eso compensar el estrés que has tenido que soportar estos días y mi ausencia total?
Bueno, al menos lo reconoces
Niki recuerda los momentos más difíciles que ha experimentado durante la semana y le gustaría compartirlos con él, pero le parece completamente fuera de lugar contárselo ahora, por teléfono. Podrán hablar de ello más tarde.
Está bien, Alex. Te espero dentro de una hora, pero no te retrases En serio, lo necesito
Cuando acabe en el despacho paso a recogerte, ¿de acuerdo? A las ocho en punto debajo de tu casa. Llevo el bañador en el coche.
Está bien, hasta luego
Nada más colgar, Niki permanece durante un rato echada en la cama, mirando fijamente el techo y pensando en todo lo que le ha sucedido en apenas dos meses, en cómo ha cambiado su relación. Enciende la radio, busca una emisora sin publicidad, sin palabras, sólo quiere escuchar música y relajarse.
Cierra los ojos y recuerda el accidente de moto. Sonríe recordando ese día Habían discutido en la calle, delante de la gente, después de que ella, al volver en sí, pensó: «Un ángel», al verlo, tumbado en el suelo tras el accidente, envuelto por el sol, el cielo y unas nubes ligeras que, de alguna forma, lo «santificaban». Y luego, cuando la llevó al colegio, las primeras llamadas, y esa noche en su casa, en la terraza del jazmín. La primera vez que hicieron el amor, sin prisas, en el aire de esa mágica noche. Poco a poco, va rememorando todos los momentos que ha pasado con Alex, las risas, la huida a Fregene, al local de Mastín, la excursión a la montaña, la vez en que escucharon esa canción de Battisti, ¿cómo se titulaba? Ah, sí. Perché no. Y en que intentaron hacer todo lo que decía, y lo lograron, acabar en la montaña y regresar a casa por la noche, sin decir nunca nada a sus padres. «Perdone, pero ¿usted me quiere o no? No lo sé, pero acepto.» Y después el viaje a París Qué sorpresa tan bonita Esa noche comprendió que Alex era el hombre de su vida Luego vino el dolor por el regreso de Elena. La soledad, la rabia, la impotencia frente al final de su relación y, de repente, el renacimiento, la maravillosa escapada a la Isla Azul, la isla de los enamorados, la carta que encontró al volver de las vacaciones, y ella partió, nada más obtener el carnet de conducir se reunió con él. Durante los días que vivieron en esa isla su relación cambió, Alex parecía distinto, más sereno, más tranquilo, sin edad, sin citas, sin prisas, un hombre todo para ella. Entre sus brazos al amanecer, al ocaso, fuera del tiempo, perdido en el amor. Pero eso era un sueño. Luego nos despertamos. Volvimos a la realidad cotidiana. Dos casas, la universidad, los amigos de edades diferentes, las discusiones y las reconciliaciones. No obstante, siguió haciéndome soñar. Niki rememora la última escapada. Nueva York, la limusina, él que la esperaba en el aeropuerto, los días que pasaron de compras en la Gran Manzana. Luego, el paseo en helicóptero y la sorpresa del rascacielos iluminado en medio de la noche. «Perdona, pero quiero casarme contigo.» La felicidad de ese momento, la confusión de esa alegría arrebatadora, el pánico de esa noche, ese miedo repentino que te atenaza, perder el control de la propia vida, encontrarse en una dimensión imprevista demasiado pronto. Y en un abrir y cerrar de ojos ve la secuencia de los días posteriores al regreso, las semanas, los encuentros, las familias, las decisiones que hay que tomar, el doloroso alejamiento de sus amigas, de su vida, de la facultad, de la posibilidad de perder tiempo Sin prisas, como decía siempre Battisti. «¡Tantos días en el bolsillo para gastar!» Y para no dejarse llevar por el pánico. Niki se tumba boca abajo, abraza la almohada y, como si fuese un globo, uno de esos que se ven ascender por el cielo cuando un niño los pierde después de haberlo comprado a la salida de la iglesia en una mañana azul de domingo, con ese mismo deseo de dejar atrás la realidad, se queda dormida. Un sueño sin sueños. La respiración es en un principio breve, como constreñida, propia del que, por un instante, quiere abandonarlo todo, descansar del exceso de preocupaciones, de los sentimientos de culpa y del deber, de las esperanzas y de las expectativas de los demás. Pero poco a poco se va calmando, como si hubiese regresado a esa isla. La Isla Azul de los enamorados, el Giglio, donde está ese faro Sólo que ahora Niki está sola en esa isla. Camina tranquila por la playa y de repente ve que alguien se acerca a ella. No. No es posible. Se despierta de golpe, sorprendida, asombrada, estupefacta. ¿Qué hora es? Mira el reloj. No, pero ¿cómo es posible? Las ocho y cuarto ¿Y el hammam? Echa un vistazo al móvil. Ha recibido un sms. Es de Alex. «Perdona, cariño, pero se me ha hecho tarde. Al baño turco iremos en otra ocasión, aunque la cena será perfecta y después haré lo posible para que me perdones, como a ti te gusta.»