El despacho de Alex. Todo como siempre. El consabido caos bajo la calma y el control aparentes.
Leonardo entra con un paquete y lo deja sobre el escritorio.
Buenos días, esto es para ti
Alex arquea una ceja.
No es mi fiesta. No me parece que celebremos ningún acontecimiento, no creo haberme olvidado de nada y ni por asomo pienso que tú debas pedirme un favor especial, ¿me equivoco?
Desconfiado. -Leonardo se sienta en el borde del escritorio de Alex-. ¿No podría ser simplemente que me alegro de que hayas vuelto y que esté encantado de tenerte de nuevo aquí?
Ya me lo has demostrado con el aumento Leonardo esboza una sonrisa.
No era bastante o, mejor dicho, sí, es mucho. Pero esto es un pequeño capricho personal
Alex arquea la otra ceja.
En cualquier caso, este repentino gesto de afecto me inquieta. -Desenvuelve el regalo y se queda estupefacto-. ¿Un miniordenador y una cámara?
Leonardo está entusiasmado.
¿Te gustan? Es el último grito en tecnología, se pueden filmar películas en alta definición y montarlas en el ordenador, elegir las canciones de iTunes e introducir fundidos y efectos directamente de las memorias. Lleva incorporado un software muy sofisticado En fin, que si quieres puedes filmar una película y proyectarla un instante después, justo como hace Spielberg.
Alex está perplejo.
Gracias, pero ¿eso quiere decir que quizá nos dediquemos también a la producción cinematográfica?
No. -Leonardo baja del escritorio y se dirige hacia la puerta-. Eso sólo significa que estoy encantado de que hayas vuelto y que, si debes hacer una de tus películas sobre la isla, el faro y, en fin, toda esa historia que me has contado, puedes filmarla tranquilamente desde aquí, sin desaparecer de nuevo.
Leonardo sale del despacho y un segundo después entra Alessia, la leal secretaria y ayudante de Alex.
¿Y bien? ¿Te lo ha comentado?
¿A qué te refieres?
A lo del nuevo trabajo, supongo
No. Está tan contento de que haya regresado que sólo quería darme un regalo ¡Esto! -y le enseña la cámara y el pequeño ordenador.
¡Fantástico! -Alessia lo coge-. Es la última novedad de Apple, el MacBook Air, es muy ligero. ¿Sabes que tiene un sistema incorporado que te permite montar?
Directamente una película
Ah, lo sabes Prácticamente podrías ser el nuevo Tarantino.
Él ha dicho Spielberg.
Eso es porque es viejo.
Justo en ese momento entra Andrea Soldini, el magnífico diseñador gráfico publicitario.
Chicos, mirad esto Tengo una noticia increíble. -Se aproxima sigilosamente a ellos. Alex y Alessia lo miran. Andrea Soldini saca del bolsillo de sus pantalones un folio doblado-. He encontrado este e-mail
Alex le sonríe.
No te cansas nunca, ¿eh?
Nunca
Alex rememora por un instante aquella ocasión Otro e-mail, otra verdad. Una historia ya lejana. Abre el folio que le entrega Andrea Soldini y lo lee al vuelo.
«A la sociedad Osvaldo Festa» -Mira a Soldini y a Alessia-. Somos nosotros «A la vista de sus grandes éxitos internacionales, hemos decidido comunicarles la posibilidad de participar en el concurso para la nueva campaña del coche que estamos a punto de lanzar al mercado» -Alex lee apresuradamente el resto de las frases y se detiene en la noticia más relevante-, ¡que prevé la realización de un cortometraje! -Luego baja el folio-. Ahora entiendo lo de la cámara y el ordenador «Estoy encantado de tenerte aquí» Quiere que trabaje el doble, eso es todo.
Andrea Soldini se encoge de hombros.
Quizá lo haya hecho sin pensar.
¿Él? Lo dudo mucho.
Alessia sonríe, contenta.
Bueno, es un reto fantástico.
Soldini está de acuerdo con ella.
¡Sí! Y sin ese presuntuoso de Marcello. ¡Venga, Alex, será coser y cantar!
Los dos avanzan hacia la salida, pero Alessia se detiene junto a la puerta.
¿Sabes una cosa, Alex? Me alegro mucho de que hayas vuelto.
Sí, yo también -dice Soldini, y salen sonriendo del despacho y cierran la puerta a sus espaldas.
Alex mira la cámara, después el ordenador y por último la puerta cerrada. Y de repente todo le resulta meridianamente claro. Me están embrollando. Luego lo piensa mejor. Aunque, en realidad, ninguno de ellos me ha empujado o ha insistido para que volviera al trabajo Si estoy aquí es porque lo he decidido yo. Si estoy trabajando como antes, mejor dicho, mucho más que antes, es por propia elección. Y ahora está a punto de ponerse en marcha un desafío fantástico. De manera que a Alex sólo le resta una última y dramática consideración. Me he embrollado yo solo.
Nueve
Última hora de la tarde. Un bonito sol inesperado contradice las previsiones de Giuliacci, que lo había cubierto con algunas cuantas nubes juguetonas. Pero no. En cuatro zonas distintas de la ciudad, cuatro chicas están subiendo a sus respectivos coches o motos. Cada una de ellas se ha arreglado vistiéndose de forma cómoda, alegre, adecuada para pasar varias horas de absoluta libertad. Zapatillas deportivas, camisetas, cazadoras, gabardinas. En marcha hacia la amistad.
Niki pone en marcha su SH50. Se pone el casco y se ajusta la ropa. Parte como un rayo, como suele tener por costumbre, esquivando por un pelo una bicicleta que pasaba por allí. Con los años, todo se vuelve más difícil. Nuevos Compromisos, otros conocidos, ritmos diferentes. Y a veces uno tiene la impresión de que se ha perdido, de que no ha dado la importancia adecuada a las relaciones. Los sms ya no llegan al ritmo de antes, las salidas nocturnas se reducen, las promesas de volver a verse se posponen por una razón u otra. El período del instituto, durante el que podían pasar juntas tardes interminables, parece haberse perdido en la noche de los tiempos. Eran como una segunda familia y no pueden dejar de creer en eso. Tienen que esforzarse. Defender las relaciones. Renovarlas. Tratar de atravesar el tiempo sin perderse. Pero bueno, lo cierto es que todavía estamos aquí. Las Olas. Dispuestas a dejarlo todo para poder vernos unas horas. Qué maravilla. Tengo muchas ganas de pasear, de reírme sin más, de comer con ellas un buen helado comprado en el Alaska. Sí. Niki esboza una sonrisa. Es cierto.
Olly introduce un nuevo CD en el reproductor del Smart. El «Best of» de Gianna Nannini. Grazie. Gracias, sí. Gracias a nosotras. A nuestro modo de ser. Al hecho de que, a pesar de todo, seguimos aquí, como cuando simulábamos que desfilábamos en la piazza dei Giuochi Istmici. Como cuando fingíamos que dormíamos en mi casa y, en cambio, nos escapábamos a las fiestas. Como el día en que compramos la Moleskine para que cada una escribiese lo que pensaba y pudiésemos leerlo después mientras bebíamos una taza de té. Y el día que la enterramos. Y también la vez en que elegimos nuestro nombre, las Olas, haciendo un montón de suposiciones absurdas con las iniciales de nuestros nombres mientras estábamos sentadas a una mesa de Alaska.
Qué divertido, todavía me acuerdo. Olimpia Erica Niki Diletta OlErNiDi.NiErODi DiNiErO ¡Ya está! ¡Diniero! Las Diniero, pagas y te llevas cuatro. Vaya risa. Y también N.E.D.O. ¡El hermano tonto del pez Nemo! Y un sinfín de ocurrencias absurdas más hasta llegar al auténtico nombre, el único posible: las OLAS, las Olas. Sí. Olas grandes, fuertes, que buscan una orilla segura de la que poder partir de inmediato. Olas de un mar que aún existe. Para demostrar a sus detractores que la amistad que nace en el bachillerato puede perdurar en el tiempo.
Erica tropieza con el borde de la acera. Vaya por Dios. ¿Por qué será que siempre me caigo aquí? Hace una vida que me sucede. Una vida. Y, de improviso, pensando en el lugar al que se dirige, le vienen a la mente muchas cosas. El viaje a Londres. El de Grecia. El hospital. Cuando Diletta tuvo el accidente. Qué miedo pasó esos días. ¿Y si no hubiese salido de ésa? Imposible. Un mar huérfano de una ola. No. No se lo habríamos permitido. Y después, el concierto a escondidas, la fuga a la playa para arrojar sal al mar antes de la selectividad. Y el amor. Y el ordenador que encontré. Ese chico escritor. Pensar que era amor. Y lo feliz que me sentía cuando se lo contaba a ellas. Ellas, que siguen estando a mi lado, si bien ahora son más mayores y un poco distintas. Mis amigas. A continuación Erica sube al Lancia Ypsilon bicolor, rasca al meter la marcha y arranca.
Diletta contempla su reflejo en el retrovisor del coche. Hoy tiene el pelo un poco abultado, debe de ser cosa del nuevo bálsamo. Ya lo decía el anuncio, que daba volumen. No mentía. Se ajusta el pasador en forma de corazón que lleva a la izquierda, sobre la oreja, y sube a su Matiz rojo. Enciende la radio, pasa de una emisora a otra y, después de algún que otro crujido, encuentra algún noticiario y unos programas sobre economía y sociedad, detiene el dedo y deja de apretar. No. No quiero eso. De manera que saca una funda múltiple del bolsillo de la puerta. Abre la cremallera y empieza a hojear los CD. Uno, dos, tres Aquí está. A veces uno tiene la impresión de que las canciones salen a su encuentro porque saben que las necesita. Diletta coge el CD y lo introduce en el reproductor. Oh. El recopilatorio que nos regalamos en septiembre, después de las vacaciones, antes de comenzar las clases en la universidad. Cada una eligió unas canciones y después hicimos cuatro copias. Quizá porque teníamos miedo de perdernos. Pone una. Giorgia. Che amica sei. Diletta canta mientras conduce. Y en parte se conmueve también pensando en todos los momentos que han pasado juntas. Sí. «Qué buena amiga eres, no me traiciones nunca, los amores pasan, tú permanecerás.» Es cierto. Aunque prefiero que mi amor no se vaya. ¡Porque, de lo contrario, Filippo, juro que te parto los brazos! «Qué buena amiga eres, llama cuando necesites reírte. El tiempo pasa volando, nosotras esperaremos aquí entre un secreto y otro» Sí, esperaremos y permaneceremos. «Fíate de mí, yo me fiaré de ti y pasaremos horas hablando y contándonos nuestras cosas. Estoy a tu lado, jamás estarás sola» No, y espero de verdad que vosotras tampoco me dejéis nunca sola. «Qué buena amiga eres, no cambies nunca, si necesito una mano sé que puedo contar contigo» Diletta se adentra en el tráfico cantando a voz en grito. Casi ha llegado. Puntual. Semáforo rojo. Cabecea dulcemente al ritmo de la música. Luego se vuelve de golpe. Increíble.
¡Erica! -Diletta baja la ventanilla y la llama otra vez-. ¡Erica!
Su amiga no se da cuenta. El semáforo se pone en verde y arranca. Diletta sacude la cabeza. Está completamente ciega. ¡Y, además, circula por el carril equivocado! Será gamberra. Diletta se coloca detrás de ella y la sigue. A fin de cuentas, se dirigen al mismo sitio. Empieza a hacer destellos con los faros y a tocar la bocina, riéndose.
Oh, pero ¿quién es el que está dando el coñazo? ¿Se puede saber qué quiere? -A Erica poco le falta para hacer un gesto obsceno, pero antes mira por el espejo retrovisor y reconoce la masa de rizos claros.
Pero bueno, ¿es ella? ¡Está loca! La saluda con la mano y le saca la lengua. Se persiguen un poco hasta llegar al lugar donde han quedado. Aparcan de milagro. Se apean del coche y se precipitan la una en brazos de la otra saltando como unas chifladas.
¡Caramba, da la impresión de que no nos hemos visto en años!
¡Y eso qué tiene que ver! ¡Te quiero mucho! -Y siguen saltando pegadas la una a la otra como dos futbolistas después de haber marcado un gol importante. Pasados unos instantes llegan también Niki y Olly.
¿Se puede saber qué estáis haciendo? ¿Qué pasa, ahora salís juntas? -y sin pensarlo dos veces se unen a ese abrazo loco, intenso, alegre, allí, en medio del aparcamiento y de la gente que pasa por su lado sin entender lo que les ocurre a esas cuatro chicas que giran en corro gritando.
Venga, ya está bien ¡Tenemos que ir a hacer la compra!
Pero mira que eres aburrida
Sí, sí Os advierto que yo no cocino, ¿eh?
Bueno, en ese caso compremos unas pizzas.
He traído un helado nuevo y delicioso, lo he comprado en San Crispino, ¿os parece bien?
Esperad Esperad Niki, ¿a qué se debe que ahora quieras salvarnos la vida? ¿Nos concedes la gracia?
¿Qué quieres decir?
¡Que, dado que no cocinas, no puedes envenenarnos!
¡Imbéciles!
Y siguen bromeando en medio de la calle, empujándose y riéndose, sin edad, dueñas del mundo como sólo se puede ser en ciertos, momentos de felicidad.
Diez
Por la noche. Alex regresa a casa. Entra de prisa y empieza a preparar la bolsa. Abre el armario.
Joder, vete tú a saber dónde me habrá puesto los pantalones cortos la asistenta -Cierra de golpe dos o tres cajones-. Ah, aquí está la camiseta
En ese preciso momento suena su móvil. Mira la pantalla. Es Pietro. ¿Qué querrá? No me digas que también esta vez tengo que pasar a recogerlo. Responde.
Ya lo sé
¿A qué te refieres? ¿Cómo has podido saberlo? No puedo creer que lo sepas ya, ¿cómo lo has hecho?
Alex resopla.
Porque la historia se repite una y otra vez. Siempre me pides que pase a recogerte.
No, esta vez es peor: no jugamos.
¿Qué? ¿Quieres decir que he vuelto a casa a toda velocidad para ir a jugar a futbito y ahora resulta que no vamos? No, eso me lo explicas ahora mismo, debe de haber ocurrido algo grave para que se haya suspendido el partido.
Así es Camilla ha dejado a Enrico.
Paso en seguida a recogerte.
Un poco más tarde. Alex y Pietro están en el coche.
Pero ¿cómo ha ocurrido?
Nada, no sé nada; me colgaba el teléfono, no lograba hablar. Creo que en ciertos momentos sollozaba.
¡Sí, claro! Anda que no exageras ni nada.
Te lo juro, ¿por qué debería decirte una estupidez como ésa de no ser verdad?
Ring. El móvil de Alex vuelve a sonar.
Es Niki.
No le digas nada. Dile que vamos a jugar de todas formas
Pero deberíamos estar ya en el campo, son las ocho y diez.
En ese caso dile que esta noche jugaremos más tarde.
Pero ¿por qué?
Luego te lo explico. Alex sacude la cabeza y a continuación abre el móvil. -Cariño -¡Eh, hola! Imaginaba que estarías ya en el campo
Alex mira enojado a Pietro, que, curioso, cabecea en su dirección como si quisiera enterarse.
Esto, no, hoy jugaremos un poco más tarde porque, como de costumbre, Pietro se equivocó cuando reservó el campo
¿De verdad? ¿No me estás mintiendo?
¿Yo? ¿Por qué debería hacerlo, cariño? ¿Qué razón podría tener para contarte una mentira?
Alex vuelve a mirar cabreado a Pietro y sacude la cabeza.
Bah, no lo sé, lo siento En cualquier caso, quería decirte que voy a casa de Olly. Nos vamos a reunir todas allí. Pero tengo el teléfono sin batería; te llamaré más tarde, cuando vuelva a casa.
¿No puedes cargarlo ahora? ¿O llevarte el cargador?
No Ya estoy fuera y acaba de sonar el bip que indica que la batería está descargada
Ah Bueno, en ese caso puedes cargarlo en casa de Olly
Ninguna de mis amigas tiene el mismo cargador que yo Pero bueno, cariño, ¿se puede saber por qué te preocupas tanto? Tú estarás jugando a la pelota
Ah, sí Qué tonto, hasta ruego.
¡Claro! Si marcas un gol dedícamelo como hacen los grandes campeones, ¿eh?
¡Faltaría más!
¡En lugar de como el Pibe de Oro como el pibe de plata!
Alex cuelga el teléfono y sonríe falsamente a Pietro.
Felicidades. Siempre consigues meterme en líos, incluso cuando no hace ninguna falta.
¿Qué quieres decir?
Que ahora cree que vamos a jugar a futbito y no es verdad.
¿Y qué problema hay?
Que le he mentido.
¿Quieres decir que es la primera vez que lo haces?
Sí.
Pietro lo mira poco convencido. Arquea las cejas, incrédulo. Alex se siente observado, echa un vistazo a la calle y a continuación mira a Pietro, después de nuevo la calle, luego a Pietro otra vez. Al final da su brazo a torcer.
Está bien, excepto la vez en que no le dije que Elena había vuelto a casa
¡Y te parece poco! Tampoco le dijiste que os habíais reconciliado
Sí, sí, ¡vale! Pero eso fue hace un año.
¿Y bien?
No, «y bien» me corresponde decirlo a mí. ¿Me estás interrogando? El caso es que esta noche, un año después, le estoy mintiendo otra vez y, por si fuera poco, sin una razón de peso.
Te equivocas, la razón existe.
¿Y cuál es?
Imagínate que Niki se encuentra mañana con Susanna y que ésta le cuenta que no hemos jugado.
Eh ¿Y qué tiene eso de malo?
Pues que esta noche yo llegaré muy tarde a casa porque le he dicho a Susanna que empezábamos a jugar a las once
¿A las once?
Sí, le he dicho que tú te habías olvidado de reservar el campo y que por eso nos habían dado la última hora disponible para jugar -¡Lo que me faltaba!
Alex sacude la cabeza mientras sigue conduciendo. Pietro lo abraza. -Gracias, estoy orgulloso de tener un amigo como tú Alex sonríe.
Me gustaría poder decir lo mismo. -Ah -Pietro se aparta de él y se sobrepone-. ¿En serio? -No Y Alex, naturalmente, se echa a reír y sacude de nuevo la cabeza.
Once
Enrico está sentado en la butaca del salón. La pequeña Ingrid duerme entre sus brazos.
A ver si lo entendéis, me llamó Me llamó al despacho y se limitó a decirme: «Dora se queda hasta las siete y después se marcha. Procura volver a esa hora porque, de lo contrario, Ingrid se quedará sola»
Enrico mira a Ingrid, que duerme. La mece un poco, después le toca con un dedo el babero que tiene debajo de la barbilla y se lo coloca mejor.
¿Me habéis entendido?
Alex, Pietro y Flavio están sentados frente a él en el sofá. Los tres están boquiabiertos. Enrico los mira y sacude la cabeza. Alex parece el más intrigado.
¿Y qué pasó después?
Pues que regresé justo a tiempo, porque Dora estaba a punto de marcharse.
Sí, pero Camilla, quiero decir, ¿dónde está Camilla?
Enrico lo mira sereno. A continuación echa un vistazo a su reloj.
Debe de estar volando. Dentro de tres o cuatro horas llegará a las Maldivas. ¡Si el avión no se precipita antes al suelo, como me gustaría que sucediera!
¿Se ha ido a las Maldivas? ¿Y con quién?
Con un abogado llamado Beretti, un tipo muy distinguido de mi club que yo mismo le presenté.
¿Tú? ¿Y por qué?
Camilla quiso hacer algunas reformas en la nueva casa, los obreros metieron la pata con las junturas en el baño y eso causó unas terribles filtraciones de agua. El abogado Beretti nos ayudó a demandar a la empresa
¿Conclusión?
Conclusión: Beretti perdió la causa con la empresa y yo he perdido a mi mujer, que se ha ido con él
Flavio se levanta del sofá. Pietro cae entonces en la cuenta.
Pero si vas vestido de futbolista
Puede que no te acuerdes, pero esta noche debíamos jugar juntos.
¡Es verdad!
Como iba a llegar con mucho retraso, decidí cambiarme para no hacer esperar a los demás en el campo. Lo normal, en caso de que hubiésemos jugado Luego se produjo este pequeño contratiempo
¡Pequeño contratiempo, dices!
Enrico se encoge de hombros.
Qué más da, habríamos perdido de todas formas.
No estoy tan seguro En mi opinión, hoy hubiera sido el día en que, por fin, habríamos ganado.
Es cierto. -Enrico los mira y abre los brazos-. Ahora encima me siento culpable por haber impedido esa victoria.
Bueno, recuerda que teníamos pensado jugar a las once.
Flavio mira a Pietro sin entender lo que dice, pero, de repente, cae en la cuenta.
Entonces, ¿jugamos de todos modos?
Alex niega con la cabeza.
De eso nada, hoy no se juega
Pietro, en cambio, asiente.
Se juega, se juega.
Ahora sí que Flavio no entiende nada.
Pero bueno, ¿jugamos o no? ¿Me lo explicas, Pietro?
Escuchad, es muy sencillo: se juega pero no se juega, ¿vale?
Bueno, a mí no me resulta tan claro
Pietro se sienta y abre los brazos.
Está bien. Veamos, chicos, os explicaré cómo entiendo yo la situación desde mi modesto punto de vista. El quid de la cuestión es la fidelidad.
Flavio lo mira curioso.
¿A qué te refieres?
Pietro sigue sonriendo.
Es inútil buscar la fidelidad La fidelidad no es de este mundo O, mejor dicho, de esta era. Oscar Wilde decía que la fidelidad es a la vida sentimental lo mismo que la coherencia a la vida intelectual: la confesión de un fracaso, ni más ni menos. De manera que yo, en lugar de entrar a las once en el campo, me meteré bajo las sábanas de una mujer felizmente casada con un marido que ¡juega fuera de casa!
Flavio se encamina hacia la cocina.
Lo siento, pero no estoy de acuerdo ¿Puedo servirme algo de beber?
Claro, en la nevera hay Coca-Cola, cervezas y algunos zumos.
Flavio sube el tono para que se lo oiga desde la cocina.
La fidelidad resulta natural cuando una relación funciona. Es evidente que ahora las cosas no te van bien ¿Queréis algo?
¡Chsss! -Enrico comprueba que Ingrid siga durmiendo-. ¿Podrías dejar de gritar, Flavio?
Su amigo entra de nuevo en el salón con una cerveza y sigue hablando en voz baja:
Estamos tratando temas existenciales.
Alex hace un gesto con la mano como diciendo: «Pues sí.»
Claro, cómo no Dado que no está bien acostarse con una mujer casada aprovechando que su marido está fuera de casa
Flavio abre la cerveza.
Entiendo, pero ¿no podrías meter a Ingrid en la cuna, dejando al margen los problemas de Pietro?
Tienes razón -Enrico lleva a la niña a su dormitorio.
No puede separarse de ella, ¿eh?
Pietro niega con un movimiento de cabeza.
No. Imagínate si Camilla se hubiese marchado con la niña Se habría suicidado.
Enrico vuelve al salón. Flavio está sentado ahora en el sofá e intenta tranquilizarlo.
En cualquier caso, no debes enojarte con Camilla. Debes pensar que hasta ayer todo iba de maravilla Por desgracia, algo se ha roto de repente.
Sí, una tubería del cuarto de baño
Es una relación de amor -Flavio apura su bebida y, al parecer, una idea acude entonces a su mente-. Un momento, el detective no encontró nada hace dos años, ¿verdad?
Enrico mira a Alex. Alex mira a Flavio. Flavio mira a Pietro. Enrico está consternado.
Me dejas de piedra Alex, ¿se lo has contado a todos?
Alex mira fijamente a Pietro. En realidad, sólo se lo dijo a él. Esta vez sí que la ha hecho buena, ha metido la pata hasta el fondo, no le queda más alternativa que mentir por segunda vez.
Perdóname, Enrico Era una carga demasiado grande para mí y no podía sobrellevarla solo
Pietro comprende su error y trata de remediarlo.
Está bien, lo sabemos desde siempre, Enrico; me refiero a que buscaste la ayuda de un detective porque no te fiabas de Camilla, pero no te lo tomes a mal. Somos un grupo de amigos y debemos afrontar las cosas como tal. Hoy te ha tocado a ti, pero mañana la víctima podría ser yo, o cualquiera de ellos.
Flavio y Alex se tocan de inmediato tratando de ahuyentar la mala suerte. Pietro se da cuenta.
Es inútil, no hay ningún conjuro que pueda alejar la desgracia. Cuando toca, ¡toca! Alex quizá tenga algo de culpa. ¡Debería haberle dado a Enrico las dos carpetas del detective! Pero ahora ya no hay nada que pueda hacer.
Pietro da una palmada en el hombro a Enrico.
Debemos suponer que el detective hizo bien su trabajo Sólo que a veces no queremos aceptar que el amor se acaba y punto.
¡Vaya, hombre, gracias! ¡Gracias, de verdad, gracias! -Enrico se levanta, molesto-. Te lo agradezco, eres justo lo que necesito en este momento, eres la aspirina para el dolor de cabeza, el jarabe para la tos.
¡Sí, el preservativo para la prostituta! ¿Queréis dejar de ser tan ilusos? -Pietro mira a sus tres amigos cabeceando-. ¿Cómo es posible que sigáis creyendo en las fábulas? Hoy más que nunca, gracias a los móviles, a los chats y a los sms, las mujeres traicionan, se distraen, coquetean, sueñan, vuelcan su romanticismo en otro, en fin, que les gusta engañar tanto como a los hombres. De no ser así, no se explicaría mi tremendo éxito, incluida esta velada. -Mira el reloj-. Es más, no hagáis que llegue tarde, ¿eh?
Pietro se percata de que sus amigos lo miran con malos ojos.
Vale, os lo explicaré de otra manera Pasado cierto tiempo, la mujer se harta igual que el hombre; esa historia de que tiene que estar enamorada para acostarse con alguien no es cierta, os la habéis inventado vosotros, mejor dicho, todos nosotros, los hombres, ¡porque nos gusta creer que sólo están con nosotros por amor! ¡Pero no es así! Les gusta tanto como a nosotros, puede que incluso más. Y todo ese cuento de hablar sin cesar para convencerlas ¡Nada más lejos de la realidad! Como dice Woody Allen, hacer el amor es mejor que hablar Hablar es el sufrimiento por el que es inevitable pasar para llegar al sexo. Os diré otra frase aún mejor de Balzac: «Es más fácil ser amante que marido, porque es más difícil estar de buen humor todos los días que halagar de vez en cuando.» ¡Verdad de la buena! Yo lo he constatado con Susanna: a veces, no me apetece mucho, ¡pero cuando interpreto el papel del amante doy lo mejor de mí mismo!
Flavio decide intervenir:
Perdona, Pietro, pero yo no estoy en absoluto de acuerdo. ¿Dónde queda entonces el placer de construir juntos y el deseo de exclusividad? ¡Yo hago cosas por mi mujer, aunque a veces me cueste, porque quiero que se sienta realizada, feliz y satisfecha!
¡Anda ya! No digo que no se pueda ser feliz en parte, pero al final es una cuestión de costumbre pura y dura, ¡y a las mujeres les asustan las novedades! ¿Sabes a cuántas mujeres he conocido que de repente querían dejar a sus maridos sólo porque se habían acostado conmigo? Se sentían como una especie de heroínas ansiosas de dar un giro a sus vidas Pero, después, apenas comprendían que yo no tenía ninguna intención de entablar una relación con ellas por temor a la misma historia del ménage que me habían contado en repetidas ocasiones, curiosamente volvían con su marido más enamoradas que antes. ¡y siempre decidían marcharse en seguida de vacaciones! ¡De manera que, para varias de ellas, he sido incluso terapéutico! Venga, chicos, a veces el amor es realmente ridículo
Enrico lo mira sorprendido.
Eso quiere decir que Camilla, en fin, que dado que se ha comportado así la estás alabando, consideras que es una mujer valiente, ¡una temeraria!
Escucha, no me apetece seguir hablando de vuestros líos. No se puede generalizar. Las mujeres os hacen creer que son fieles, os dan seguridad -Pietro mira luego a Alex y arquea las cejas-. Quizá os aseguran que tienen el móvil descargado porque no pueden deciros sin más que han salido con otro Las parejas ya no son abiertas. ¡Vivimos como antes del año 68! Todos traicionan y todos disimulan.
Alex lo mira irritado.
Oye, que Niki tenía el teléfono descargado de verdad
Ah, ¿y cómo puedes estar tan seguro?
Porque me lo ha dicho ella
Bonita respuesta.
Y, sobre todo, ¡porque si tuviese ganas de salir con otro me lo diría!
Ésa me gusta aún más Siempre me ha encantado la ciencia ficción Victor Hugo dijo una gran verdad: «Una mujer que tiene un amante es un ángel; una mujer que tiene dos amantes es un monstruo; una mujer que tiene tres amantes es una mujer.» ¿Sabéis cuántas esposas o chicas con novio han tenido una historia conmigo? Las cortejo, les hago revivir el entusiasmo de las primeras salidas, de las sorpresas en la cama y por un instante piensan en dejar a su marido, o Quizá incluso lo dejan por un período de tiempo, sólo en su imaginación, ¿eh?, pero luego vuelven a su lado, son miedosas, como nosotros, ¡y en lo que concierne a «ese aspecto» son idénticas! Las mujeres son hombres con tetas, pero sin huevos.
Eres terrible. Entonces, ¿por qué te casaste?
Porque llegado un punto debes dar a una mujer esa tranquilidad Además, tenéis que reconocer que es útil «La familia es la asociación instituida por la naturaleza para satisfacer las necesidades del hombre», decía Aristóteles. Y Susanna era la persona adecuada para dar ese paso. Pero todos los matrimonios son así: llega un punto en el que ninguno de los dos está contento, no bastan ni los hijos ni la casa «Ejercer de marido es un trabajo a tiempo completo, por eso muchos maridos no consiguen dedicar toda su atención», decía Arnold Bennet. Y tenía razón, ¡caramba! Todos quieren enamorarse, deseamos el amor, ¡y lo buscamos donde podemos! ¡Soñamos con él, lo perseguimos!