Perdona Pero Quiero Casarme Contigo - Федерико Моччиа 31 стр.


Olly vuelve a sonreír.

 Muy positiva. ¿Qué pensáis que querrá decirnos Niki?

 Bah Supongo que quiere que dos de nosotras le hagamos de testigos.

Erica abre los ojos desmesuradamente.

 ¿Dos? ¿Sólo dos? ¿Y por qué no las tres? ¡En ese caso, seguro que me excluye a mí!

Olly parece sorprendida.

 ¿Por qué? Si alguien tiene que quedarse fuera, ésa soy yo. La he llamado infinidad de veces y nunca me ha contestado.

 A mí me ha pasado lo mismo. Anoche quise hablar con ella pero tenía el móvil apagado.

Diletta coge una galleta.

 ¿Puedo? Me muero de hambre.

 Sí, sí, claro, perdonad. ¿Os apetece algo?

Erica niega con la cabeza.

 No, no, yo no, tengo que adelgazar, me he puesto como un tonel.

 Pero ¿qué dices? ¡Estás estupenda! -Olly mira a Diletta-. En todo caso, es ella la que se ha echado encima unos cuantos kilos.

Diletta se hace la sueca, sonríe y trata de esconderse en vano detrás de la galleta que se está comiendo.

 ¿Yo? Puede ser. Últimamente siempre tengo hambre. -Luego se echa a reír-. ¡Tendré que moverme un poco más para intentar recuperar la figura!

 Sí, eso es -asiente Erica-. Con Filippo, quizá

Diletta le hace una mueca burlona.

 Envidiosa. ¿Cuánto tiempo hace que no ligas?

 ¿Yo? ¡Pero si no sé a quién dar las sobras!

Diletta se dirige entonces a Olly.

 Bueno, sea como sea, estamos de acuerdo, ¿no? -dice mientras ordena sobre la mesa las galletitas de mantequilla y almendras que ha traído.

 Buenocontesta Olly-. Todavía me da un poco de rabia.

 Sí, a mí también -corrobora Erica mientras apaga el fuego.

 Lo sé, chicas, en cualquier caso somos sus amigas. Ya hemos hablado de ello por teléfono, venga, el día del taller de costura Niki estaba cansada y estresada, igual que los días anteriores, cuando no respondía No está enfadada con nosotras y no nos quiere menos por eso, lo único que sucede es que lo que tiene entre manos la supera.

 Hasta ahí de acuerdo, pero ¿qué culpa tenemos nosotras? Sólo tratábamos de ayudarla -dice Olly introduciendo el filtro con la tisana en el hervidor.

 Ella también es consciente, sólo que por un momento ha perdido la lucidez. ¿No os disteis cuenta de lo aturdida que estaba el otro día? Chicas, somos las Olas. Para bien y para mal. No somos perfectas. No podemos ser siempre las mejores. Y a cualquiera de nosotras nos puede ocurrir algo inesperado que nos asusta y que da al traste con nuestros planes. -Se acaricia la barriga de un modo que sólo ella puede entender-. Pero somos las Olas, ¿recordáis? Siempre y en cualquier circunstancia. Somos cuatro. Y tenemos que permanecer unidas cuando una de nosotras se aleja un poco, está en apuros y quizá nos rechaza y nosotras no la entendemos. Las amigas también riñen, no están siempre de acuerdo. En caso contrario, ¿qué clase de amistad sería? Puro teatro. Lo importante es que seamos capaces de aclarar las cosas, de tener el valor de derrumbar el muro de silencio que erigimos algunas veces. Alguien tenía que dar el primer paso. Pues bien, hemos sido nosotras. Ya veréis como todo se arregla. Pero debemos recuperar la armonía Vamos, ¿me lo prometéis? De lo contrario, luego nos sentiremos mal por haber dejado las cosas así

Erica y Olly se miran fugazmente.

 Oye, Diletta, que quede claro que nosotras queremos mucho a Niki. La adoramos, va lo sabes, igual que a ti. Pero lo que me da rabia es que Niki, en un momento de dificultad, se haya encerrado en sí misma, no haya acudido a nosotras Es ella la que nos aparta. Se va a Nueva York, decide que se casa, se aísla, se deja ayudar por las hermanas de Alex, y a nosotras no nos hace ni caso Es ella la que no quiere estar con nosotras

 Venga, Olly, no seas tan dura porque en el fondo no lo eres Tú también lamentas que se haya aislado de esa forma, y precisamente por eso deberíamos entender que no está bien. Atacarla en este momento no sirve de nada, ¿no te parece? Y, además te repito que somos amigas. Basta. Y no de boquilla. Está a punto de llegar, ¿no? Casi son las cuatro. Ya veremos.

Pasados unos minutos suena el interfono. Olly va a abrir y después se vuelve hacia las demás.

 Es ella.

De repente todas se sienten tensas, emocionadas y asustadas. El corazón de Olly late a toda velocidad como antes de un desafío o de una difícil prueba. Diletta pasea nerviosa por la habitación. Erica hace girar entre las manos una cucharilla de café. Hablar. Aclarar las cosas. Volver a empezar. Es la primera vez que les sucede. Una pequeña fractura que si no se remedia a tiempo corre el riesgo de hacerse demasiado grande. Una amiga a la que deben acudir, proteger y ayudar más allá de lo que ella misma es capaz de entender. Y luego, entre las frases, entre todas esas frases que han escrito durante años en sus diarios, que se han dedicado recíprocamente para reforzar el vínculo que las une, ese proverbio árabe: «Amigo es aquel a quien puedes abrirle tu corazón, ofrecerle cualquier grana o granito, sabiendo que sus manos delicadas los pasarán por el tamiz y sólo conservarán lo valioso, que desecharán el resto con un delicado soplo» O esa otra frase de Khahil Gibran: «Amigo mío, tú y yo seguiremos desconociendo la vida, y el uno al otro, y a nosotros mismos, hasta el día en que tú hables y yo escuche considerando mía tu voz; y cuando permanezca en silencio ante ti pensando que estoy delante de un espejo» Y la de Antoine de Saint-Exupéry: «Amigo mío, contigo no debo disculparme por nada, no tengo que defenderme de nada, encuentro la paz Más allá de mis torpes palabras, eres capaz de ver en mí sencillamente al hombre.» Pues bien, ahora es el momento de ver sencillamente a Niki, Más allá de cualquier posible enojo o irritación.

En ese preciso instante llaman a la puerta. Olly va a abrir.

 Hola

Niki la abraza en seguida pillándola desprevenida. Olly deja caer los brazos desconcertada por ese gesto. Diletta y Erica se miran. Erica tuerce la boca, como si dijese: «Hum, aquí pasa algo raro.» Las demás la abrazan también. Diletta le sonríe.

 Esta boda te ha apartado de todo y de todos

Niki se separa y asiente.

 Sí, es cierto, tienes razón.

No, obstante, sus palabras no reflejan la habitual alegría, y las Olas, como no podía ser menos, se dan cuenta de inmediato. Niki cierra los ojos por un instante, sólo un instante, y a continuación los abre de nuevo. Diletta, sin dejar de masticar un trozo de galleta, sonríe intentando quitar hierro a la situación.

 ¿Sabes lo que hemos apostado? Que hoy elegirás a tus dos testigos. Tengo que confesarte que hemos hablado y que una de nosotras se va a sentir decepcionada De manera que elimíname a mí, que soy la más fuerte, o haznos testigos a las tres Debo decirte, Niki, que las Olas corremos un gran riesgo con esta decisión.

Niki se apoya en la barra que tiene a sus espaldas como si pretendiera sostenerse, sentirse más segura para poder dar la noticia que está a punto de comunicarles. Acto seguido sonríe titubeante y avergonzada.

 No corréis ningún riesgo -Se interrumpe por un momento y las mira a los ojos convencida de su decisión. Y de su apoyo, que ahora necesita más que nunca-. Ya no me caso.

 ¿Qué? -Diletta casi se atraganta con el último pedazo de galleta.

Erica, pese a su constante deseo de ser transgresiva, esta vez se queda realmente estupefacta.

 Estás bromeando, ¿verdad?

Olly permanece en silencio, está desconcertada y no sabe qué decir, pensar, sentir, duda entre alegrarse o entristecerse, entre ser niña o mujer. Al final opta por ser amiga sin más.

 Cuéntanoslo todo.

Ciento dieciocho

 No es posible.

Flavio, Enrico y Pietro están asombrados, atónitos. Apenas pueden creer lo que acaban de oír. Ver, mejor dicho, porque se están pasando la carta de Niki y todos la han leído ya por turnos al menos tres veces.

 No es posible -repite Pietro sacudiendo la cabeza.

Flavio lo mira.

 Es la tercera vez que dices eso.

 Y vuelvo a decirlo: no es posible.

Alex está sentado, confuso, en el sofá del salón.

 Pues yo os digo que sí es posible, chicos. Es así. Lo ha escrito. No me lo he inventado.

Enrico intenta puntualizar.

 Dejando de lado que me parece una carta escrita a toda prisa, me he dado cuenta de que hay un error

Flavio abre los brazos.

 ¡Y qué más da! ¿Puedes decirnos cuál es? Porque yo no lo he visto

 Yo sí, mira. -Pietro coge la carta-. Aquí está: «Me resulta imposible andar siguiendo a tus hermanas» Te refieres a esto, ¿no?

 Eh -Flavio abre los brazos-. ¡Pues vaya! Hoy en día eso se dice

 De eso nada, debería haber dicho «seguir» y punto.

 ¡Venga ya! ¡Eso, en tu caso, cuando escribes a una de tus empresas! Ésta es la carta de una chica, perdona que lo diga, ¿eh? -dice mirando a Alex-, que acaba de dejar a su novio.

 ¡Eh! Gracias

 Bueno, lo ha escrito aquí, ¿no?

Pietro asiente con la cabeza.

 Además, no se puede decir que haya sido muy delicada

 ¡Precisamente!

Alex los mira desconsolado.

 Exceptuando el error, ¿qué os parece?

Enrico interviene:

 Bueno, creo que tu decisión no es la más acertada.

 ¿Qué decisión?

 ¡La de dejarnos leer la carta a todos!

 ¡Pero qué dices! Yo no te he preguntado eso; además, me da igual, sois mis amigos de siempre. ¡Si no hablo con vosotros, ¿con quién lo voy a hacer?! ¿Con los del trabajo, con Andrea Soldini, con Leonardo?

Pietro interviene.

 Bueno, el otro día pasé a buscarte por tu despacho y no puedo por menos que decirte la verdad: yo afrontaría muy a gusto con Raffaella cualquier tipo de problema

 Ya, pero en estos momentos para mí es Raffaello, un hombre.

 En ese caso, te veo mal.

 De pena, diría yo. Es la segunda vez que le pido a una mujer que se case conmigo

 Y que te encuentras con los armarios de tu casa vacíos y con una carta.

Pietro se sienta delante de Alex.

 Tienes que admitir que algo no funciona

Alex lo mira preocupado.

 ¿A qué te refieres?

 Bueno, cuando les pides que se casen contigo, los preparativos de la boda y todo el resto les transmite un nerviosismo, un miedo, es más, yo hablaría incluso de terror, que al final las empuja irremediablemente a poner pies en polvorosa

 Bueno, con Elena ni siquiera llegamos a los preparativos

Flavio se vuelve hacia Pietro.

 ¡Así que tu teoría carece de valor!

 Puede, pero creo que con la próxima

Alex lo mira boquiabierto.

 ¿Con la próxima? ¿Qué próxima? Nooo De eso ni hablar. ¡Yo quiero a Niki!

Pietro intenta calmarlo.

 Y lo más probable es que vuelva a tu lado. Pero con ella la historia de la boda ya no ha salido muy bien. En caso de que las cosas no marchasen con ella -la mera idea hace que Alex se sienta desfallecer, pero Pietro prosigue como si nada-, creo que lo mejor sería que, de ahora en adelante, simules invitar a las mujeres a una fiesta importante, muy elegante, de manera que ellas se preparen, salgan debidamente arregladas y luego, ¡tachan!, las lleves al lugar donde lo has preparado todo de antemano: la fiesta, los testigos, las peladillas, las flores y las alianzas ¡Y os casáis al vuelo! Sin darles la oportunidad de vaciar los armarios, de dejarte la consabida carta y todo ese drama que ya has vivido en demasiadas ocasiones, ¿no te parece? No creo que puedas soportar una tercera carta

Alex los mira uno a uno.

 Quizá no os dais cuenta, eso debe de ser. Comprendo vuestra situación personal, el hecho de que los tres, de una manera u otra, quien más quien menos, hayáis vivido dificultades en vuestro matrimonio, y que todo lo que os ha sucedido os impida seguir creyendo en el amor Pero no es mi caso. No es mi historia. No es mi fábula.

Pietro se queda un poco sorprendido.

 ¿Qué fábula?

 La fábula que vivimos los dos, Niki y yo. ¡Yo la quiero!

Flavio, Enrico y Pietro exhalan un suspiro y se dejan caer sobre el sofá que está delante de Alex.

Pietro es el primero en hablar.

 Si a los cuarenta años sigues creyendo en fábulas, el problema es más grave de lo que pensaba.

Alex lo mira sonriente.

 Quizá el hecho de haber dejado de creer sea aún más grave.

Pietro asiente con la cabeza.

 Vale, vale, eres un cabezota y quieres tener razón. En ese caso te propongo que analicemos bien esta carta. En uno de los párrafos, Niki dice que le habría gustado que la secuestraras, que la hubieras alejado de todo y de todos con una moto Una versión moderna del príncipe azul en clave de tercer milenio, con moto en lugar de caballo.

Enrico interviene:

 Ya, pero quizá olvida que después del accidente que tuviste con tu padre a los catorce años, la moto te aterroriza

Pietro la justifica.

 Puede que no se lo haya dicho.

Alex lo ataja.

 Sí, se lo he dicho, se lo he dicho.

 Entonces no tiene justificación.

 No, entonces es peor: ha querido subrayar ese miedo, de manera que

Alex parece intrigado.

 ¿Qué?

 Pues que te considera demasiado viejo.

 ¿Viejo? ¿A mí? ¿Y por qué?

 ¡Porque no haces las cosas propias de cualquier joven! ¿Cuántas veces la has llevado a una discoteca?

Alex reflexiona por unos instantes.

 Una.

 Bien.

 Era la presentación de una campaña de la empresa; elegimos una discoteca porque el producto era una cerveza.

 Mal.

 ¿Por qué?

 Has dicho discoteca. Y lo era, sí, pero era también trabajo. ¿Vas en moto?

 No, no tengo moto y, además, como ha dicho Enrico, me aterran.

 Fatal.

 ¿Cuántas cervezas te has bebido con ella?

 Ella bebe Coca-Cola y yo, a veces, ron.

 ¡Mal! El hecho de tomar una cerveza juntos da cierto sentido de libertad y, además, recuerda mucho a un anuncio publicitario. ¿Tatuajes? ¿Piercings? ¿Teorías sobre fenómenos extraños? ¿De sexo cómo andamos?

Alex lo interrumpe bruscamente.

 Oye, Pietro, lo único que la asusta es la idea del matrimonio.

 ¿Ah, sí? Pues en esta carta yo también veo otra cosa.

 ¿Qué? ¿Y dónde? ¿Cómo? ¿Por qué?

 No lo sé. No creo en ese miedo repentino. Por desgracia la vida es así y detrás de una carta como ésa siempre hay -Pietro la agita en el aire-. En la mayor parte de los casos revela la incapacidad de contar lo que sucede realmente.

Alex se levanta y va a servirse algo de beber. Enrico y Flavio miran enojados a Pietro, él se lleva el puño a la barbilla como diciendo: «¿Qué queréis que haga?» Justo en ese momento vuelve Alex con un vaso lleno de Red Bull.

 ¡Muy bien, eso te animará! Podrías derrumbarte psicológicamente.

Alex da un sorbo y después lo mira sereno.

 ¿Sabes, Pietro? Hablas así porque te has pasado la vida engañando.

 He engañado para evitar que me engañasen. Me sucedió cuando era joven. Estaba muy enamorado de una chica que era una zorra y que salía con otros. Cuando lo descubrí me juré a mí mismo que no me volvería a suceder, que yo me anticiparía a ellos, que engañaría antes de que los demás me engañasen a mí.

Alex bebe otro sorbo.

 Mal, porque eso significa que has perdido dos veces. La primera cuando has engañado y la segunda cuando dejaste de creer en el amor. Yo, en cambio, quiero creer.

 Y si tuviese a otro, ¿cómo te sentirías?

Alex reflexiona unos segundos. Sus amigos se miran preocupados. A continuación les habla de nuevo sin perder la calma.

 Podría estar con otro y no ser lo suficientemente valiente como para decírmelo, pero ¿por qué no iba a hacerlo? ¿Qué habría de

malo en ello? La belleza del amor consiste precisamente en que uno se enamora sin una razón determinada, involuntariamente y en el momento más inesperado. ¿Tú sabías de antemano que te enamorarías de Susanna?

 ¡No!

 ¿Y tú de Camilla?

 Tampoco.

 ¿Y tú de Cristina?

 Siempre he estado enamorado de Cristina, y no me la nombres porque eso me hace sentir fatal.

 Está bien, en ese caso, lo tuyo no cuenta. Sea como sea, y volviendo a Niki, podría ser que ella se hubiese enamorado de otro, pero también cabe simplemente la posibilidad de que la boda la haya asustado. Las probabilidades son del cincuenta por ciento en uno y otro caso, y yo, tal vez porque quiero seguir creyendo en mi fábula, elijo el segundo. -Se sienta en el sofá más tranquilo, sigue bebiendo su Red Bull y mira a sus tres amigos-. Entre otras cosas porque, como esté con otro, me mato.

 ¡Ah, claro! ¡Ya me parecía absurda, tu actitud! -Pietro sonríe-. La fábula, la fábula, y luego, en cuanto ésta se desvanece, todo es un desastre.

Alex se acerca a él.

 Oye, esa casa me parece verdaderamente desoladora sin Niki ¿Puedo quedarme aquí con vosotros?

Flavio le da un abrazo.

 ¡Por supuesto que sí! Vaya una pregunta. Considérate en tu casa.

Pietro le da unas palmaditas en el hombro.

 Bueno, dado que la casa es mía, creo que soy yo el que debería decidir si se queda o no. -Hace una larga pausa en la que Alex y Flavio parecen pender de sus labios. También Enrico sigue el asunto con el mayor interés. Finalmente, Pietro esboza una sonrisa y abraza a Alex-. ¡Faltaría más! Pero ¿qué clase de preguntas son ésas? ¡Ésta es tu casa! Entre otras cosas, porque tú me has acogido infinidad de veces con las rusas y el resto de mis líos; estoy encantado de poder devolverte ahora el favor. Ven, te enseñaré tu habitación -Pietro lo coge

del brazo para acompañarlo al otro extremo del pasillo-. ¡La mejor! A Alex le doy la mejor ¡porque se la merece! -Salen del salón.

Enrico y Flavio permanecen sentados en el sofá.

Flavio está visiblemente disgustado.

 Joder, lo que nos faltaba. Alex estaba tan contento, todo estaba saliendo a pedir de boca Al menos para él.

Enrico asiente con la cabeza.

 Pues sí, ¡la verdad es que no estaba mal que al menos uno de nosotros viviese esa fábula! Ahora somos del montón

 ¿Qué quieres decir?

 La gente se deja, se separan o siguen juntas por pura costumbre, por comodidad, por interés, jamás por amor. ¡Joder! Yo contaba con Niki y Alex, eran mi apuesta ganadora, el premio gordo del amor.

Flavio abre los brazos.

 En cualquier caso, todavía no es definitivo, podrían volver, casarse y vivir una espléndida fábula Después del faro, del rascacielos

 ¡Sí, la luna! -Pietro regresa al salón-. ¡Vivís todos en la luna, parecéis alienígenas!

 ¿Qué quieres decir?

 ¡Pues que esa chica tiene veinte años y que es normal que tenga las hormonas revolucionadas! Después de haber vivido una experiencia diferente con un tipo mayor que ella, ahora vuelve, como es normal, a tener una bonita historia de sexo con uno de su edad ¡Venga, chicos, seamos sinceros, se ve a la legua que está con otro!

Flavio y Enrico le indican con una seña que se vuelva. Alex está detrás de él, boquiabierto, con los brazos caídos a los lados.

 He venido a por un poco de agua, pero dadas las circunstancias creo que será mejor que me tome un vaso de whisky.

 Sí -Pietro asiente-. Yo también beberé uno, doble. Perdona, Alex, pero es mejor pecar de pesimistas que de ingenuos. Estoy convencido de que, dada la situación, sólo tienes dos alternativas: o te enfrentas a ella o la olvidas del todo y para siempre.

Alex hace chocar su vaso de whisky con el de Pietro.

 La primera solución es mejor. En cuanto a la segunda, olvidarla, necesitaría más de una vida. Jamás olvidaré a Niki.

Ciento diecinueve

Olly es la primera en hacerse cargo de la situación.

 Lo sabía, lo sabía Alex es demasiado perfecto. Simpático, divertido, guapo, siempre atento, de puta madre incluso con nosotras, el faro, después la sorpresa de Nueva York Sabía que había algo detrás Está con otra. No, espera, peor aún Algo contra lo que tú no puedes luchar ¡Es homosexual!

 No

 ¡Ahora lo entiendo! ¡Está casado y no te lo había dicho!

 No

 Quiero decir, que nunca se ha divorciado.

 Olly, si me dejas hablar os lo cuento.

 Sí, tienes razón, perdona.

Las tres amigas, las tres Olas, están delante de ella, ligeramente inclinadas hacia adelante, muertas de curiosidad.

Niki sonríe.

 Bueno, pues he sido yo. -Sus amigas se quedan aún más sorprendidas-. Tengo miedo. No sé qué me ha ocurrido, llegó un momento en que estaba como enloquecida, no podía resistirlo más, tenía una sensación horrible, tenía la impresión de ser una clepsidra rota. Cuando le daba la vuelta me daba cuenta de que estaba agujereada, el agua se deslizaba por completo y se acababa, se salía por un agujero -Olly, Diletta y Erica la escuchan en silencio. Niki prosigue-: Ya no entendía nada, tenía ataques repentinos de pánico, sentía que el tiempo fluía, pasaba, volaba, se quemaba, mi tiempo -Rompe a llorar-.

No sé qué me ocurrió. Y, sin embargo, Alex era muy importante para mí. Ya no entiendo nada. Estoy desesperada. Lloro por la belleza del amor que sentía ¡Y que ya no siento!

Olly es la primera que se sienta a su lado y la abraza.

 Venga, Niki, no te pongas así, me siento fatal, me vas a hacer llorar.

 Sí. -Diletta y Erica se sientan al otro lado-. Sí, a nosotras también. Vamos a llorar como Magdalenas Mira -Diletta le indica sus ojos-. No consigo contenerlas, ¡uf! Me gustaría ser mayor, estar a tu lado para poder consolarte, ser una roca para ti Y, en cambio, ¡lloro más que tú!

Se echan a reír. Niki y Diletta sorben por la nariz. Se estrechan en un abrazo. De repente Niki siente que ha recuperado a sus tres amigas, como si todo el tiempo que ha pasado sin ellas se hubiese desvanecido. Ese abrazo cancela las culpas, reduce las distancias, anima a retomar el hilo y a volver a ser como antes, como si nada hubiese sucedido. Ya tendrán tiempo de hablar, de disculparse, de aclarar lo ocurrido mientras disfrutan de un buen carcadé. Pero ese abrazo cuenta más que cualquier palabra.

Erica deposita sobre la mesa su taza vacía. Tiene los labios ligeramente manchados de rojo. Olly se lo hace notar y le da un pañuelo.

 Ten, te has ensuciado con el carcadé.

Erica lo coge y se limpia. Después sonríe.

 ¡Siempre me mancho!

 ¡Eres un desastre! -le dice Niki-. Cuánto echaba de menos todo esto

 ¿A quién se lo dices? Habías desaparecido ¡Siempre estabas pegada a Griselda y a Anastasia!

Niki se echa a reír.

 ¡Pero si no se llaman así!

 ¡Da igual!

 Por lo visto piensas que soy como Cenicienta La verdad es que no te falta razón, sólo que yo he perdido al príncipe en lugar de encontrarlo

Niki se entristece.

Diletta alarga una mano, busca la suya y se la aprieta. También Olly. Erica se levanta y rodea la mesa, se detiene detrás de Niki y la abraza.

 Escúchame bien y recuerda el cuento ¡Cenicienta no tenía unas amigas como nosotras!

Niki se conmueve. Todas la abrazan.

 Es verdad, no tenía a las Olas, menuda suerte tengo. Os quiero mucho, habéis aguantado lo indecible, estaba insoportable

Olly trata de ser racional y práctica.

 ¡Está bien! Ya basta, venga, chicas Que no estamos en secundaria. Tenemos que estar tranquilas, ser fuertes, mujeres, pensad que a nuestra edad podríamos ser ya madres

Diletta la mira y sonríe procurando que sus amigas no la vean. No sabes a quién has ido a decirle eso, piensa.

 Mira, Niki -prosigue Olly-, la cosa es más sencilla de lo que parece Significa tan sólo que no es el momento adecuado. ¡No es ningún problema! Quiere decir que era demasiado pronto Quizá baste con aplazarlo un poco, ¿no crees? Tú no has hecho nada malo No tienes culpa de nada.

Pero el silencio de Niki es muy elocuente. Olly, Diletta y Erica la escrutan.

 ¿Niki?

Ella baja la mirada.

 He salido con otro.

 ¿Qué? -Olly no se lo puede creer-. ¡Eres una sorpresa constante!

Diletta no sabe qué decir. Erica pasa de inmediato a la carga.

 ¿Y cómo fue? ¿Te gustó?

Niki la mira asombrada.

 ¡Erica!

 ¿Por qué? ¿Acaso me estás diciendo que no te acostaste con él?

 No lo hice. Resistí. -El mero hecho de decirlo le produce una herida inmensa. Es la primera vez que lo admite en voz alta: «Resistí.» Y se avergüenza de todas formas. Se siente sucia.

Olly, Diletta e incluso Erica se dan cuenta de inmediato. Olly le sonríe con afabilidad.

 ¡Venga! No exageremos, la vida es así. Uno se cae, se vuelve a levantar y sigue adelante. Todo el mundo tiene derecho a cometer un error, y en caso de que ni siquiera hayas cometido nunca ninguno, hasta dos.

Erica cambia de expresión de repente, casi parece otra persona.

 ¿Por qué resististe?

Niki levanta la cara de repente y la mira.

 Dímelo, por favor -prosigue Erica-. ¿Por qué te detuviste? Lo deseaste por un momento y, sin embargo, algo te frenó. ¿Qué fue?

Niki reflexiona durante unos instantes.

 No lo sé. Varias cosas a la vez; eso sí, todas muy simples. Me acordé de Alex. Pensé en dónde podía estar en ese momento, en qué estaría haciendo, en la serenidad que debía de estar experimentando, quizá estaba pensando en mí y me sonreía, tal vez suponía que yo ya estaba durmiendo Tenía el móvil apagado Y entonces, al imaginar su cara y su sonrisa, pensé en cómo éstas podrían cambiar si me viera en ese momento Eso fue lo que me detuvo y me hizo resistir. Así, pase lo que pase, lo recordaré siempre con amor, atribuiré la justa importancia a mi relación con Alex, nunca tendré nada de qué avergonzarme. -Luego las mira algo más reflexiva, más pensativa, como si hubiese excavado en lo más hondo de sí misma, como si esas palabras perteneciesen a una Niki más adulta-. Sí, quizá lo hiciese por mí misma Egoístamente quise resistir para estar bien.

Erica se encoge de hombros.

 Sentía curiosidad -dice, pero luego le replica-: Aunque quizá en ese momento él no estaba pensando en ti en absoluto, quizá estaba hablando con sus colegas de trabajo, o peor aún, tal vez estuviera haciendo el tonto con alguna Eso es, quizá estuviera diciéndole esas estupideces que en ocasiones dicen ciertos tipos para impresionar, y, en lugar de ser sinceros, de reconocer sin más que les gustas, dan toda una serie de rodeos. Quizá estuviese dando uno de esos rodeos Y tú renunciaste a algo que podrías haber vivido. Porque hay cosas que no vuelven a ocurrir, que existen sólo en determinados instantes y luego se acaban Quiero decir que quizá resististe en vano.

Niki sonríe.

 Sí, puede que tengas razón, quizá estaba dando uno de esos rodeos que a veces dan los hombres Pero no resistí en vano. Me alegro de haber tomado esa decisión, al igual que hasta ayer me alegraba de mis circunstancias. Ahora, algo ha cambiado.

Olly se rasca la frente.

 ¿Has hablado con Alex?

 No, todavía no. Le escribí una carta.

Olly la mira preocupada.

 ¿Y le has contado eso?

 No. -Niki le sonríe-. ¿Estás loca?

Olly exhala un suspiro. Diletta sacude la cabeza.

 ¡Si yo encontrara una carta poco antes de casarme en la que mi futuro esposo me dice que me deja, no sé lo que haría! Creo que me suicidaría. -Después se percata de lo que acaba de decir-. No, quiero decir que me sentaría muy mal, pero aun así intentaría comprender lo que ha ocurrido Lo que es seguro es que te llamaría de inmediato, me plantaría debajo de tu casa y te acribillaría a preguntas

Niki le sonríe.

 Pero tú no eres Alex. Además, en la carta le decía también que necesitaba un poco de tiempo para mí, que tengo que pensar, comprender Alex es una persona adulta, entenderá mi exigencia, estoy segura.

Erica interviene intrigada:

 ¿Y qué has pensado hacer con el otro?

 Todavía no lo sé.

Olly sonríe.

 Es el tipo de la facultad que querías presentarnos, ¿no?

Niki asiente con la cabeza y se avergüenza ligeramente de su seguridad. En cuestiones de amor, nunca hay que estar demasiado seguros.

Ciento veinte

Al otro lado de la ciudad. En un loft que todavía es un caos, Pietro, Enrico y Flavio están de pie junto a una puerta cerrada.

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