Se apartó de las estatuas, dejándolas con una advertencia embrujada. "Es una pena que no puedas acompañar a tu sacerdotisa esta vez."
CapÃtulo 2 "Calor de la ciudad"
Kyoko se despertó con un inicio sabiendo que el sol se estaba poniendo. Era como un reloj de alarma biológico para ella y lo habÃa sido desde... hasta donde podÃa recordar. Se empujó a sà misma sabiendo que era hora de ir a trabajar. Sólo deseaba que le pagaran por ello.
Al oÃr una sirena a lo lejos, llamó su atención a la ventana justo a tiempo para captar los últimos rayos de luz que salÃan del cielo de la ciudad. PodÃa oÃr el débil sonido de la música de los clubes nocturnos de la avenida donde vivÃa. HabÃa elegido un apartamento en el corazón de la ciudad por una razón.
PodÃa sentir la vibración a través de su cama... El metro era el nombre del club que vivÃa arriba. Alquiler era barato porque no habÃa manera alguien podrÃa vivir aquà y esperar a conseguir cualquier tipo de sueño a menos que fuera durante el dÃa. Ahà es donde Kyoko creÃa en la suerte.
¿Dónde más podrÃa haber encontrado un lugar que tuviera las mismas horas que ella? No habÃa personas groseras corriendo por los pasillos... a menos que contara a Yohji, pero él no solÃa despertar nada a menos que fuera temprano por la mañana cuando llegó a casa o por las noches justo antes de ir a trabajar.
Hablando de alquiler... la suya llegó tarde. TendrÃa que llegar a ella pronto si no querÃa tratar con Yohji, el hermano del propietario, que vivÃa al otro lado del pasillo. La última vez que habÃa llegado tarde con el alquiler, se habÃa ofrecido a negociar con ella. HabÃa parecido tan decepcionado cuando le habÃa entregado el alquiler en su totalidad menos de una hora después.
Miró su teléfono celular viendo el sÃmbolo del mensaje parpadeando y sonrió. Haciendo clic en los botones que podrÃan conectarla con algo familiar, ella escuchó la voz de su madre, sin siquiera prestar atención a lo que estaba diciendo. Ella ya sabÃa de todos modos.
"Hola Kyoko es tu madre," Kyoko imitó las palabras en el contestador automático. "Realmente deseo que llames, te extrañamos terriblemente. Nos gustarÃa saber cuándo volverás a casa para poder hacer tu cena favorita. Tama pasó un buen rato el otro fin de semana y ya está empezando a tener retiros de no verte. ¿Está comiendo lo suficiente o necesita dinero? Por favor, llámame, te amo. "
Kyoko sacudió la cabeza y dejó que el correo de voz siguiera tocando el resto de los mensajes. Uno era de Yohji recordándole que el alquiler era debido. -SÃ... sÃ... tonta. -Se borró su mensaje. La otra era de su hermano menor, Tama, diciéndole acerca de su última novia, luego le advirtió que no le dijera a su abuelo o que hubiera difundido rumores realmente embarazosos sobre ella y Tasuki. Era una amenaza vacÃa y ambos lo sabÃan.
"Vas a tener que hacerlo mejor que ese pequeño hermano", dijo Kyoko al teléfono.
HabÃa salido de casa para mantenerlos a salvo. No habÃa manera de evitarlo. Desde que era pequeña, habÃa sido consciente de los demonios en el mundo... pero eso no significaba que ella querÃa que su hermano pequeño conociera a los monstruos de las pelÃculas en las que real y esperando en la oscuridad. Era como si ella fuera la única que pudiera verlos caminando entre los inocentes... alimentándose de ellos.
Los demonios generalmente parecÃan personas normales hasta que tuvieron a su vÃctima sola. Los demonios dentro de la ciudad se estaban multiplicando a un ritmo peligrosamente rápido y ella estaba teniendo problemas para mantenerse al dÃa y ayudar incluso a las probabilidades de los seres humanos. De hecho... se sentÃa como si estuviera perdiendo la guerra.
Aquellos seres humanos que estaba tratando de proteger habÃan dado al mal un nombre a través de libros y pelÃculas... vampiros. Era sólo un nombre aunque... vampiro, demonio, para ella era lo mismo. Se encogió de hombros. Con ella era casi como un espejo de dos vÃas, porque aunque podÃa detectar a los vampiros... también sabÃan cuando entró en una habitación llena de gente. Ella no pensaba que pudieran detectar su poder... eso no era lo que parecÃa atraerlos a ella... era más como una campana de cena con ella como el plato principal.
Incluso habÃa acudido al médico una vez para ver si tenÃa un extraño tipo de sangre... pensando que eso les atraÃa. Pero el médico sólo le habÃa dado un saludable certificado. Lo que le dio escalofrÃos fue que cuando ella salÃa de la oficina, el médico la habÃa detenido y le habÃa pedido que donara sangre. Torcido... era sólo retorcido.
Por alguna razón, los vampiros siempre estaban atraÃdos por ella y tendrÃa que luchar contra ellos. Tal vez el médico no habÃa estado buscando lo correcto. Una triste expresión se deslizó por su cara sabiendo que era por eso que tenÃa que permanecer sola. Ella habÃa puesto a su familia y amigos en peligro demasiadas veces para vivir cerca de ellos. La última vez que uno habÃa seguido su casa. Era difÃcil mantener su secreto sin tener un demonio en el patio delantero.
Su abuelo fue el que la habÃa llevado a esta vida, asà que fue él quien le habÃa hecho la única pregunta que la atormentaba. ¿Cómo era el sentido del vampiro cuando estaba cerca y por qué siempre la buscaban en un lugar lleno de cientos? Recordó que él le habÃa golpeado la barbilla mientras profundamente pensaba, pero la forma en que la miraba la hacÃa sentir como si estuviera guardando algo de ella.
-Lo investigaré y te haré saber si tengo una pista. -Todo lo habÃa dicho su abuelo.
Ella habÃa dejado de preguntar por qué tenÃa el poder de golpearlos y realmente lastimarlos... no era como si no pudieran sostener sus propias veces sin embargo. Ella habÃa cojeado en casa muchas veces para pensar que era indestructible. Pero ella sanó más rápido que cualquier persona que ella conocÃa y podrÃa tomar un duro golpe mejor que... bueno, ella no conocÃa a nadie que pudiera resistir lo que ella podrÃa... cualquier humano que es.
Ahora que tenÃa una distancia segura entre ella y todo lo que amaba... Kyoko tenÃa una razón para estar enojado y una razón para pelear. Ella los culpaba... de los demonios que la acosaban. La habÃan obligado a salir de casa y abandonar todo lo que se parecÃa a una vida normal. Ahora su familia se habÃa mudado a la casa del santuario. Por supuesto, los puso más cerca de Tasuki y eso la hizo sentirse mejor.
"No es tan malo", dijo en voz alta en la soledad de su apartamento. Al salir de la cama, se dirigió a la pequeña cocina y abrió la nevera. "Está bien... tal vez sea asà de malo", sonrió Kyoko al ver que todavÃa estaba vacÃa.
Sólo tendrÃa que ir a buscar a los vampiros esta noche y si tenÃan un fajo de dinero en efectivo en el bolsillo cuando los mató, entonces que asà sea... no era como si pudieran llevarlo al infierno con ellos. Cerrando la puerta se volvió hacia la única cosa que sabÃa que tenÃa mucho. -Gracias a Dios por el café.
Levantó la taza a sus labios sabiendo que iba a ser una larga noche.
*****
Hyakuhei estaba en la cama escuchando la voz de su hermano una vez más antes de que se desvaneciera. Esto se habÃa convertido en un hábito... aunque en su opinión, era mejor que estar cara a cara. Ellos escuchaban los pensamientos de los demás la mayorÃa de las noches por los pocos momentos que tomó para que el sol se pusiera... entonces el enlace se desvanecerÃa. En los últimos tiempos, las silenciosas conversaciones se habÃan vuelto cada vez más inquietantes.
Miró hacia arriba el toldo que cubrÃa su cama... viendo el regalo de su hermano. El espejo de las almas habÃa aparecido en su habitación hace más de un mes... ya lo habÃa visto antes. Era el único espejo que podÃa arrojar el reflejo de un vampiro. HabÃa sido la preciada posesión de su hermano.
Cuando habÃa llamado silenciosamente a Tadamichi, preguntando por qué se lo habÃa dado, su hermano le habÃa respondido: «Sólo quiero recordarle lo que es usted».
Ahora contemplaba su propio reflejo y sabÃa que habÃa otra razón para el regalo. Era una manera de ver a su hermano gemelo mientras se miraba a sà mismo. Hyakuhei se pasó el brazo por los ojos, rechazando la vista.
HabÃa pensado que Tadamichi estarÃa enojado cuando le dijera que estaba matando a los vampiros mestizos dentro de la ciudad por el simple hecho de que estaban en su camino... o en el lugar equivocado en el momento equivocado. El conocimiento ni siquiera habÃa perturbado a Tadamichi. Su hermano sólo le recordó que el poder de gobernar la ciudad humana y los demonios dentro de ella eran de ellos para la toma.
Tadamichi incluso habÃa confesado que le agradaba. De algún modo torcido... su hermano gemelo estaba contento de haber proporcionado entretenimiento para él... algo que matar... de nuevo recordándole lo que era. Hyakuhei volvió a mirar al espejo pensando en la manipulación. Ãl y su hermano no eran más que monstruos en todos los sentidos de la palabra y no necesitaba ser recordado de ello.
Una cosa que Hyakuhei notó en los últimos meses fue que cuando su hermano se convirtió en un vampiro, entonces ese vampiro convirtió a un vampiro, y asà sucesivamente, todo lo que creó fue un vampiro débil y necesitado que era codicioso y descuidado. Donde estaba puro sangre... sólo se alimentaba una vez al año y no dejaba evidencia. PodÃa sobrevivir sin nada si decidÃa hacerlo o incluso participar de la comida humana. Un vampiro de raza recién convertida se alimentaba todas las noches y generalmente sacrificaba su comida antes de que terminaran.
Un verdadero vampiro no hizo eso... un vampiro de sangre pura podrÃa seducir a los humanos en su esclavitud y luego alimentarse de ellos lo suficiente para saciar su sed antes de salir y tomar la memoria de él con ellos. Nadie era el más sabio. En otras palabras, cuanto más abajo la lÃnea el vampiro era de Tadamichi... más cerca estaban de ser una responsabilidad fea como la basura de la ciudad.
PodÃa sentir la necesidad de salir a la ciudad y formar parte de ella. No necesitaba que Tadamichi le recordara quién era... ya podÃa sentir la necesidad de la caza. Su hambre crecÃa no sólo por la necesidad de alimentar... sino también por la necesidad de sentir parte de algo. Ãl culpó este antojo a su hermano.
Hyakuhei deslizó su camisa de seda negra mientras caminaba hacia la ventana, retirando la cortina ahora que el sol se habÃa ido. Entrecerró los ojos ante la vista. -Buena pared -dijo sarcásticamente-. Su paisaje era el lado de un edificio de ladrillo a través de un pequeño callejón y habÃa una razón para eso. A pesar de que podÃa soportar la luz del dÃa por unos momentos a la vez... lo último que querÃa era que fluyera a través de la ventana de su dormitorio.
Casi se dio la vuelta y se alejó, pero algo llamó su atención y miró al callejón.
AllÃ... apoyado contra la pared más alejada del alcance de las lámparas de la calle, era un joven de unos veinte años. Hyakuhei miró fijamente a la mirada bien vestida de la universidad, sabiendo que era engañosa. PodÃa oler la sangre de la última muerte del subalterno incluso a través de la ventana cerrada. El rostro sombreado se volvió un poco y Hyakuhei pudo ver el resplandor de luz artificial que emanaba de sus ojos.
Si habÃa algo que Hyakuhei podÃa decir sobre sà mismo, era que era muy territorial. Incluso él y su gemelo se quedaron en diferentes lados de la ciudad por esta razón. No permitirÃa que estos medios demonios codiciosos se alimentaran tan cerca de su edificio. Si esto era lo que su hermano deseaba... verlo matar a un asesino... asà sea.
Hyakuhei extendió la mano y abrió la ventana sin hacer ruido.
Antes de que pudiera saltar por la ventana, Hyakuhei escuchó pasos procedentes del otro lado del callejón y se detuvo. Esperó a que el estúpido humano entrara en la mortal trampa. Quienquiera que fuera... lo merecÃan por viajar por el oscuro callejón.
Demonios, donde no son los únicos peligros de la noche de la ciudad... los rufianes humanos como asaltantes y violadores también se esconden en la oscuridad de la mayorÃa de los callejones de la ciudad. Tal vez incluso dejarÃa que el vampiro tuviera su última comida antes de matarlo... era lo menos que podÃa hacer. No era como si le debÃa nada a la población humana. No le debÃa a nadie.
Se apoyó contra el alféizar de la ventana con oscuros y sombrÃos ojos. La primera cosa que Hyakuhei notó fue el largo cabello castaño mientras el humano se deslizaba de las sombras hacia la tenue luz que habÃa debajo. La mitad de ella estaba en una cola de caballo rebotando, dejando el resto en cascada por sus hombros y espalda en ondas sedosas.
Llevaba una minifalda negra y corta con senderos de encaje negro que bajaban y cubrÃan algunos de sus muslos inferiores. La camisa coincidÃa con un paño de raso negro que bajaba justo por encima de su ombligo pero también tenÃa los mismos senderos en forma de V de encaje negro que se movÃan mientras caminaba.
No perdió nada mientras su mirada acariciaba los pequeños destellos de la piel expuesta. Su aura tenÃa el tamaño de cien seres humanos y se extendió cubriendo la mayor parte del callejón. A medida que su aura pasaba cosas mundanas, los colores apagados se volverÃan vibrantes haciendo que incluso la oscuridad parezca impresionantemente viva.
Estaba tan encantado de ver a la chica que se olvidó momentáneamente de que estaba entrando en su propia trampa mortal.
Kyoko caminaba lentamente como si no tuviera un cuidado en el mundo. SabÃa que parecÃa delicada e indefensa... poco más que un niño. Ella estaba bien con eso porque ella era un buen objetivo. La noche de la ciudad estaba viva y latiendo pero si giraba la esquina equivocada, podÃa convertirse en sombras oscuras con bordes mortales... para los humanos.
Sus labios insinuaron una sonrisa engañosa mientras se volvÃa y se dirigÃa a uno de esos largos callejones oscuros. Al oÃr el leve eco de sus propios pasos, ella mantuvo su mirada frente a ella a pesar de que notó que una sombra se despegaba de la pared a mitad de camino.
Bajando las pestañas para no darse por vencido, Kyoko se cubrió la ropa y tuvo que reprimir una sonrisa. ParecÃa que venÃa de la parte rica de la ciudad. Una cosa que habÃa notado acerca de los vampiros en la ciudad era que la mayorÃa de ellos podrÃa haber tenido trabajos de modelado antes de que se convirtieran... sexy y mortal.
Ella levantó la cabeza sabiendo que el demonio estaba a punto de hacer su movimiento. Fiel a su acto... dio un grito casi silencioso... no era como si quisiera llamar la atención de la gente inocente que pasaba por la acera, era sólo una maniobra actuar asustada y despegar corriendo.
Corriendo por delante de él, corrió hacia adelante y luego se dirigió hacia el lugar más oscuro del callejón como si tratara de esconderse de él. Justo cuando ella se volvió, él se estrelló contra ella, colocando sus palmas a ambos lados de su cabeza como si intentara escapar.