El Asesor Vidente - Juan Moisés De La Serna 3 стр.


Es él, es él chillé no sé muy bien porqué.

Sáquenle de aquí dijo el comisario a uno de sus subalternos, mientras me señalaba a mí.

Así que en un instante me encontraba que me habían expulsado de la comisaría, si es que se puede llamar así, y sin dejar de custodiarme, me habían invitado amablemente a la cafetería de enfrente donde me habían hecho sentar y esperar.

A pesar de que pregunté en varias ocasiones, el policía no me quiso decir qué estaba haciendo allí, ni por cuánto tiempo permanecería, solo que debía de estar sentado y en silencio.

Ya no sé ni el tiempo que estuve, pero aproveché para comer, ya que no había tomado nada al salir tan temprano hacia la comisaría a contarle al jefe de policía lo soñado, así que me alimenté y esperé.

Todo fue tan extraño, pero bueno, no tenía nada mejor que hacer que esperar allí, no sé muy bien a qué, pero así lo había ordenado el jefe de policía, y por eso tenía, no sé si decirle escolta, pero en dos ocasiones le pregunté por retirarme de aquel lugar y no me dejó ir a ningún sitio.

Y fue todo tan raro que hasta el policía que me custodiaba se ofreció a pagar mi comida, ¡eso sí que era raro!, pero entendí que eso era una buena señal, si hubiese sido un, no sé cómo llamarlo, preso común, nunca me hubiese hecho ese ofrecimiento.

A pesar de ello, se lo agradecí, pero entendí que mi consumición la debía de pagar yo, así que lo hice.

Pasaron las horas, y a pesar de mis continuas preguntas al policía, él no parecía preocuparse por el tiempo, simplemente estaba allí, delante de mí, sentado, y callado.

Personalmente considero que tendría cosas más interesantes que hacer, pero así se lo habían mandado y así hacía.

En un momento determinado sonó el walkie talkie que tenía en el bolsillo y del que apenas me había percatado, y la orden fue clara:

Tráele.

Vamos me dijo levantándome del sitio y sin darme tiempo a terminarme el café.

Después de tres tazas, ya se podría haber esperado un poco más, pero él no, había recibido órdenes y todo ahora tenía que ser con prisas.

Así que regresamos a la comisaría, y me llevaron otra vez a la habitación acristalada que usaban a modo de sala de interrogatorio.

Bien, usted dirá comenté al jefe de policía cuando entró en la sala donde había permanecido en una esquina ese, no sé cómo decir, guardián que me había acompañado y no me había quitado la vista de encima.

¿Cómo lo ha sabido?

¿El qué? pregunté sin saber a qué se refería.

No se haga el tonto, ¿cómo lo ha sabido? volvió a preguntar.

Como no sea más concreto no creo que pueda responderle.

Hemos encontrado el cuerpo afirmó mientras ponía sobre la mesa unas fotos.

¡Ah, es ella! dije mientras la observaba. Era la primera vez que veía este tipo de fotos, sí es cierto que en la televisión las están mostrando a cada momento, ya sea en las noticias o en las series de policía, pero es diferente cuando lo tienes justo enfrente.

De momento se me hizo, no sé un nudo en el estómago, un mal cuerpo, me entró una cosa que no pude por menos que vomitar en un lateral.

Tranquilo, tranquilo eso le pasa a todos la primera vez dijo el comisario mientras me acercaba una caja de pañuelos de papel.

Perdone, ha sido la impresión.

Sí, todavía recuerdo mi primera vez, por desgracia para mí no fueron unas fotos, sino una gracia, por así decir, de mis compañeros de promoción. Creyeron que sería gracioso acercarnos al cementerio por la noche para demostrar lo valiente que éramos, y en un momento determinado me echaron en un hoyo, poco profundo, pero donde había un ataúd destapado. Seguro lo habían preparado todo para la ocasión, pero la impresión de ver un cuerpo desde tan cerca, en el cementerio, en mitad de la noche, e iluminado con las linternas que traíamos, le aseguro que es toda una experiencia.

Supongo, acerté a decir mientras me limpiaba la cara y las manos y echaba el papel al suelo para tapar lo que había manchado.

No se preocupe, en breve lo limpiarán, y bien, dígame ¿cómo lo ha sabido?

¿El qué? volví a preguntar, entendiendo ahora que se trataba del caso del que hace ya horas le había compartido mi sueño.

¿Cómo ha sabido sobre el lugar donde la echó?

No lo sé, sólo le comenté lo que vi.

Nos ha llevado varias horas y la ayuda de varios expertos en acotar el área, en función de la velocidad, el modelo y el peso del vehículo.

¿El qué? pregunté asombrado.

Claro, ¿cómo cree que hacemos las cosas?, aquí no dejamos nada al azar. Localizar al sospechoso fue fácil, usted nos dio su nombre y su profesión, prácticamente nos condujo a él. Luego registramos su casa y no encontramos nada, mientras buscamos su coche, y casualmente lo tenía en el taller, por no sé qué problema en los amortiguadores.

»Fuimos al taller, con la orden judicial oportuna, y ahí nos dimos cuenta de que el vehículo no estaba ahí por lo que nos había dicho, sino que había solicitado que le rectificasen el cuentakilómetros.

»No sé muy bien qué pretendería con ello, pero eso no nos hizo más difícil nuestra labor, ya que el taller había registrado el número de kilómetros antes de realizar la manipulación solicitada.

Miramos minuciosamente el maletero, y no encontramos ninguna huella, ni la más mínima, ni un solo cabello, pero bueno, había que intentarlo.

»Así que nos centramos en donde usted nos dijo, por la velocidad, la dirección y la distancia, y hemos estado peinando la zona en las últimas horas, hasta que hemos dado con el cuerpo.

Vaya, pues sí que son ustedes efectivos comenté con asombro.

Solo hacemos nuestro trabajo, pero ahora tenemos un problema.

¿Un problema? pregunté extrañado, pues me había dicho que ya habían atrapado al culpable y que habían recuperado el cuerpo.

Sí, tenemos que demostrar que fue él y no otra persona quien lo echó a la laguna.

¿Y eso del ADN que tantas veces he visto en la televisión?

Nada de ADN, por lo menos que hayamos encontrado. En su casa no hay ni rastro, en el vehículo tampoco y lo único que tenemos es el cuerpo y el cuchillo, que eso ya lo sabía cuándo le enseñé las pruebas del caso, tampoco tiene ni huellas ni ADN del agresor.

¿Y qué quiere que yo haga? pregunté desconcertado.

Necesitamos algo, por poco que sea, algo que nos sirva para atraparle, si no, en menos de 24 horas tendremos que dejarle suelto y eso a pesar de tener el cuerpo.

Entonces ¿usted me cree?, sí piensa que es él.

Sí, le creo, no sé cómo lo ha hecho, pero le creo. Su testimonio no se mantiene, nos ha estado mintiendo desde que le apresamos, y nadie es capaz de situarle el día y la hora del crimen, es decir, no tiene coartada, pero tampoco le podemos situar allí.

Quizás sí dije tras recordar brevemente el sueño.

¿Cómo?

¿Recuerda que le comenté que había sacado el cuerpo por una puerta del parque?

Sí, ¿y qué de eso?

Pues que el coche estaba allí aparcado, alguien lo debió de ver, y con eso lo pueden situar en las inmediaciones.

El policía sin decir nada salió de la sala y se puso a dar voces, tal y como lo hubiese hecho unas horas antes.

Después de una hora aproximadamente volvió a entrar y dijo con una gran sonrisa.

Después de una hora aproximadamente volvió a entrar y dijo con una gran sonrisa.

Le tenemos.

¿Alguien vio el vehículo aparcado?

Mejor, hay una joyería cerca, y tienen una cámara grabando el expositor, ¿y a que no sabe qué?, se le ve sacando el cuerpo, bueno la bolsa y depositándolo en su vehículo.

Vaya, que suerte por tener esa cámara.

Sí, con esto es suficiente para encausarle, pues hay pruebas para procesarle por el delito.

Aquel fue mi primera contribución a la resolución de un caso, la primera de tantas que ya ni recuerdo el número.

Lo que no me dio tiempo a explicar en esa oportunidad ni en las sucesivas en las que tuve ese tipo de sueño, es lo que veía a posteriori. No sé por qué esa parte ya no le interesaba, es como si la policía solo quisiera saber qué había pasado con el cuerpo, o dónde estaba la persona secuestrada, pero nada del resto que veía.

Pero para mí, aquello era lo más enriquecedor, si es que se puede llamar así, saber que, sean cuales sean las circunstancias del último momento de vida, luego se sigue viviendo, o al menos así lo había experimentado.

Una vida fuera del cuerpo, pero no como cuando soñamos, y pensamos que estamos volando, algo que algunos llaman un desdoblamiento o una salida de una parte de uno.

Esto era otra cosa, es como si la persona, realmente estuviese viva, pues pensaba y sentía, veía y escuchaba, pero ya sin cuerpo.

No sé por qué, pero aquello que entendía que debía de ser lo más importante, apenas nadie me prestó atención cuando traté de contarlo, argumentando que mi misión, si es que se puede llamar así, o mi colaboración había finalizado desde el momento que había dado respuesta a lo solicitado, es decir, descubrir quien había sido, o donde estaba secuestrada la persona o el cuerpo de la víctima.

A decir verdad, después de un tiempo colaborando con distintas autoridades, ya no había mucho que me sorprendiese, sí que cambiaban los nombres y apellidos de los implicados, y quizás también los métodos, pero las motivaciones, por así decirlo, eso no cambiaba.

De ahí aprendí que no somos tan diferentes de los animales a pesar de lo que podamos pensar, y que nuestros instintos rigen buena parte de nuestro comportamiento, sobre todo aquel que se puede considerar como desviado.

Y, sobre todo, ese mal invisible del que nadie habla ni quiere hablar, la salud mental, y sus enfermedades.

No conozco el dato, ni el porcentaje, pero la mayoría, por no decir todos los que estaban implicados en este tipo de actos, no sé cómo los definiría, pero muy bien no estaban.

Desconozco qué fue primero, si esos actos contranatura o el problema de salud mental, lo que sí me quedó claro es que muy normal no estaban, y eso quedaba evidenciado, por ejemplo, cuando les habían atrapado y trataban de no sé cómo decirlo, justificar sus actos con excusas que no se sostenían de ninguna forma, ¿cómo justificarías un secuestro, o un asesinato?

Personalmente creo que actos así no tienen ningún tipo de justificación por mucho que la otra persona hubiese hecho algo o dejado de hacer antes.

Supongo que no todo el mundo ve las normas sociales de la misma manera, pero están ahí precisamente para protegernos unos de otros, para evitar los problemas de convivencia, y es algo que todos aprendemos desde pequeño.

De nada serviría comprar un vehículo si cuando quiere alguien viene y se lo lleva porque así se le antoja, o, por ejemplo, ¿quién iría a trabajar, si luego el empresario puede decidir no pagar porque ese día ha tomado esa decisión?

Las leyes y las normas están ahí para algo, y la policía para hacerlas cumplir.

A decir verdad, en más de una ocasión he tenido problemas con la policía, no porque haya hecho algo indebido, sino porque sabía demasiado y claro, se pensaban que yo podía ser el artífice, el cómplice o al menos la cabeza pensante de aquel acto del que daba aviso a la policía para que, en la medida de lo posible, pusiesen de su parte para prevenirlo, porque eso sí, podría decir que tenía dos tipos de experiencias, bueno, eran las mismas y con el mismo contenido, solo que unas eran antes de que sucediese el acto y otras después.

Con las primeras era con las que me costaba más que la policía me hiciese caso, no porque ellos no quisieran proteger a la ciudadanía, sino porque decían que hasta que no se hubiese hecho el acto, no era un delito y por tanto no les correspondía actuar.

Para mí todo eso eran tecnicismos legales que no hacía sino poner en peligro a una personan, cuyo sufrimiento se podía haber evitado.

Pero después de tanto insistir y de que en varias ocasiones sucediese lo que había predicho, el comisario hizo una pequeña trampa, bueno, no sé si se puede llamar así, pero fue una solución intermedia entre hacerme caso y no hacer nada.

Legalmente hasta que no se cometiese el delito no podían intervenir, pero lo que hicieron fue abrir una especie de expediente con toda la información que les proporcionaba, la estudiaban a fondo y hacían por averiguar sobre las personas implicadas y el lugar de los hechos, y una vez que comprobaron todo, luego hacían una especie de vigilancia preventiva, tanto de la víctima como del agresor, o mejor dicho de la futura víctima y del futuro agresor, y claro que funcionaba, en más de una ocasión habían detenido al futuro delincuente, cuando estaba a punto de cometer el delito, o incluso en el mismo momento de cometerlo, por ejemplo cuando se trataba de un secuestro.

Y bueno, luego tocaba justificar ante la justicia al jefe de policía, qué hacían por aquella zona en el momento preciso en que se les necesitaba, pero bueno, él siempre salía airoso de la situación argumentando que habían tenido una llamada anónima avisando de ello.

En realidad, no había sido ninguna llamada, ni había sido anónima, pero entiendo que así evitaba tener que dar más explicaciones de la cuenta.

Bueno, había dicho que tenía dos tipos de experiencias, antes y después. La diferencia entre ambas, es que la primera me llegaba sin buscarlo, por así decirlo, es decir, no sé muy bien cómo funciona, ero es como si la víctima diese un grito y yo fuese capaz de captarlo, pero esto antes de que suceda.

A pesar de que lo he preguntado a muchos especialistas cada uno me ha dado una explicación diferente, argumentando que de alguna forma yo tenía una conexión con esas personas, o que el grito había sido captado por una parte inconsciente conectado con no sé qué plano bueno, sea como fuese, parece ser que esa persona me buscaba para que la ayudase desde el futuro y con mi intervención lograba evitarla ese sufrimiento.

La otra forma es la de que fuese la policía quien se pusiese en contacto conmigo y me pedía que participase en una determinada investigación.

Así me enseñaban todas las pruebas que tenían, y me decían todas las conjeturas y líneas de investigación que habían seguido y yo, sin saber cómo esa misma noche o en las noches siguientes soñaba con el caso.

Al principio pensé que me había sugestionado con tantos datos, pero no sé por qué funcionaba, es decir, lo que vivenciaba entonces sí estaba relacionado con el caso, y así podía acudir al día siguiente a proporcionar información nueva que en algunas ocasiones era tan valiosa que conseguían cerrarlo atrapando al culpable.

A decir verdad, yo no hacía nada más que soñar, en algunas ocasiones, soñar despierto, y en otras en la cama.

Aunque personalmente prefería la segunda, ya que la primera implicaba en alguna ocasión que me viese expuesto a caídas y lesiones.

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