Glitter Season - Victory Storm 5 стр.


Me parece una buena idea, susurró Emma sabiendo cuanto se preocupaba su abuelo en no crear escándalos.

Emma no has entendido. La fusión se trata de tu matrimonio, aclaró el hombre con voz sufrida.

Fue precisamente la palabra matrimonio la que desconectó todas las neuronas del cerebro de Emma.

En contraposición, su corazón le hacía sentir un ataque de taquicardia con triple salto mortal.

Tú y Aiden, remarcó el abuelo creyendo que el silencio de Emma se debiera a la falta de comprensión de sus palabras.

Emma intentó razonar.

Nada, las neuronas estaban todas en coma etílico, borrachas de felicidad y anticipación.

Hija mía, te lo ruego, respóndeme. He llamado a Aiden antes de que llegaras porque tengo que confirmarle la fusión, pero si tú no quieres o no estás de acuerdo

Emma intentó decir algo, pero todo su sistema nervioso estaba apagado.

Se estaba recomponiendo, cuando sonó el intercomunicador.

Era la secretaria. Aiden Marconi había llegado y quería una respuesta.

Las palabras soeces que salieron de la boca de Cesare sorprendieron incluso a Emma que no estaba acostumbrada a ese lenguaje.

Ni siquiera golpearon, sino que la puerta se abrió para dejar entrar a Aiden, seguido por la secretaria furiosa que continuaba a decirle que tenía que ser anunciado.

Tengo una reunión dentro de una hora. No tengo tiempo para esperar, le respondió de mala manera el hombre acercándose al escritorio con grandes pasos.

¡Dios mío!, explotó la mente de Emma recuperando un mínimo de comportamiento frente al joven que estaba frente a ella y la miraba en estado de shock.

Mi marido Aiden será mi marido, le comunicaron las únicas dos neuronas que se despertaron del coma. Emma permaneció con la boca abierta, todavía con las manos de su abuelo entre las suyas y ligeramente apoyada en el escritorio, mientras sus ojos intentaban buscar al Aiden de quince años que recordaba en ese bellísimo hombre que la miraba desde su altura de casi un metro noventa.

El rostro de Aiden se había endurecido en sus facciones y la boca carnosa estaba tensa en lugar de estar curvada con una de las magníficas sonrisas que recordaba.

Sin embargo, los ojos eran siempre los mismos: grises como la plata con ligeros matices verdes. Lo opuesto de sus ojos que eran verdes con matices grises.

Gris- verde. El color clásico de todos los Marconi.

Avergonzada, todavía sorprendida por las palabras de su abuelo y por tener delante al hombre de sus sueños, no osó bajar la mirada por el cuerpo de Aiden, después que había sentido cómo se le incendiaban las mejillas por esos hombros anchos y tensos bajo el traje elegante y esos rizos negros que disfrutaban haciéndole cosquillas en el cuello en los que Emma quería hundir los labios.

Emma, repentinamente serio e inescrutable, antes de fijar sus ojos en Cesare. Buenos días, Cesare.

Hola, alcanzó sólo a decir Emma intentando recomponerse.

Has llegado con anticipación, lo agredió de inmediato el viejo.

Incluso si habían decidido tener una tregua, era obvio que el odio entre los dos todavía estaba vivo.

Habría sido precisamente ese matrimonio el que aplacara definitivamente los ánimos y que les permitiera dejar atrás el pasado.

Se adelantó una reunión extraordinaria luego de nuestra última charla y ahora el Consejo quiere una respuesta, explicó enérgico y severo Aiden respondiendo a Cesare.

¿Cómo te atreves a venir aquí a imponer órdenes?, se enojó de inmediato el anciano.

Los tiempos apremian y lo sabes.

¡No necesito que un muchachito venga a decírmelo! Recuerda que nací antes que tú y que mientras tu todavía usabas pañales, yo ya había creado un imperio partiendo de la nada, lo regañó Cesare.

Un imperio que está colapsando, rebatió Aiden haciendo enfurecer a Cesare que de nuevo fue sacudido por espasmos respiratorios que lo llevaron a toser y lo obligaron a intentar relajarse en el sillón, a pesar de las ganas incontrolables de echar de su palacio a ese insolente.

Abuelo, te lo ruego, cálmate, se preocupó de inmediato Emma yendo al saloncito a llenar un vaso de agua para él.

Cuando el viejo se restableció lo suficiente, Emma decidió tomar la palabra, incluso si la mirada enfurecida de Aiden le resultaba amenazadora.

No veo por qué debemos seguir peleando, cuando estamos aquí precisamente para ponernos de acuerdo Un acuerdo que ya fue decidido por ambas partes, balbuceó Emma con la mirada que ya no sabía sobre que o quien posarse para no avergonzarse aún más, mientras intentaba evitar pronunciar la palabra matrimonio para no morir de la vergüenza.

¡Tú no te casarás jamás con este insolente!, respondió su abuelo entre un golpe de tos y el otro.

Emma hubiera querido responderle que, si Aiden aceptaba, se habría casado con él y que lo habría seguido hasta el fin del mundo para poder estar con él. Con o sin la bendición de su abuelo.

Sobre todo, ahora que lo había visto a pocos pasos de ella para enamorarla de nuevo, haciendo desaparecer como por magia los doce años de distanciamiento.

Sin embargo, sabía que no era el momento oportuno para ciertas confesiones, si no quería hacer colapsar a su abuelo y conectarlo a un respirador antes de morir de un infarto.

Abuelo, lo has dicho tú también que este acuerdo nos sirve. La Marconi te necesita a ti y a mí. Sabes que haría cualquier cosa para ayudarte. Además, pensaba que querías cumplir con la última voluntad de tu primo, le dijo dulcemente, acariciándole la espalda para calmarlo.

Como cada vez que Emma tocaba el tema inherente a Marconi Construcciones, Cesare se calmó y, después de algunas respiraciones largas, se rindió.

Tú no te mereces a mi nieta y tampoco a la Marconi Construcciones, pero lamentablemente en este momento no tengo elección, de todas formas, puedes quedarte tranquilo que, al primer paso en falso, te destruiré. Emma se está sacrificando por mi estoy seguro de que no se casaría jamás por voluntad propia con alguien como tú. Sin embargo, si la haces sufrir o la tratas mal, te haré pedazos a ti a tu acuerdo Incluso si eso provoca un escándalo internacional. ¿Me expliqué claramente?, dijo entre dientes Cesare levantándose de la silla y acercándose al joven.

Emma hubiera querido detener a su abuelo y calmarlo, pero nunca lo había visto en ese estado y tenía demasiado miedo como para hablar.

Atemorizada, se alejó de los dos hombres y se puso a mirar el suelo.

Si Emma hace su parte de buena esposa, no habrá problemas, respondió Aiden impertérrito, haciendo que a la muchacha el faltara el aire.

Emma será una buena esposa. Es una mujer seria, respetuosa, instruida, sin pájaros en la cabeza, apegada a su familia, con un gran sentido del deber y sabe permanecer en su lugar.

Justo lo que necesito. No necesito nada más.

¿Por qué Emma sintió que se le helaba todo el cuerpo cuando escuchó esas palabras?

Ella quería un matrimonio de amor, romántico, dulce, hecho de afecto, respeto y pasión. Sin embargo, delante de ella se estaban repitiendo sólo las cláusulas de un contrato verbal y el apretón de manos entre los dos hombres que siguió luego, casi la hizo descomponer.

Intentó acercarse a Aiden esbozando una sonrisa, pero éste apenas la miró dirigiéndole una mirada imperturbable y casi de ira reprimida, manifestada sólo por la tensión en la mandíbula.

Intentó acercarse a Aiden esbozando una sonrisa, pero éste apenas la miró dirigiéndole una mirada imperturbable y casi de ira reprimida, manifestada sólo por la tensión en la mandíbula.

Aiden, yo

Mi secretaria te contactará durante el día para saber el día del matrimonio y darte todo lo que necesitas, la interrumpió él serio y formal.

En verdad pensaba que quizás podríamos hablar solos, intentó temerosa Emma que hubiera querido tanto poder estar con Aiden sin la presencia de su abuelo.

Fija una cita con mi secretaria.

Pero yo

Buen día, Emma. Cesare, hasta luego, dijo el joven saliendo de la oficina a la misma velocidad con la que había entrado.

Yo no le gusto más. Se ha olvidado de mi, comprendió Emma molesta y con un nudo en la garganta que le daba ganas de llorar.

No te preocupes, hija mía. Encontraremos la forma para que te divorcies de ese maldito sin perder el apoyo y las acciones del Consejo de Administración, intentó consolarla el abuelo que había visto la molestia y el dolor en sus ojos.

Pero Emma no quería pensar en el divorcio antes de casarse. Ella quería sólo ser feliz y realizar su sueño romántico que había tenido de niña. Ella quería a Aiden.

5

Diez meses después, Emma y Aiden se casaron en Roma en la Iglesia de San Pietro in Montorio, donde se había casado también su abuelo, después de un noviazgo veloz que Emma pasó en Roma y que ni siquiera percibió, ya que después del encuentro en la oficina de su abuelo, pudo ver a su novio sólo el día del compromiso en el que se anunció el matrimonio.

Fue una fiesta sumamente suntuosa, como había dicho Cesare y que mantuvo a Emma ocupada todo el tiempo sin respirar.

Ese día fue el peor de su vida, dividida entre invitados que no conocía y la indiferencia de Aiden que se había limitado sólo a estarle cerca y que, cuando le puso el anillo en el dedo con un diamante tan grande como para sorprender incluso a la mujer más rica entre los presentes, no la había siquiera mirado a la cara.

Incluso la fatídica pregunta: ¿Quieres casarte conmigo?, estuvo más dirigida al público delirante por esa novedad que a ella. Emma no había podido contener las lágrimas de infelicidad y se había limitado a asentir como si ese Sí, no quisiera salir de sus labios tensos por el dolor.

Además, sus dos mejores amigas no habían podido ir a Italia y ella se había encontrado más sola que nunca, bajo el peso de ese matrimonio por conveniencia del que no podía hablar con nadie. Ni siquiera con Rachel y Abigail.

Eso no era lo que siempre había soñado.

Además, mientras ella organizaba el matrimonio en Italia, Aiden se había quedado en Portland, ocupado con la fusión entre la Marconi Inmobiliarias y la Marconi Construcciones.

Esa distancia no le había permitido a Emma hablar ni una sola vez con él. Ni siquiera por teléfono o email.

El señor Marconi dijo que le da carta blanca, le repetía siempre la secretaria de Aiden cada vez que ella intentaba llamarlo para preguntarle qué menú prefería, qué tela para los manteles quería, las flores

Sólo Miranda Wilson, su wedding planner, había mostrado un poco de indulgencia por esa esposa sola y desesperada en las garras de un matrimonio más grande que ella con cuatrocientos invitados, prensa y reporteros listos para filmar el evento más esperado del año, mientras los rumores ya hablaban de un matrimonio debido a un embarazo inesperado.

¡Cuánto hubiera deseado que fuera esa la verdad sobre su propio matrimonio!

Sin embargo, no podía contarle a nadie de su dolor por esa unión que la estaba devastando a cada instante.

Su abuelo le había pedido incluso que no les dijera nada a sus primos y parientes, por miedo que se filtrara la noticia.

Para todos, Emma y Aiden se habían reencontrado y se estaban casando coronando su sueño de amor de doce años atrás.

El día de la ceremonia, Emma llegó al altar con lágrimas en los ojos y, cuando su abuelo intentó detenerla, ella lo animó para no darle un disgusto.

Emma, tú no eres feliz, había alcanzado a decir con voz ronca antes de llevarla al altar.

Lo soy, abuelo. Y lo seré aún más cuando Aiden y yo podamos estar juntos, solos, sin el estrés de tener que organizar eventos como éste.

Sí, tienes razón. La luna de miel en el crucero acomodará todo.

Claro, no veo la hora de partir, suspiró Emma esperanzada. Su luna de miel duraría tres semanas. Tres semanas en las que hubieran estado solos, libres para poder hablar, recordar el pasado, reír juntos y contarse cosas pero también de descubrir uno el cuerpo del otro.

Con la mente que vagaba sobre lo que habría ocurrido esa noche, alcanzó a sonreír y a iluminarse lo suficiente como para tranquilizar al abuelo.

Ese día incluso las ánimas más insensibles se conmovieron frente a ese matrimonio con la misa en latín, las notas conmovedoras y dulces del órgano, la suntuosidad de la iglesia, el vestido sirena de encaje de Pnina Tornai que envolvía el cuerpo de Emma con delicadeza, el viejo Cesare que tomó el lugar del padre difunto de la muchacha acompañándola al altar, donde le dio un cálido beso en la frente antes de separarse de la nieta

Todo fue conmovedor y romántico. Todo, excepto la mirada helada de Aiden que hizo resbalar una lágrima de tristeza sobre el rostro perfecto de Emma después de ese beso rápido en la comisura de la boca que habría tenido que sellar su unión.

Afortunadamente, las lágrimas de Emma fueron interpretadas por todos los presentes como una manifestación de alegría incontenible y felicidad.

Su única esperanza de acercarse al corazón de su esposo estaba en el viaje de bodas.

Lamentablemente esa noche la nave partió sin Aiden, bloqueado por una imprevista reunión de emergencia en la Marconi Inmobiliaria, que lo mantuvo ocupado por videoconferencia toda la noche.

Posterguemos el viaje, le había propuesto Emma, cuando habló con él durante una breve pausa.

No hay necesidad ¡Es más, haz como si yo estuviera allí! De todas formas, ¿qué es lo que cambia? Estoy seguro de que sabrás disfrutar mejor de las vacaciones sin tu consorte que tan poco soportas, le había respondido Aiden con la voz confusa.

Estás borracho, comprendió Emma severa, pero Aiden ni siquiera respondió, debido a una llamada.

Cuando volvió del viaje de bodas sola, a Portland, Emma intentó hablar con Aiden muchas veces, pero sin éxito.

Definitivamente se dio cuenta del tipo de vida conyugal que habría tenido cuando consiguió llegar a la cuestión casa.

Yo tengo un apartamento maravilloso en la Quinta Avenida. Es muy grande y está cerca de tu oficina. Pensé que podrías mudarte conmigo, intentó Emma tratando de no dejarse intimidar por esa máscara de hielo que él siempre tenía con ella.

Yo también tengo una casa, aunque un poco apartada tanto que a menudo me quedo a dormir en la oficina.

Entonces, ¿dónde preferirías estar?

Si entendí bien, te gusta estar en tu apartamento.

Sí, le respondió Emma con una amplia sonrisa, finalmente contenta de poder enfrentar serenamente el tema. Claro, pero sólo si a ti te gusta yo me permití hacerte una copia de mis llaves, continuó Emma, dándole un manojo de llaves que él no quiso tomar.

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