Ni en cap mapa ni en cap història y otros escritos - Gori Muñoz 2 стр.


El Teatro Avenida de Buenos Aires

El Teatro Avenida no fue escenario únicamente de españoladas fascistas como la que antes hemos mencionado a propósito de la Victoria en 1939. Por el contrario, algunos de los estrenos cualitativamente más importantes del teatro español tuvieron lugar, durante los años cuarenta, en dicho coliseo bonaerense. Por ejemplo, este Teatro Avenida de Buenos Aires, situado en el número 1222 de la Avenida de Mayo, fue escenario durante los años 1944 y 1945 de cuatro estrenos memorables. Me refiero a cuatro obras que significaban la continuidad de nuestra mejor tradición teatral republicana (El adefesio, de Alberti; La dama del alba, de Casona; La casa de Bernarda Alba, de García Lorca; y El embustero en su enredo, de José Ricardo Morales) y que, por motivos de censura política, ya hemos dicho que no podían representarse, por ejemplo, en el Teatro Español de Madrid, sin duda su lugar natural de estreno. Pero está claro que el exilio implica un destierro y que ese destierro significa para el teatro la pérdida de la tierra escénica, es decir, la pérdida de sus escenarios naturales. Francisco Javier acierta a reconstruir el panorama teatral de Buenos Aires en aquellos días, el contexto escénico en el que se produjeron aquellos cuatro estrenos porteños de cuatro republicanos españoles:

Los grandes dramaturgos de la época, Armando Discépolo y Defilippis Novoa ya habían cumplido su trayectoria. Roberto Arlt ofrecía en 1940 su última obra, La fiesta del hierro. A principios de la década del 40, Samuel Eichelbaum daba a la escena sus obras más representativas: Pájaro de barro, Un guapo del 900 y Un tal Servando Gómez.

(...) Por ese entonces, los baluartes del Teatro Independiente funcionaban a pleno el Teatro del Pueblo, La Máscara, La Cortina, Tinglado, Florencio Sánchez. En ellos podían verse obras de grandes dramaturgos extranjeros y de algunos argentinos. El Teatro del Pueblo, por ejemplo, dio a conocer la casi totalidad de la obra de Roberto Arlt. Pero habrá que esperar al final de la década para saludar la aparición de El puente, de Carlos Gorostiza, creada por el teatro La Máscara.

Por su parte, (...) Pasión y muerte de Silverio Leguizamón y El carnaval del diablo, de (Bernardo) Canal Feijóo y (Óscar) Ponferrada, respectivamente, se destacan del panorama general y ofrecen ciertos puntos de contacto con las obras de García Lorca y Alberti.

Gori Muñoz, escenógrafo teatral en Buenos Aires

Poco tiempo después tenía sobre mi mesa el guión de La dama duende. La protagonista, me dijo Luis, será Delia Garcés.

Una memorialista entrañable que, no por casualidad, evoca precisamente, en la página final del libro, la figura de Gori Muñoz como «un hombre libre de España», como el escenógrafo de sus recuerdos, como «el único escenógrafo posible de mi memoria»:

Palabras de un escenógrafo exiliado

Se ha dicho siempre y con razón que el escenógrafo es un intérprete. Pero yo agregaría que es un intérprete que tiene que hablar bajo, de acuerdo con el tono que utilizan los actores en la comedia.

Cada obra tiene sus exigencias completamente distintas a las demás. No se puede interpretar una comedia brillante o realista de la misma manera. Por eso cada realización escénica presenta al escenógrafo los mismos problemas que al actor para representar a los personajes creados en la obra.

Tras explicar el proceso de creación de los decorados para una obra teatral, Gori Muñoz pasa a responder a la pregunta de si el decorado ha tenido en todas las épocas la misma importancia:

Nuestro oficio ha sufrido la evolución marcada por las distintas épocas.

(...) Con la llegada de Antoine, creador del teatro realista, se simplificó grandemente toda la vetusta maquinaria teatral. La técnica de entonces tiene aún vigencia. El principio que la sustenta es ilustrativo y conviene repetirlo aquí: La escenografía debe servir a la obra y no servirse de la obra.

Назад Дальше