Pero sabía que no sería fácil.
Riley siempre se había sentido como una forastera. Hacer amigos y encajar nunca había sido algo natural para ella.
Nunca se había sentido más tímida. Y solo era su imaginación, ¿o algunos de los pasantes estaban mirándola y susurrando sobre ella?
Acababa de decidir que se sentaría sola cuando oyó una voz a su lado.
—Eres Riley Sweeney, ¿cierto?
Se volvió y vio a un joven que había llamado su atención en el auditorio y durante el recorrido. Era muy guapo, un poco más alto que ella, robusto, atlético, con el cabello corto y rizado y una sonrisa agradable. Su traje parecía caro.
—Eh, sí —dijo Riley, de repente sintiéndose más tímida que antes. —¿Y tú eres…?
—John Welch. Encantado de conocerte. Te daría la mano, pero… —Asintió hacia las bandejas que ambas llevaban y se echó a reír antes de preguntarle—: ¿Quieres sentarte conmigo?
Riley esperaba que no estuviera sonrojada.
—Sí —le respondió.
Se sentaron en una mesa uno en frente del otro y empezaron a comer.
Riley le preguntó: —¿Cómo sabes mi nombre?
John sonrió con picardía y le dijo: —¿Estás bromeando?
Eso sorprendió a Riley, pero logró contenerse para no decir: —No, para nada.
John se encogió de hombros y dijo: —Casi todos saben quién eres. Supongo que podría decirse que tu reputación te precede.
Riley miró a algunos de los otros estudiantes. Efectivamente, algunos de ellos todavía estaban mirándola y susurrando.
Riley entendió: «Deben saber lo que pasó en Lanton».
Pero ¿cuánto sabían? ¿Eso era algo bueno o malo?
Desde luego no había esperado tener una «reputación» entre los pasantes. Eso la hizo sentirse muy acomplejada.
—¿De dónde eres? —le preguntó a John.
—De DC —dijo John—. Recibí mi título en criminología esta primavera.
—¿De qué universidad? —preguntó Riley.
John se sonrojó un poco y dijo: —Eh… Universidad George Washington.
Riley sintió sus ojos abrirse de par en par ante la mención de una universidad tan cara.
«Debe ser rico», pensó.
También percibió que se sentía un poco incómodo por eso.
—Guau, un título en criminología —dijo Riley—. Yo solo tengo un título en psicología. Me llevas ventaja.
John se echó a reír y dijo: —No creo. Probablemente eres la única pasante del programa con verdadera experiencia de campo.
Riley se sintió verdaderamente sorprendida ahora. ¿Experiencia de campo? No había considerado lo que había pasado en Lanton experiencia de campo.
John continuó: —Ayudaste a localizar y detener a un verdadero asesino en serie. Debió haber sido increíble. Te envidio.
Riley frunció el ceño y se quedó en silencio. No quería decirlo, pero creía que nadie debería envidiar lo que había vivido en Lanton.
¿Qué creía John había sucedido durante esas terribles semanas en Lanton? ¿Tenía alguna idea de lo que había sido encontrar los cuerpos degollados de dos de sus mejores amigas?
¿Sabía cuán horrorizada, desconsolada y culpable se había sentido?
El pensar que su compañera de cuarto, Trudy, todavía estaría viva si Riley la hubiera cuidado mejor la atormentaba.
¿Y tenía alguna idea de lo aterrada que se había sentido en las garras del asesino?
Riley tomó un sorbo de su refresco y comenzó a comer.
Luego dijo: —Fue… bueno, no fue como tú crees. Es solo algo que pasó.
John la miró con preocupación y dijo: —Lo siento. Supongo que no quieres hablar de eso.
—Tal vez en otro momento —dijo Riley.
Cayó un silencio incómodo. No queriendo ser grosera, Riley empezó a hacerle preguntas a John sobre sí mismo. Parecía reacio a hablar de su vida y familia, pero Riley fue capaz de sacarle un poco de información.
Los padres de John eran abogados prominentes que estaban muy involucrados en la política de DC. Riley estaba impresionada, no tanto por lo adinerado que era, sino por la forma en que había elegido un camino diferente al de cualquier otra persona en su familia. En lugar de querer una carrera política prestigiosa, John había elegido una vida más humilde.
«Un verdadero idealista», pensó Riley.
Se encontró comparándolo con Ryan, quien estaba tratando de dejar su humilde pasado atrás y convertirse en un abogado exitoso.
Sí, ella admiraba la ambición de Ryan. Era una de las cosas que más le gustaba de él. Pero no pudo evitar admirar también a John por las decisiones que había tomado.
Mientras hablaban, Riley se dio cuenta de que John estaba coqueteando con ella.
Eso la sorprendió un poco. Su mano izquierda estaba a la vista, por lo que seguramente ya había visto su nuevo anillo de compromiso.
¿Debería mencionar que estaba comprometida? Sentía que eso sería incómodo de alguna manera, sobre todo si no tenía razón.
«Tal vez no está coqueteando conmigo en absoluto», pensó.
John empezó a hacerle preguntas. Sin embargo, no volvió a tocar el tema de los asesinatos en Lanton. Como de costumbre, Riley no habló de ciertos temas: su relación conflictiva con su padre, su adolescencia rebelde y sobre todo que había presenciado el asesinato de su madre de niña.
Riley también se dio cuenta de que, a diferencia de Ryan o John, realmente no tenía mucho que decir sobre sus planes para el futuro.
«¿Qué dice eso de mí?», se preguntó.
Llegó al tema de su relación con Ryan y que se habían comprometido ayer. Sin embargo, no mencionó que estaba embarazada. No notó ningún cambio en particular en el comportamiento de John.
«Supongo que es naturalmente encantador», pensó.
Le alivió el hecho de que se había precipitado. No había estado coqueteando con ella después de todo.
Era un buen tipo y ansiaba conocerlo mejor. De hecho, se sentía bastante segura de que John y Ryan se llevarían bien. Tal vez podrían pasar el rato juntos pronto.
Cuando todos los pasantes terminaron de comer, Hoke Gilmer los llevó a un gran vestuario que sería su sede durante estas diez semanas. Un agente menor estaba ayudando a Gilmer a asignarles un casillero a cada uno de los pasantes. Luego todos los pasantes se sentaron en las mesas y sillas en el centro de la sala y el agente más joven comenzó a repartir teléfonos celulares.
Gilmer explicó: —Ya falta poco para el siglo XXI y al FBI le gusta estar en la vanguardia. No repartiremos buscapersonas este año. Quizá algunos de ustedes ya tengan teléfonos celulares, pero queremos que tengan otro exclusivo para el FBI. Encontrarán instrucciones en el paquete de orientación. —Luego Gilmer se echó a reír cuando añadió—: Espero que no les cueste tanto aprender a usarlos como a mí.
Algunos de los pasantes se echaron a reír.
El teléfono celular se sentía extrañamente pequeño en su mano. Estaba acostumbrada a los teléfonos de casa más grandes y nunca había utilizado un teléfono celular. Aunque había utilizado computadoras en Lanton y algunos de sus amigos tenían teléfonos celulares, ella aún no tenía uno. Ryan ya tenía una computadora y un teléfono celular y a veces se burlaba de Riley por ser chapada a la antigua.
No le gustaba cuando Ryan se burlaba de ella. La verdad era que la única razón por la que no tenía teléfono celular era porque no podía pagarlo.
Este era muy parecido al de Ryan, muy simple, con una pequeña pantalla para mensajes de texto, un teclado numérico, y solo tres o cuatro botones. Aun así, se sentía extraña por el hecho de que ni siquiera sabía hacer una llamada con él. Sabía que también se sentiría rara por el hecho de que podía ser localizada en cualquier momento.
Se recordó a sí misma: «Estoy empezando una nueva vida».
Riley vio que unas personas, la mayoría hombres, acababan de entrar al vestuario.
Gilmer dijo: —Cada uno de ustedes estará siguiendo a un agente especial experimentado durante sus prácticas. Primero les enseñarán sus propias especialidades: análisis de datos sobre delitos, trabajo forense, sala de computación, entre otras cosas. Se los presentaremos y ellos se encargarán de todo desde aquí.
Cuando el agente menor comenzó a emparejar a cada pasante con su agente supervisor, Riley vio que faltaba un agente.
Efectivamente, después de que los pasantes se fueron con sus mentores, Riley se encontró sin un mentor. Miró a Gilmer con perplejidad.
Gilmer sonrió y dijo: —Encontrarás a tu agente supervisor en la sala diecinueve.
Sintiéndose un poco inquieta, Riley salió del vestuario y por el pasillo hasta encontrar la sala correcta. Abrió la puerta y vio a un hombre de mediana edad bajito y con el pecho fuerte y grueso sentado en una mesa.
Riley jadeó en voz alta a lo que lo reconoció.
Era el agente especial Jake Crivaro, el agente con el que había trabajado en Lanton, el hombre que le había salvado la vida.
CAPÍTULO TRES
Riley sonrió cuando reconoció al agente especial Jake Crivaro. Había pasado toda la mañana entre extraños y le alegraba ver una cara conocida.
«Supongo que esto no debería sorprenderme», pensó.
Recordó lo que Jake le había dicho en Lanton cuando le había entregado los documentos para el programa de prácticas:
—Estoy en condiciones de jubilarme, pero podría quedarme un tiempo para ayudar a alguien como tú a empezar.
Debió haber solicitado ser el mentor de Riley.
Pero la sonrisa de Riley se desvaneció rápidamente cuando vio que el agente Crivaro no estaba sonriendo.
De hecho, el agente Crivaro no se veía nada feliz de verla.
Aún sentado en la mesa, cruzó los brazos y asintió con la cabeza hacia un hombre de aspecto amigable de unos veinte años que se encontraba cerca.
Crivaro dijo: —Riley Sweeney, quiero que conozcas al agente especial Mark McCune. Es mi compañero en un caso en el que estoy trabajando.
—Mucho gusto —dijo el agente McCune con una sonrisa.
—Igualmente —dijo Riley.
McCune se veía mucho más amigable que Crivaro.
Crivaro se levantó de la mesa y dijo: —Considérate afortunada, Sweeney. Mientras que los otros pasantes estarán atrapados aquí aprendiendo a utilizar archivadores y clips de papel, tú estarás en el campo. Acabo de llegar de Quantico para trabajar en un caso de drogas. Te unirás a nosotros. Ya nos vamos a la escena.
El agente Crivaro salió de la sala.
Mientras Riley y el agente McCune lo siguieron, Riley pensó: «Me llamó Sweeney».
En Lanton, siempre la había llamado Riley.
Riley le susurró a McCune: —¿El agente Crivaro está molesto por algo?
McCune se encogió de hombros y le susurró de vuelta: —Dímelo tú. Este es mi primer día trabajando con él, pero me dijeron que tú ya trabajaste en un caso con él. Dicen que lo impresionaste mucho. Tiene la reputación de ser un poco brusco. Su último compañero fue despedido.
Riley estuvo a punto de decir: —Eso no lo sabía.
Crivaro nunca había mencionado que tenía un compañero.
Aunque Crivaro había sido duro, nunca le había parecido «brusco». De hecho, lo consideraba una figura paterna amable, una muy distinta a su verdadero padre.
Riley y McCune siguieron a Crivaro hasta un auto en el estacionamiento del edificio del FBI. Nadie habló mientras Crivaro condujo hacia el norte por las calles de DC.
Riley comenzó a preguntarse si Crivaro explicaría lo que tendrían que hacer una vez que llegaran a la escena.
Finalmente llegaron a un vecindario de mala pinta. Las calles estaban llenas de casas adosadas que alguna vez debieron haber sido bonitas pero que ahora estaban muy deterioradas.
Aun conduciendo, el agente Crivaro finalmente habló: —Dos hermanos, Jaden y Malik Madison, llevan dos años aproximadamente manejando un negocio de drogas. Han sido muy descarados al respecto. Hasta venden drogas en la calle, como si fuera un mercado al aire libre. La policía local no ha podido hacer nada para detenerlos.
—¿Por qué no? —preguntó Riley.
Crivaro dijo: —La pandilla anda pendiente de la policía. Además, tenían a todo el vecindario aterrorizado. Hasta hacían disparos desde sus autos en movimiento. Unos niños recibieron disparos por eso. Nadie se atrevía a hablar con la policía sobre lo que estaba pasando. La policía llamó al FBI hace unos días pidiendo ayuda.
Uno de nuestros agentes encubiertos logró detener a Jaden esta mañana. Su hermano, Malik, sigue suelto, y la pandilla se ha dispersado. No serán fáciles de atrapar. Pero gracias al arresto logramos obtener una orden de registro para registrar la casa desde la que habían estado trabajando.
Riley preguntó: —Si los de la pandilla siguen sueltos, ¿no volverán a lo mismo dentro de poco?
McCune dijo: —La policía local puede hacer algo al respecto. Establecerán una comisaría móvil justo en la acera, solo una mesa de picnic y sillas atendidas por un par de agentes uniformados. Trabajarán con los del vecindario para asegurarse de que no se repita lo mismo.
Riley estuvo a punto de decir: —Pero podrían irse a otro vecindario.
Pero sabía que era una estupidez. Obviamente se irían a otro vecindario si no los atrapaban. Y luego la policía y el FBI tendrían que ponerse a trabajar de nuevo. Esa era la naturaleza de este tipo de trabajo.
Crivaro detuvo el auto y señaló la casa más cercana. —La búsqueda ya está en marcha en esa casa. Y estamos aquí para ayudar.
A lo que se bajaron del auto, Crivaro apuntó a Riley con el dedo y le dijo: —Tú no ayudarás en la búsqueda, solamente el agente McCune y yo. Estás aquí para ver y aprender. Así que no te entrometas. Y no toques nada.
Riley sintió un escalofrío al escuchar sus palabras, pero asintió obedientemente.
Un policía uniformado en la puerta abierta los dejó pasar. Riley vio de inmediato que una gran operación ya estaba en progreso. El pasillo estrecho estaba lleno de policías locales y agentes del FBI portando chalecos. Estaban apilando armas y bolsas de drogas en el piso.
Crivaro parecía satisfecho. Le dijo a uno de los hombres del FBI: —Parece que encontraron tremenda mina de oro.
El hombre del FBI se echó a reír y dijo: —Estamos bastante seguros de que esto es solo el comienzo. Tiene que haber un montón de dinero en efectivo por aquí en alguna parte, pero no hemos encontrado nada todavía. Hay muchos lugares para esconder cosas en una casa como esta. Estamos registrando absolutamente todo.
Riley siguió a Crivaro y McCune por un tramo de escaleras hasta el segundo piso.
Ahora veía que la casa, y al parecer las demás que la rodeaban, era más grande de lo que parecía de afuera. A pesar de que era estrecha, también era profunda, con muchas habitaciones a lo largo de los pasillos. Además de las dos plantas que veía, Riley suponía que la casa también tenía un ático y un sótano.
En la parte superior de las escaleras, cuatro agentes estuvieron a punto de chocar con Crivaro cuando salieron de una de las habitaciones.
—No hay nada ahí —dijo uno de los agentes.
—¿Estás seguro? —preguntó Crivaro.
—Buscamos de arriba a abajo —dijo el otro policía.
Entonces una voz gritó desde el interior de la habitación que estaba directamente al otro lado del pasillo: —Oigan, ¡creo que encontré algo!
Riley siguió a Crivaro y McCune al otro lado del pasillo. Antes de que pudiera entrar en la habitación con ellos, Crivaro la detuvo.
—No —le dijo—. Puedes ver desde aquí en el pasillo.
Riley se quedó afuera y vio a cinco hombres registrando la habitación. El que había gritado estaba al lado de una forma rectangular en la pared.
—Parece que solía ser un montaplatos —dijo—. Estoy seguro de que encontraremos algo adentro.
—Ábrelo —dijo Crivaro.
Riley dio un paso adelante para ver lo que estaban haciendo.
Jake la miró y gritó: —Sweeney, ¿qué te dije?
Riley estaba a punto de explicar que no iba a entrar cuando Jake le ordenó a un policía: —Cierra esa maldita puerta.
La puerta se cerró de golpe en el rostro de Riley. Riley estaba en el pasillo sintiéndose sorprendida y avergonzada.