Una Vez Enfriado - Блейк Пирс 5 стр.


“¿Por qué no viniste al juego, Gabriela?”, preguntó April.

“Lo hubieses disfrutado”, dijo Jilly.

“Sí, me gusta el fútbol”, dijo Gabriela. “Iré al próximo juego”.

Le pareció el momento ideal para mencionar algo.

“Tengo buenas noticias”, dijo. “Hablé con mi agente inmobiliaria hoy, y piensa que podría ganar bastante dinero de la venta de la cabaña de su abuelo. Estoy segura que ayudará con los planes universitarios de ambas”.

Eso alegró a las chicas y hablaron del tema por un tiempo. Pero pronto el estado de ánimo de Jilly pareció decaer.

Finalmente, Jilly le preguntó a Riley: “¿Quién era ese tipo que estaba contigo en el juego?”.

April dijo: “Ah, ese es Blaine. Solía ​​ser nuestro vecino. Él es el padre de Crystal. Tú la conoces”.

Jilly siguió comiendo en silencio por unos momentos.

Luego dijo: “¿Dónde está Ryan? ¿Por qué no estaba en el juego?”.

Riley tragó grueso. Se dio cuenta hace rato que Ryan había venido a casa durante el día para recoger sus cosas. Era el momento de decirles la verdad.

“Hay algo que he tenido la intención de decirles”, comenzó.

Pero le costó encontrar las palabras adecuadas.

“Ryan... Dice que necesita un poco de espacio. Él...”.

No podía seguir hablando. Notó por los rostros de las chicas que no necesitaba hacerlo. Entendieron muy bien lo que quiso decirles.

Después de unos segundos de silencio, Jilly se puso a llorar, huyó de la sala y subió las escaleras. April se puso de pie rápidamente para ir a consolarla.

Riley se dio cuenta de que April estaba acostumbrada a esas actitudes de Ryan. Estas decepciones aún debían dolerle, pero podía lidiarlas mejor que Jilly.

Sentada en la mesa con Gabriela, Riley comenzó a sentirse culpable. ¿Era completamente incapaz de mantener una relación seria con un hombre?

Como si hubiera leído sus pensamientos, Gabriela dijo: “Deja de culparte. No es tu culpa. Ryan es un tonto”.

Riley sonrió con tristeza.

“Gracias, Gabriela”, dijo.

Era exactamente lo que necesitaba oír.

Luego Gabriela agregó: “Las niñas necesitan una figura paterna, pero definitivamente no alguien que va y viene como él”.

“Lo sé”, dijo Riley.

*

Más tarde esa noche, Riley fue a ver cómo estaban las chicas. Jilly estaba en el cuarto de April haciendo tarea.

April levantó la mirada y dijo: “Estamos bien, mamá”.

Riley sintió un gran alivio. Aunque se sentía mal por las chicas, estaba orgullosa de que April estuviera consolando a Jilly.

“Gracias, cariño”, dijo antes de cerrar la puerta.

Sabía que April hablaría con ella de Ryan cuando se sintiera lista. Pero a Jilly podría costarle más.

Cuando volvió a bajar, Riley se encontró pensando en lo que Gabriela le había dicho.

“Las niñas necesitan una figura paterna”.

Miró el teléfono. Blaine había dejado claro que le gustaría entablar una relación con ella.

Pero ¿qué podría esperar de ella? Su vida era muy ocupada por sus hijas y el trabajo. ¿Realmente podría incluir a alguien más en este momento? ¿Solo terminaría decepcionándolo?

“Pero sí me gusta él”, admitió.

Y él también gustaba de ella. Seguramente tenía que tener espacio en su vida para...

Ella cogió el teléfono y marcó el número de Blaine. Se decepcionó cuando oyó la contestadora, pero eso no la sorprendió. Sabía que su trabajo en el restaurante a menudo lo mantenía alejado de casa en las noches.

Cuando oyó el pitido, Riley le dejó un mensaje.

“Hola, Blaine. Es Riley. Mira, lamento si estuve un poco distante en el juego de esta tarde. Espero no haber sido grosera. Solo quiero decirte que queremos aceptar tu invitación, si todavía sigue en pie. Llámame cuando puedas”.

Riley inmediatamente se sintió mejor. Ella fue a la cocina y se sirvió un trago. Mientras estaba sentada bebiéndoselo en el sofá de la sala de estar, se encontró recordando su conversación con Paula Steen.

Paula parecía haber aceptado que el asesino de su hija jamás sería llevado ante la justicia.

“No es culpa de nadie, y no culpo a nadie”, Paula le había dicho.

Esas palabras ahora preocupaban a Riley.

Era tan injusto.

Riley terminó su bebida, se duchó y se fue a la cama.

Las pesadillas comenzaron justo cuando se quedó dormida.

*

Riley era solo una niña.

Estaba caminando por un bosque de noche. Ella tenía miedo, pero no estaba segura del por qué.

Después de todo, no estaba realmente perdida en el bosque.

El bosque estaba cerca de una carretera, y podía ver los autos que iban y venían. El resplandor de un poste de luz y una luna llena iluminaban su camino entre los árboles.

Luego sus ojos se fijaron en una fila de tres tumbas poco profundas.

La tierra y las piedras que cubrían las tumbas estaban moviéndose.

Las manos de las mujeres se abrieron camino por las tumbas.

Podía oír sus voces decir...

“¡Ayúdanos! ¡Por favor!”.

“¡Solo soy una niña!”, respondió Riley entre lágrimas.

Riley se despertó en su cama. Estaba temblando.

“Fue solo una pesadilla”, se dijo a sí misma.

Y no era de extrañar que había soñado con las víctimas del ‘Asesino de la caja de fósforos’ la noche después de haber hablado con Paula Steen.

Respiró profundamente. Pronto se sintió relajada de nuevo, y comenzó a quedarse dormida.

Pero entonces…

Todavía era solo una niña.

Estaba en una tienda de dulces con mamá, y mamá estaba comprándole muchos dulces.

Un hombre aterrador que llevaba una media en la cabeza se acercó a ella.

Él apuntó a mamá con un arma.

“Dame tu dinero”, le dijo a mamá.

Pero mamá estaba demasiado asustada como para moverse.

El hombre le disparó a mamá en el pecho, y ella se cayó justo en frente de Riley.

Riley comenzó a gritar. Se dio la vuelta en busca de ayuda.

Pero, de repente, estaba en el bosque de nuevo.

Las manos de las mujeres seguían tratando de cavar por las tumbas.

Las voces seguían gritando...

“¡Ayúdanos! ¡Por favor!”.

Entonces Riley oyó otra voz a su lado. Esta le era familiar...

“Ya las oíste, Riley. Necesitan tu ayuda”.

Riley se volvió y vio a mamá. Estaba parada allí, su pecho sangrando de la herida de bala. Su cara estaba mortalmente pálida.

“¡No puedo ayudarlas, mamá!”, exclamó Riley. “¡Solo soy una niña!”.

Mamá sonrió.

“No, no eres una niña, Riley. Ya eres grande. Date la vuelta y lo verás”.

Riley se volvió y se encontró mirándose en un espejo completo.

Era verdad.

Ella era una mujer ahora.

Y las voces seguían exclamando...

“¡Ayúdanos! ¡Por favor!”.

Los ojos de Riley se abrieron de nuevo.

Estaba temblando aún más que antes, y estaba sin aliento.

Se acordó de algo que Paula Steen le había dicho.

“El asesino de mi hija jamás será llevado ante la justicia”.

Paula también había dicho...

“Nunca fue tu caso para empezar”.

Riley se sintió determinada.

Era cierto, el caso del ‘Asesino de la caja de fósforos’ no había sido suyo antes.

Pero ya no podía dejarlo en el pasado.

El ‘Asesino de la caja de fósforos’ tenía que ser llevado ante la justicia.

“Ahora es mi caso”, pensó.

CAPÍTULO SIETE

Riley no tuvo más pesadillas esa noche, pero, aún así, pasó muy mala noche. Sorprendentemente, se sintió completamente despierta y energizada cuando se levantó a la mañana siguiente.

Tenía trabajo por hacer ese día.

Se vistió y bajó las escaleras. April y Jilly estaban en la cocina desayunando. Las chicas se veían tristes, pero no tan devastadas como ayer.

Riley se sentó en la mesa y dijo: “Esos panqueques se ven buenísimos. Pásenlos, por favor”.

Se comió su desayuno y se bebió el café. Luego comenzó a darse cuenta de que las chicas se veían más alegres. No mencionaron la ausencia de Ryan, en vez charlando de otros niños en la escuela.

“Son fuertes”, pensó Riley.

Y ambas habían pasado por momentos muy difíciles.

Estaba segura de que superarían esta crisis con Ryan.

Riley terminó su café y dijo: “Tengo que irme a la oficina”.

Se puso de pie y le dio un beso a April y a Jilly en la mejilla.

“Ve a atrapar a los malos, mamá”, dijo Jilly.

Riley sonrió.

“A eso voy, querida”, respondió ella.

*

Justo cuando llegó a la oficina, Riley abrió los ficheros automatizados del caso. Mientras examinaba los viejos artículos periodísticos, recordó haber leído algunos de ellos cuando salieron por primera vez. Había sido una adolescente en esa época, y el Asesino de la caja de fósforos le había parecido una pesadilla.

Los asesinatos habían ocurrido aquí en Virginia, cerca de Richmond, cada uno ocurriendo cada tres semanas.

Riley abrió un mapa y encontró el pueblo de Greybull, que quedaba cerca de la Interestatal 64. Tilda Steen, la última víctima, vivió y murió en Greybull. Los otros dos asesinatos ocurrieron en los pueblos de Brinkley y Denison. Riley podía ver que todos los pueblos quedaban a unas cien millas el uno del otro.

Riley cerró el mapa y miró los periódicos de nuevo.

Una gran titular gritaba...

¡ASESINO DE LA CAJA DE FÓSFOROS COBRA SU TERCERA VÍCTIMA!

Se estremeció un poco.

Sí, recordó haber visto ese titular hace muchos años.

El artículo describió el pánico que los asesinatos había desatado en toda la zona, sobre todo entre las mujeres jóvenes.

Según el artículo, el público y la policía estaban haciéndose las mismas preguntas:

¿Cuándo y dónde volvería a atacar?

¿Quién sería su próxima víctima?

Pero no había habido una cuarta víctima.

“¿Por qué?”, se preguntó Riley.

Era una pregunta que la policía no había podido responder.

El asesino había parecido un asesino en serie despiadado, del tipo que probablemente seguiría matando hasta ser atrapado. En su lugar, simplemente había desaparecido. Y su desaparición había sido igual de misteriosa que los asesinatos en sí.

Riley comenzó a estudiar minuciosamente las viejas fichas policiales para refrescar su memoria.

Las víctimas parecían no estar relacionadas. El asesino había seguido el mismo modus operandi en los tres asesinatos. Coqueteó con mujeres jóvenes en bares, las llevó a unos moteles y luego las mató. Después enterró sus cuerpos en tumbas poco profundas cerca de las escenas de los crímenes.

A la policía local no le costó localizar los bares donde el asesino coqueteó con las mujeres, ni los moteles donde fueron asesinadas.

Como hacían los otros asesinos en serie, dejó pistas para la policía.

Dejó cajas de fósforos de los bares y papel para notas de los moteles junto con cada uno de los cuerpos.

Los testigos en los bares y moteles hasta fueron capaces de dar unas buenas descripciones del sospechoso.

Riley encontró el boceto que fue creado hace años.

Vio que el hombre se veía bastante normal, con pelo color marrón oscuro y ojos color avellana. Al leer las descripciones de los testigos, se dio cuenta de algunos detalles más. Los testigos mencionaron que era muy pálido, como si trabajara en ambientes cerrados.

Las descripciones no eran muy detalladas. Aun así, le pareció a Riley un caso no tan difícil de resolver. Pero lo fue. La policía local nunca encontró al asesino. La UAC se encargó del caso, solo para concluir que el asesino había muerto o abandonado la zona. Hacer una búsqueda a nivel nacional sería como buscar una aguja en un pajar, una aguja que quizás ni existía.

Pero hubo un agente, un maestro en la resolución de casos sin resolver, que no estuvo de acuerdo.

“Todavía está en la zona”, le había dicho a todo el mundo. “Lo podremos encontrar si solo seguimos buscando”.

Pero sus jefes no le creyeron, y tampoco lo respaldaron. La UAC dejó que el caso se enfriara.

Este agente se retiró de la UAC hace años y se mudó a Florida. Pero Riley sabía cómo comunicarse con él.

Tomó su teléfono de escritorio y marcó su número.

Un momento después, oyó una voz retumbante y familiar. Jake Crivaro fue su compañero y mentor cuando se unió a la UAC.

“Hola, extraña”, dijo Jake. “¿Dónde demonios has estado? ¿Qué has estado haciendo? No llamas, tampoco escribes. ¿Es esa la forma de tratar al vejestorio olvidado que te enseñó todo lo que sabes?”.

Riley sonrió. Ella sabía que estaba bromeando. Después de todo, se habían visto hace poco. Jake hasta había abandonado la comodidad de su jubilación para ayudarla con un caso hace apenas un par de meses.

No le preguntó: “¿Cómo has estado?”.

Recordó lo que le dijo la última vez que se lo preguntó.

“Tengo setenta y cinco años. Me operaron ambas rodillas y una cadera. No veo nada. Tengo un audífono y un marcapasos. Y todos mis amigos excepto tú han muerto. ¿Cómo crees que he estado?”.

Preguntarle solo haría que comenzara a quejarse de nuevo.

La verdad era que todavía era físicamente ágil, y su mente estaba igual de aguda como siempre.

“Necesito tu ayuda, Jake”, dijo Riley.

“Excelente. La jubilación es lo peor. ¿Qué puedo hacer por ti?”.

“Estoy investigando un caso sin resolver”.

Jake se rio un poco.

“Mis favoritos. Los casos sin resolver fueron mi especialidad. Lo siguen siendo, es un pasatiempo. Incluso en mi jubilación recopilo y reviso cosas que nadie ha resuelto. ¿Recuerdas al asesino ‘Cara de ángel’ de Ohio? Resolví ese hace un par de años. Llevaba más de una década enfriado”.

“Sí, lo recuerdo”, dijo Riley. “Excelente trabajo para un vejestorio”.

“La adulación te llevará lejos. Entonces, ¿qué tienes para mí?”.

Riley vaciló. Sabía que estaba a punto de despertar recuerdos desagradables.

“Este caso fue uno de los tuyos, Jake”, dijo.

Jake se quedó callado por un momento.

“No me digas”, dijo. “El caso del ‘Asesino de la caja de fósforos’”.

Riley casi le preguntó: “¿Cómo lo sabes?”.

Pero era fácil adivinar la respuesta.

Jake estaba obsesionado con los fracasos del pasado, sobre todo los suyos. Sin duda estaba muy consciente del aniversario de la muerte de Tilda Steen. Probablemente también se acordaba de los aniversarios de las muertes de las otras víctimas. Riley supuso que probablemente lo atormentaban todos los años.

“Eso fue antes de tu tiempo”, dijo Jake. “¿Por qué quieres sacar a relucir todo eso?”.

Oyó la amargura en su voz, la misma amargura que recordó haber oído cuando ella todavía era una joven novata. Había estado furioso porque sus superiores habían ordenado cerrar el caso. Su jubilación no había apaciguado su amargura.

“Sabes que llevo años comunicándome con la madre de Tilda Steen”, dijo Riley. “Hablé con ella ayer. Esta vez...”.

Se detuvo. ¿Cómo podía ponerlo en palabras?

“Fue más difícil para mí. Si nadie hace nada, la pobre mujer morirá sin que el asesino de su hija comparezca ante la justicia. No estoy trabajando en ningún otro caso y yo...”.

Su voz se quebró.

“Sé exactamente cómo te sientes”, dijo Jake, su voz repentinamente compasiva. “Esas tres mujeres asesinadas merecían algo mejor. Sus familias merecían algo mejor”.

Riley se sintió aliviada de que Jake compartiera sus sentimientos.

“No puedo hacer mucho sin el apoyo de la UAC”, dijo Riley. “¿Crees que haya una manera para poder reabrir el caso?”.

“No lo sé. Tal vez. Manos a la obra”.

Riley podía oír los dedos de Jake tecleando en su computadora mientras buscaba sus propios archivos.

“¿Qué salió mal cuando tú trabajaste en él?”, preguntó Riley.

“Todo. Mis teorías no encajaron con las de los demás en la UAC. La zona era bastante rural en aquel entonces, solo eran unos pueblitos. A pesar de ello, había un montón de vagabundos a lo largo de una carretera interestatal que queda cerca de Richmond. La Oficina decidió que debió haber sido algún vagabundo. Mi instinto me dijo algo diferente, que vivía en la zona y que podría vivir allí todavía. Pero a nadie le importó mis instintos”.

Mientras estaba tecleando, dijo: “Podría haberlo resuelto hace años si no hubiese sido por mi compañero inútil”.

Riley había oído hablar del compañero incompetente de Jake, quien había sido despedido antes de que Riley se uniera a la UAC.

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