Casi Muerta - Блейк Пирс 7 стр.


–Yo lo haré.

Venetia se aferró al frasco de mermelada con fuerza, negándose a que Cassie se lo quitara de las manos.

–No hay problema, Venetia. Yo soy más alta.

–Necesito hacerlo

La pequeña niña sonaba intensa. Más que eso, parecía desesperada por hacerlo ella misma. En puntas de pie, con Cassie merodeando ansiosamente detrás de ella y lista para agarrarla si la silla se caía, Venetia reemplazó la mermelada empujándola cuidadosamente hacia atrás, en el lugar exacto en donde había estado antes.

–Muy bien —la halagó Cassie.

Supuso que esta independencia feroz debía ser parte del carácter y la crianza de la niña. Parecía inusual, pero nunca había trabajado para una familia de la alta sociedad.

Se quedó observando mientras Venetia colocaba el banquito exactamente en su posición original. Para entonces, Nina había puesto la manteca en el refrigerador y el pan en la panera. La cocina estaba inmaculada, como si nunca hubiesen desayunado allí.

–Giuseppe estará aquí pronto —le recordó Nina a su hermana—. Debemos lavarnos los dientes.

Salieron de la cocina y se dirigieron a sus habitaciones en la planta alta, mientras Cassie las observaba con asombro. Cinco minutos después, volvieron cargando sus mochilas escolares y sacos, y se dirigieron hacia fuera.

Cassie las siguió, pensando más que nada en la seguridad, pero un Mercedes blanco ya se estaba acercando a la casa. Un momento después, se detuvo en la entrada circular y las niñas se subieron.

–Adiós —gritó Cassie, saludándolas con la mano, pero no debían haberla escuchado porque ninguna de ellas le respondió el saludo.

Cuando Cassie volvió para adentro, vio que la señora Rossi y Maurice también se habían ido. No parecía haber ningún miembro del personal trabajando en ese momento.

Cassie estaba completamente sola.

–Esto no es lo que esperaba —se dijo a sí misma.

La casa estaba muy silenciosa y estar allí sola la inquietaba. Había asumido que tendría mucho más para hacer y que estaría mucho más involucrada con las niñas. Toda esta organización le resultaba extraña, como si realmente no la necesitaran para nada.

Se aseguró a sí misma que recién comenzaba, y que debería estar agradecida de tener un tiempo para ella. Probablemente, esta era la calma que precedía la tormenta, y cuando las niñas volvieran a casa estaría muy ocupada.

Cassie decidió que usaría el tiempo para hacer seguimiento a la pista que había recibido ayer. La inesperada mañana libre que ahora estaba disfrutando podría ser su única oportunidad de descubrir en dónde estaba Jacqui.

No tenía mucho. El nombre de la ciudad no era mucho.

Pero era todo lo que tenía y estaba decidida que sería suficiente.

*

Utilizando el Wi-Fi de la casa, Cassie pasó una hora familiarizándose con la ciudad en donde vivía Jacqui, o en todo caso, en donde ella le había dicho a Tim, el barman, que estaba viviendo hacía unas semanas.

El hecho de que Bellagio era una ciudad pequeña, no un lugar enorme, jugaba a su favor. Una ciudad pequeña significaba menos hostels y hoteles, y también había más posibilidades de que la gente supiera lo que hacían los demás, y de que recordaran a una hermosa mujer estadounidense.

Otra ventaja era que era un destino turístico, un lugar pintoresco que limitaba con el Lago Como que ofrecía vistas espectaculares, además de varias tiendas y restaurantes.

Mientras investigaba, se imaginaba cómo sería vivir en esa ciudad. Tranquila, pintoresca, animada con turistas durante la temporada alta veraniega. Se imaginó a Jacqui hospedada en uno de los pequeños hoteles o apartamentos de alquiler; probablemente un lugar pequeño con vistas a la calle empedrada, al que se accedía por una escalera empinada de piedra, con un una jardinera llena de coloridas flores.

Cassie pasó dos horas familiarizándose con el lugar y haciendo una lista completa de los alojamientos y hostels de mochileros, los numerosos Airbnb y las agencias inmobiliarias que alquilaban apartamentos. Sabía que probablemente le faltaban algunos lugares, pero esperaba que la suerte estuviera a su favor.

Entonces, llegó el momento de empezar a hacer llamadas.

Sentía la boca seca. Armar la lista había aumentado sus esperanzas. Cada nombre y número representaba una nueva oportunidad. Ahora, ella sabía que sus esperanzas podrían volver a derrumbarse  cuando la lista de los lugares en donde Jacqui podría estar alojada se hiciera cada vez más pequeña.

Cassie marcó el primer número, una casa de huéspedes en el centro de la ciudad.

–Hola —dijo ella—. Estoy buscando a una joven llamada Jacqui Vale. Es mi hermana; perdí mi teléfono y no recuerdo en dónde me dijo que se estaba quedando. Estoy en Italia ahora y quiero encontrarme con ella.

Aunque esta no era la verdad, Cassie había decidido que era una razón creíble para sus llamadas telefónicas. No quería embarcarse en una historia larga y complicada, ya que temía que los dueños de las casa de huéspedes se impacientaran o incluso sospecharan.

–Puede haber reservado bajo el nombre Jacqueline. Habría sido en los últimos dos meses.

–¿Jacqueline?

Hubo un breve silencio y Cassie sintió que se le aceleraba el corazón. Entonces, sus esperanzas se desmoronaron cuando la mujer dijo:

–Nadie con ese nombre se ha hospedado aquí.

Cassie descubrió que esta era una tarea larga, frustrante y demandante. Algunos de los hospedajes se negaban a ayudarla por completo por temas de privacidad. Otros estaban ocupados, por lo que tenía que fijar una hora para volver a llamarlos.

Continúo con la lista de opciones hasta que casi llegó al final. Solo quedaban tres números y luego de eso, tendría que admitir su derrota.

Marcó el antepenúltimo número sintiéndose frustrada, como si la presencia esquiva de Jacqui se burlara de ella.

Posso aiutarti? —Dijo el hombre del otro lado de la línea.

Cassie había aprendido que esta frase significaba “¿Puedo ayudarle?” Pero el hombre no parecía servicial. Sonaba impaciente y estresado, como si hubiese tenido un mal día. Cassie adivinó que él sería uno de los que le diría que no podía revelar ningún detalle por razones de confidencialidad. Lo diría solo para terminar la llamada porque tenía huéspedes esperando o porque estaba por salir.

–Estoy buscando a Jacqui Vale. Es mi hermana. Planeaba encontrarme con ella mientras esté en Italia, pero ayer me robaron el teléfono y no puedo recordar en dónde se estaba quedando.

Cassie aumentó el nivel de drama de su historia con la esperanza de causar compasión.

–Estoy llamando por teléfono a todos los lugares cercanos para intentar encontrarla.

Escuchó que el hombre escribía en el teclado.

Luego, casi se cayó de la silla cuando él dijo:

–Sí, tuvimos a una Jacqui Vale hospedándose con nosotros. Estuvo aquí por cerca de dos semanas y luego creo que se mudó a un apartamento compartido, porque estaba trabajando por aquí cerca.

El corazón de Cassie le dio un vuelco. Este hombre la conocía, la había visto y había hablado con ella. Este era un gran avance en su búsqueda.

–Ahora lo recuerdo, tenía un trabajo de medio tiempo en una boutique a la vuelta de aquí, Mirabella’s. ¿Quieres el número de Mirabella’s?

–Esto es increíble, no puedo creer que voy a poder encontrarla —dijo Cassie con entusiasmo—. Muchas gracias. Por favor, deme el número.

Él lo buscó y ella lo anotó. Estaba cautivada por la emoción. Su búsqueda había resultado un éxito. Había encontrado el lugar en donde había trabajado su hermana recientemente. Había muchas posibilidades de que ella aún estuviera allí.

Con las manos temblando y sintiéndose sin aliento, marcó el número que le habían dado.

Le respondió una anciana italiana y Cassie sintió una punzada de decepción porque no la hubiese atendido la misma Jacqui, porque eso era lo que se había imaginado que ocurriría.

–¿En qué la puedo ayudar? —Preguntó la mujer en un fuerte acento inglés en cuanto supo que Cassie no era italiana.

–¿Hablo con Mirabella?

–Así es.

–Mirabella, mi nombre es Cassie Vale. Estoy intentando contactarme con mi hermana, Jacqui. Perdí el contacto con ella hace un tiempo, pero descubrí que estuvo trabajando para usted. ¿Por casualidad, ella aún está allí? Si no, ¿me podría pasar su número?

Hubo una pausa.

Cassie se imaginó a Mirabella llamando a Jacqui con un gesto para que viniera al teléfono y se sintió desilusionada cuando la mujer volvió hablar.

Sonaba escueta, apenada y formal.

–Lo siento, pero Jacqui Vale está muerta.

Hubo un clic, y la llamada finalizó.

CAPÍTULO NUEVE

Cassie soltó el teléfono. Más bien se le cayó, y retumbó sobre el escritorio. Ella ni siquiera lo notó. Estaba paralizada por el impacto cruel del mensaje.

La propietaria de la boutique le acababa de decir que Jacqui estaba muerta.

Se lo había dicho con una certeza severa y concisa. No había lugar para dudas o malentendidos, no le había dado detalles o explicaciones. Solo la dura realidad, y el rápido fin de la conversación.

Cassie sintió que comenzaba a sollozar desde lo más profundo y visceral, por lo que temía dejarlo salir porque sabía que su tristeza y culpa eran imparables.

Su hermana ya no estaba viva.

¿Qué había ocurrido? La confusión la inundó al recordar que había estado viva tan solo unas semanas atrás. Tanto Tim, el simpático barman, como el dueño del hostel en Bellagio lo habían confirmado.

¿Habría estado enferma, sufriendo de una enfermedad terminal? ¿O su muerte había sido accidental, una tragedia rápida e inevitable; su cuerpo destrozado en un accidente en la carretera o sofocado en una pérdida de gas o involucrado en un asalto o robo?

Cassie se apretó la frente. Las sienes le punzaban por el estrés. Había estado tan cerca. Había estado muy cerca de encontrar a su hermana, solo para descubrir que se había ido para siempre.

–Oh, Jacqui —susurró—. Lo siento. Lo intenté, realmente lo intenté.

Mientras asimilaba la sorpresa de las palabras, la tristeza se instaló y Cassie se encontró llorando descontroladamente.

Enterró la cabeza entre las manos y, por un tiempo, todo lo que pudo hacer fue soportar el dolor mientras lloraba. La pérdida parecía insoportable. La agonía era profunda como el corte de un cuchillo. Las palabras de la mujer la habían herido en carne viva, y temía que nunca podría sanar ese dolor.

Parecía que había pasado mucho tiempo cuando Cassie volvió a levantar la cabeza. Se sentía débil y agotada, y por ahora no tenía más lágrimas para llorar.

Fue al baño, se salpicó agua en el rostro y se frotó los ojos. Mirando su imagen con los ojos hinchados, se dio cuenta de que ya había pasado la etapa de la aceptación. Ahora su mente estaba llena de preguntas.

¿Cuán reciente había sido su muerte? ¿Había habido un funeral, habían enterrado a Jacqui? ¿Quién se había hecho cargo del trágico acontecimiento?

Y otra pregunta importante: ¿por qué Mirabella había finalizado la llamada luego de darle la devastadora noticia? ¿Por qué no había permanecido en la línea para hablar con Cassie y explicarle lo que había ocurrido? Después de todo, Cassie se había presentado como la hermana de Jacqui. Mirabella sabía que estaba hablando con un familiar.

Ahora que Cassie comenzaba a pensar con más claridad, no se le ocurría una razón válida para el comportamiento de Mirabella. Había sido irracional, confuso y extremadamente cruel.

Cassie comenzó a sentir miedo y se preguntó si recordaba bien la conversación.

Quizás la mujer realmente le había explicado lo que le había ocurrido a su hermana, y en el estrés del momento Cassie había tenido un vacío en la memoria y se había olvidado de todo lo que le había dicho.

Eso hizo que las palmas le empezaran a sudar, porque sabía que era posible, ya le había ocurrido antes y generalmente se disparaba con el estrés extremo.

El tipo de estrés que una persona podía sentir cuando le decían que su hermana estaba muerta.

Solo había una forma de descubrirlo. Tendría que volver a llamar a Mirabella y pedirle más detalles sobre la muerte de su hermana.

Agarró el teléfono, sintiendo un malestar por el pavor, y marcó el número.

Para su confusión, Mirabella no respondió la llamada. Ni siquiera pudo dejar un correo de voz, solo sonó y sonó.

Finalizó la llamada preguntándose si la conexión habría fallado. Mientras volvía a marcar, hizo lo posible para ordenar sus pensamientos.

No se estaba volviendo loca. Estaba segura de que recordaba bien la conversación. Y estaba convencida de que su hermana no podía estar muerta. No en tan poco tiempo, cuando había estado viva y bien recientemente.

Quizás Mirabella estaba cansada de que la gente preguntara por Jacqui, quizás Jacqui tenía un exnovio insistente que estaba enloqueciendo a todos, o quizás se había ido de la boutique en malos términos y en una rabieta, Mirabella había decidido decir esa atrocidad.

Eso le dio un destello de esperanza, pero el único problema era que no podía confirmarlo. Una vez más, el teléfono sonó y nadie respondió, y luego escuchó el clic y el chirrido de la puerta del frente que se abría, y que le decía que las niñas habían llegado a casa.

Luego de su mañana solitaria y el descubrimiento con el que había tenido que lidiar, le alegraba ver a Nina y Venetia. Se sentía agradecida por su compañía, que le brindaba una distracción de sus pensamientos frenéticos.

–¿Tuvieron un buen día en la escuela? —Pregunto ella.

Lucían igual de pulcras y prolijas que cuando habían salido. Cassie tenía vagos recuerdos de esos tiempos escolares, cuando llegaba a casa toda desarreglada, habiendo perdido el lazo para el cabello, o roto su bolso, o extraviado su chaqueta.

–Tuve un buen día, gracias —dijo Nina amablemente.

Venetia fue más conversadora.

–Hice una prueba de matemática y salí primera en mi clase —dijo ella, y eso dio pie a que  Nina volviera hablar.

–Mañana tenemos un concurso de deletreo. Lo estoy esperando con ansias porque nuestro equipo ganó el último.

–Felicitaciones por tu prueba de matemática, Venetia, y Nina, estoy segura de que a tu equipo le irá bien. Puedo ayudarte a practicar más tarde, si lo deseas. Ahora, ¿ambas almorzaron?

–Sí —respondió Nina.

–Entonces, ¿por qué no van a cambiarse el uniforme escolar y luego quizás podamos encontrar una actividad divertida para hacer por un rato antes de que oscurezca?

Las niñas intercambiaron miradas. Cassie se dio cuenta de que era algo que hacían a menudo, como si necesitaran verificar con la otra antes de decir que sí.

–Está bien —dijo Nina.

Mientras las niñas subían las escaleras con obediencia y en fila para cambiarse, Cassie se sintió desconcertada por el comportamiento demasiado formal. Había esperado que a esta altura ya se hubieran relajado y actuaran normalmente. Era como si las niñas la mantuvieran a distancia constantemente, y le preocupaba que no les gustara su presencia, aunque no sabía por qué.

También hacían que fuera difícil interactuar con ellas; era como si fueran dos robots pequeños y perfectamente obedientes. La única conversación real que habían tenido hasta ahora era sobre las tareas escolares.

Solo había una persona que podía cambiar la situación, y era ella. Sin dudas, estas niñas no estaban acostumbradas a que las cuidara una persona común, que no fuese una experta altamente inteligente o una líder empresarial, pero ella solo podía ser quien era.

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